Lecturas clínicas. La batalla cultural, autismo síntoma de la época. Miguel Calvano.

Ilustración: Daniel Ripesi. Acuarela.

Cuidado editorial: Gabriela Odena y Leticia Gambina


El texto de Miguel Calvano es un recorte de la presentación del mismo en el programa Pulsión de Radio, CONDUCCIÓN Y PRODUCCIÓN: Gabriel O. Pulice, Luis Disanto y Diego Yaiche,


El 13 de octubre pasado escuchamos una presentación de Miguel Calvano(1) y fuimos a buscar el material, a conversar con él, para compartir y extraer algunas cuestiones que entendemos cruciales en la clínica con niños, niños que llegan muchas veces diagnosticados por tests estandarizados con indicaciones brindadas por el neurólogo como profesional de cabecera, quién determina las prácticas re-educativas que serán pertinentes realizar tras la obtención del certificado de discapacidad.

Partimos de la afirmación que nos recuerda Miguel El autismo síntoma de la época campo de batalla en la forma de pensar la psicopatología, y su trabajo concluye así:

…hay aún en disputa una batalla cultural en relación a los autismos, batalla que toma como bastiones a la causa y a los procedimientos curativos en detrimento del sujeto y el trabajo sobre su padecimiento. Batalla cultural donde se juega la diferencia entre los aprendizajes y la respuesta del sujeto autista.

La distancia que existe entre las técnicas re-educativas y la apuesta a la respuesta del sujeto, da cuenta del campo de batalla que Lecturas clínicas se dispone a abordar.

Patricia Martínez

Responsable de sección: Lecturas Clínicas.


Presentación de Miguel Calvano

Un rápido recorrido histórico

Leo Kanner se tomó el trabajo de diferenciar un pequeño grupo de niños, los cuales no se comportaban como idiotas, ni tampoco como esquizofrénicos prepuberales. Eran niños completamente aislados, sin habla. El rasgo que los caracterizaba era la retracción. Los denomina: autistas. El tipo de abordaje que hacía era de tipo psicodinámico.

Desde las publicaciones de Kanner y Asperger, los trabajos con este tipo de niños aumentaron, distintos profesionales hicieron sus aportes, pero en la década de 1970 tuvieron lugar una serie de eventos, principalmente en Estados Unidos, fundamentales para poder comprender la actualidad del autismo y la suerte de epidemia de autistas que se verifica en muchos países.

Se produce un giro en el abordaje del autismo debido a un cambio rotundo en la forma de pensar la psicopatología. En los años setenta los impulsores del DSM III trabajaron para re-medicalizar a la psiquiatría, proponiendo una postura totalmente ateórica en cuanto a la etiología de las enfermedades mentales, dejando la lógica de los “Tratados” psiquiátricos y adoptando finalmente la lógica de un verdadero manual, los diversos DSM.

Cada trastorno tenía sus criterios diagnósticos más o menos establecidos para determinar si a un sujeto se le etiquetaba con él o no. Esto provocó un detrimento de todos los enfoques psicodinámicos, la hipótesis del inconsciente ya no resultaba muy confiable para los clínicos, mucho menos el acercamiento psicodinámico propuesto desde el inicio por Kanner. En estrecha relación con esto, las ciencias cognitivas -funcionales a los manuales psiquiátricos categoriales-, comenzaron a afirmarse más y más.

De las explicaciones propuestas por las perspectivas cognitivas la más conocida es la basada en la llamada Teoría de la Mente, propuesta en 1985 por Baron-Cohen, Leslie y Frith.

La misma indicaba una falla de los sujetos autistas para poder inferir estados mentales, es decir para poder ponerse en el lugar del otro.

Este giro conceptual de la retracción a la cognición tuvo como consecuencia un aumento en la clínica del autismo de los métodos re-educativos.

En los noventa las neurociencias comenzaron a tomar un lugar rector en lo concerniente al autismo y con ella la importancia de la etiología del trastorno volvió a estar sobre la mesa, muy alejada ahora de las que otrora fueron sus impulsoras, las perspectivas psicodinámicas.

Este protagonismo de las neurociencias no fue sin consecuencias, las investigaciones se incrementaron velozmente, pues así también lo hicieron las inversiones, principalmente las de la industria farmacéutica. Se han propuesto causas relacionadas con lo cerebral, detención en el desarrollo del lóbulo frontal o en las capas del neocórtex, también se propone como causa el mal funcionamiento de las neuronas espejo. Pero principalmente las hipótesis etiológicas giran en torno a las causas genéticas.

