Imagen de portada: Paul Himmel – Fotógrafo estadounidense.
8 de febrero de 2009, fallecía en Nueva York..
Cuidado editorial: Gabriela Odena y Viviana Garaventa
Ante las políticas que dictan sus preceptos a través de la fijación del sentido de algunas palabras y composición de letras, desde nuestro lugarcito en el discurso jaqueamos el orden decretado y nos reapropiamos de la materia de la metáfora.
Con ustedes y para ustedes, para todxs nosotrxs, anunciamos una nueva sección: TNU, texto de necesidad y urgencia.
Textos que no obligan nada a nadie. Textos con los que cada quien subjetiva, lee, venga, defiende y construye la vida que nos hurtan.
Delegación editorial
Me pregunto qué diferencias hay entre una Red y un Lazo más allá de las similitudes.
Hay redes hechas con cuerdas, hilos o alambres, están trabadas en forma de mallas y en cada una se observa una consistencia particular. La trama que presentan es de tejido de mallas. Hay lazos hechos de cintas, hilos o cuerdas. El lazo anuda y sirve como ornamentación, pero también ayuda a atar o a fijar algo. El lazo es un nudo que está formado por una o más anillas y se deshace fácilmente.
También hay redes y lazos simbólicos, inmateriales y abstractos que parecen casi por fuera del mundo y a su vez arman mundo.
Hay redes que atrapan peces en el «medio mundo», irónico nombre que habla de lo barrado y de la división entre la naturaleza y lo humano. A simple vista las redes se conectan en una superficie de organigrama o de flujograma, sólo aceptan un cruce a la vez, un punto de cruce repetido y concentrado en la repetición, la imagen del patrón de una red es de múltiples cruces que se agarran y conectan. El trazo es vertical y horizontal y el punto es concentrado, sin dimensión. Como rombos bailarines y estáticos aparecen los agujeros del tejido y se observa claramente la presentación del diseño de un patrón sin anarquía.
Cruces, intersección de dos rectas, puntos y rombos arman el tejido. Las redes están destinadas a cumplir múltiples funciones: algunas retienen objetos sólidos, otras agregan una dificultad en un deporte. Algunas se usan como bolsas para salir de compras, otras como protección para nadar en mares atestados de tiburones y otras como redecillas en los rodetes de las bailarinas. También se usan para impedir caídas, para salvar, proteger, atrapar o conectar. En general las redes están en relación a los objetos: animales, pelotas, alimentos, personas y la lista sigue. Existen redes que dividen, limitan e incomunican y hacen muros y frontera y asustan por su rigidez.
También hay redes simbólicas, en tanto redes significantes formando la batería de lo que se llama un saber.
Hay redes virtuales que no atrapan peces, pero uno siente que se queda sin medio mundo y empujado a la desconexión. Conectados y desconectados a la vez buceando por el soporte material de las pantallas. Como en un laberinto quedamos atrapados en las redes virtuales diseñadas gracias a algoritmos que filtran datos que apuntan a que sólo resuene lo igual. Nos deslizamos filtrados por la burbuja de lo igual, y el medio mundo virtual pondera pensamientos, publicaciones e información que replica lo igual. En este enjambre lo distinto es expulsado. Las redes se convierten en un enjambre de puras unidades controladas, de puntos concentrados impidiendo una voz que traspase los extramuros de señales inalámbricas. La interconexión digital en las redes es la expresión paradójica de la desconexión con los otros, interconexión expuesta todo el tiempo y sin cortes en un panóptico digital.
En las redes sociales los datos se acumulan en la memoria digital, nada se tira, no opera el resto como función ni la posibilidad del olvido, el dato acumulado desplaza al recuerdo. Exiliado queda el paso del tiempo en las nuevas tecnologías. El tiempo parece no correr, es puro presente, se excluye la experiencia, la vida se organiza a través de las notificaciones que transmiten las pantallas sin que quede un solo momento de vacío. En vez de actuar se teclea y se ofrece información a la matrix. La información se comparte, se publica y se convierte en dato a ser vendido y consumido. Las nuevas y modernas mercancías, sin envoltorio, sin olor, sin textura, sin sombras, sólo datos. El sujeto se encuentra al servicio de la producción del mercado virtual, atrapado en la insatisfacción, asfixiado, saturado de nada y sin borde. La propia red en su propio movimiento genera a la multitud sin la presencia de los cuerpos. Las redes sociales nos globalizan, nos igualan y de este modo responden a la lógica capitalista que se beneficia del frenesí igualador, convirtiéndose lo virtual en un canal por donde opera la lógica capitalista: a mayor igualdad mayor consumo y por efecto mayor circulación del capital, en este sentido las redes están al servicio del desarrollo de las nuevas e intangibles relaciones sociales de producción.
