HACIA LA PULSIÓN DE MUERTE EN PSICOANÁLISIS. por Pablo Cúneo

Imagen de portada: Fragmento del Guernica- Pablo Picasso- 1937

Cuidado editorial: Patricia Martínez y Gerónimo Daffonchio


“Me he escogido ahora a manera de retiro el tema de la muerte, he tropezado con una curiosa idea a partir de las pulsiones, y necesito leer toda clase de relaciones con la materia, entre otras, por primera vez a Schopenhauer. Pero no me gusta leer.”

                                                                               Freud a Lou Andreas Salomé, 1 de agosto de 1919.

I

En La estrella de la redención, obra editada en 1921 y escrita en el frente durante la Primera Guerra, Franz Rosenzweig (1886 – 1929) nos alerta que una verdadera filosofía no puede dejar de lado el hecho de la muerte, nos dice que no quiere una filosofía que nos engañe y nos “haga olvidar el dominio perdurable de la muerte.” Sin embargo, Rosenzweig también nos alerta sobre la filosofía que escapando de las dificultades de la vida hace el elogio de la muerte cuando la única recomendación que verdaderamente puede hacer esa filosofía “sería la del suicidio…”.

Esta última advertencia nos pone de lleno en la filosofía de un autor, Phillipp Batz (1841 – 1876) nacido en Alemania y cuyo nombre literario es el de Phillipp Mainländer. Su filosofía quedó plasmada en un libro editado en 1876 titulado Filosofía de la redención, una verdadera filosofía y metafísica de la muerte. Su suicidio fue la puesta en práctica de su pensamiento tal como lo desarrolló en su libro.

Ignoro si Rosenzweig tenía presente a Mainländer un filósofo menor. Sí fue leído y estudiado por Nietzsche (“Hemos leído a Voltaire: ahora le toca a Mainländer”, le escribe Nietzsche a Franz Overbeck el 6 de diciembre de 1876), quien fue marcado por la idea de la muerte de Dios de Mainländer y que dejó algún comentario sobre el mismo. El caso de Mainländer es sumamente interesante, pues si por un lado su filosofía es un reflejo de su vida individual y familiar perturbada con varios intentos de suicidios, por otro lado, parece ser el reflejo de un tiempo en que comenzaba a gestarse esa monstruosidad que culmina en Auschwitz y las cámaras de gas.

La entrada de Mailänder a la filosofía se debió a su encuentro con la obra de Arthur Schopenhauer, a quien idolatró hasta el punto de afirmar que él sería su Pablo. Schopenhauer se transformará así en una figura de referencia ineludible a partir de la cual, y en contrapunto con él, construirá su propia concepción.

En Metafísica del amor, metafísica de la muerte Schopenhauer plantea que el amor tiene sus raíces en el instinto sexual, dice que la fuerza de la atracción sexual “es la voluntad de vivir, manifiesta en toda la especie; trata de realizarse según sus fines en el hijo que debe nacer de ellos.” Es la especie la que ordena el instinto sexual al estar preocupada por la procreación y su continuidad; la naturaleza engaña al individuo, lo usa haciéndole creer que busca su beneficio personal, cuando en realidad el instinto sexual está en función del mantenimiento de la especie. Desde el punto de vista metafísico señala la indestructibilidad del ser que sobrevive en las generaciones futuras y que el ser reside verdaderamente en la especie más que en el individuo. “La voluntad de vivir” aspira a la vida y a la duración, dice Schopenhauer que “esa es la fuerza que la muerte conserva y deja intacta”. El hombre ante el sufrimiento puede elegir suicidarse lo que sería “la negación de la voluntad de vivir”, el conflicto sería entre ser o no ser voluntad de vivir, lo que sería en este último caso el «nirvana» de los budistas.

