Imagen de portada: «Why reach for the stars when you can nap under a cloud?» de Marcus Cederberg
Cuidado editorial: Agostina Taruschio, Amanda Nicosia, Viviana Garaventa.
“ ¡Oh matemáticos, aclaren el error!
El espíritu no tiene voz,
porque donde hay voz hay cuerpo ”
Leonardo
El acto de escritura implica necesariamente pérdidas, olvidos, desmemorias. Teniendo esto en cuenta me propongo escribir lo que constituyó resto/resta en mí del encuentro acaecido en el Hospital de Niños R. Gutiérrez durante el mes de junio de 2024, en el marco de las Jornadas de Interconsulta de la Unidad de Salud Mental. Durante dos jornadas matinales este encuentro alojó a analistas de amplia trayectoria*, que dejaron su impronta sobre el concepto de infancia que sostenemos. Impronta ética que enmarca nuestra práctica, este quehacer de los psicoanalistas en lo cotidiano del hospital. Puesta en acto del entrecruzamiento entre distintos discursos, sobre todo la forma en que el discurso científico encarna el discurso del Amo hoy y el lugar de resistencia que conforma el discurso psicoanalítico. Alojó además escritos ensayísticos de jóvenes en formación, escrituras invaluables gracias a la cantidad de cuestionamientos, preguntas, relatos de experiencias clínicas que dieron a conocer y que ofrecieron a la discusión.
Ofrezco a los lectores un relato de la experiencia. Parto del supuesto de que la experiencia clínica, el relato y la construcción de los casos es un modo en que la teoría psicoanalítica, desde la invención del concepto de inconsciente por Freud, define su forma de cuestionamiento y su enriquecimiento, su trama. Digo, a partir de ella, Freud conceptualiza y se cuestiona. Una y otra vez. Tradición estética y política que Lacan retoma. Luis Gusmán visita esta modalidad de creación teórica en su texto sobre el valor del Historial en Freud.
Cuando Agamben inicia el recorrido argumentativo en Infancia e Historia, cita a Walter Benjamin para constatar la “pobreza de experiencia” en la que vivimos hoy, en la época moderna dice. Benjamin señala el enmudecimiento, imagen con la que los soldados volvían de la guerra de las trincheras, es decir, volvían carentes de experiencia, Agamben aclara “experiencia desmentida”. Estimo que lo que ambos proponen es que en el enmudecimiento se consolida la desmentida de la experiencia. Agamben retoma la incapacidad del hombre moderno para construir experiencia al articular los acontecimientos acaecidos con el tiempo. Si bien esta introducción lo llevará a hacer confluir las nociones de infancia y tiempo, quiero resaltar lo insoportable, el tedio, lo extenuante para el hombre moderno por padecer el hecho de que su vida cotidiana carezca de esa metamorfosis necesaria de lo vivido al cuerpo a través de la lengua. Plantea que la experiencia no tiene correlato en el conocimiento, sino que se anuda a la “autoridad”, es decir, en la palabra y el relato.
Durante estas jornadas, compartimos el afán de convertir en experiencia la escucha y, por tal, también lo que nos atraviesa a aquellos que asistimos cotidianamente al “malestar” en el escenario hospitalario. Compartimos que la lectura de la clínica, pleno acto del lenguaje, “muerda” nuestra práctica y así la convierta en lazo, en transmisión; la potencie en el sentido más pleno de lo que enriquece a una lengua: sus equívocos, sus olvidos, sus insistencias, sus metáforas. Aleje lo vivido cotidianamente del lugar degradado del slogan.
