Cuidado editorial: Yanina Marcucci y Leticia Gambina
Imagen de portada: Kawanabe Kyosai
Este texto fue editado, revisado y autorizado por la autora.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena noche
del alma para siempre oscura.
Federico García Lorca
Mirar hacia atrás… con ira como John Orborne, en la urgencia del amor como Orfeo, en el riesgo de volverse estatua de sal como la esposa de Lot… no es lo mismo, aunque parezca igual. Aquellos años son parte de una espiral interminable de sueños en la que recuerdo haber dirigido el Colegio de Costa Rica del Ministerio de Cultura durante nueve complejos e inolvidables años: de 1991 a 1999. Y como en el vertiginoso torbellino de una montaña rusa de feria de pueblo, pasan ante mis ojos todas las conferencias, mesas redondas, publicaciones, presentaciones de libros, espectáculos multidisciplinarios de poesía, recitales, programas mensuales de radio, exposiciones, instalaciones e invitados a quienes tuve el honor de recibir. Más de 25 figuras de nivel mundial estuvieron entre nosotros, bajo la sombrilla de un Colegio de Costa Rica sin presupuesto, sin personal pero con la vocación de ser una institución gestora de cultura, con la responsabilidad, el deber y el derecho de crear espacios de diálogo cultural. Organizaciones nacionales e internacionales claves nos respaldaron. Amigos entrañables se cosieron para siempre a mi vida[1]. Las fechas y también, a veces, los nombres se me enredan; lo que nos aportaron a quienes estuvimos allí, nunca.
Hoy me convocan a recordar la visita de Jean Allouch, su conferencia Enséñame a dejar atrás mi locura y su Seminario El imposible objeto del deseo, con ACIEPs, la Embajada de Francia, en el Instituto Cultural de México en Costa Rica. No puedo evitar, 29 años después, recordar a Miguel de Unamuno en su primera clase después de haber sido restituido como rector de la Universidad de Salamanca, tras la dictadura de Primo de Rivera: “Como decíamos ayer…”, porque así me siento y porque de esa manera sí me gusta ver para atrás, como la mujer de Anne Wilson, “que solía mirar hacia atrás buscando huellas en la arena, porque tenía la extraña sensación de que su alma se escapaba por las plantas de sus pies y quería ver las huellas de este hecho sobre la arena”. Y es que, aunque el tiempo nos atraviesa de parte a parte –como los exilios, dictaduras, encarcelamientos, desamores, abandonos– y nos abre en canal, también enhebra nuestros desgarros y nos permite, con la certeza de nuestras huellas y de las de quienes nos acompañaron trechos del camino, seguir, seguir un poco más allá.
El Colegio de Costa Rica ha suturado mi vida a través de encuentros profundos que me aportaron horizontes distintos. Entre ellos, uno de los más significativos: mi contacto, por primera vez, con el psicoanálisis. Escribí alguna vez, que haber dedicado mi vida al teatro y a la escritura me llevó a encuentros conmigo misma y mis fantasmas. Duelos, pérdidas esenciales, negaciones y pulsiones deambularon siempre por la casa sin permiso, familiarmente. Tal vez también por eso, mi experiencia con el psicoanálisis fue un estar en mi cuarto, descalza, con una taza de té y a solas conmigo misma, o con invitados únicos, como la visita de Jean Allouch. Experiencia que me cayó del cielo, sin buscarla, en un papel de apoyo y testigo que aún hoy me pregunto cómo y por qué acepté, puesto que sonaba a locura. Es desde allí, que pongo en papel estas reflexiones; no como psicoanalista, que no lo soy, no como Directora del Colegio de Costa Rica, que tampoco lo soy ya, sino como creadora a la que esta experiencia atravesó y dejó rastros que el mar no podrá borrar por más olas que horaden la playa.
En medio de los trámites, que se antojan interminables y absurdos, algunos eventos culturales organizados desde lo estatal, consiguen ir más allá de nuestra paciencia, del cansancio, la resistencia y la obligación, para embrujarnos con el riesgo de constituirse en aventura y no permitirnos dejar de escuchar. Y yo escuché. Escuché a Allouch cuando dijo, en esa conferencia, con sus ojillos pícaros y retadores, que la literatura es muy importante, porque nos ofrece “rejillas o puntos de referencia o de lectura para saber lo que está pasando”. Inmediatamente asocié los versos de García Lorca, sobre el valor de las palabras que llenan nuestra locura.
