Vuelta al porvenir. “Nuestra locura”. Por Rafael Perez



Cuidado editorial: Viviana Garaventa y Amanda Nicosia.

Imagen de portada: Utagawa Kuniyoshi

Este texto fue editado, revisado y autorizado por el autor.



La conferencia “Enséñame a dejar atrás mi locura” (1995) impartida por Jean Allouch1, en el auditorio del Centro Cultural de México, fue un hito en Costa Rica. Aprovecho esta “Vuelta al porvenir” que me brinda la revista de psicoanálisis En el Margen, para volver a agradecer a quienes la hicieron posible: a Ginnette Barrantes, Raquel Kader, María Bonilla y a la Asociación costarricense para el estudio y la investigación del psicoanálisis. Treinta años después, todavía es un punto de localización.

En ese entonces, acababan de ser publicados en francés dos libros que resultarían claves en su recorrido en el campo freudiano, Marguerite, Lacan la llamaba Aimée (1994) y Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca (1995), ambos textos imprescindibles, dedicados “a aquellos habitados por la terrorífica experiencia del hijo muerto”2. Por primera vez en la historia del psicoanálisis se amplía la visión reducida que se tenía tanto de la experiencia de la locura, como del fenómeno del duelo. Visto desde la actualidad el subtítulo de la conferencia bien podría haber sido: dinos cómo dejar atrás a nuestros muertos.

“Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura” (1969) es la traducción al español del título de una novela de Kenzaburo Oé que, a su vez, toma la frase en cuestión de un poema en verso de W.H. Auden (1938) que le había impactado: “O teach me to outgrow my madness.”

Un clamor en forma de verso, un grito, una experiencia terrorífica, la frase retumba cada treinta años con una nueva variación. El título de la conferencia impartida en San José de Costa Rica remite entonces a un tejido de tres variaciones distintas. Las diferencias de sentido no importan tanto aquí; se trata de situar los desplazamientos, las vibraciones que resonaron en estos tres lectores para reutilizarla como título. Son tres declaraciones en las que no se sabe casi nada del título de la novela de Oé en japonés. Son frases utilizadas para desplazarse de una lengua a otra; antes que el sentido de la frase, lo que importa aquí es la trayectoria de la frase: “Al principio fue el verso del poeta Auden, luego, Kenzaburo Oé aisló este verso. Después, él trabajó sobre este verso y, finalmente, esta noche, entre Inglaterra, Japón y Francia, desembocamos en Costa Rica” (Allouch, 1995, p.78).

Esta frase se utiliza como gesto de diálogo y recepción de la locura en un ir y venir entre tres continentes, Asia, Europa y América, le toma treinta años viajar de un continente a otro. Cada vez el sentido de la frase cambia, se vuelve otro. Libertad del verso ante las limitaciones de la palabra, que se encuentra siempre en la obligación de aportar un sentido, un significado, más único. Este verso viene a iluminar los acontecimientos, hace que viajen, se desplacen en el tiempo.

Al releer la conferencia treinta años después, me di cuenta de que el título de esta conferencia remite a una nota al pie de página del libro Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. La nota sirve para esclarecer ciertos pasajes en los que la lectura fue cifrada. Primero, se intentará mostrar una lectura de eso que fue codificado allí en la trayectoria de estos tres títulos. La nota al pie lo dice con claridad:

Dites-nous comment survivre à notre folie ? [Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura], así se tradujo al francés el título de una nouvelle de Oé y de la compilación que la incluye junto a otras. Oé tomó la pregunta del poeta inglés W. H. Auden, como lo indica en Cartas a los años de nostalgia. En inglés, la cuestión está formulada en singular: “The voice of Man: ‘O teach me to outgrow my madness’”, cf. In time of war. A Sonnet sequence with a verse commentary […]3.

