Cuidado Editorial: Gerónimo Daffonchio
Imagen de portada: Tosa Mitsuoki
Este texto fue editado, revisado y autorizado por el autor
El 30 de julio de 1995 Jean Allouch inauguró su seminario en la Casa de México en San José, Costa Rica, con una conferencia pública muy concurrida al final de una tarde lluviosa. El título era “Enséñame a dejar atrás mi locura”, una clara referencia al relato de Kensaburo Oé publicado en español con el título “Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura”[1].
En conjunto, recuerdo el seminario como una presentación de su libro, todavía sin traducir en aquel momento, Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca[2]. Este título anunciaba una escritura nueva, más literaria que teórica; una promesa, que hoy sabemos cumplida, de un aporte para el ejercicio del psicoanálisis que lo transformó. Así indico el acto. Lo que mi título se propone no es más que un intento de presentar la conferencia desde sus efectos en mi experiencia, incluido este intento de lectura.
Sin perder de vista el surco de Allouch, me pregunto: ¿Se trata de una enseñanza? Una pregunta que surge advertida por el libro Lacan y su alumno erizo. Transmaître[3].
Leo el primer párrafo de la conferencia[4]:
A juzgar por la gente presente aquí, el tema de esta conferencia es pertinente. Las cosas no sólo son pertinentes en sí, sino que se vuelven pertinentes. Por ejemplo, para volver pertinente el problema de “La Traviata” tuvo que ocurrir un suceso y luego una novela, “La Dama de las Camelias”, escrita por Alejandro Dumas, enseguida una obra de teatro basada en la novela y finalmente el guion de Verdi, y la música de “La Traviata”[5].
Esta secuencia no es escolar: grado 1, grado 2, grado 3. Para un lector de Marguerite Duras es una secuencia creativa: suceso, novela, obra de teatro y luego película; o incluso alguna vez otra novela después de la película; o una crónica periodística antes de la novela.
Además, en la experiencia de la fábrica del caso también un suceso inicia las cosas: primero el crimen de las hermanas Papin, luego Las Criadas de Genet y otros materiales, hasta llegar a la Fábrica del caso. Y claro, no se puede dejar de lado el suceso “Marguerite Anzieu apuñala a famosa actriz de teatro”, luego el estudio del caso por el Dr. Lacan para su tesis de doctorado en psiquiatría, y después el propio Allouch escribe su libro Marguerite o la Aimée de Lacan[6]. De estos ejemplos el único momento académico es la tesis que orientó a Lacan al psicoanálisis.
El segundo párrafo parece confirmar la línea literaria de la indagación:
La cuestión muestra que lo que vamos a tratar es un poco así. Al principio fue el verso del poeta Auden, luego Kenzaburo Oé, aisló este verso, después trabajó sobre este verso y, finalmente, esta noche, entre Inglaterra, Japón y Francia, desembarcamos en Costa Rica[7].
Y en el tercer párrafo declara:
Voy a tratar de examinar cómo en el occidente moderno se intenta una respuesta a esta cuestión[8].
Así es como Allouch recibe y presenta la locura, como una pregunta a la que occidente ha intentado responder. Inicia su examen con su experiencia de un suceso, luego traerá otro de la literatura. Los llama “dos hechos cotidianos”; creo que la frase es una indicación clínica: la locura en la vida cotidiana, que no solo evoca a Freud, también a Lacan, Foucault y Michel de Certeau.
Introduce a continuación el suceso:
Primero, algo que me pasó hace poco en un hospital psiquiátrico de Paris, donde estuvo hospitalizado el Marqués de Sade. Se trata de una joven mujer que fue internada contra su voluntad -como se dice en la Francia de hoy: a la demanda de un tercero- después de romper todo lo que había en un apartamento[9].