Teniendo como punto de partida a Schopenhauer, Mainländer plantea que hay dos campos: el campo de la trascendencia y el campo de la inmanencia. El primero de ellos, incognoscible, corresponde a lo pre – cósmico, previo al surgimiento del universo, que se caracteriza por la unidad y por una única existencia: la de Dios. El segundo de ellos corresponde a la existencia del universo, constituido tanto por el mundo inorgánico como orgánico, caracterizado por la multiplicidad. ¿Cómo ha surgido el universo con su multiplicidad? He aquí la respuesta asombrosa que da Mainländer: por la muerte de Dios. Así lo afirma en su Filosofía de la redención: “Sin embargo, esta unidad simple que ha sido, ya no existe más. Ella se ha fragmentado, transformándose su esencia absoluta en el universo de la multiplicidad. Dios ha muerto y su muerte fue la vida del universo”.

La unidad simple, es decir Dios, “se ha destruido y muerto” y agrega: “La destrucción fue la obra de una unidad simple, su primera y última, su única obra.” Mainläander lo dice repetidamente en su cosmogonía y concepción metafísica, el acto que dio nacimiento al universo no fue un acto de creación de Dios sino de destrucción motivado por la decisión del propio Dios, un super-ser que prefirió no ser a ser. Prefirió exterminarse por completo, en definitiva, el surgimiento del universo es efecto de la decisión de Dios de suicidarse.

Ahora bien, Mainländer se pregunta ¿por qué la decisión de Dios llevó al surgimiento del universo y no llevó a la nada?, ¿cómo es que Dios tuvo la omnipotencia de ser, pero no la de no ser al mismo tiempo? Ello ha sido un límite con el que se ha encontrado el propio Dios, el universo justamente está para alcanzar el fin de Dios: “La obra de Dios -la desintegración de la multiplicidad- se representa en lo sucesivo como un acto lógico de la decisión de no ser, o, en otras palabras: el universo es el medio para lograr el objetivo de no ser, y el universo, en verdad, es el único medio posible para alcanzar ese fin. Dios reconoció que únicamente podía transitar a través del devenir en un universo real de la multiplicidad desde el super-ser hacia el no ser. Y eso solamente a través del campo inmanente (el universo)”.

En su filosofía de la muerte, Mainländer no ve otra cosa que el omnipresente anhelo de Dios de no ser, el universo no tiene otra finalidad que consumar el no ser de Dios. No hay otra característica de Dios que esa y si plantea que la esencia de Dios se desintegró en la multiplicidad, esa esencia diseminada en el universo no busca sino el afán de ser nada.

Para el autor el universo, incluyendo al ser humano, está regido por una gran Ley, la Ley del debilitamiento de la fuerza. La existencia del hombre, en oposición a la “voluntad de vivir” de Schopenhauer, es el fundamento de la “voluntad de morir”, la que lleva al aniquilamiento absoluto que es el anhelo de todo lo que hay en la naturaleza. La voluntad de vivir se interpone, pero no nos engañemos -nos dice- es una parte del camino de la redención, “la voluntad quiere la vida como medio para la muerte”.  Dice Mainländer: “La vida no se quiere, sino que es sólo apariencia de la voluntad de morir (…) es apariencia del momento retardador en el individuo.”. Mientras en Schopenhauer la muerte dejaba intacta la “voluntad de vivir”, en Mailänder es un rodeo para alcanzar la muerte. Estas últimas reflexiones adelantan ideas que encontraremos en Freud cuando aborde su concepto de pulsión de muerte.

La vida, entonces, no es sino un medio para alcanzar la meta que es el aniquilamiento y esto ocurre tanto en el reino vegetal, como en el animal. Vale la pena citar directamente: “Mientras que en el reino vegetal aún yace junto a la voluntad de morir la voluntad de vivir, en el reino animal la voluntad de vivir está por sobre la voluntad de morir, ocultándola por completo: el medio se antepone a la meta. Por ello el animal superficialmente tan sólo quiere la vida, es pura voluntad de vivir y teme la muerte, la cual quiere en el fondo de su esencia. Pues bien, pregunto también aquí: ¿podría morir el animal, si no quisiera morir? El ser humano es, en primer lugar animal, y lo que dijimos de este es válido también para él.”