Mi vínculo con el psicoanálisis consistió, en una primera etapa, en ofrecer un refugio a invitados y a actividades psicoanalíticas, dando lugar a una segunda etapa mucho más esencial para mí; mi propio análisis, la escritura auto-ficcional y el teatro. Un teatro donde realizar mi deseo de borrar las fronteras entre diferentes artes sobre la escena, abriéndoles espacios para participar del acto creativo con voz propia, el uso de proyecciones cuando nadie sabía en Costa Rica cómo se usaban ni para qué, la producción independiente y la gestión cultural, mis metáforas en dramaturgias escénicas y escriturales; todo ello se enriqueció y profundizó en, desde y con el psicoanálisis transformado en interlocutor válido para mis exploraciones creativas, hasta llegar a ser parte de una estrategia para poner palabras que llenaron mi locura, esa, la que hay que ¿dejar/desistir/sobrevivir/? o tal vez no, atrás.
En un país y desde los diversos gobiernos de turno, en el que se cubren y sellan con cemento las rejillas, se silencian e invisibilizan los referentes de todo aquello que nos está pasando, a imagen y semejanza de esta práctica, los costarricenses invisibilizamos, negamos e ignoramos cualquiera de estos referentes. Nos pasamos reclamando la paternidad sobre la invención del agua tibia. La literatura, el teatro y el arte en general son lo más inequívoco para la conformación de una identidad y un patrimonio posible, ese conjunto de bienes y derechos, cargas y obligaciones que nos pertenecen, individual y socialmente, en este caso inmateriales, crisol de nuestra diversidad cultural y su preservación. Son, al igual que en los procesos de análisis –al menos en mi propia experiencia– lugares en los que, ladrillo a ladrillo, palada a palada, vamos construyéndonos y encontrando los sonidos de nuestra voz y de un posible diálogo con nuestros contemporáneos.
En este lugar en el que el psicoanálisis se me atraviesa en el cuerpo, en el lenguaje y en la vida, mis creaciones pasan de elegir textos tradicionalmente teatrales, es decir, textos dramáticos, clásicos y contemporáneos, universales y costarricenses, que conformaron la primera década de mi quehacer teatral como actriz y directora, puestos en escena en edificios teatrales, a una elección de mucho más alto riesgo: textos no tradicionales –poesía, novela, ensayo– como los de Marguerite Duras o Roland Barthes, de escritores iberoamericanos, con énfasis en poetas femeninas, puestos en escena y en espacios no tradicionales también. Esto me permitió dar un paso más lejos aún hacia la exploración en la dramaturgia escénica, casi desconocida en Costa Rica y a la creación de unipersonales, como la realizada sobre el personaje de Antígona o la versión del Hamlet de Shakespeare desde los ojos de Ofelia; o también, la búsqueda de una escritura de poemas, novelas y ensayos menos académicos, como éste.
Todas estas apuestas retan algunos conceptos teatrales, espaciales, estéticos e incluso ideológicos y creativos: ¿cómo enfrentar la acción, base del teatro por ejemplo, en un espectáculo con poesías?, ¿cómo dar participación propia a la danza, la música, la imagen fotográfica proyectada en un espectáculo escénico sin texto teatral?, ¿cómo encarar una trama con acción y conflicto a partir de la pulsión de muerte, como en Las muertes que soy, los cuentos de hadas en la conformación de la identidad femenina, como en Después de muchos años desperté y la calle era de cristal, la locura en el amor y accionar femenino, como en Dónde duele la cordura?
