El trabajo que a continuación se despliega, tal y como se adelanta en el título, se extiende a lo largo de dos entregas, siendo ésta la segunda. Nos referimos al escrito y también a la Serie de imágenes. Agradecemos nuevamente a Federico Hurtado por permitirnos compartir su trabajo.
Por medio este link podrán acceder a la primera parte.
Editorial, Yanina Juarez.

Con el otro.
“Finalmente puede observarse que hasta el sabio, el intuitivo, cuando obliga a su espíritu a conocer contrariamente a las propias inclinaciones y a los deseos de su corazón, cuando le obliga a negar aquello mismo que querría afirmar, amar y adorar, entonces sobra como artista y transfigurador de la verdad, todo profundizar las cosas es por sí mismo una violencia, de un dolor que sufre la voluntad fundamental del espíritu, la cual tiende incesantemente a las apariencias y a la superficie: hasta la filosofía es una gota de crueldad! “ Más allá del bien y del mal, F. Nietzsche.
De modo abrupto el tiempo se sumergió en una pausa y el espacio se comprimió en los adentros, el mundo se erosionó en la bidimensión. La pandemia condenó a los seres y sus cuerpos a permanecer en el confinamiento de un adentro confrontado con la pérdida y el duelo de la cotidianidad. Quedaté en casa en cuanto encrucijada dentro de las posibles y beneficiosas medidas de protección hacia el virus que viaja potencialmente en los otros, en tanto posibles portadores; desencadenando una nueva dramática donde lo guardado en las casas nos cuida y nos encierra al mismo tiempo, poniendo en resonancia lo intra familiar.
La casa al modo de muro aséptico y profiláctico ante en in-mundo in-fecto mundo. El virus circulante desalojado de su huésped amenaza siniestramente con la hostilidad de un aniquilante extranjero. Hegemonía de lo siniestro como un abrupto retorno de lo extraño familiar, empujando al atrincheramiento en los muros de las casas y la asepsia de los cuerpos.
De esta manera se establece un desanudamiento del lazo social donde la dimensión del otro como prójimo se desconfigura hacia una versión de un otro amenazante portador de lo viral. El otro, el extranjero es una plaga. La otredad viralizada como infesta, generando nostalgia por la presencia y el contacto entre cuerpos y su volumen tridimensional.
Somos crueles y solidarios porque la extranjería con nosotros mismos nos es dolorosa y placentera. Un sujeto dividido generando una paradójica y antitética morada de nuestras inconsistentes identidades, un ser-ahí marcado por el indeleble exilio. Identidades compuestas por un simultáneo y yuxtapuesto: extranjero y prójimo, dolor y deseo, heroico y lábil, cruel y solidario.
Figuras antitéticas de una identidad sostenida por la inconsistencia donde el sí mismo y la alteridad, lo propio y lo ajeno inscriben lo irreductible de lo éxtimo, enmascarados por la pantalla de la realidad cotidiana.
Lo siniestro como retorno abrupto de lo extraño familiar nos confronta con la evidencia de la extranjería de lo familiar y de lo familiar de lo extranjero perdiéndonos en lo amenazante de lo indeterminado. El otro en tanto alteridad radical desde donde nos constituimos y nos realizamos no deja de ser el mismo desde donde nos alienamos y se nos vuelve adverso.
La pandemia nos confronta con estas dimensiones de lo extranjero y lo familiar.
Desde el cuerpo.
“Los cuerpos y almas son fuerzas, como tales no sólo se definen por sus encuentros y sus choques al azar, se definen por relaciones entre una infinidad de partes que componen cada cuerpo y que lo caracterizan como una multitud” Gilles Deleuze.
“Nadie sabe de lo que puede un cuerpo” Baruch Spinoza.
El padecimiento convergió en los cuerpos, cuerpos posmodernos hiperacelerados, agitados, cansados, ajustados, empujados a un imperativo de rendimiento hasta su agotamiento. Luego la Pandemia, allí el cuerpo pierde contacto con los otros y el mundo, se encuarentena, se desdibuja su volumen tornándose bidimensional.
Anunciado auge de la primacía de la imagen, donde la tecnológica pantalla se transmuta en un mítico y narcisístico espejo. Estado de confusión en donde el diálogo con el otro se fusiona con un monólogo solipsista.
El quedarse en casa es también generador de un movimiento, de un guardarse hasta el encierro y un saber hacer con la permanencia. La casa puede tornarse morada, un habitar los adentros y lo íntimo.
