Cuidado editorial: Amanda Nicosia y Viviana Garaventa
Leí este libro acunando a mi hijo recién nacido, entre balanceos y arrullos.
Elijo incluir las circunstancias que hicieron a mi lectura porque creo que si bien ninguna lectura es igual a su escritura, la de Franco Ingrassia (lejos de adormecer, pues lo que adormece son los estribillos del sentido común) no sólo despabila sino que hace pasar un gesto de alumbramiento y sostén para con la fragilidad de la vida: el de la reinvención de nuestras condiciones y posibilidades de existencia.
En El corazón del daño, la escritora argentina Maria Negroni, evoca el recuerdo de una escena de su infancia en la que su padre la llevaba a cocoyito por “el jardín de las cosas”1. Desde allí, plantea la autora, desde aquel sostén, podríamos agregar, la realidad se puede inventar y también verse como lo que es: imposible. Unas líneas más adelante, subraya: “algunos libros nos llevan a cocoyo también. Son como calesitas, en cada vuelta descubren algo, lo hacen cesar y reaparecer y, a veces, hasta consiguen aliviarnos del conocimiento”2.
Decir que algo de este llevarme a cuestas sucedió con la lectura de escritos clínicos sería acertado pero, sin embargo, insuficiente.
Leer este libro de Franco Ingrassia es encontrar modos de sostenerse, es aliviarse del conocimiento porque permite pensar y abrirse a las preguntas, es descubrir, en cada vuelta, claves valiosas para pensar las clínicas que hacemos.
Es por eso que entonces, digo, retomando a Negroni:
Ico caballito o, upa lala (en mi caso), escritos clínicos.
Aquí van estas palabras para bienvenirte.
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Para quien esté interpeladx por el curso de los acontecimientos y preocupadx por el porvenir, este libro es una pieza necesaria. Atesorarlo únicamente entre los anaqueles, sería desacertado.
Es que se trata de un libro-acción, un libro para usar. Un libro que te lleva pero que también hay que llevar con uno para desenfundar cada vez que nos la vemos con una dificultad en nuestra labor clínica cotidiana.
Puede leerse como un llamamiento a pensar lo que hacemos pero no sabemos del todo cómo pensar.
Como narración de un recorrido singular que encuentra en la praxis clínica el motor de un enorme trabajo de pensamiento que causa la escritura.
¿Qué nos impulsa a escribir nuestra práctica con las complejidades que eso conlleva?3
Ulloa plantea que narrar es inventar salidas a las encerronas de la tragedia. Suerte de “entrar al salir” que no sin tintes de humor, apela a la ficción para inyectar movimiento en la mortificación inmovilizante de una institución4.
Si pensar es la experiencia de encuentro entre un problema y el deseo de transformarlo5 y escribir, como sostiene Deleuze, es inventar otra lengua en la lengua, pensar y escribir la clínica supone componer recursos e inventar nombres para aproximarnos a lo que no sabemos y así haya una variación posible.
En la clínica de hoy hay irrupción de manifestaciones inéditas de dolor que conllevan diferentes formas de arrasamiento de la vida. Estas formas desbordan los sistemas simbólicos disponibles y nos ponen en condición de ampliar nuestros conceptos, repensar nuestras prácticas y crear nuevos modos de intervenir. ¿Cómo no sentirnos interrogadxs por esta insistencia?
Bajo ningún punto de vista, van a encontrar en este libro otro manual de instrucciones o un nuevo protocolo para hacer con esa extrañeza reduciéndola a una clasificación, en la tan mentada estandarización de la práctica. Y si del mismo se desprende una orientación posible para la acción clínica es porque lejos de instrumentar se deja encauzar por un “saber hacer con el no-saber”. A diferencia del automatismo que presupone, anticipa y calcula, para esto último, sabemos, no se dispone de ninguna carta de navegación, ningún contorno preestablecido, ninguna barandilla firme.
Nos dejamos llevar, en un andar incauto, por la escucha de la palabra singular (que sólo resuena si hay un hueco) para dar con lo desconocido, con lo impensando, con lo venidero.
Como vemos, en el corazón de la propuesta de Franco Ingrassia acampa un punto de negatividad (un no-todo, un imposible) que parte del hecho de que si no hay complementariedad en el jardín de las cosas, entonces hay nada para transmitir6. Es por esta ausencia que lo que sí hay, parece decirnos este libro, son modos de enlazarnos y sostenernos, hay potencia de pensamiento, hay valor de la palabra, hay condiciones para la creación.