Pero más allá todavía, transformaron algo mío más profundo[2]. Cuando una se envuelve en procesos de creación artística abre infinitas ventanas de ese espacio contradictorio, habitado y pasional que llamamos, imprecisamente, el mundo interior, que es la primera estación de un viaje de regreso, de una ida a ninguna parte que siempre llega a alguna parte, al incursionar en ese desorden que mancha lo no dicho, lo silenciado. Es el intento de una sobreviviente de hablar con lo que su razón no le alcanza para saber o con lo que ha querido olvidar, haciendo presente lo invivible, lo imperdonable, lo no perdido a pesar de lo lejos que se haya ido para perderlo, en un intento –tal vez quimérico– de decidir si queremos retener o dejar ir lo que nos marca, las quemaduras de todo lo que hemos amado y perdido. En ese sentido, entendí que toda creación artística es la reescritura de una parte de una misma, un volver a dar nombre a ese pedazo que se ha quedado en el camino o que ha dejado, sin saber cómo ni por qué, de ser, o que insiste en continuar descociéndonos y ardiéndonos, más allá de todos los calmantes que le apliquemos persistentemente.
Y así como cada época tiene su propio concepto de la vida, del amor y de la muerte, así la lucha fundamental de cada artista es por lograr darle nombre propio a su sentido de la vida, del amor y de la muerte. Una lucha por nombrarse, por decirse, en primera persona, frente a sí misma y frente al mundo que le ha tocado vivir, en un intento de crear una historia que es el lado oscuro o inverso de «la historia», una realidad que es el lado oscuro o inverso de «la realidad», para lograr reescribirse en una historia distinta.
Esta reescritura, que se hace en el portal de alguna muerte: muerte de amor, muerte de pasado, de presente, de lo porvenir, como una espiral sin fin o como un laberinto interminablemente repetido, construye, destruye, reconstruye o deconstruye las infinitas maneras en las que una vive estos umbrales; buscando articular un diálogo personal, íntimo, con la propia imposibilidad, en una reescritura de lo que aparece como imposible, como frontera, porque la vida, el amor y la muerte, sólo son reinventables en el terreno inasible de la imposibilidad. Imposibilidad de olvidar, de recordar, de perdonar, de injuriar. Imposibilidad de amar, de odiar, de vivir y de morir. ¿Por qué este deseo de reescribir la vida y el destino ya vivido? ¿Por qué reescribirse continuamente? Mis creaciones son mis respuestas.
En este proceso y por extraño que suene, descubrí, además, que era mujer, iniciando un proceso de construcción de mi propia femineidad, a nivel estético, en la que me retumbaban muy adentro los ejes emocionales de la mirada desde lo femenino, el silencio y la palabra impuestos, pasando por el tamiz complejo, contradictorio, doloroso y lleno de placer que podía significar el ser mujer, en esa tierra de nadie que es el desorden ante la imposibilidad de encontrarse en la certeza, en la memoria, en la sexualidad, porque deviene marca de lo que no existe, de la invisibilidad.
En todas estas experimentaciones el psicoanálisis se constituyó, para mí, no en un saber teórico, sino en una herramienta excavadora y una interlocución creativa. Y lo sigue haciendo. En ese pasaje, más largo, lento, doloroso y peligroso que atravesar el estrecho de Escila y Caribdis o el viaje de retorno de Ulises a Ítaca y más aún desde las mujeres, por los ecos certeros de las palabras de Carmen Losa, “Penélope, sal de Ítaca, el mar también es tuyo”, descubrimos la certeza de que la construcción de una misma, es uno de esos procesos en los que se nos va la vida. Muchas terapias alternativas e institucionalizadas hablan de “ser una misma”, “tomar el control”, “ser la protagonista de tu vida”, sin saber, creo, que la literatura concibe infinitas maneras de construir personajes protagónicos, que tanto toman como punto de partida ser el que lleva a cabo la acción, como también quien la sufre y se encuentra a partir de su enfrentamiento con un antagonista y esa complejidad tiene alcances insospechados.