En Estados Unidos, por ejemplo, el «Autisme Genome Project” costó aproximadamente unos 142 millones de dólares, pero ningún sujeto autista fue beneficiario directo de esa fortuna. A pesar de las grandes inversiones en este negocio de la salud mental, los resultados siguen siendo parcos, dejando a los llamados autistas y a sus familias desamparados.

Definen al autismo como un trastorno cuyas bases son biológicas, aún no encuentran dichas bases, pero están seguros qué lo harán.

A falta de pruebas fehacientes que confirmen las hipótesis del causal genético del autismo, a falta de ese gen autista, los científicos recurren a lo que se acude cuando se agotan los demás argumentos, en este caso es la modificación epigenética, es decir para salir del impasse genético se propone al ambiente como modificador de los genes.

El psicoanálisis, teoría que por lo general no es funcional al cientificismo ni al mercado farmacológico, se propone explicar al fenómeno del autismo por fuera de lo biológico.

Marie Claude Thomas, analista francesa, piensa al autismo como síntoma de la época, como en los tiempos freudianos en que las histéricas cuestionaban un saber establecido, hoy lo hacen los sujetos autistas.

Por aquel entonces la histeria le impuso al cuerpo psiquiátrico, un cuerpo sexual, erotizado. En la actualidad según la autora francesa, el autismo viene a cuestionar un saber establecido sobre el lenguaje, más concretamente a las teorías de la comunicación que proponen a este como simple herramienta de comunicación.

Para Thomas la sintomatología autista demuestra aquello planteado por Jacques Lacan en 1967, que el lenguaje no está hecho para la comunicación, sino y más precisamente: el lenguaje crea al sujeto.

La Estructura, según la planteamos los psicoanalistas, comienza en todo sujeto, viniendo del Otro. Otro parental, en los niños que serán neuróticos. Otro maternal en los niños que serán psicóticos, niños objetos del fantasma materno. Los chicos autistas fueron ubicados como objetos del autoerotismo materno. Tenemos así planteadas 4 estructuras: neurosis, perversión, psicosis y autismo. El autismo como una forma -más o menos- específica de estar en el mundo.

Han sido Rosine y Robert Lefort quienes propusieron al autismo como una cuarta estructura clínica, es decir como una posición subjetiva particular, distinta de la neurosis, psicosis o perversión. Originalmente la llamaron: a-estructura, justamente el objeto a no está extraído y por lo tanto no hay agujero que permita construir el nudo que constituye a cada quien. Tampoco se trata en la a-estructura de la forclusión del nombre del padre, como en las psicosis, sino que las fallas están situadas en relación con las operaciones de ausstossung y behajung freudianas. Hay afirmación primordial, pero no hay pérdida de goce. Lo que llamamos no hay agujero.

Esto diferencia a los Lefort del abordaje kleiniano, cuyo eje era una falla en lo imaginario en su relación con lo simbólico.

Si tomamos la distinción entre lalangue y el lenguaje vemos que Lalangue no es un sistema como el lenguaje, pero lo precede. La define Lacan, en el seminario Aún, como una integral de equívocos, S1 que actúan sobre el cuerpo produciendo acontecimientos.

Lalangue como núcleo y origen del lenguaje, primera forma de lo simbólico. La función de lalangue es agujerear lo real, lo que permite el anudamiento de los tres registros. A este agujerear Lacan lo llama: troumatisme: trou, agujero, trauma. El agujero permite pasar de lalangue al lenguaje. El asunto es que en el autismo esto no sucede, algo queda congelado (conferencia de Ginebra sobre el síntoma). No se produce el encadenamiento de los S1 y los S2 del lenguaje.

Acá se puede ubicar el tema de la etiología del autismo: los Lefort publicaron varios libros. El primero: El nacimiento del Otro, fue un libro muy difundido y trabajado en Buenos Aires hace unos 30 años. El acento estaba puesto en la inexistencia del Otro en los autistas.

Unos 20 años después publican: La distinción del autismo, donde el eje se corre hacia la relación del autista con la pulsión de autodestrucción. Su mundo, el del autista, es para destruir.

El punto etiológico se puede ubicar así: no hay Otro ni objeto pulsional. No funciona la alienación, afirmación a verificar en cada caso, suele haber alienaciones parciales. Lo que no se verifica es la inscripción del significante que represente a este niño en el Otro.

Si el Otro no está agujereado nada puede faltar, el objeto no es separable del cuerpo. Cuerpo que tampoco está constituido. Cualquier acercamiento a los autistas da cuenta de esto: no se enferman, no crecen, no les importa su cuerpo ni su imagen, no hay nada que cuidar ahí.