A continuación dice Mainländer que en el ser humano la cosa es más compleja que en el animal: “…en el ser humano la voluntad de morir -el impulso más íntimo de su esencia- ya no es más encubierta por la voluntad de vivir de una manera tan simple como en el animal, sino que desaparece completamente en las profundidades, desde donde se manifiesta, de tiempo en tiempo, como un profundo anhelo por la tranquilidad. La voluntad pierde por completo de vista su objetivo, su sentido, y los olvida, aferrándose únicamente al medio.”

Toda esta serie de reflexiones están teñidas por una toma de partido personal en la que Mainländer desarrolla su filosofía de la muerte, de ahí que abogue por la castidad y virginidad para lograr la muerte absoluta, no sea que el individuo quiera trascender a través de su descendencia como si resucitara de la muerte. El impulso sexual, nos dice, debe ser superado con el conocimiento de que es mejor no ser que ser pues la vida es el infierno. Cito al autor: “Lo relevante no es la lucha de la vida con la muerte en el lecho de muerte, en donde triunfa la muerte, sino la lucha de la muerte con la vida durante la cópula, en la cual triunfa la vida…en el júbilo demencial exteriorizado, no nota el pobre tonto que le es arrebatado de las manos el tesoro más preciado. A cambio del breve deleite ha obtenido un sufrimiento que, si bien no es infinito, puede ser muy, muy largo, un pesado calvario de la existencia. Y las parcas exultan ‘’Tú eres nuestro’’, mientras su genio se oculta.”

Abogando por el suicidio y en su prédica por la muerte ante el infierno de la vida Mainländer proclama: “¡Redención! ¡Redención! ¡Muerte a nuestra vida! Y la respuesta consoladora dice: Todos ustedes encontrarán el exterminio y serán redimidos.”

Ahora bien, no olvidemos que la cosmogonía que lleva a la existencia del universo que construye Mainländer tiene como fundamento el anhelo de Dios por no ser. Describiendo un padre agonizante dice: “…sólo debería dirigirse a sus descendientes y exhortarlos, enfáticamente, a desistir de la vida, a la cual le es propio el sufrimiento. Y con la esperanza de que sus palabras han caído en suelo propicio y de que pronto se redimirá en sus hijos, puede exhalar tranquilamente su último suspiro.” ¿De dónde surge ese deseo mortal del padre hacia sus hijos? El autor nos dice que surge del anhelo de su propia muerte, pero no nos distraigamos, pues lo que está en el fundamento de toda esta construcción de muerte es la inexistencia paterna.

Vimos que el acto de surgimiento del universo no fue un acto de creación sino de destrucción, lo que se vincula a la versión que la madre hizo de su propia vida conyugal y que llevó a Mainländer a decir en su autobiografía (citado en Philipp Mainländer. Actualidad de su pensamiento) “todos nosotros portamos la marca de un salvaje conflicto. No somos hijos del amor, sino de una violación, bajo el disfraz del matrimonio.” Su militancia por la virginidad como “principio supremo de toda moral”, tiene su manifestación personal cuando juró ante la tumba de su madre mantener la “virginidad hasta la muerte”.

No hay posibilidad de creación porque la sexualidad está indisolublemente unida al incesto, lo que hace de su anhelo omnipresente de muerte una vuelta a la madre, de ahí su cita de Edipo en Colona de Sófocles en su propia autobiografía:

«No haber nacido es la suprema razón;

pero una vez nacido, procede volver

lo más pronto posible

al origen donde se ha venido»

Enraizado en el valor de la tierra, de ahí su seudónimo Mainländer – de la tierra de Main, y del nacionalismo, intentó varias veces desde que murió su madre alistarse al ejército alemán para morir en batalla. En su autobiografía refiriéndose al deseo de alistarse dice: “Ese deseo aparece constantemente en mi vida (…) creo que por entonces la exigencia estaba unida al impulso sexual, aunque no podía encontrar ninguna justificación para esta conexión.”.

Esta erótica de la muerte vuelve a presentársele cuando está por terminar en 1874 su Filosofía de la redención: “En otoño habrás terminado tu significativo sistema filosófico. Sin dudas sentirás un gran vacío en ti. ¿Cómo quieres llenarlo? (…) ¿y qué otra acción práctica podría seguir a la eminentemente teórica que ingresar al …glorioso Ejército alemán?”

