A desalambrar (1). Por Daniel Rubinsztejn.

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Cuidado editorial: Gabriela Odena y Leticia Gambina


1.

Pensar la práctica psicoanalítica a partir de disyunciones en dos campos opuestos para acomodar cada elemento en uno o en otro no es el modo conveniente para transmitir la complejidad de nuestro asunto.

Otro modo -el que prefiero- es entre ternarios y cuaternarios, que si bien no resuelven los atolladeros de la práctica, arruinan al menos, una simplificación que sólo banaliza nuestro discurso.

Desde el inicio de su enseñanza Lacan ubicó al falo entre la madre y el niño, también a la muerte danzando entre los tres personajes del Complejo de Edipo. En el esquema L ubica cuatro elementos.

En sus últimos seminarios, cuando introduce la teoría de los nudos, plantea que el de tres no se sostiene y llama a un cuarto nudo.

Planteo así, una dinámica (catexias/contra-catexias) de elementos que se entrechocan, se dispersan y se ubican de tal modo que es imposible una distribución -opositiva y simétrica- planteada a priori.

Algunos ejemplos:

  1. Los principios del suceder psíquico muestran una extraña actividad dispar, pero conjunta: el Principio de realidad impone un rodeo al Principio del placer/displacer. Freud señala que más que una oposición se trata de un rodeo necesario para afianzar el funcionamiento del Principio del placer/displacer. Por su parte, el más  allá, revela el trabajo silencioso de la pulsión de muerte, es decir que es un más allá en un más acá, que es su referencia.
  2. Cuando Freud plantea que el Yo surge a partir del Ello y que el Superyó es su abogado, sostiene que las instancias no están separadas, si no que se infiltran mutuamente.
  3. La topología -de la que se sirve Lacan- enseña que lo esencial son los puntos de frontera (borde) porque corresponden tanto a un conjunto como a otro. Es el hallazgo en la topología de interioridades externas que dará lugar al neologismo extimia.
  4. La banda de Möebius nos sirve para plantear que las dos caras son producto de la torsión de una. Una doble inscripción de lo mismo, que ya no es lo mismo: disparidad.
  5. El cross-cap es la incidencia de un corte que enrarece un afuera con un adentro. Una banda y un disco que se auto atraviesa.
  6. El toro plantea una vuelta en más que rodea a un agujero central recorriéndolo a partir de otro.
  7. Hay un mundo y hay una escena al que el mundo sube… pero en la escena del mundo hay marcas, manchas de lo que no sube.
  8. El nudo borromeo escribe, a su manera, que lo esencial son las intersecciones entre los registros, y que lo que queda afuera de esas intersecciones tendrá o no lugar cuando el mundo suba a la escena (transferencial). No se trata de aspirar a alguna inclusión en un todo que no hay, por eso Lacan incluye en sus figuras los puntos de fuga en cada registro.
  9. La escritura  ∀x:Φx tiene a su lado el límite (∃x:Φx) que lo condiciona, es decir que es un todo afectado por una sustracción. Es por la excepción (lo necesario) que el conjunto ∀ (para todo) es posible. Además, el lado del (no todo) queda afectado por su referencia a un todo.
  10. Inhibición, síntoma y angustia tampoco son campos alambrados, separados: a veces una inhibición -del acto- es (¿síntoma en el museo?) la antesala de articulación de un síntoma, y el síntoma es claramente defensa ante la angustia… que amenaza con lo peor.
  11. Que el objeto a -que no es ningún objeto- se le atragante al significante, no indica que se trate de dos dimensiones opositivas: el objeto es segregación, efecto del significante en el cuerpo.
  12. Goce –angustia– deseo: este ternario es el extraño lugar de intersección entre campos que no son tales sino que, como lo Unheimlich (siniestro), se abisma lo conocido y familiar en lo extraño.

El campo es el del lenguaje en donde goce y deseo se despliegan a su modo: entre el goce mortífero y el infierno del deseo.

Un ladrillo: hablar de “modalidad de goce” para otorgarle a esta noción la clave de todo lo que ocurre en un análisis, entifica al síntoma (goce del síntoma), suprime la realización del deseo y le quita dinámica y valor de conflicto que Freud le adjudicó.

Prefiero hablar de goces y subrayar así la imposibilidad de el goce. Es decir que goce es pérdida de goce (plus, paradójicamente, es menos). Porque el goce es límite de la subjetividad y límite de la experiencia. No hay experiencia de ello (como no la hay de la muerte propia).

Límite de la subjetividad, límite de la experiencia. ¿Qué lugar entonces para lo inefable?

“Hay una confusión cuyo origen es la creencia de que lo no articulado está más allá, cuando no es así en absoluto- lo que está más allá se articula a su modo-. En la estructura subjetiva estamos en presencia de algo que sólo puede presentarse como se presenta y que se presenta con su entero valor en su nivel de credibilidad. Si hay algo inefable, no se habla de ello porque es inefable. Entonces no hemos de juzgar lo que articula, sus palabras, a partir de lo que no puede hablar. Si bien se puede suponer que haya algo inefable, y de buen grado lo suponemos, nunca nos negamos a captar lo que se demuestra como estructura en una palabra, con el pretexto de que hay algo inefable. Como ahí podemos extraviarnos entonces renunciamos. Pero si no nos perdemos, el orden que esta palabra demuestra y revela se debe tomar tal como es.”2

Entiendo que “tal como es”, implica que es necesario leer al pie de la letra, tomar los límites de la palabra, los silencios (sileo), los blancos en el texto, el surgimiento de angustia en las sesiones, fragmentos de cuerpo que esperan en vano otra vuelta para articularse… en alguna palabra que al fracasar, fracase a su modo en el tiempo de la transferencia.3

2.