Maleval parte de acá: en el autismo falta el objeto voz como separable.

Estas características: no hay Otro, no hay objeto pulsional, permiten pensar que estos chicos no se pueden ubicar en la clínica discontinuista de la psicosis: no hay desencadenamientos, solo falsos desencadenamientos.

Esto llevó al matrimonio Lefort a pensar en una forclusión más radical. En “La distinción del autismo” ya no hablan de a-estructura como en el libro anterior, sino que piensan en una estructura autista, posición mucho más cercana a la actual de los sostenedores del espectro autista. Ubican una estructura transestructural, suerte de basamento de la estructura: Otro real sin objeto voz separable del cuerpo. Uno de los correlatos de esta posición es el doble real, al no operar la identificación imaginaria, todo otro es doble del sujeto: los semejantes son dobles reales, sin imaginario, sin cuerpo. El basamento es la no operatoria propia del origen del lenguaje en el humano: no operan ni la ausstosung freudiana, de allí la no extracción del objeto ni la behajung. Ni afirmación ni expulsión. En los autistas que sí hablan estas dos ausencias serían parciales.

En su libro “El autista y su voz” Maleval comenta exhaustivamente las características de la estructura autista, resumidamente podemos decir que esta modalidad subjetiva se define principalmente por estar constituida por un borde autista, por medio del cual el sujeto se protege del Otro y de la angustia eminente que este le genera. Este borde o encapsulamiento autista está construido por tres elementos claves, el objeto autista, el doble y los islotes de competencias. Según el autor, los sujetos autistas tienen dificultades no para hablar sino para decir, se niegan a tomar una posición de enunciante debido a que desde un principio rechazan el goce de la pulsión invocante.

Los autistas con habla tienen, como efecto de la dificultad en la operatoria de la afirmación primordial, un habla con trastornos en la enunciación: pueden ser enunciación no técnica, barrada, desfasada, mutismo o verborrea. Hablan como si las palabras no salieran de ellos, en forma robótica, seudo programada.

Las concepciones dominantes no analíticas sobre el autismo giran en torno a un todo biológico. Cuando la premisa del todo biológico se impone y la única salida al tratamiento del malestar humano es el fármaco, el sujeto que sufre no tiene más nada que decir… Estas maneras de concebir al fenómeno autista plantean terapéuticas basadas en métodos reeducativos. Así se ignora la angustia padecida por los sujetos sometiéndolos a una reeducación constante.

Tales métodos de reeducación se sostienen en el binomio castigo-recompensa, mediante el cual buscan aumentar o extinguir una conducta, dicha metodología no tiene en cuenta la voluntad del sujeto. Los terapeutas cognitivo-conductuales se manejan con un ideal de normalidad que los habilita a intervenir sobre el sujeto para lograr que su comportamiento se acerque lo más que se pueda al esperado, al normal.

En esta pseudogenealogía se buscó dar cuenta de forma muy sencilla las condiciones y contingencias que configuran el presente del Autismo.

En resumen, desde antes de la publicación de Leo Kanner en 1943 hasta la actualidad ha corrido mucha agua bajo el puente del fenómeno autista. Hoy nos encontramos con un trastorno del espectro autista, fetiche de las investigaciones científicas y blanco fácil para un amplio número de terapéuticas re-educativas, entre las cuales se encuentran el método ABA y el TEACCH (Treatment and Education of Autistic and related Communication handicapped Children).

En este breve recorrido que comienza con posiciones psicodinámicas, pasa a la cognición, a los genomas, luego a las neurociencias, volvemos al psicoanálisis y finalmente a las terapéuticas educativas, queda más o menos claro que hay aún en disputa una batalla cultural en relación a los autismos, batalla que toma como bastiones a la causa y a los procedimientos curativos en detrimento del sujeto y el trabajo sobre su padecimiento. Batalla cultural donde se juega la diferencia entre los aprendizajes y la respuesta del sujeto autista.


(1) La presentación tuvo lugar en el programa del 13 de octubre de 2023 de Pulsión de Radio, como parte de una serie de presentaciones realizadas bajo el título de Momento trans. Se puede escuchar la presentación en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=i1lCz1620LY

Este texto es un recorte de la presentación mencionada.


Miguel Calvano. Psicoanalista. Ex jefe del Departamento de Docencia e Investigación del Hospital Tobar García. Autor de numerosas publicaciones sobre infancia y adolescencia. Supervisor en diversas instituciones nacionales y provinciales.


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