Si tuviera que elegir un elemento para hablar del capitalismo elegiría la Red, concepto moderno si lo hay. Casi que lo representa. Las redes y el capitalismo se pertenecen. El discurso capitalista pone en cortocircuito el lazo social. En las redes sociales el empuje es a gozar, el sujeto queda arrasado y en su lógica de funcionamiento se excluye la castración como límite de goce.
Cuantos términos convoca la red: el punto, la cruz, la bolsa, la conexión, el rombo, la incomunicación, la frontera, la división, lo múltiple, la burbuja, lo igual, la repetición, el arrasamiento. Las redes en su función aceptan la contradicción: atrapan, conectan, dividen, sostienen, llevan, guardan, conectan, salvan.
El lazo, en cambio, requiere cierta destreza y su principio es casi artesanal, el lazo se soporta bien en cuerdas flexibles que se puedan doblar, torcer y dialogar entre sí. En un lazo hay cruces, tejido, penetración, interpenetración, formas varias no especularizables, no sólo rombos. Hay arriba, abajo, costado, bucles. En un lazo se cuenta con lo exterior, con lo interior, con lo oculto y con la revelación. En un lazo hay recorridos.
Existen lazos que se tuercen al modo de la banda de Moebius. Imaginemos recorrer una cinta de Moebius, pasear por la cinta, por esa superficie plana de dos dimensiones, en el recorrido hay un horizonte marcado por el punto donde la banda se vuelve e inicia su torsión. En el recorrido aparece un horizonte al cual nunca se llega, es inalcanzable, en ese andar se percibe la profundidad y en el andar empieza a correr el tiempo que se requiere para llegar al punto de torsión, punto que no se alcanzará, toda vez, que cuando se llegue a él, otro horizonte se presentará. El lazo despliega un recorrido donde se le corre siempre el horizonte y el movimiento es entre el interior y el exterior en continuidad. Con el andar, al horizonte y a la profundidad se le agrega tiempo y existencia. El recorrido posibilita armar un “entre”. El lazo soporta distancias y abre y habilita otros tiempos y otros modos. Posibilita salirse del asfalto, dejar de pisar el suelo plano y entrar por senderos transversales, accidentados de tierra y olor a lluvia y en esa errancia empujarse a otros lugares. Gracias a esos otros caminos aparecen otros imaginarios. Emergen las curvas, los quiebres, las torsiones sin prever anticipación. Entra el paso corto y el paso largo, sin armonía ni ritmo constante.
Surge como posibilidad la detención y la habilidad para sortear desafíos. Al salir del plano aparecen las sombras que arrastra el sol. El espacio se curva, y el tiempo se expande y se contrae en una danza vital. Alguna verdad pasa en ese andar.
Pablo Amster, en “Apuntes matemáticos para leer a Lacan” define al lazo: como cualquier curva que sea continua y cerrada, vale decir, comienza y termina en un mismo punto. Aclara que existen lazos susceptibles de ser reducidos a un punto y hay lazos como el toro que no son reducibles a un punto, que se definen como los lazos “alrededor” y “a través” del agujero. Plantea al agujero como una suerte de presencia negativa porque arma borde desde lo que no hay. Dice que los lazos sirven para detectar agujeros, aunque no se sepa muy bien en qué consisten. La existencia de un lazo no reducible indica que hay un agujero.
Un discurso caracteriza lo que hace lazo. El discurso es algo más que las palabras, es decir que las excede; el discurso es lo que hace lazo y de lo que se trata en términos topológicos es de una relación entre términos comandados por lugares. El discurso del amo, el discurso de la histérica, el discurso universitario y el discurso del analista, dependen de la posición que ocupen en el aparato los distintos elementos que los comprenden: sujeto barrado, objeto a, significante amo, significante saber.
Un discurso no se hace solo. Un discurso se apoya en la dimensión social. Un discurso es el lazo social. Lacan lo llama artefacto de discurso: “Todo esto quizás no sea más que un artificio, un artefacto de discurso”. Se lo puede pensar como un dispositivo. El ser hablante se “aparatea” a este aparato de discurso, y así encuentra un lugar social.