Como puede observarse, Allouch toma en consideración la proximidad entre la locura, la poesía y la literatura. De hecho, una de las tres discontinuidades en las que está dividido su libro (porque no hay capítulos) se llama “literatura gris”. La literatura gris está compuesta por siluetas grises, personajes que presentaron una intimidad fabulada, personal e impersonal a la vez, pues estos sueños y pesadillas, estas figuras, habrían sido los encargados de volver a simbolizar algo descuidado por la sociedad en sus prácticas y rituales, excepto por la poesía y la literatura. Son siluetas que pueblan ese texto como ocurre en Comala, de Juan Rulfo en Pedro Páramo. Pedro, piedra, páramo, lugar desértico, desolado. Tanto Allouch como Rulfo, se apoyan en la visión mexicana de la muerte. Como Juan Preciado se introduce y nos introduce en el mundo de muertos. No se concibe aquí el tiempo como lineal, sino como algo que entra en resonancia o se asocia con, se puede hablar sin seguir una línea lógica, se otorgan esa libertad. La locura, declaró Allouch en la conferencia, es necesaria para cualquier experiencia, lo que produce un desplazamiento importante de la cuestión literaria introducida por Auden y Oé.

Al presentar Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca en esta conferencia, ubica tanto el fenómeno del duelo como la experiencia locura, ambas desprendidas de la posición médica que las situaba como enfermedad; ahora, la literatura y el análisis, constituyen las vías principales de aproximación. El volcamiento, el desplazamiento es de una magnitud considerable.

Primera variación: W.H. Auden4

W. H. Auden y Christopher Isherwood, viajaron desde Londres con destino a Hong Kong en enero de 1938, con el objetivo de informar sobre la guerra chino-japonesa. No hablaban chino, no tenían la menor idea de lo que allí ocurría, era su primer viaje a oriente. El resultado de ese recorrido en tiempos de guerra fue el libro Journey to a war. Isherwood redactó un diario. Dentro del texto colocaron fotos de reporteros, civiles, soldados y varias imágenes de la destrucción, el espanto y la desolación producidos por la guerra. Auden escribió una secuencia de veintisiete sonetos. Hacia el final de ese libro-experiencia, Auden escribió este comentario en forma de poema en verso con la frase en cuestión: “O teach me to outgrow my madness.” Esta declaración de Auden es proferida desde un lugar de disidencia, de guerrilla, es el clamor popular de un testigo del horror y la destrucción causada por la guerra. Esta voz clama por volver a reunir las fuerzas de la voluntad:

[…] Ruffle the perfect manners of the frozen heart, / And once again compel it to be awkward and alive, / To all it suffered once a weeping witness.
Clear from the head the masses of impressive rubbish; / rally the lost and trembling forces of the will, / Gather them up and let them loose upon the earth […]


Su poema en verso sería, entonces, un grito de guerra, un emplazamiento para reunir las fuerzas de la voluntad que se encuentran perdidas y temblorosas por los dolores de la guerra y las dispersaría como lluvia en la tierra. Esta potencia de las voluntades reunidas entra en resonancia con lo que Foucault llamó una “voluntad insurrecta”. Se recibe aquí esta frase de su poema en verso como una declaración en contra de la guerra.

Segunda variación: Kenzaburo Oé

Para Kenzaburo Oé, la guerra era la expresión máxima de la violencia y la ignorancia. El 16 de octubre de 1994, el periódico Le Monde publicó una entrevista con Oé, después de que éste hubiera recibido el premio Nobel por su obra literaria.

El entrevistador pregunta:

–Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, es el título de una de sus novelas. ¿Tiene usted una repuesta?

Kenzaburo Oé:

-Ese es un título tomado de un poema de Wystan Hugh Auden. Mi rol no es dar la respuesta, es plantear la pregunta. Vivir en su locura es el único medio para sobrevivir5.

Con el cambio de época, ocurre un cambio de registro en esta declaración. En 1969 la declaración de Auden pasa de  “O teach me”, del clamor de esa “O” abierta, al “teach us”; de “my madness” a escribirse con Oé, “our madness”. Con la transformación de la cita por Kenzaburo Oé, adviene el paso del singular al plural, “mi locura” pasa allí a “nuestra locura”, y, en ese momento, el verbo “outgrow” adquiere el sentido de “sobrevivir”. Diga cómo, se utiliza como pregunta. Una posición que redobla y transforma el clamor de Auden en pregunta.

En la entrevista, Oé no dio ninguna respuesta, señaló que su rol era plantear la pregunta. A la vez, advertido quizás del efecto que podría causar una respuesta, invierte la cuestión planteada por el entrevistador, declara que “vivir en su locura es el único medio para sobrevivir”, es decir, utiliza la experiencia de la locura como medio para vivir. Un verdadero hallazgo porque generalmente se ubica a la locura en un extremo opuesto a la razón, y aquí con Oé, toma valor de “medio”.