Cuerpos en desarme, desacorozándose, des corsetándose, soltándose de las ataduras, de las tensas y apretadas demandas de lo económico-social y los lazos de la época. Sujetos confrontados con sus cuerpos, sus permanencias, sus vacíos, sus relaciones convivenciales o no, con el impedimento de la fuga de lo íntimo hacia el mundo, retorno de las marcas más propias, de los pendientes, anunciándonos un existir y su finitud.
Junto a la dramática de quienes pueden quedarse en casa convive la tragedia de los no lugares, tanto en su versión de hacinamiento, sin condiciones dignas de existencia, como de los que habitan en situación de calle y espacios abiertos. La pandemia como la puesta en evidencia y en denuncia de la vigencia de la dimensión de clase social y de la diferencia en la distribución de los recursos que garanticen dignificar la vida.
Esta cartografía del cuerpo social permite confrontarnos con la hegemonía de la biopolítica administradora de los cuerpos junto con la Nuda Vida, donde los no incluidos quedan arrasados en la vulnerabilidad de sus derechos ciudadanos y precariedad de sus derechos laborales.
Mientras tanto, impulsado por la presencia de este virus y su espectral modalidad, la Tierra brindó, con un oxigenante respiro del deambulante e insaciable depredador.
El ser humano como única especie capaz de llevar a cabo la destrucción su propio nido.
La ecología cuya versión etimológica remite a eco: casa, vivienda, hogar; mientras logos: estudio, tratado, nos remite a la significación del estudio y la economía del hogar.
El maltrato y abuso de la tierra por parte del humano, devastando hábitat naturales, y contaminando la atmósfera la somete a un sufrimiento y un padecimiento generando su hiper calentamiento y su ardor, su aridez, sus inundaciones, sus desequilibrios atmosféricos.
Estrago telúrico generador del desalojo del huésped y su reacción en cadena. Mitológica lectura de la peste ya encarnada en Edipo cuyo trayecto queda recorrido desde Tebas a confrontarse con el develamiento de la verdad incestuosa hasta pagar el precio de arrancarse los ojos. Abuso de la tierra que al igual que Edipo nos muestra que la lógica de los excesos irrefrenables se paga con el alto costo del real de los cuerpos. Lo rechazado en lo simbólico retorna desde el implacable real.
Movimiento a transitar desde el absurdo y suicida gesto depredador que nos desaloja de nuestra propia morada hacia un gesto y direccionamiento ecológico que nos retorne en un nuevo morar Eco como retorno de la sordera del hombre en la devastación.

Hacia un horizonte.
“En el tiempo de las cosas pequeñas, quizás sea hora de volver la mirada sobre la minucia de los detalles de la experiencia, para hallar en ellos las pautas de conducta que nos ayuden a enfrentar los desafíos de esta hora de crisis” (Silvia Rivera Cusicanqui)
El Eco nos orienta en su doble dimensión de significación: casa/morada y retorno sonoro. Eco en la Mitología Griega era una ninfa enamorada de su voz que encantaba a los otros con su decir.
Zeus en sus rondas de amorío la requería para entretener a la diosa Hera cada vez que lo salió a buscar. Cuando Hera lo advierte la maldice condenándola a no tener más voz propia y solo repetir los últimos sonidos escuchados.
La pandemia nos confronta con un estado de sordera del hombre y un gesto de devastación de la tierra. El sujeto advenido en consumidor fijado en un goce adictivo, sin voz propia, tomado por el retorno de un destino mitológico y trágico, en tanto el encandilamiento de un mirar narcisista, Narciso enamorado de su imagen.
Encrucijadas del destino que lo impulsan a una posmoderna encerrona en su ceguera como en su sordera. Encapsulamiento autoerótico.
Imperativo de la lógica incestuosa que empuja a la re introyección del producto reabsorbiendo el circulante y en confluencia con el cierre del movimiento entrópico : que promueve la pérdida y resguarda lo abierto.
La interrumpida producción de excedente del sistema capitalista, excedente como lo que sale hacia afuera, lo que sobra, genera un movimiento de acumulación junto con el de expropiación de la riqueza, produciendo a su vez el agotamiento de los recursos naturales y el cansancio de la tierra.