Esta última vuelta a la locura me permite, creo, bocetar un arco que comienza con esta conferencia y llega a su artículo “El grado cero de la censura”[10], para continuar con la pregunta: ¿Para atender a la locura es necesaria una enseñanza, una meditación, una indagación, un ejercicio de entretejer lecturas y escrituras? En este suceso el orden del discurso se apoya en la protección de niños para internar a la madre y despojarla de su custodia, ahí aparece el Allouch de “Dejar caer a los niños”[11] en contra de las opiniones de psicopedagogos y psiquiatras, así como de las decisiones de los jueces. La pregunta del siguiente párrafo da una clave en la dirección contraria a la respuesta de occidente:
Evidentemente, esto plantea la cuestión de ¿Quién es el loco en esta historia? ¿Es la mujer que fue declarada e internada o todo el aparato pedagógico y judicial que se puso al servicio de la abuela en nombre de la felicidad de los niños?… Hay una razón por la cual ella rompió todo[12].
Por ahora me interesa el asunto de la enseñanza y el aparato pedagógico, tal como lo Allouch lo señala, puesto en marcha a nombre del bien de los niños. No parece que la pedagogía en juego pueda ser el discurso que acoja la locura como interrogación.
En cambio, el segundo don, así lo presenta Allouch a su público de esa noche:
Quisiera darles algunos “flashes” para introducir lo siguiente. Esto no es algo que me ocurrió a mí directamente, sino que lo cuenta un escritor, Thomas Bernard uno de los principales novelistas austriacos. La literatura es muy importante nos ofrece rejillas o puntos de referencia o de lectura para saber lo que está pasando[13].
Experiencias, iluminaciones, lecturas, ocurrencias entretejidas de formas diferentes; no apela a la química, ni a las neurociencias. En la historia del psicoanálisis, la tensión entre una explicación orgánica y una acogida con el diálogo de la locura comienza en Freud ─“los escritores lo dicen primero”─, de un lado, y de otro su llamado cientificismo, todavía estudiado. La misma tensión la encontramos en La novela de Lacan de Jorge Baños Orellana[14]: forcejeos por parte de Lacan con profesores y compañeros durante toda su vida. Roudinesco[15] historiza el interés de Lacan por Biswanger durante sus años de formación en psiquiatría a partir de su decisión de dar en su clínica espacio a la ciencia y la fenomenología de Husserl, tan clara en la cura de Aby Warburg[16].
En la historia del cartero prudente narrada por Bernard, también se trata de la vida cotidiana y de lo que sucede cuando algunos la intervienen de una forma que lo cambia todo, a veces de una forma casi imperceptible.
Otro punto que Allouch atiende en el relato es el del saber y cómo pueden leer el artículo. Aquí también está implícito el tema que me ocupa: ¿cómo se forman los carteros?
Hay dos tipos de cartero: uno, que se imagina que no sabe exactamente lo que hace y transporta noticias cuyo contenido ignora. Noticias que, en general, son malas […].
¡Qué oficio! Pasarse la vida llevando malas noticias a las personas. El cartero de la historia de Thomas Bernard sabía lo que hacía y tomaba muy en serio su oficio de cartero. Era el único en todas las cuadrillas o brigadas de carteros en toda Austria, que tenía una visión subjetiva de su oficio y lógicamente miraba las cartas que debía entregar y las que le parecían malas noticias, no las entregaba, las quemaba. ¡Era un benefactor de la humanidad! El problema es que la administración de correos no estaba de acuerdo. Lo tacharon de loco y lo encerraron en un asilo psiquiátrico[17].
El hospital, que era moderno, aceptó la solicitud del cartero para seguir usando su uniforme; siguiendo el método de Pinel, que es el tratamiento moral de la locura, alguien del personal escribía cartas solo para que el cartero pudiera distribuirlas a los otros enfermos. Jean Allouch señala algo de importancia: no se sabe si le habían dado algo para que pudiera quemar algunas, pero no parece. Si distribuía o no las cartas adecuadamente no es lo que le importa a Thomas Bernard, lo que lo llevó a transformar los sucesos en literatura fue lo siguiente:
Le preguntaron al enfermo por qué tenía tanto empeño en distribuir las cartas aún en el hospital y el dio una respuesta que perturbó mucho a Bernard, el enfermo dijo: es para no volverme loco[18].