Allouch tomó nota, a su manera, de la experiencia de la locura en Oé: “Un ‘auténtico sacrificio’ de duelo”, tal es la respuesta de Kenzaburo Oé a la pregunta: ¿dinos cómo sobrevivir a nuestra locura?”. Su lectura le añade algo todavía más impersonal al asunto, diría: “a esa locura que tiene su punto de partida en un duelo, que es un duelo.” Comparte posición con Oé, utiliza la locura como “medio” en el fenómeno del duelo.

Tercera variación: Jean Allouch

En esta variación la locura ya no es la guerra; en adelante, la experiencia de la locura es vista como elemento importante del fenómeno del duelo. Ya no se trata sólo de la guerra, se extiende a cualquiera la cuestión de estar habitados por nuestros muertos. La experiencia de la locura sería, en esta ocasión, la erótica que el duelo pone en juego al estar habitados por nuestros seres amados muertos, experiencia que se calificó de “terrorífica”.

Se comparte aquí su visión, aunque se considera también que se podría eliminar este calificativo, para dejar libre y en suspenso la forma en la que se presentará al enlutado el muerto. Terrorífica, entonces, se considera aquí como “traumatizante”, en el sentido de que podría producir terror el acto de dejar ir ese trozo de sí que le pertenece al muerto.

En esta experiencia erótica, el ser del muerto toma valor de ser irremplazable en el duelo. Un ejemplo fue mencionado: el acontecimiento de la muerte del padre de Sigmund Freud, y la dedicatoria en su libro, son irremplazables para la escritura de La interpretación de los sueños. Erótica del duelo… muestra cómo, en algunas ocasiones, el muerto puede habitar a quien está de duelo a título de fantasma, “notablemente en las pesadillas”. Con frecuencia el modo de morir y el acontecimiento de la muerte —utiliza el ejemplo de Hamlet con su padre muerto— enseñan cosas que el enlutado “nunca supo ver”. Lo cito:

No se podría ni por un instante concebir un fenómeno como el duelo si el ser de un muerto no encontraría de alguna manera como perdurar, aun cuando su existencia ya se terminó.

Perder a un ser querido que nos pone de duelo vuelve visible un desajuste con la realidad; el ser de la persona “desaparecida”, sus gestos, sus frases, sus maneras, siguen estando presentes en el superviviente. El superviviente se convierte por momentos en un médium, un receptor de ondas y vibraciones.

La locura no sirve como concepto

En la conferencia “Enséñame a dejar atrás mi locura” se rechaza “que pueda haber una enseñanza sobre cómo sobrevivir a nuestra propia locura” (Allouch, 1995, p.85).

La experiencia de la locura no es conceptualizable, escapa a la captura, a la cordura, a la norma, a la razón, es una experiencia que, en ocasiones (no siempre),  genera vértigo cuando impacta; se ha tratado en vano de encerrarla, mutilarla o acallarla. Sitúa un lado de la locura difícil de localizar: “¿Qué es la locura, si el más loco entre los locos está habitado por el temor de volverse loco? Este es el lado difícilmente localizable de la locura” (Allouch, 1995, p.81).

Michel Foucault da cuenta de manera esquemática del lugar que permite situar de otra manera la experiencia de la locura. En la clase del 23 de enero de 1974, de El poder psiquiátrico, Michel Foucault aportará algunos elementos para lo que llamó —considero que de manera fabulada— “una breve historia de la verdad”. Allí se distinguen dos maneras distintas de orientarse en la experiencia de la locura en relación con la verdad. La dificultad radica en que se ponen en juego dos tipos de verdades distintas. Primero, nombra a la verdad constatable, la verdad-demostración o verdad-científica; para luego mencionar, otra especie de verdad, descuidada por la ciencia, la verdad-acontecimiento, verdad-rayo o verdad-relámpago. El uso de palabras unidas por un guión muestra que la utilización del lenguaje es sólo aproximativa, que no se trata de conceptos o particiones “teóricas”. Son figuraciones, conjeturas, elementos para aproximarse.