Existe aquí un esfuerzo de reconectar las derivas del pensamiento clínico con la inmanencia de la situación, con la provisionalidad de los saberes, con la materialidad de la vida: en el desconcierto, en la inquietud, las estrategias de intervención se conciertan caso por caso o situación por situación y trajinan por posibilidades inéditas de existencia.
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Este libro recuerda aquella imagen saereana de que “escribir es sondear y reunir briznas o astillas de experiencia y de memoria para armar una imagen determinada”7. La colección de textos que lo componen (que como toda colección sondea una ausencia: hay nada para transmitir) no sólo cosecha la memoria de una experiencia de más de 20 años de práctica clínica sino que además reúne generosamente un conjunto de elementos heterogéneos (anotaciones, hipótesis, proposiciones, matrices) que originados en diferentes contextos y coyunturas se ponen a disposición del lector como relevos que se saben pasajeros y que ayudan a pensar las tareas y exigencias que plantean las clínicas que hacemos. El autor verbaliza que se trata de un trabajo de formalización que entiende como la “construcción/deconstrucción permanente de una caja de herramientas”8.
Trabajo de composición y recomposición en el que se muestra todo el tiempo en encuentro y conversación con otrxs, en un estado de deliberación e implicación con los asuntos que trata. En las prácticas de reflexión, pensamiento y artificio el con-otrxs que sostiene al mundo es condición ineludible. En los espacios institucionales la heterogeneidad plantea desvíos, impasses, horadaciones ante la reiteración ad infinitum de lo negado y repudiado en una suerte de “inteligencia compartida”, al decir de Ulloa, que “no excluye las desinteligencias”, al decir de Ingrassia.
La palabra escrita, por su parte, aparece aquí como la materialización de esa voz propia que se engancha en la pluralidad y asienta una posición para dejar una huella duradera9. En palabras de Franco, se trata de una operación de singularización de cierta producción colectiva. Se trata de un modo de estar en las instituciones que preserva el vector irreductible de la singularidad, como resto inapropiable que emerge en la diferencia.
En climas en los que se ataca a lo público y lo colectivo, cuando la fractura del lazo social es urgencia clínica y epocal, este libro abraza una posición clara al respecto: el psicoanálisis no es un “método de tratamiento” ni una “teoría” sino un discurso en el cual pueden articularse y desplegarse prácticas diversas, a condición de que sostengan la apuesta a hacer consistente un lazo social por-venir. Esto me parece muy importante para sacar al psicoanálisis de cierto lugar de amo y de saber-verdad absolutos. También para validar en términos analíticos intervenciones y transferencias por fuera del dispositivo clásico sobre todo en territorio y en situación que son tildadas bajo el lema “eso no es psicoanálisis”. También para pensar una función analítica en equipo.
Seamos clarxs: en las actuales condiciones de desanudamiento general de los lazos, de avance de los discursos odiantes y las políticas de la crueldad, la sociabilidad requiere, ser producida de nuevo10. Y esta es una tarea permanente, como propone pensar Lewkowicz. Es en esa inédita determinación y construcción que advienen umbrales de subjetivación; que se tuerce el rumbo de lo enquistado.
De este modo, el descubrimiento freudiano no sólo aporta un modo de la escucha y la lectura particular del acontecimiento clínico. Sino que propende hacia la fabricación de otro orden de relación, otros modos de estar-con, el armado de un lazo nuevo en el tejido del mundo. Con los retazos que quedan, con los fragmentos dispersos e hilos sueltos, en favor de un lazo menos cruel.
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Franco Ingrassia reabre y vivifica la reflexión dentro del campo de la salud mental. y lo expande en una amplia tonalidad: de aquí se desprenden ejes para pensar desde el acompañamiento terapéutico como una práctica discursiva del psicoanálisis -en articulación intradiscursiva con otras prácticas- en la que se interviene situación por situación hasta una matriz posible para diseñar dispositivos en salud mental comunitaria. Entre otras cuestiones, se expone el trabajo clínico dentro de una institución cerrada y se ubican soportes para la transmisión y formación.
Queda abierta una dimensión reflexiva que se balancea entre lo singular y lo colectivo, entre la invención y la optimización con la cual no sólo se trazan contornos posibles para pensar una clínica de la subjetividad, como invención de modos de vida, sino que también se apuntalan lineamientos para una interrogación de lo común. Si se propone pensar la clínica como la producción de otras posibilidades existenciales, esto conlleva cuestionar el funcionamiento de lo social en que se inscriben los modos de existencia instituidos, sobre todo en lo referido a los procesos de exclusión de lo que queda por fuera de la gramática del capital.