En su entrada, como se dice en el teatro ─era su primera vez en Costa Rica─, Allouch deja claras dos cosas: que está de acuerdo con que el encuentro con la locura perturba a quien, a diferencia de las autoridades, toma los hechos sin un saber previo, sin un dispositivo al uso, y por eso acoge las explicaciones del llamado loco acerca de lo ocurrido. Ante las risas del público con la respuesta del cartero, propone tomar en serio el miedo del loco a volverse loco; al contrario de los psiquiatras que lo saben, pero no dan cuenta de ello.
Y aquí formula una pregunta que palpita en todo su trabajo:
¿Qué es la locura, si el más loco entre los locos está habitado por el temor de volverse loco?[19]
Una pregunta, no una respuesta, no una enseñanza; una pregunta que parece responder al pedido “enséñame a dejar atrás mi locura”, que parece venir del miedo a la locura y como tal la recibe Allouch, una a una, transformándola en una pregunta que lo lleva a declarar:
La dificultad para localizar la locura, nos solicita, nos lleva a ver el lado de la historia[20].
Ese nos, como verán, nos incluye.
¿Quién nos enseña cómo dejar atrás la locura? Hay muchas instituciones y muchos aparatos para esto. Antes, hasta no hace mucho tiempo, era la religión. De hecho, no hace mucho, y aún esto no ha terminado. Pero hoy día el aparato al que le corresponde se llama Psiquiatría, y encarna ante la locura una respuesta que se llama estoicismo.
¿Cómo vérselas con la locura? Bueno, seamos estoicos. Lo que estoy diciendo es una verdad histórica. Sabemos que Pinel, el fundador de la Psiquiatría, sabía mucho de antigüedades grecorromanas, leía mucho a Cicerón y esos eran sus puntos de referencia. Para ver cómo la Psiquiatría trata de responder a nuestra pregunta de esta noche, debemos irnos hasta Erasmo y su Elogio de la locura.
Para que sitúen lo que hace Erasmo, Tomás Moro es el autor de la Utopía, es un Rabelais, es la versión crítica de San Jerónimo. Alguien que sostenía que no todo lo que estaba en los textos sagrados era la palabra del Evangelio.
El Elogio de la locura, es algo que creo que los psicoanalistas pueden reivindicar. Primero el libro fue pensado a partir de un juego de palabras. Erasmo viene en un coche de caballos desde Italia a Francia. Este viaje muy largo lo ponía a soñar y en un momento piensa en su amigo Tomás Moro y su pensamiento es Moria, asociación de ideas, y en lugar de seguir soñando dijo voy a escribir el elogio de Moria, es decir que era un acto, una cosa que lo acerca también al psicoanálisis, es hacer algo serio con cosas frívolas. Y por lo demás escribe su Elogio de la Locura, escribiendo lo que se le viene a la luz. Están en su texto las ideas fundamentales del psicoanálisis diga todo lo se le pase por la cabeza por más frívolo que le parezca. Hay algo serio en la frivolidad. No es como los escritores estoicos. El escritor estoico escribe en cambio lo que le parece oportuno.
El Elogio de la Locura también es algo que los hispanohablantes podemos reivindicar. La influencia de Erasmo en España, estudiada por Marcel Bataillon en su libro sobre la historia espiritual del siglo XVI, cuyos autores fueron muy pronto conocidos en Iberoamérica y clásicos de nuestra lengua, desde Santa Teresa, San Juan de la Cruz y, por supuesto, Cervantes, por citar algunos que encontramos en distintos momentos del trabajo de Allouch. Veamos:
Voy a presentarles unas tesis que introduce Erasmo
Primera Tesis: Muy antiestoica, más bien no estoica. Es honorable ser atacado por la locura.
Una tesis terrible, para ponerse a reflexionar
Segunda tesis: menos radical:
El que no está loco, está excluido. Esta excluido el no loco
La locura es necesaria para toda experiencia: tomar una mujer, hacer un niño, tomar el poder, dar una conferencia. Y si uno se pone a reflexionar cinco minutos, no lo hace… Para casarse, la locura nos tiene que ayudar, es decir que nada importante en la vida se hace sin la locura[21].