Estas dos figuras de la verdad no se oponen entre sí, sin embargo, operan de manera muy distinta. La verdad científica opera con instrumentos aptos para percibirla, descubrirla donde se oculta; para la ciencia, la verdad siempre está presente, señala Foucault, por ejemplo, podría incluso estar enterrada y habría que descubrirla, desenterrarla. Para el saber científico, hay momentos donde la verdad puede percibirse mejor o explicarse mejor, es una verdad que recurre a lo universal sin ser jamás interrumpida, sin agujeros. Esta verdad habita por doquier, está en todas partes, sin embargo, no hay nadie exclusivamente calificado o descalificado para decirla. Se necesitan los instrumentos, las categorías y el lenguaje adecuado, los conceptos, para descubrir esta verdad y poder formularla en supuestos, tesis y proposiciones.

Según esta ficción foucaultiana, en nuestra civilización habría otra manera muy distinta de concebir la verdad que habría sido “colonizada y recubierta” por la verdad científica. Esta otra figura de la verdad no se encuentra por todas partes y no está a la espera de ser descubierta:

Se trataría ahora de la postulación de una verdad dispersa, discontinua, interrumpida, que sólo habla o se produce de tanto en tanto, donde quiere, en ciertos lugares; una verdad que no se produce por doquier y todo el tiempo, ni para todo el mundo; una verdad que no nos espera, pues es una verdad que tiene sus instantes favorables, sus lugares propicios, sus agentes y sus portadores privilegiados. Una verdad que tiene su geografía6.

Esta verdad se pone en escena de otra manera. En primer lugar, Foucault utiliza allí el verbo en condicional, se estaría allí tomado por algo que se impondría como una verdad-rayo, lo que vendrá a romper por un instante el orden del sujeto al objeto, eso daría paso a otra cosa. Relación de choque la llama. Una verdad que no será un descubrimiento, una revelación, una constatación producto de una constante, de una regularidad; sino una verdad que está en lo que sucede, en el acontecimiento mismo.

Para dar un ejemplo, cita la práctica alquímica donde la verdad pasa como el rayo, tiene sus mensajeros, sus lugares, sus operadores que conocen los códigos y saben pronunciar los gestos rituales.

¿Quiénes serían los personajes de esta verdad-rayo? En la literatura, los profetas, los adivinos, los inocentes, los ciegos, los locos, los sabios, las brujas, los hechiceros, las mujeres, los niños, los carteros y en la vida concreta, cualquiera:

Entre esa verdad acontecimiento y quien es asido por ella, quien la aprehende o es presa de su toque, la relación no es del orden del objeto y el sujeto. No es, por ende, una relación de conocimiento; es, antes bien, una relación de choque, una relación del orden del rayo o el relámpago7.

No hablaba de una verdad universal, sería una verdad que tiene su lugar, su cronología, sus rituales. La verdad-acontecimiento quedó recubierta por la verdad demostrable, constatable, científica. No se oponen estas figuras de la verdad, se superponen, una recubre y coloniza la otra. Se trata de liberar esta verdad que está en el acontecimiento de la colonización que ha ejercido sobre nuestros cuerpos la verdad demostración. Conjeturo que habrá sido algo del orden de una verdad-rayo lo que ocurrió en esta conferencia, fuimos impactados por ese otro lado de la locura difícilmente localizable en el psicoanálisis. Una verdad que se encuentra en lo que sucedió en este acontecimiento.

Un ejemplo de esta verdad-rayo que se superpone a la verdad-médica de la locura, una delicadeza que muestra la vitalidad que está en juego en nuestra locura, fue proporcionado en una de sus tesis cuando cita a Erasmo de Rotterdam: “Nada importante en la vida se hace sin la locura.” La locura está presente en cualquier decisión, casarse, tener un hijo, emigrar, toma valor de “no saber”. Asumir riesgos, emprender viajes de ida y vuelta, vivir sueños, abrirse a otras lenguas, eso significó para los organizadores este acontecimiento. La locura fue el medio, el fenómeno del duelo, nuestra forma de dialogar en silencio.

Allouch receptor

Con su lectura crítica Jean Allouch se situó en las ántipodas de la posición que lleva a utilizar lo que “Lacan dijo” como argumento de autoridad; no cesó de poner en cuestión los enunciados de Jacques Lacan.