Su propio final no podía ser otro, en el año 1876, al día siguiente de recibir la edición publicada de la Filosofía de la redención, su máxima “creación”, se subió a varios de los tomos recibidos y se ahorcó. Su filosofía de la muerte lleva todo el peso de la impronta familiar; tres de sus hermanos se suicidaron y, como él, ninguno se casó y tuvo descendencia.

¿Por qué detenerse en este profeta de la muerte? Primero, tengo la impresión que anuda en su obra lo que vendrá en el futuro. Considero que la obra de Mainländer solo puede ser aquilatada a partir de los hechos posteriores, no solo habla por sí mismo y como vocero de una perturbación familiar, su filosofía recoge seguramente algo del orden de su tiempo que se estaba gestando en Alemania y que el nazismo terminó de parir desde sus entrañas, poniéndolo en práctica.

“La humanidad completa está consagrada al extermino” puede decir Mainländer, pues para él aquel pensador que reconoce el movimiento de ser al no ser no se asombrará, ni se lamentará por los millones de seres humanos que la migración, las cruzadas y las guerras “han empujado a la noche de la muerte.” Mainländer terminó su Filosofía de la redención en 1874, año que marca el comienzo del antisemitismo moderno ayudado por el hundimiento bursátil de 1873-1874 en el cual el propio autor se vio afectado y que permitió la recepción y propagación en tierra fértil del discurso antisemita, del que Mainländer, hasta donde sé, estuvo exento.

Segundo, hay en Mainländer una serie de desarrollos sobre la muerte como finalidad última del sujeto humano que están en consonancia con las ideas desarrolladas por Freud sobre la pulsión de muerte (¿leyó Freud a Mainländer?) y que tiene a Sabina Spielrein como precursora en el psicoanálisis.

II

 Al poco tiempo de ser publicada la Filosofía de la redención en 1876 fue leída por Nietzsche quien aludirá a Mainländer en la segunda edición de su Gaya ciencia de 1886, cuya primera edición es de 1882. Como se podrá imaginar la muerte de Dios debe haber tenido su impacto en la lectura que hizo Nietzsche del libro. El fragmento en que Nietzsche alude a Mainländer aparece en medio del análisis que hace sobre lo que puede ser considerado alemán en el pensamiento de los filósofos, entre ellos Schopenhauer que fue admirado por el autor de la Filosofía de la redención’.  Escribe Nietzsche: “¿O bien habríamos de contar entre los alemanes a un ‘’diletante’’ y a una solterona como Mainländer, ese dulzón apóstol de la virginidad? En último término, era probablemente un judío (todos los judíos se ponen dulzones cuando moralizan).”

 Continúa afirmando que ni Mainländer ni otros dos autores indicaron si el pesimismo de Schopenhauer ante el espanto de un mundo insensato y estúpido privado de Dios es o no un acontecimiento alemán. Nietzsche afirma que los alemanes no son pesimistas, que Schopenhauer sí lo es en tanto europeo y no por alemán.

Convencido inicialmente de la condición de judío de Mainländer por su moral de la virginidad, lo que es sorprenderte, pues el propio Mainländer hace del santo cristiano un ideal de la castidad, en oposición a la tradición judía, Nietzsche se entera por un seguidor del autor de la Filosofía que este no era judío. El comentario de Nietzsche es asombroso, pues si hay algo más contrario a la filosofía de la muerte de Mainländer es justamente la tradición judía con su mandato divino de “creced y multiplicaos, y llenad la tierra”. Ese mandato divino por la descendencia y la procreación que es todo lo contrario al deseo paterno de la muerte del hijo que recorre todo su sistema.

No podría encontrarse una metafísica más opuesta al fundamento de la construcción de lo judío que la metafísica de Mainländer con la que este construye su cosmogonía en la que Dios, en un acto de destrucción, prefiere el no ser al ser. Ahí está lo que se ha denominado la metafísica del Éxodo cuando Moisés le pregunta a Dios por su Nombre y Dios le responde: Ehyeh ašer ehyeh, cuya justa traducción es seré el que seré, algo así como un fui, soy y seré.

