Dos preguntas a Daniel Rubinsztejn

Responsables de la sección y cuidado editorial: Gisela Avolio y Yanina Marcucci

Dirección editorial: Helga Fernández


Agradezco a los colegas de la revista “En el margen” la posibilidad de escribir (ninguna respuesta) a una cuestión esencial de nuestra práctica.

—¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?


—A los diecinueve años, por sugerencia de una amiga, comencé un análisis. Ella intuía que las reiteradas enfermedades —ninguna grave— que padecía en esa época (muchas “itis”) merecían algo más que una atención médica.

Hacía poco que había ingresado a la carrera de psicología (aún no era facultad) y la única lectura psicoanalítica en mi haber era Moisés y la religión monoteísta.

Comencé un análisis de 4 sesiones semanales de 50 minutos…

 ***

A los diecinueve años, en 1902, escribe Kafka una carta a su amigo Oskar Pollak en la que dice:

 “Hace bien a la conciencia recibir heridas, así se vuelve más sensible a cada mordedura. Pienso que sólo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos lastimen. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un puñetazo en la cabeza, ¿para qué leer? ¿Para qué nos haga felices, como tú escribes? Dios mío, también podríamos ser felices sin tener libros y, dado el caso, hasta podríamos escribir los libros que nos hicieran felices. Sin embargo, necesitamos libros que tengan sobre nosotros el efecto de una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien al que queríamos más que a nosotros, como un destierro en bosques alejados de todo, como un suicidio; un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado en el que vivimos. Eso creo yo”.

*** 

A los veintidós años finalicé la carrera y una convicción se apoderó de mí: Quiero dedicarme al psicoanálisis. Tres grupos de estudio semanales, lecturas incesantes de Freud y Lacan, Winnicott, Melanie Klein y Bleger; una concurrencia en un hospital público, asistencia a supervisiones y ateneos. Inicié al mismo tiempo un circuito de docencia: primero en Psicopatología, luego en Psicoanálisis Freud, para finalizar en Escuela francesa. Años de trabajo en clínicas de internación aprendiendo a convivir con las locuras, discusiones y aprendizajes con los colegas, con los psiquiatras, con los enfermeros… y más lecturas (cursos de lógica, topología, retórica) y más puñetazos.

Una formación incesante que continúa con los colegas, formando/formándome, enseñando/aprendiendo, descubriendo/redescubriendo cada vez, con la sorpresa que se renueva.  

¿Qué ocurrió en ese, mi primer análisis, que hizo nacer un deseo que no existía antes y aún me habita?   

Jamás una sugerencia ni orientación. Fui eligiendo a mis maestros sin consultarle. La abstinencia fue propiciatoria. ¿Cuál fue el hacha que se clavó en ese tiempo? Aún no lo sé. Tal vez nunca lo sepa… y no está mal.

***

A los veintidós años Freud traduce al alemán las obras completas de John Stuart Mill. Leía el original en inglés, cerraba el libro e imaginaba cómo se diría en buen alemán el pensamiento del autor. Hacerlo existir en otro idioma.

La vida entre libros.

***

¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?

—El psicoanálisis como discurso que —no está por delante ni por detrás de los otros— habita una actualidad inactual.  

Su ex-sistencia es en el borde de otras prácticas, creo que es este su lugar, en un tiempo en el que “ser puntuales a una cita a la que sólo es posible faltar” (G. Agamben, 2008), para luego, faltar mejor. 

Un lugar excéntrico que incomoda, que incorpora nuevas preguntas, que ofrece enigmas al sufrimiento. Que introduce una pausa para que una pregunta persista, sin respuestas apresuradas. Una tensión entre “no todavía” y “ya no”. Una discronía constitutiva de nuestro sujeto. 

Un tiempo (Aión) tan alejado de la epístola del apóstol Pablo cuando anuncia el tiempo mesiánico, el ser contemporáneos del Mesías: el «tiempo-de-ahora» (ho nyn kairós).

Nuestro tiempo -y nuestro quehacer- respira entre dos citas:

“Contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad” (G. Agamben,2008).

“Una mirada desde la alcantarilla / puede ser una visión del mundo / la rebelión consiste en mirar una rosa / hasta pulverizarse los ojos” (A. Pizarnik 1962).

El psicoanálisis que prefiero se sostiene en supuestos, en hipótesis inseguras, en preguntas vivas y conjeturas indemostrables… en el margen de las ciencias. 

Ustedes han hallado un nombre para la revista, que es el que le conviene a su presencia en la cultura, En el margen, como las glosas del sueño, con lecturas entre líneas -al borde de la página- que interrumpen lo lineal, con derivas que bord(e)an inconsciente.  


Daniel Rubinsztejn. Psicoanalista. Dr. en Psicología (UBA) y Profesor titular en la maestría de psicoanálisis de la Universidad Nacional de Rosario. Autor de Psicoanalisis, una práctica imperfecta (2000), Modos de abstinencia (2006), De una práctica que no sería una ciencia (2012), Variaciones del sujeto (2021), El analista sin tejado (2022).


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