Su manera de cuestionar a Lacan lo llevó a producir nuevos enunciados que dibujaron un Lacan desplazado (décalé). Produjo otros enunciados en los que se encontró él mismo siendo receptor de tres vertientes: “de la proposición de Foucault del análisis como un ejercicio espiritual, de la Geistigkeit freudiana y del mensaje subliminal de Lacan”8.

Subrayó su lugar de receptor: “receptor y no iniciador”, “recibir no es ser pasivo”. Con estas tres vertientes dio al ejercicio analítico una localización precisa, el análisis no se encuentra más en la deriva del espacio “psi”, se desplazó hacia la exploración de otro lugar, más resbaladizo aún, llamado espiritualidad. El análisis se localiza en adelante como un ejercicio espiritual; a este paso que da e invita a dar, lo denomina “spicanálisis”.

La spicanálisis se sitúa al lado de otros movimientos espirituales contemporáneos y de las religiones también. Foucault, Hadot, Davidson y Halperin, son algunos de los antecedentes que retoma Jean Allouch en su libro ¿Es el psicoanálisis un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault, para situar el análisis como una espiritualidad. Entonces y sólo entonces, el análisis encontraría su lugar.

Esta genealogía del psicoanálisis se remonta muchos siglos antes de Freud, una despedida definitiva de la idea de un padre fundador del psicoanálisis. Así, con esta propuesta de Allouch, se abandona de manera definitiva el paternalismo del psicoanálisis. Su lectura desde el lugar de receptor transforma lo que recibe al poner de relieve temáticas descuidadas por el movimiento psicoanalítico. El fenómeno del duelo fue descuidado por la clínica psicoanalítica, aún hoy se lo sigue considerando como un “trabajo” o un “proceso”, haciendo caso omiso de que el duelo es un acto del enlutado. En su recorrido Jean Allouch no dejó de preguntarse por la cuestión del duelo.

En el capítulo II de su libro La escena lacaniana y el círculo mágico, Unos locos se sublevan, considera el duelo como un fenómeno donde resultaría resaltada la distinción de dos analíticas del sexo. De no ser así ¿cómo se explicaría la existencia del ser del muerto en el enlutado? Allí, el enlutado tendrá que vérselas mas temprano que tarde con la in-existencia del Otro.

La locura vista como parte del fenómeno del duelo hace valer la distinción de dos analíticas del sexo en esto: no habría objeto sustitutivo pulsional. El duelo lleva al enlutado a traspasar barreras espirituales en la vida, a ver de otra manera, a volverse receptor, a dislocarse, a salir de sí-mismo, a la iluminación. ¿De qué manera el duelo pone en juego la inexistencia traumatizante de la relación sexual?, se preguntó Allouch:

Solo un acto puede expresarle al muerto que el enlutado lo deja dirigirse hacia lo que será de cualquier manera su destino, su segunda muerte, y correlativamente, puede dejar al enlutado en paz. Ese punto donde el muerto se va hacia su segunda muerte es también el punto en que la pérdida del enlutado ocurre como pérdida a secas9.

En el caso de la analítica del duelo que propuso, el fenómeno del duelo se transforma en acto, gestos, rituales. De ser considerada así, la pérdida de un ser irremplazable es a secas. Ahora bien, este punto donde la pérdida del enlutado adviene como pérdida a secas, no se hace evidente hasta despúes del acto en el que el enlutado deja ir su trozo de sí con el muerto:

Que descanse en paz en la muerte, que termine dejando a sus supervivientes también en paz con respecto a él, que puedan vivir de otro modo además de enlutados10.

La segunda analítica, la analítica del lugar es un movimiento hacia otra cosa, hacia otra manera, hacia la segunda muerte. Se avanza hacia un espacio neutro, reconocible de inmediato. La doctrina, la teoria y la práctica psicoanalítica se vuelcan en este lugar neutro del ejercicio analítico, otra erótica distinta de la eternidad se juega allí.

En Contra la eternidad, Allouch hace equivaler el trozo de sí al espécimen. La narradora de El anular de Yoko Ogawa (11), trabaja como secretaria del doctor Deshimaru en un laboratorio, —que se consideraba allí muy próximo del consultorio del analista—, donde se recibía todo tipo de objetos que la gente aportaba. Esto lo utilizará para distinguir la posición del analizante con respecto a su duelo, a la vez que le servirá para responder una pregunta “de Lacan”: ¿por qué el analizante vuelve a la próxima sesión? Respuesta de Allouch:

Porque le ha llevado a su psicoanalista su espécimen, su trozo de sí de duelo, y no es de aquellos a los que este solo gesto les basta para ser libres de no tener que seguir recordando.