Con todo, Franco confecciona una lengua clínica que necesitamos comenzar a hablar. Una lengua menos indolente, no ajena a la voz de la singularidad, que hace trastabillar al realismo terapéutico actual.
Una lengua no esencialista, ni estructuralista. Una lengua anti-manicomial.
No sólo organiza un vocabulario interdisciplinario que provee de una línea de horizonte a la clínica consonante a una ética. Además la saca de los caminos trillados. Así se des-encierra de los lugares comunes, se descentra de los ideales, despierta otros sentidos en lo ya hecho, abre modulaciones, arroja semánticas nuevas y las hace proliferar..
Acá subjetividad son formas de vida socialmente construidas. Singularidad, diferenciación de la potencia. Multitud, composición de singularidades cooperantes. La clínica se trata de la invención de nuevas posibilidades de vida. Y el equipo es, máquina analítica desjerarquizada. Lo saludable es el encuentro o composición que aumenta la potencia de vida de un sujeto. Se colecciona sobre un imposible. Se sabe hacer con el no saber. Se transmite una ausencia.
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Para terminar, retomemos esa pregunta del comienzo: ¿Qué nos lleva a pensar y escribir nuestra práctica con las dificultades que eso supone?
Pensamiento y escritura se presentan como prácticas de reflexión y experimentación, como ejercicios de pensar lo que se hizo para nutrir la imaginación clínica, es decir, la apertura de posibles y de respuestas inéditas a los problemas que apremian.
Pensamos y escribimos frente a los automatismos del sentido común;
Pensamos y escribimos para interferir en el curso habitual de las cosas;
Pensamos y escribimos también contra las violencias que asedian a la vida en común;
Pensamos y escribimos para hacer pasar lo inaudible y lo impensado;
Pensamos y escribimos para dar con la diferencia;
Pensamos y escribimos para encontrarnos con lo otro;
Hoy más que nunca urge la necesidad de encontrar salidas, hablar una lengua no impasible frente al dolor, urdir tramas desde el vacío, hallar un modo de pensar que desde el hacer, desde los cuerpos, desde las conflictividades, desde los territorios, desde las situaciones, desde las fragilidades y pequeñeces que nos habitan, bosquejen nuevas imágenes que difieran el actual paisaje de cosas, fabulen otros mundos posibles y cuiden del porvenir.
Considero, con todas las fuerzas, que, escritos clínicos es un libro necesario y en presente para pensar todas estas tareas urgentes. Lo que Franco Ingrassia parece querer hacer pasar todo el tiempo es que hay alternativas. Solo necesitamos inventarlas.
Muchas gracias.
*Escritos clínicos. psicoanálisis, interdisciplina, salud mental es un libro de Franco Ingrassia publicado recientemente por la Editorial Mal de Archivo de Rosario. El libro fue presentado en Rosario el día 19/7 por Cinthia Chufeni y Alejandro Manfred, de manera virtual el 21/8 por Marcelo Percia y Tomás Pal. La última presentación se llevó a cabo en el marco del XVII CONGRESO AASM 2024 “La urgencia subjetiva. Clínica, sociedad y estado” el 6/9 y fue acompañada y por Nicolás Oliva y quien escribe.
Franco Ingrassia (Rosario, 1976). Psicoanalista, trabajó durante más de una década en la Colonia de Oliveros (Santa Fe), actualmente se desempeña como Instructor de la RISaM del Hospital Escuela ‘Eva Perón’ (Granadero Baigorria,Santa Fe), ha publicado el libro ‘La socialidad’ (Hekht, BsAs, 2014).
Notas
- Negroni, M. El corazón del daño. Random House, 2021. Pág.35. ↩︎
- Ibíd. Pág. 36 ↩︎
- Debo la resonancia de esta pregunta a la transmisión de la psicoanalista Lila Feldman sobre la narración en psicoanálisis recogida en espacios de intercambio y en “Escribir los inicios. La práctica psicoanalítica y la versión propia” (inédito). ↩︎
- Ulloa, F. “La tragedia y las instituciones”. En Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica. Buenos Aires : Editorial Paidós, 1995. ↩︎
- Como se sugiere en el escrito del libro “intervenir en situación. El acompañamiento terapéutico como práctica de discurso” (pág.20). ↩︎
- escritos clínicos… pág. 48. ↩︎
- Cita extraída de “El material clínico, ficción…es” de Eduardo Müller ↩︎
- escritos clínicos… pág. 19. ↩︎
- Nuevamente en deuda con Lila Feldman. ↩︎
- Frase extraída de otro libro de Franco Ingrassia llamado La socialidad (Hekht, 2014). ↩︎
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