En la mesa de apertura, Elena Lacombe nos recordó a Melanie Klein reivindicando el valor de la fantasía y el fantasma y la interpretación en la clínica con niños. Elena compartió su preocupación acerca de la cercanía, del desplazamiento del campo del “trastorno” a lo “trastornado”, y la consolidación de formas del malestar y el padecimiento en la infancia. Su alocución tuvo como gesto inicial la pregunta sobre las condiciones de posibilidad de este viraje, proponiendo como mojón histórico el descubrimiento en 1850 del estetoscopio de Läennec. Con ese descubrimiento, se inicia la aparatología médica, y con ella se pone entre paréntesis la palabra del paciente costumbrista de sus propios síntomas, dirá Elena, en búsqueda de un signo proporcionado por el aparato. Lejos de rechazar el avance de la ciencia y la técnica, la pregunta de esta psicoanalista da lugar y reivindica el cuestionamiento sobre las incidencias que tal desarrollo tiene en las formas de aparición del malestar. Malestar en la cultura con las improntas de cada época, huellas a leer. Advierte que si en esta época se pretende que la palabra sea un mero instrumento de comunicación, ésta pierde su valor metafórico. Y denuncia que la época sufre de “arrogancia” al rechazar el descubrimiento freudiano, el newtoniano y el marxista. Si tenemos sus advertencias en cuenta, contaremos con un marco, un telón de fondo para poder leer cómo lo forcluido de tales descubrimientos retorna en lo real.
Silvina Gamsie también compartió con nosotros la mesa inaugural. Recordó su paso por nuestro equipo, grupo de trabajo que coordinó durante muchos años. Un paso por la institución hospitalaria que ella describió como “sin temor, sacando conejos de la galera”. Trucos de magia al encuentro de los distintos ropajes de los niños enfermos y, aún así, niños afectos al “como si del juego”, a la ilusión de la magia. Propuso no olvidar la época de la Pandemia. Momento histórico y aún reciente en el que el lazo social y la puesta en juego del cuerpo vacilaron en una conmoción sin precedentes, al menos en la época moderna. Recordó la importancia de “sostener a los que sostienen” (en parte, las interconsultas versaron sobre ello en esos tiempos), a los así llamados “esenciales”, el valor de hablar sobre la angustia para no sucumbir al espanto. Se refirió también a los efectos devastadores que el encierro y la conmoción de los lazos produjo en los adolescentes. Efectos, por otro lado, que aún hoy podemos escuchar en las consultas que se nos dirigen. Desencadenamientos que remiten a esa época de encierro y duelos. Y puso en interlocución “el resultadismo” del uso de la tecnología en ese tiempo detenido con el valor inigualable del testimonio, el acto de contar, como nos recuerda el Diario de Ana Frank. Escritura diaria para el porvenir. Silvina aludió a los “tiempos que corren”, tiempos que en verdad parecen no correr, sino quedar en un presente contínuo con, aventuro, la consecuente “ahistorización”. Esta psicoanalista, a su vez, volvió a poner en la escena la idea de la incertidumbre jugada una y otra vez en la “apuesta”, esa posibilidad de que un sujeto advenga, retomando a Lacan en el seminario XII “Problemas cruciales para el psicoanálisis” sin saber qué saldrá de allí.
En la mesa de cierre participaron Alejandra Pallotto, Viviana Garaventa y Andrea Fränkel.
La psicoanalista Andrea Fränkel nos advirtió sobre la práctica clínica pediátrica actual y el afán de la búsqueda de los protocolos con la idea, o ilusión quizá, de “aunar criterios». Esta suerte de nuevo ideal de la práctica de la medicina, que produciría un lenguaje común, pone al protocolo en interlocución con la comunicación. Cristaliza la falacia de la comunicación lograda, el uso del lenguaje como herramienta comunicacional, a la vez que elude, retomando lo comentado en la intervención de E. Lacombe, a la palabra del paciente como el “comentarista” de la enfermedad. Agrego además que lo planteado por Andrea no es privativo del mundo de la medicina clínica sino que se extiende, por ejemplo, a la psiquiatría actual, con el consecuente empobrecimiento de la gnoseología.
Viviana Garaventa nos recordó la forma en que la renegación y la desmentida del concepto de inconsciente aparecen en la época actual, con el consiguiente rechazo de la represión primordial como acto inaugural de lo humano, es decir, la forma en que se habita la lengua. La cultura tecno-científico-capitalista rechaza la palabra en su valor de palabra de honor. Reduce la temporalidad a un presente contínuo que genera la ilusión de lo eterno y lo ahistórico.
Alejandra Pallotto nos acercó a la idea de la violencia como generadora de la Ley, siguiendo a W. Benjamin y a Foucault. Contrapuso esta noción a cómo las instituciones, particularmente la hospitalaria, ofrecen la versión degradada de tal legalidad, y cómo en ellas habitan cuerpos (los de nuestros pacientes) que realizan en sí mismos la lectura de la violencia de la época.