Cervantes llega a la misma conclusión, solo que agrega una medida: “Nada importante en la vida se hace sin una pinta de locura”, y para que no haya duda de que estamos en la dimensión del acto leamos a San Juan de la Cruz, antes de llegar a la tercera tesis:
El saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás lo pueden saber;
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
La locura se conoce más a sí misma, mucho mejor de lo que la conoce nadie[22].
Poco a poco voy llegando al tema de esta lectura escrita: conocimiento, saber y enseñanza interrogada.
También esta tesis es bastante inaudita. Hay en ella lo que los psicoanalistas van a describir siglos más tarde, es decir la transferencia. La determinación del lugar donde uno supone que hay un saber. Entonces en esto hay algo muy claro, el lugar donde está el saber no es Dios, no es la religión, es el loco. Entonces Erasmo escribe frases como esta “Entre más loco esté uno más feliz es”. Evidentemente él sabe que eso no se sostiene completamente y para que se sostenga va a introducir en la locura una división, una hendidura. Va a distinguir Moria, la locura benéfica, la que acompaña toda acción (¿acto?), de la furia, la del furor, lo contrario, una locura maléfica.
Una de las tesis principales de Erasmo, va a encontrar en esta distinción una repartición. La tesis es la siguiente: “nadie está loco más que adrede”. Para Erasmo esta tesis es verdadera para Moria, la tesis se aplica en el caso de la locura Moria, pero para la Furia, esta tesis no es verdadera[23].
De Erasmo, Allouch va directo al psicoanálisis:
Estoy insinuando que hay que plantearse si el psicoanálisis tiene la respuesta a la pregunta: “Enséñame a dejar a dejar atrás mi locura”. Evidentemente no. Si el psicoanálisis tuviera la respuesta a esta pregunta se sabría…Y si los otros candidatos a una respuesta la tuvieran, también todos lo sabrían […].
¿Qué puedo yo dar como respuesta en esta conferencia? En términos lacanianos se puede decir que no hay ninguna razón para que nadie se ponga en posición de dar respuesta a esta pregunta y el no poder responder a ella, es decir al recusar que pueda haber una enseñanza sobre cómo sobrevivir a nuestra propia locura, es diciendo que para eso no hay ninguna enseñanza que sea válida.
Al hacer esto, aquel que se plantea la pregunta o la demanda, puede avanzar en su propia pregunta, es decir, darse cuenta que se plantea en él a propósito, para decirlo de otra manera, que no hay más que una respuesta particular[24].
Una respuesta particular descarta una general y con ello, aparentemente, una enseñanza. Lo cierto es que Jean Allouch no dejó de meditar la dimensión de la enseñanza y en 2020 publicó en francés el libro Lacan y su alumno erizo. Transmaître. Uno de sus dos epígrafes es una frase de Michel Foucault: “El maestro es por supuesto el Logos mismo, el mismo discurso que va a dar acceso a la verdad”.
La primera frase de la introducción es de Lacan a un alumno, no a todos: “Mis alumnos – dijo un día Jacques Lacan a uno de ellos – si supieran a dónde los llevo, estarían aterrorizados”[25].
Muy a su estilo, indica el gesto de Lacan que toma de la mano a su alumno como un día lo hizo con el pintor Rouan, así como Dante al evocar a Virgilio: “Luego tomó mi mano con la suya con gesto alegre, que me confortó, y en las cosas secretas me introdujo”[26].