Como ya señalamos, la obra de Mainländer sale a luz en la misma época en que nace el antisemitismo moderno que, tal como el universo en la cosmogonía del autor, es fruto de la destrucción. Este antisemitismo tiene su base ideológica en una concepción de superioridad racial que empalma perfectamente con la Filosofía de la redención en cuanto filosofía de la muerte.

En su excelente libro La difherencia. Sobre filiación y avatares de la ley en occidente Diana Sperling trabaja de Pierre Legendre lo que el autor ha definido como la «concepción carnicera de la filiación» del nazismo. Dice Sperling: “Si la filiación es una tarea de construcción -muy diferente por cierto a la babélica, que nada quería saber del padre- queda a la vista que no es cuestión de sangre ni de carne, pese al intento nazi de plantearla de ese modo.”

Por lo expuesto más arriba se entiende que el judío haya sido para los nazis en su delirante concepción genealógica el objeto de esa carnicería, cuya finalidad última fue la de borrar de la tierra el nombre judío y con él la metáfora paterna en la que el propio occidente se ha apoyado desde su mismo origen. Es “la humanidad completa consagrada al exterminio” la que subyace en los campos de exterminio consagrados por el nazismo.

Paradoja del destino que estando en contra del nacionalismo alemán y de los antisemitas de turno, de los que se alejaba y denunciaba, Nietzsche fuera transformado en el filósofo del nazismo por la acción de su hermana Elisabeth, casada con Bernhard Förster un furibundo antisemita que llegó a radicarse en el Paraguay con la idea de fundar con otras familias una colonia llamada la Nueva Germania. Elisabeth se hizo cargo de los Archivos Nietzsche censurando y modificando contenidos de su obra y acercándosela a Hitler a quien le regaló el bastón de su hermano.  

III

La introducción de la pulsión de muerte en la teoría psicoanalítica tiene su historia. Así en 1909 en el historial del pequeño Hans, Freud rechaza la posición de Alfred Adler sobre la existencia de una pulsión agresiva específica: “No puedo decidirme a admitir una pulsión particular de agresión junto a las pulsiones sexuales y de autoconservación, con que estamos familiarizados, y en un mismo plano con ellas”. En 1909 Wilhelm Stekel introdujo por primera vez el término thánatos para designar los deseos de muerte estudiados ampliamente por él en el simbolismo de los sueños, y le recriminará más tarde a Freud el haber robado el concepto.

En 1911 en la reunión de los miércoles en casa de Freud, Sabina Spielrein presenta una ponencia que luego publicará al año siguiente con el mismo título de La destrucción como causa del devenir en el que postula una pulsión de destrucción, años antes de que Freud presentara en Más allá del principio de placer la hipótesis de la pulsión de muerte.

Spielrein parte de la idea de que la destrucción está al servicio del instinto sexual, el que a su vez está al servicio de la especie. Habría un antagonismo entre la especie y el yo, mientras “la psique de la especie quiere convertir a la representación del yo en una impersonalmente típica. La psique del yo se resiste a esta disolución…” Spielrein lo ilustra con lo que ocurre en el acto sexual en el que se da una disolución de contenidos propios (ej. la eyaculación), dice: “¿qué otra cosa significa esta disolución para la partícula del yo, si no la muerte?” Para Spielrein el mismo acto de procreación implica la autodestrucción, refiere que el nacimiento representado por un hijo que da cuenta del devenir se puede observar en la simbología de destrucción que aparece en los sueños de los pacientes y en la literatura.  Afirma que el instinto de muerte contenido en el instinto sexual no se ve, si bien el devenir “es resultado de la destrucción, depende de la destrucción”. 