“A decir verdad no hay en todo esto sino paradojas. No hay la menor opinión verdadera (doxa), puesto que hay paradoxas” (Lacan, 10/5/77).

Paradojas, conflictos irresolubles, ambigüedades y enigmas, out of joint, “fuera de quicio” (Hamlet)4

  • Cuando Freud en El yo y el ello dice cuáles son las órdenes de la instancia Superyó / Ideal del Yo: “Así como el padre debes ser, así como el padre no tienes el derecho de ser”, sitúa la enorme ferocidad de esta instancia en tanto conviven el deber ser y un no tienes derecho a ser así, que es leída en la neurosis como una orden paradojal.
  • Tiene que instaurarse una suposición de saber, cuyo destino, desde el inicio y hasta el final, en el último acto, será caer. “Diga todo lo que se le ocurra” conmueve de entrada la suposición de saber: el saber habrá estado del lado analizante.
  • Prescindir del Nombre-del-padre a condición de haberse servido de él, es una afirmación (de Lacan) paradojal5.
  • Significantes que son tales porque no significan nada, causas que funcionan sólo en tanto vacías.
  • El deseo (del analista) que no es puro, se dirige a un puro significante6. Ahora lo puro se desplaza a la pura diferencia materializada en el significante. “¿Por qué uno no inventaría un significante nuevo que no tendría, como lo real ninguna especie de sentido? eso quizás nos abriría a lo que yo llamo lo real”. (Lacan, 17-5-77). Puros significantes o significantes de base, es decir que han sido llevados por el deseo del analista a su extrema literalidad.
  • Otra paradoja: si lo real es lo que no cesa de no inscribirse, cómo entender que Lacan formule que lo real es un registro. Es decir que hay letras que indican, que hay un real que no cesa …

Paradoja es expresar contradicción. Se opone así a la común opinión. Para Deleuze7 es la afirmación de dos sentidos a la vez; es lo que destruye el buen sentido como sentido único, destruye además al sentido común en tanto identidad fija. Es la destitución de la profundidad, porque expone los acontecimientos en la superficie desplegando el lenguaje a lo largo de este límite. Un elemento paradojal tiene la singularidad de estar desplazado respecto de sí mismo, de faltar a su propio lugar y a su propia identidad, a su propia semejanza y a su propio equilibrio.

Deleuze sostiene que la fuerza de las paradojas reside en que no son contradictorias si no que nos hacen ”asistir a la génesis de la contradicción” (Un llamado telefónico: “me quiero analizar porque no puedo salir de mi casa, pero no puedo analizarme porque no puedo salir de mi casa…”).

El discurso psicoanalítico dispone de la lógica modal, precisamente de la categoría de lo imposible, y la eleva, la conduce a su última potencia8, intentando cernir lo imposible en tanto tal.

El principio de contradicción se aplica a lo posible, pero no a lo imposible, que es aquello que sí presentan las paradojas. Es decir que asistimos, con las paradojas, a uno de los modos privilegiados de presentación de lo real. A lo ineliminable… al síntoma.

Citas bibliográficas

1 Versión revisada del texto Intersecciones y paradojas, RUP 8, 2008.

2 Lacan, J., El Seminario, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires 1999, pag.156.

3 Confutación: al argumento de que la cita es del primer Lacan y que en el último ya no se sostiene esa posición, replico que se lea nuevamente el punto 8.

4  “Las cosas serían sin duda menos complicadas (y menos trágicas) si pudiéramos pasar de preguntarnos por la función del padre a decretar su de-función, el fin del Nombre-del-Padre, y entonces descubrir tendido ante nosotros –como el filósofo positivista o neopositivista descubre desplegado ante sus ojos el glorioso espectáculo de todo lo existente – el sabroso festín de un conjunto de singularidades que reclamarían ahora (ahora: “más allá” o “más acá” del padre, fuera – mejor – del viejo y odioso y obsoleto Padre, de sus redes y de sus paradojas) ser nombradas, clasificadas y ordenadas con palabras claras y distintas”. Rinesi, Eduardo, del prólogo a El padre que no cesa, AAVV, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.

5 Lacan, J., El Seminario, El Síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2006.

6 Glasman, Claudio, El padre que no cesa, AAVV, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.

7 Deleuze, G. (1969): Lógica del sentido, Paidos, Barcelona, 1989.

8 Lacan, J.: L`étourdit, Revista Escansión nº 1, Paidos, Buenos Aires 1984.


Daniel Rubinsztejn. Psicoanalista. Dr. en Psicología (UBA) y Profesor titular en la maestría de psicoanálisis de la Universidad Nacional de Rosario. Autor de Psicoanalisis, una práctica imperfecta (2000), Modos de abstinencia (2006), De una práctica que no sería una ciencia (2012), Variaciones del sujeto (2021), El analista sin tejado (2022).


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