Y se interroga: “¿Acaso ya Lacan habitaba ese lugar cercano o lejano o cercano y lejano a la vez? Y si él ya lo habitaba, ¿cómo podía estar asimismo en otro lugar, allí donde podía tomar de la mano a sus alumnos?[27]”
No es menor la pregunta, y seguro descarta para Jacques Lacan una idea del maestro que instruye. Leamos:
“Adonde los llevo” la acometida era propiamente hablando, “educativa” (educación, de educare, ex-ducere, “conducir hacia delante”), nunca reconocida de manera explícita como tal. ¿Quién hubiera pensado a Jacques Lacan como educador? La serie de seminarios traza, o más bien abre un recorrido a través de un paisaje que cambia sin cesar. Son tantas y tan numerosas las veces en las que el seminarista anunciaba “dar un paso más” o “el paso siguiente”, deseando ser seguido y ocupándose de serlo (en vano, como lo atestigua la disolución de la École freudienne). Se tendría que dedicar mucho tiempo para pormenorizarlas. ¿Adonde quería ir, no solo, sino en conjunto con sus “alumnos”? Porque la concepción de una educación que, en un momento dado, dejaría al alumno avanzar solo, está excluida aquí desde el inicio, ni siquiera contemplarla a partir de que Lacan distingue, no obstante, dos etapas en el recorrido de los que hacían el control con él…[28]
Elegí estas líneas de la introducción porque esta propuesta de lectura es acerca de la introducción al seminario en San José en 1995, cuyo tema es el de una enseñanza posible para dejar atrás la locura; es un pedido más de guía, de una orientación en un camino, más que de una lección. Lo que creo que importa es lo que indica del camino que Jean Allouch propone y sigue para situar la función de Jacques Lacan.
Para concluir, unas líneas más de la introducción del libro sobre el alumno erizo:
…Un seminarista puede ser percibido, en el mejor de los casos, como un primum inter pares, un maestro que no tiene pares (sin detenerse demasiado Lacan señalaba la dificultad de Hegel para delimitar lo que sería una sociedad de amos [maitres]); un maestro tiene discípulos, al menos uno (Dante para Virgilio, Eloísa para Abelardo, Maupassant para Flaubert, Hannah Arendt para Heidegger. Levinas para Chouchani, etcétera). A lo largo de los sucesivos seminarios se fue perdiendo poco a poco este inter-pares, esta colegialidad, Jacques Lacan se encontraba cada vez más como un maestro, cada vez más solo al hablar abriendo un camino[29].
Y por supuesto el recorrido continúa.
Allouch recuerda el ambiente del 3 de diciembre de 1968 cuando Lacan, invitado a la universidad recién instalada en Vincennes, responde a una estudiante que lo interroga:
¿Por qué los estudiantes de Vincennes, al final de la enseñanza que se supone han recibido, no pueden devenir psicoanalistas? Responde: Es justo lo que voy a explicar, señorita. Justo de esto se trata. Porque el psicoanálisis no se transmite como cualquier saber”. Luego declara que “el psicoanálisis tiene una posición que encuentra poder ser eventualmente la de un discurso”.
El psicoanálisis no se enseña como otros saberes, tampoco enseña otro saber, esta respuesta podría bastar para decir que Jacques Lacan no fue un maestro. Ahora solo voy a presentar dos argumentos, dos indicios, tal vez, de un camino posible. El primero es un anuncio editorial de 1959: el libro de Heidegger De Camino al Habla[30], por su título en español, y del que Lacan tradujo al francés un capítulo, “Logos”, y se encargó de que el libro completo se publicara en Francia.
Después de leer el libro pensé, y todavía lo pienso, que es un libro que iluminó el trabajo de Lacan. Presento dos párrafos:
Para comenzar, escucharemos unas palabras de Novalis. Se encuentran en un texto que él ha titulado “Monólogo”. El título alude al secreto del habla: el habla habla única y solitariamente consigo misma. Una frase del texto dice: “Precisamente esto, lo que el habla tiene de propio, a saber, que sólo se ocupa de sí misma, nadie lo sabe”.
Si lo que ahora se intenta decir se entiende como una secuencia de enunciados sobre el habla, no será más que una cadena de afirmaciones sin probar y científicamente indemostrables. En cambio, si hacemos la experiencia del camino al habla a la luz de lo que, haciendo camino, se da con el camino, entonces podría darse el supuesto en virtud del cual el habla nos inspira, en lo sucesivo, un sentimiento de extrañeza y que nuestra relación con ella se manifiesta como La Relación. (…o sea, el Sostenimiento de todas las relaciones)[31].
Para concluir este camino, atendiendo el que fue el de Jean Allouch, intento seguir sus huellas en esta lectura de la transcripción de su primera conferencia en Costa Rica en 1995. Un camino que interpela el ejercicio con la palabra de Jacques Lacan, en clave de interrogación: ¿Fue acaso un maestro? Y llego a la parte final de su artículo “El grado cero de la censura”:
En lo que a mí respecta leí, en un epigrama de Marcial dirigido a un tal Prisco, cómo mi relación con Lacan se fue transformando con el tiempo (eliminé el nombre de Prisco para poner en su lugar el de Lacan).