Hay protagonistas masculinos, como Edipo; femeninos como Medea; pero también grupales, como Las Ranas o Las Aves. En la contemporaneidad, la dramaturgia ha aportado nuevas complejidades: La mujer que cayó del cielo, de Rascón Banda, bordea dos protagonistas: Rita, la india tarahumara que cayó del cielo y Miguel Ángel Giner, quien la rescata del manicomio y el infierno; protagonistas desdoblados, como en Lorca en un vestido verde, de Nilo Cruz, donde encontramos seis protagonistas: Lorca en el limbo de la muerte, Lorca con sangre, Lorca como Mujer, Lorca en un traje blanco, Lorca en un vestido verde y Lorca en pantalones de bicicleta; dos caras de una misma moneda, como Vladimir y Estragón en Esperando a Godot de Beckett o protagonistas como el tiempo, en El tiempo y el cuarto de Botho Strauss. Y asimismo en mis dramaturgias escénicas donde, por ejemplo, en Soy como soy… y no hay remedio, espectáculo del 2024 sobre la vida y obra de la poeta costarricense Eunice Odio, creo tres protagonistas, todas Eunice. Y es que los interrogantes son claves: ¿quiénes somos cuando somos protagonistas de nuestra vida? ¿Somos únicas contra el mundo, compartimos el papel protagónico con alguien más, nos desdoblamos según la mujer que fuimos en algún momento de nuestro andar, contradictorias o complementarias, somos quienes realmente llevamos adelante la acción, quienes la sufrimos o espejos de quienes enfrentamos como antagonistas?
En toda esta problemática, mi quehacer en el Colegio de Costa Rica y mi cercanía con el psicoanálisis y todos los descubrimientos anteriores, a través de las actividades que he compartido con este saber y esta práctica vital, me ayudaron a ampliar la maravillosa frase de Joan Fontcuberta sobre la fotografía, al arte, la literatura y el teatro, es decir, que constituyen formas “de reinventar lo real, de extraer lo invisible del espejo y de revelarlo”. Y para ello, me reencontré en el mundo mágico del lenguaje, que tanto teatral como escritural, recogió algunas de mis huellas y fue tomando una forma personal, propia, mía, dando lugar a lo que vivía desde la adolescencia, pero sin la conciencia de su articulación estética e ideológica en mí: que la búsqueda/hallazgo del lenguaje de la creatividad y la locura, son partes vitales de ese tránsito y por ello, partes también del patrimonio personal de todo creador y de todo ser humano, con el que tenemos que producir. Patrimonio que no solo no es ajeno, sino que además de ser propio, nos pertenece y nos da sentido de pertenencia, llegando hasta la posibilidad de constituirse en herramientas que entretejan esa escisión que nos lleva a buscar una identidad, un sentido y una voz posible y desde allí, compartirla con los interlocutores que encontremos en los caminos.
Y aunque, como afirma Brea (auras 47), “el lugar problemático del arte actual sea la desaparición del hombre -ese invento reciente, como descubrió Foucault- del universo del discurso”, “desaparición del sujeto –no sólo como objeto–, sino incluso como posición en la herida del discurso”, así he intentado hacerme cargo de mi cincel en la fractura del discurso tradicional, buscando el desciframiento del sentido de mi existencia. Y haraposo y evanescente, como define José Luis Brea (BREA, 2007) a los autorretratos de Van Gogh, al no mostrarnos su existencia sino su evanescencia, este proceso implica salir de la liminalidad, poniendo en imagen y palabra los trayectos internos de mi biografía, hablando en primera persona, como sujeto y no como objeto.
La creatividad y la locura de García Lorca escribieron, “el sueño va sobre el tiempo flotando como un velero”. Yo, en este hoy, presente, atestiguo que aquel sueño, 29 años después, sigue navegando con viento fresco, nombrando un bucle más en ese rol para el que, un día, en un paisito pequeño, sigo agradeciendo el haber sido convocada porque significó, en mi vida, el haber conjurado a esa yo invisible que, desde el espejo, buscaba cómo recuperar y reconstruir, desde su condición de mujer, el ser parte significante y activa en el universo y la herida del discurso.
Conferencia de Jean Allouch: Enséñame a dejar atrás mi locura. In$cribir el psicoanálisis. Año 3. Nro 5. Enero-Julio. Costa Rica, 1996. Asociación Costarricense para la Investigación y el Estudio del Psicoanálisis (ACIEPs). Costa Rica, 1995.
Conferencia publicada en versión digital. En el margen, revista de psicoanálisis. Buenos Aires, 2024. https://wordpress.com/post/enelmargen.com/13431
[1] Ver Anexo.