Los ensayos clínicos recibidos tuvieron como hilo conductor la noción de ficción. Construcción del juego como lugar de alojamiento del sujeto en la infancia. Y fue la sorpresa (lo sorprendente, lo inesperado) aquello que nombró el efecto de las intervenciones de los analistas en el marco de los encuentros con niños.
Institución, hospital, infancia, sujeto, juego, deseo, resistencia, política, cuerpo, neurosis, perversión, etc. son algunos de los significantes que, insistiendo en la época, se escucharon en estas jornadas.
Para finalizar este relato quiero situar dos o tres cuestiones que retomé de algunas lecturas. En principio, si Freud ubica que “los niños juegan a ser grandes”, me pregunto qué podemos aventurar, cómo sería “ser grandes hoy”. Creo que “hoy” se sitúa post Auschwitz y post descubrimiento y lectura del código genético. Es decir, luego de que la lógica del Estado de Excepción como productor de la vida desnuda haya borrado los límites geográficos del campo; además de que el código genético como escritura del cuerpo nombra al mismo bajo la estética de los signos, signos leíbles, modificables, reemplazables,etc. Walter Benjamin decía en plena tragedia del nazismo que los niños llamaban a los adultos como quienes habían perdido la capacidad de hacer magia. Voy a forzar un poco y homologar la magia al juego. El juego, ese lugar en que un sujeto es visto como niño, quien en el escenario hospitalario frecuentemente puede perder sus vestimentas infantiles para quedar al desnudo. Aludo a aquella desnudez que restituye la naturaleza descarnada, el puro cuerpo, como el que ha perdido la vestimenta de la gracia. Desnudez que puede tomar distintos nombres y que la ciencia y la técnica actual recrean al infinito.
También quiero rescatar las palabras de Gianantonio, quien en “Enfermedades iatrogénicas” dice sin dudar que “la injuria iatrogénica más frecuente es el desconocimiento de la persona del niño”.
Jorge Fukelman dirá que los niños hacen una lectura con su cuerpo, su propio imaginario, de los significantes que poniéndose en juego debería leer el Otro. Esta cuestión plantea una dificultad mayor en la vida de los niños cuando aparece una enfermedad.
Otra cuestión atañe a las estructuras sociales. En “Alocución sobre las psicosis del niño”, Lacan dice en 1967 que nuestra época tiene que experimentar que el progreso de la ciencia cuestiona nuevamente las estructuras sociales. Y dice que hay que vérselas de forma apremiante con “la segregación”. Estimo que tal segregación es uno de los significantes de la violencia.
Daniel Link dice que la “lectura se ha vuelto sospechosa de sedición”. Entonces leamos nuestra clínica al amparo de la sospecha. Sedición: sublevación de las pasiones.
*Hago referencia a la participación de Elena Lacombe y Silvina Gamsie en la Apertura y de Alejandra Pallotto, Viviana Garaventa y Andrea Fränkel en el cierre de las Jornadas.
Luis Gusmán. El relato de los historiales clínicos. Conjetural n° 21. Ediciones Sitio, 1990.
Giorgio Agamben. Infancia e Historia. Ed. Adriana Hidalgo, 1993.
Giorgio Agamben. Desnudez. Ed. Adriana Hidalgo, 2011.
Sigmund Freud. El creador literario y el fantaseo.Amorrortu Editores.
Jacques Lacan. Alocución sobre las psicosis del niño. En Otros Escritos. Paidós, 2012
Carlos Gianantonio. Enfermedades iatrogénicas. Revista del Hospital Italiano de Buenos Aires 1:21, 1981.
Jorge Fukelman. Ponerse en Juego. Seminario en el CPC. Ed. Lumen, 2014
Daniel Link. Lección final de la cátedra de Literatura del siglo XX. Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires,2024.
Marta Benenati
Médica, psicoanalista. Egresada de la UNLP. Practica el psicoanálisis en el ámbito público y privado. Actualmente coordina el equipo de interconsulta de la Unidad de Salud Mental del Hospital de Niños R. Gutiérrez. Interesada por el entrecruzamiento entre infancia, cuerpo, ciencia y subjetividad en el campo de la práctica del psicoanálisis.
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