Cuando te conocí,
Te llamaba Señor y Maestro
Me enseñaste a conocerte:
Eres Lacan desde entonces[32]
No tengo tiempo para examinar la paradoja que indica lo singular de la experiencia, me limito a dejar una marca, continuar la lectura y concluir con las palabras de Allouch:
Hoy me doy cuenta de que, a lo largo de estos sesenta años dedicados a la lectura de Lacan, mi relación con él ha cambiado. El maestro que a mis ojos nunca fue dio paso a alguien que hablaba y que se llamaba como lo señalamos hoy, Jacques – Marie Lacan- ¡Es bastante tonto! Y no es en modo alguno menospreciar el alcance de su decir, sino todo lo contrario, admitir que no dispensaba saberes psicoanalíticos de cabo a rabo, sino que lo que adelantaba era también el decir de alguien en ocasiones analista[33].
Conferencia de Jean Allouch: Enséñame a dejar atrás mi locura. In$cribir el psicoanálisis. Año 3. Nro 5. Enero-Julio. Costa Rica, 1996. Asociación Costarricense para la Investigación y el Estudio del Psicoanálisis (ACIEPs). Costa Rica, 1995.
Conferencia publicada en versión digital. En el margen, revista de psicoanálisis. Buenos Aires, 2024. https://wordpress.com/post/enelmargen.com/13431
Referencias y Bibliografía
[1] Oé, K. Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura. Barcelona: Anagrama; 2006.
[2] Allouch, J. Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Buenos Aires: El cuenco de plata; 2011.
[3] Allouch, J. Lacan y su alumno erizo. Transmaître. México: Editorial me cayó el veinte; 2021.
[4] Allouch, J. Enséñame a dejar atrás mi locura. Inscribir el psicoanálisis. 1996; 3(5): 75-86.
[5] Ibid., p. 78.
[6] Allouch, J. Marguerite o la Aimée de Lacan. Buenos Aires: El cuenco de plata; 2008.
[7] Allouch, J. Enséñame a dejar atrás mi locura. Inscribir el psicoanálisis. 1996; 3(5): 75-86, p. 78.
[8] Ibid., p. 78.
[9] Ibídem
[10] Allouch, J. El grado cero de la censura. Me cayó el veinte. 2022; 45.
[11] Allouch, J. Dejar caer a los niños. Me cayó el veinte. 2022; 35.
[12] Allouch, J. Enséñame a dejar atrás mi locura. Inscribir el psicoanálisis. 1996; 3(5): 75-86, p. 79.
[13] Ibídem.
[14] Baños Orellana, J. La novela de Lacan. Buenos Aires: El cuenco de plata; 2013.
[15] Roudinesco, E. Jaques Lacan: Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Barcelona: Anagrama; 2021.
[16] Binswanger, L., Warburg, A. La curación infinita: Historia clínica de Aby Warburg. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora; 2008.
[17] Allouch, J. Enséñame a dejar atrás mi locura. Inscribir el psicoanálisis. 1996; 3(5): 75-86, p. 80.
[!8] Ibid., p. 81.
[19]Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Ibid., p. 82.
[22] Ibídem.
[23] Ibid., p. 83.
[24] Ibid., p. 85.
[25] Allouch, J. Lacan y su alumno erizo. Transmaître. México: Editorial me cayó el veinte; 2021, p.
[26] Ibid., p.
[27] Ibid., p.
[28] Ibid., p.
[29] Ibid., p.
[30] Heidegger, M. De camino al habla. Barcelona: El Serbal; 2002.
[31] Ibid., p.
[32] Allouch, J. El grado cero de la censura. Me cayó el veinte. 2022; 45, p.
[33] Allouch, J. Lacan y su alumno erizo. Transmaître. México: Editorial me cayó el veinte; 2021, p.
Muy bello texto sobre la transmisión
Me gustaMe gusta