Llegará un momento, tarde o temprano, en el que el analizante se dará cuenta de que el sentido de llevar su especimen a análisis es separarse de él, acabar con ese trozo de sí de duelo.

Con respecto al ejercicio del analista, habrá que esperar hasta su libro Transmaître, Jacques Lacan y su alumno erizo, para encontrar qué habría dicho a propósito de la posición del analista frente a ese trozo de sí de duelo llevado a análisis.

Según este texto, existe “otro silencio” que señala una presencia inhabitual, el silencio de muerte, se trata de una verdadera precisión acerca del ejercicio espiritual al que se estaría convocado como analista:

Mientras que el analizante se dirija a él como sucede cuando se va a hablar sobre la tumba de un ser querido fallecido, el analista hace silencio, se mineraliza en el sillón, tal como el muerto al que se habla12.

 Entiendo hoy este mineralizarse, como un transformarse en piedra mientras que el analista encarna “la silenciosa presencia de los muertos”.

A esta visión de treinta años después, le añadiría algo que señaló Roland Barthes: el duelo es vital. Un ejemplo que asocio con esta vitalidad es una declaración de Imre Kertész que ilumina la experiencia vivida: “La historia de mi vida es la historia de mis muertos.” El duelo, la pérdida de nuestros seres irremplazables, constituye una experiencia vital y espiritual que nos transforma.

Que sirva este texto para acompañar la historia de cualquiera que haya pasado por un duelo.


(1) Conferencia de Jean Allouch: “Enséñame a dejar atrás mi locura” (Costa Rica, 1995). In$cribir el psicoanálisis. Año 3. Nro 5. Enero-Julio. Costa Rica, 1996. Asociación Costarricense para la Investigación y el Estudio del Psicoanálisis (ACIEPs). Y …..

(2) Jean Allouch, Marguerite, Lacan la llamaba Aimée, 1995, Ciudad de México, Epeele. Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca, 2006, Buenos Aires, Ediciones literales y El cuenco de plata. Aquí se prefiere en lugar de “muerte seca” traducir “mort sèche”, gracias a una pertinente sugerencia de Gloria Leff, por “muerte a secas”.

(3) Jean Allouch, Erótica del duelo en tiempos de la muerte secaop. cit., p.376.

(4) W. H. Auden y Christopher Isherwood. “Journey to a war”, Londres, Faber & Faber limited, 1938. En internet: https://archive.org/details/JourneyToAWar/page/n1/mode/2up?q=Hongkong&view=theater

(5) Se trata de una entrevista a Kenzaburo Oe, después de recibir el Premio Nobel. Publicada en Le Monde, 16 de octubre de 1994.

(6) Michel Foucault, El poder psiquiátrico 1973-1974, tr. Horacio Pons, Fondo de cultura económica, México, 2005, pp.279-280.

(7) Ibid., p.372.

(8) Jean Allouch, ¿Es el psicoanálisis un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault, tr. Silvio Mattoni, Buenos Aires, Ediciones literales y El cuenco de plata, p.74.

(9) Jean Allouch, La escena lacaniana y el círculo mágico, Unos locos se sublevan, tr. Silvio Mattoni, 2020, Buenos Aires, El cuenco de plata, p.124.

(10) Ibid.

(11) Yoko Ogawa, El anular, relato traducido del japonés por Rose-Marie Makino-Fayolle, Arles, Actes Sud, 1999.

(12) Jean Allouch, Transmaître, Jacques Lacan y su alumno erizo, tr. Lucía Rangel Hinojosa, 2021, Ciudad de México, GRAPAS + de me cayó el veinte, p.144.


Conferencia de Jean Allouch: Enséñame a dejar atrás mi locura. In$cribir el psicoanálisis. Año 3. Nro 5. Enero-Julio. Costa Rica, 1996. Asociación Costarricense para la Investigación y el Estudio del Psicoanálisis (ACIEPs). Costa Rica, 1995.

Conferencia publicada en versión digital. En el margen, revista de psicoanálisis. Buenos Aires, 2024. https://wordpress.com/post/enelmargen.com/13431


Deja un comentario