Imagen: Deviantart
Cuidado editorial: Gabriela Odena
Hasta yo, o sobre todo yo, me traiciono
A. Pizarnik
Un trípode que forman las tres T, tres patas articuladas entre sí, que revelan, gritan lo que no anda, lo que cojea.
La transmisión
Transmisión del deseo que se sostiene por y para el (O)otro: Deseo-castración.
Transmisión de la falta y de lo incomprendido de la ley.
Transmisión de los pecados del padre, en las órdenes locas del Superyó: sus deudas, sus fracasos, sus insuficiencias, sus debilidades, sus traiciones, sus contradicciones y… la lista continúa.
Transmisión de la insuficiencia que se revela en los estallidos narcisistas.
Transmisión que hace síntoma, que dice a su modo -transacción- que no sólo hay pecados, también hay nombre del padre.
Transmisión en un análisis de la convicción en la existencia del inconsciente.
La traición
“… vuestro deseo es cornudo, eres tú mismo el cornudo, el traicionado porque tu deseo se acuesta con el significante[1]”.
Traición del significante que representa al sujeto, y así lo excluye incluyendo.
Traición, cuando hay desasimiento del Otro, corte, imposibilidad de identidad con las palabras donadas, con el llamado. Herejías que liberan de la autoridad de los padres: ellos no lo sabían (es ésta una marca de la castración). Los padres no conocen sus pensamientos y en el instante de la separación él tampoco los conoce, se separan los pensamientos de sí.
El “me traiciono” del epígrafe revela que no se trata sólo de traicionar a otros, si no que también se traiciona a la palabra amorosa, empeñada, dicha, dirigida. Palabra qué -en un análisis- es como un clavo: si cede… no penetra, pero al penetrar quedaría mordida por una otredad que la enajena de sí. El emisor recibe su mensaje en forma invertida. Es la no identidad entre la palabra enunciada y la enunciación.
La traducción
Hay un “no” del padre al todo podría ser comprendido-traducido desde la lengua materna. Hay un resto intraducible y operativo. Un falo fallido (redundancia: todo falo…falla). Un carozo del (“no”) ser que insiste:
El síntoma es enigma, opacidad y extrañamiento de sí: nos extraña de la lengua materna, incrusta un quiste extraterritorial. Inaugura así lo intraducible, un límite a “todo puede ser traducido”, por eso es también nombre del padre.
No se comprende//No se traduce//No se conoce
Un “no” que instala que no hay traducción completa, que destierra un “yo lo parí-yo lo conozco”.
Un límite que puja a un trabajo que se satisface (sublimación) al costado (â cotê). Empuje a una nueva palabra que nace -neo creación traicionera- nombrando lo que todavía no estaba, lo que estaba por estar.
En el escrito La agresividad en psicoanálisis, Lacan relata el estallido feroz de una madre que cuando se entera que su hijo es homosexual, lanza un grito de tigresa: ¡y yo que pensaba que él era impotente!
Con el “no” del padre[2] hay singularidad y vida privada, sin el “no” hay privación del vértigo de una vida deseante.
[1] Lacan J., Seminario 5, Las formaciones del inconsciente, pág. 152, Paidós, Buenos Aires 1999.
[2] Recordemos que hay un juego de homofonía en francés entre No y Nombre (Non / Nom).
Daniel Rubinsztejn. Psicoanalista. Dr. en Psicología (UBA) y Profesor titular en la maestría de psicoanálisis de la Universidad Nacional de Rosario. Autor de Psicoanalisis, una práctica imperfecta (2000), Modos de abstinencia (2006), De una práctica que no sería una ciencia (2012), Variaciones del sujeto (2021), El analista sin tejado (2022).
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