Lo íntimo se soporta en el lazo, están en vecindad. El lazo y el otro y eso íntimo que hace lazo y que acerca más allá de las diferencias y con las diferencias. El cuerpo se anuda y se desanuda, tiene rincones con sus vueltas, sus agujeros, sus bordes, su intimidad, su superficie, su movimiento, un cuerpo se puede enlazar a un otro. Es difícil pensar al cuerpo sin los términos que comprenden al lazo. El lazo está en relación al amor, al otro, los términos se abrazan. El lazo soporta el entre y lo hace habitable. El lazo es un puente que lleva al otro, a los otros diferentes, únicos, irrepetibles y singulares.
El lazo no arma red, el lazo arma comunidad con lo común y con lo propio. Acepta a la vez, sostiene lo común y lo propio sin desdibujarlo, acepta a la vez lo ajeno de sí y lo otro de sí, arma comunidad que hace eco y resuena.
El lazo tiene consistencia, hace nudo.
En el nudo borromeo se enlazan, vida, muerte y cuerpo, tridente que se anuda y es soportado por los lazos. El calce del nudo borromeo es un agujero, cuando se tira de los lazos o cuerdas queda coagulado, apretado, parece ínfimo y como que no está. Pero cuando se aflojan las cuerdas aparece. El agujero se expande y resurge oxigenado dando movimiento al lazo. Un agujero que ex-siste y nunca desaparece. Los lazos o cuerdas en el nudo inscriben y recubren un agujero de ahí su potencia y su sostén.
Los lazos se anudan y se desanudan, ponen en relación y modifican el espacio y se disponen sin un patrón rígido cada vez que se anudan. Un lazo sostiene, consiste, agujerea, ex-siste y hace ex-sistir. Cabe decir que lo que caracteriza a lo Simbólico es el agujero; a lo Imaginario la consistencia; y a lo Real la existencia, lo Real existe.
La lógica de la cadena borromea da cuenta del tipo de anudamiento específico entre lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real. El anudamiento borromeo consiste en que cada uno de los tres registros se relacionan con los otros dos en una relación de terceridad, es decir, que ninguno se relaciona pura y exclusivamente con otro registro, siempre hay un tercero que está mediando.
Las cuerdas de los registros son anudadas en tal cadena y “no son” por fuera de tal relación, cada uno de los tres elementos sólo ex-siste y es en la relación tripartita con los otros dos; si no se articula así la cadena, entonces no es. El alcance del nudo borromeano radica en que a la ruptura de cualquiera de los tres redondeles de hilo se sigue la ruptura del conjunto.
El lazo vitaliza, falla, equivoca, arma, desarma, sostiene, anuda, desanuda, sostiene en un entre a otro. El lazo introduce otro modo de entender el tiempo y el espacio y otro modo de entender los límites, no son límites que dividen y diferencian sino que separan y conectan a la vez.
El valor del lazo es condición de posibilidad del lazo social, valor en el cual consiste todo discurso. El lazo no atrapa, no divide, no repite, no embolsa, no es funcional. Pienso al lazo como un modo de resistencia a la red del capitalismo.
Bibliografía
Amster, Pablo. (2011) Apuntes matemáticos para leer a Lacan 1: Topología. Letra Viva
Byung-Chul Han. (2019). La agonía del Eros. Herder
Byung-Chul Han. (2022). La expulsión de lo distinto. Herder
Byung-Chul Han. (2014). Psicopolítica. Herder
Eidelsztein, Alfredo. (2011). Lo Simbólico de J. Lacan, o la función del agujero. El Rey está desnudo. Revista para el Psicoanálisis por venir.
Jeanne Granon-Lafont. (1987). La topología básica de Jacques Lacan, Bs.As., Ediciones Nueva Visión.
Lacan, J. (1969-1970). Seminario 17: El reverso del psicoanálisis. Paidós
Lacan, J. (1971). Seminario 18: De un discurso que no fuese semblante. Paidós
Lacan, J. (1971-1972). Seminario 19: … o peor. Paidós
Lacan, J. (1972-1973). Seminario 20: Aún. Paidós
Lacan, J. (1973-1974). Seminario 21: Los no incautos yerran. Versión Integra
María José Menéndez. Psicoanalista. Recibida en la Facultad de Psicología – U.B.A. Desempeña su práctica con adultos y adolescentes en su consultorio particular. Formación en Psicología Clínica. Se desempeñó como analista en el Centro Dos donde formó parte del equipo de “Distinción Diagnóstica y Conceptualización de la Psicosis en Adolescentes y Adultos”, también se desempeñó como Prestadora en la Obra Social de Aysa. Participó en la Jornada de Poesía y Psicoanálisis en el Museo del Libro y de la Lengua. “Lo que excede al lenguaje”.
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