[2] Este fragmento retoma aspectos de mi ensayo La estética femenina o la reescritura de lo imposible.
Bibliografía de referencia:
BREA, J. L. El tercer umbral. Estatuto de las prácticas artísticas en la era del capitalismo cultural. Se publica como copia de autor para descarga libre en www.joseluisbrea.net/ediciones_cc/3rU.pdf en julio 2009 bajo licencia Creative Commons: www.creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
BREA, J. L. Las auras frías. El culto a la obra de arte en la época postáurica. Se publica como copia de autor para descarga libre en www.joseluisbrea.net/ediciones_cc/3rU.pdf en abril 2009 bajo licencia Creative Commons: www.creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
FONTCUBERTA, Joan. (2000) El beso de Judas. Editorial Gustavo Gili, S.A., Barcelona, España.
GARCÍA LORCA, F. (1954) Obras completas. Editorial Aguilar S.A. de Ediciones, Madrid, España.
Anexo:
Recuento de mis actividades con y desde el psicoanálisis
1. Organización de conferencias con invitados internacionales incluidas en Seminarios:
Julio 31 1995: Conferencia de Jean Allouch, Enséñame a desistir de mi locura. Colegio de Costa Rica, ACIEPs, Embajada de Francia, Instituto Cultural de México.
Noviembre 2 1996: Conferencia de Helí Morales El laberinto de la memoria. Colegio de Costa Rica, ACIEPs.
Agosto 27 1997: Conferencia de Guy Le Gaufey La imagen de sí. Colegio de Costa Rica, ACIEPs, Embajada de Francia y de México.
2. Espectáculos que formaron parte de actividades psicoanalíticas:
Octubre 30 1996: Espectáculo El mal de la muerte, de Marguerite Duras y Luis Thenon, traducción y dirección de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz, para la inauguración de las Terceras Jornadas Psicoanalíticas Embrollos de la Subjetividad, Colegio de Costa Rica y ACIEPS.
Junio 26 1997: espectáculo dirigido y con María Bonilla e imágenes de Ana Muñoz, para la presentación del libro El fuego de Eros de Rafael Perez y conversatorio posterior con Ginnette Barrantes, Sandra Jiménez, Mario Schumacher y Liliam Garro. Colegio de Costa Rica y ACIEPs.
Octubre 10 1997: espectáculo dirigido por María Bonilla y con imágenes de Ana Muñoz, para la presentación del libro Sujeto y estructura, Lacan, el psicoanálisis y la modernidad de Helí Morales, Colegio de Costa Rica y ACIEPs.
Organización, planeamiento y realización de dos actividades que incluían la visita de invitados internacionales, un Coloquio con espectáculo teatral incluido y publicación del cuaderno Trazos: Ofelia, en el Teatro de Bellas Artes del 7 al 10 de noviembre del 2000, con el espectáculo Ofelia, bajo la dramaturgia y dirección de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz y actuación de Tatiana Sobrado, Erica Rojas, Moy Arburola, Karen Poe y María Bonilla y conversatorio con la participación de Ginnette Barrantes, Rafael Perez, Anacristina Rossi y José Pablo Umaña, con la UCR y La mirada, en el Teatro de Bellas Artes del 21 de octubre al 3 de noviembre de 2000 con el espectáculo En la otra orilla de la luz, dramaturgia, dirección y actuación de María Bonilla e imágenes de Ana Muñoz y la participación de Benjamín Mayer, Evgen Bavčar, Aurelia Dobles, Rodrigo Fernández, Roxana Hidalgo, Karen Poe, Ginnette Barrantes, Anacristina Rossi, José Pablo Umaña, Gabrio Zappelli. Con la UCR, el Instituto 17 (México) y la Universidad Veritas.
Producción y realización de Marguerite, ponencia espectáculo-teatral sobre Marguerite Duras, basado en las obras “El mal de la muerte”, “Navire Night” y “La vida material” de M. Duras y frases de Jacques Lacan, Jean Allouch y Daniel Anzieu, dramaturgia y dirección de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz, con Jean Pierre Martén, Lolita Aguilar, Moy Arburola. En la Alianza Francesa, en el marco de las conferencias Lacan y sus contemporáneos.