El exceso del excedente impide el descanso y la recuperación necesarios de los recursos naturales a causa de la propagación de los desechos y residuos depositados, no tramitados contaminantes, suscitados por la falta de intervalos, pausas y ritmos entre la producción la distribución y el consumo. Rechazo del residuo en tanto caída y del resto en cuanto división irreductible. Sutura de la falta, impulsando a lo peor del goce del consumidor.
La perspectiva ecológica nos invita tanto a escuchar nuestra mudez, a la renuncia de los goces de la mercancía como al rescate y al resguardo de la biodiversidad. Apología de lo diverso, lo múltiple, lo variado en contraposición a lo concentracionario del uno de la explotación hasta la devastación, candidateándose a la hegemonía de lo mono en sus cultivos y en sus especies.
Nuevo paradigma hacia lo ecológico y comunal, que pulsea y promueve la caída y la transformación de lo compacto y lo conglomerado de los espacios poblacionales, lo continuo y lo hiper acelerado de los tiempos y a la concentración y acumulación de la riqueza.
De lo compactado y aglomerado de los espacios hacia un entramado abierto de puntos y nudos locales comunales. Del tiempo continuo e hiperacelerado hacia tiempos largos, intervalados en duración. De lo concentracionario a la distribución descentralizada y equitativa. De lo uno a lo múltiple y diverso. De lo cerrado a un estado de apertura hacia un encuentro de la alteridad y otros mundos.
De una lógica atómica, individualista comandada en la modernidad hacia una lógica del campo articulada por el infinito potencial de cada fractal. Un nuevo habitar, allí donde la vida cotidiana vuelva a hacer insuflada con el ánima, el alma de las cosas, allí donde lo sagrado y lo profano vuelvan a abrazarse relampagueando epifanía en el estado de las cosas.
Del degradante fetichismo de la mercancía hacia un horizonte de dignidad de los objetos.
La pandemia nos impacta con el status de una catástrofe pudiendo cursar hacía un trayecto de acentuación de lo traumático y desencadenar en un colapso o un otro sendero que propicia la dimensión del acontecimiento en tanto oportunidad de crear e incluir lo nuevo.
Un transitar imprescindible del malestar en la cultura por los surcos de los trazos de cada época, desde Edipo hacia un más allá.
Horizonte como contorno, mojón de una perspectiva, hacia un nuevo mundo, otro, cuerpo, enlazándose desde la dimensión del horizonte en tanto cuarto nudo. Cada dimensión porta a su vez los tres registros.
Perspectiva de lo inefable, límite de las infinitas vueltas del carrusel.
Línea invisible de lo increado e inexistente aún.
Trabajo prospectivo que desde instituyentes e imaginarias ilusiones apuntalará a la concreción de condiciones de posibilidad de la existencia donde el horizonte destrona el patriarcal y totémico lugar del Amo Referente.
Un por venir orientado hacia nuevos tejidos comunales y convivenciales. Comunidad significada como lo fractal espiralado.
Proyecto de lo fractal donde cada parte, punto local se torna un infinito en potencia de diferencias y variaciones enlazándose en una versión armónica con intervalos y sonidos simultáneos hacia una comunidad de diferencias.
Tiempo que nos sumen y nos confrontan con un saber hacer algo con lo real desdoblado en dos surcos, un soportar hacer algo con la falta en ser con el vacío central de la existencia y ante un movimiento de flujo no lineal no orientado, incierto inefable y caótico. Navegar es preciso.
Un estar-siendo-en -el-ec-sistir, más allá de las cristalizaciones del ser y del tener.
Políticas de lo narrativo, del entramado local de las partes y sus tejidos comunales, del ensamble epistemológico, morando en los sagrados templos de lo vital.

Citas bibliográficas:
Más allá del bien y del mal. F. Nietzche. 1967 Ediciones del Mediodía.
Malestar en la Cultura. Sigmund Freud. 2017 Ediciones Akal, S.A.
Un mundo chixi es posible. Silvia Rivera Cusicanqui. 2018 Edición Tinta y
Limón.
Elizabeth Vita, psicoanalista, integrante del Movimiento Pedagógico Isaurino, miembro del colectivo de artistas “Asociación 210”.
Marcelo Esses, psicoanalista, miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Federico Hurtado, (Buenos Aires, 1961). Artista plástico. Arquitectura UBA. https://www.facebook.com/Federico-Hurtado-collages-1487978008129318/. https://instagram.com/federicohurtado2017?igshid=cd252rjprgb3.