La reacción de Freud al planteo de Spielrein no fue positiva, él mismo lo relata en Malestar en la cultura: “Recuerdo mi propia actitud defensiva cuando por primera vez emergió en la bibliografía psicoanalítica la idea de la pulsión de destrucción, y el largo tiempo que hubo de pasar hasta que me volviera receptivo para ella”. El 30 de noviembre del mismo 1911, un día después de que Spielrein presentará parte de lo que será su texto, Freud le escribe críticamente a Jung sobre el uso casi exclusivo de la mitología por parte de Spielrein para fundamentar su hipótesis y agrega: “Lo más grave me parece ser que la Spielrein desea supeditar el material psicológico, a puntos de vista biológicos tal dependencia es tan rechazable como la filosófica, fisiológica o anatómica cerebral. El psicoanálisis ´fará de ser´ (´Lo hará por sí mismo´)”. 

Aunque ambos conceptos, el de Freud y el de Spielrein tienen diferencias y no son lo mismo, pues para Freud hay dos pulsiones mientras que para Sabina la pulsión de destrucción forma una unidad con la sexual, el planteo temprano de Spielrein influyó en la hipótesis freudiana. Es cierto que el trabajo de Spielrein no se apoya en material analítico, sino mitológico, como sí lo hace Freud años después a través de la compulsión a la repetición observada en el análisis, tanto de los sueños traumáticos como la del juego del niño (el famoso fort – da de su nieto) lo que es fundamental; sin embargo, Freud asentará también su planteo en una importante base biológica.

En el texto de 1920, en Más allá del principio de placer en el que Freud introduce su concepción de la pulsión de muerte, hace referencia en nota de página al trabajo de la psicoanalista rusa: “Sabina Spielrein, en un trabajo sustancioso y rico en ideas, aunque por desdicha no del todo comprensible para mí, ha anticipado un buen fragmento de esta especulación. Designa allí al componente sádico de la pulsión sexual como destructivo”. Tal vez la Spielrein esté más presente en Freud, en el cuerpo central de su texto, de lo que este mismo pensó, a través del significante spiel (juego infantil) una de las piezas claves de su propia argumentación.

En 1942 Sabina Spielrein fue fusilada por los nazis junto a sus dos hijas Renata y Eva con centenares de otros judíos en la Sinagoga de Rostov.


BIBLIOGRAFÍA

 -Burgos Cruz, Oscar Fernando (Coordinador): Philipp Mainländer. Actualidad de su pensamiento. Universidad Autónoma de Guerrero, 2019. México.

-Freud, Sigmund: Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras Completas, tomo X. Amorrortu Editores,1980. Buenos Aires.

———: Más allá del principio del placer. Obras Completas, tomo XVIII. Amorrortu Editores, 1979. Buenos Aires.

———: Malestar en la cultura. Obras Completas, tomo XXI. Amorrortu Editores, 1979. Buenos Aires.

———: Sigmund Freud – Carl Jung. Correspondencia.Taurus, 1978.Madrid.

– Mailander, Philipp: Filosofía de la redención. F.C.E., 2011. Chile.

– Nietzsche, Friedrich: El Gay saber en Obras Completas, tomo VI. Aguilar, 1959. Buenos Aires.

——–: Correspondencia Friedrich Nietzsche, Volumen III, Editorial Trotta,2009. Madrid.

– Rosenzweig, Franz:  La estrella de la redención. Ediciones Sígueme, 1997. Salamanca.

-Schopenhauer, Arthur: Metafísica del amor, metafísica de la muerte. Editorial Obelisco, 1988. Barcelona.

– Sperling, Diana: La difherencia. Sobre filiación y avatares de la ley en occidente. Miño y Dávila Editores, 2018. Buenos Aires.

– Spielrein, Sabina: La destrucción como causa del devenir en https://www.alsf-chile.org/Indepsi/Articulos-Clinicos/La-Destruccion-como-causa-del-Devenir.pdf


Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda para lo cual dejamos nuestros datos.

CVU: 0000003100078641018285
Alias: enelmargen.mp
Mercado Pago

Desde el exterior: https://www.paypal.me/flagelodelverbo

Un comentario en “HACIA LA PULSIÓN DE MUERTE EN PSICOANÁLISIS. por Pablo Cúneo

Deja un comentario