Producción y realización de Diálogo escénico con Roland Barthes, ponencia-espectáculo teatral en el marco del seminario Pensamiento francés contemporáneo, sobre La cámara lúcida de Roland Barthes, dramaturgia, dirección y actuación de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz. En la Alianza Francesa, 2000, conversatorio con Ginnette Barrantes, Karen Poe, Rafael Perez, Manuel Picado, Jorge Hernández.
Producción y realización del espectáculo Peregrina de mí en el marco de la celebración de los 100 años de la publicación de Freud, La interpretación de los sueños. Producción de Teatro UBÚ, SÍ Productores, Centro Cultural de España, en el Centro Cultural de España, 2000, con dramaturgia y dirección de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz y actuación de Sara Astica, María Chaves y Maritza Toruño.
Producción y realización del espectáculo Velado y oscurecido mi nombre, en la Casa Refugio Citlaltepec (México) con el Instituto 17, en el marco de la Maestría en Teoría Psicoanalítica, dramaturgia, dirección, actuación de María Bonilla, imágenes de Ana Muñoz y con Tatiana Sobrado, Erica Rojas y Moy Arburola.
Producción y realización del espectáculo Yo soy aquélla a la que llamaron Antígona, dramaturgia, dirección y actuación de María Bonilla e imágenes de Ana Muñoz, en el marco del Coloquio La intratable Antígona, setiembre 2010 y conversatorio con Ginnette Barrantes (Costa Rica), Patricia Garrido (México), Annick Allaigre (Francia) y Adriana Baschuck (México). Producción de Teatro UBÚ, SÍ Productores, Instituto Cultural de México.
3. Publicaciones:
3.1. En Los caminos del arte, del Colegio de Costa Rica, publicación dirigida por María Bonilla, de: El imposible objeto del deseo de Jean Allouch, artículo de Ginnette Barrantes (Número 25-1995) ¿Por qué la escritura? de Ginnette Barrantes (Número 33-1997)
3.2. En Trazos, cuaderno con artículos interdisciplinarios de literatura, teatro y psicoanálisis de, entre otros, María Bonilla, Ginnette Barrantes y Karen Poe, dedicados a: Ofelia y La mirada.
3.3. En Inscribir el psicoanálisis: Guion sobre el espectáculo de Marguerite Duras, de María Bonilla.
3.4. Página Literal: Diálogo con Roland Barthes guion de María Bonilla.
3.5. Con SÍ Productores en Tinta en Serie, Visiones y Versiones Dramatúrgicas: Yo soy aquélla a la que llamaron Antígona, 2010, que incluye el texto de la obra, presentación del sociólogo Luis Lázaro y artículo de Ginnette Barrantes y La luna mira: diálogos y disquisiciones entre la escena y el diván, con la psicoanalista Ginnette Barrantes, 2015.
- Seminarios internacionales:
En la Maestría de Teoría Crítica y Psicoanalítica, Universidad Anahuac (México) e Instituto 17 (México) dos seminarios intensivos impartidos por María Bonilla: Los rostros de Eros en el teatro y Hamlet, cada uno de una duración de un mes, cinco sesiones por semana de cuatro horas cada una.
En Siglo XXI Editores (México) el Seminario Hamlet (cinco sesiones de 4 horas cada una), entre María Bonilla y la psicoanalista Susana Bercovich (México).
- Foros:
Con Transmutaciones Clínicas, foro después de La mujer que cayó del cielo, producción de Teatro UBÚ, SÍ Productores y Compañía Nacional de Teatro, en Teatro La Aduana, con Ginnette Barrantes y Rafael Perez, con presencia del autor, Víctor Hugo Rascón Banda, la directora María Bonilla y el elenco: Manuel Ruiz, Jean Pierre Martén y Juan Carlos Calderón, sobre el tratamiento psiquiátrico e institucionalizado de lo que llamamos locura.
- Docencia-administración:
Como Directora de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, María Bonilla estableció en 4to. año un curso sobre metodologías psicológicas y psicoanalíticas útiles en el proceso creativo teatral, profesoras invitadas: Alexandra de Simone y Ginnette Barrantes.