Apertura de sección: «Frágil como el mundo». Por Agostina Taruschio

Imagen: Fotograma de «Altiplano» de Malena Szlam (2018)

Cuidado editorial: Amanda Nicosia y Leticia Gambina


Algunos interrogantes clínicos que me interpelan en mi experiencia hospitalaria son el punto de partida de la apertura de esta zona de exploración y escritura clínica que intentará reunir al psicoanálisis en conversación con otros discursos (filosofía, política, ecología, ciencias de los espacios, etc.) para examinar la relación entre sufrimiento, vulnerabilidad, época, lazo social, la cuestión de la espacialidad y la pregunta por las condiciones de habitabilidad en el mundo en que vivimos.

En medio del quehacer clínico cotidiano en la guardia del hospital comencé a encontrarme desde hace un tiempo con una significativa mutación en los modos de sufrimiento. Se trata de formas de padecimiento que arriban solicitando urgente acogida pero que al mismo tiempo no se dejan capturar por los esquemas conocidos, rebasan los conceptos disponibles y desafían el modelo de intervenciones establecido(1). Me refiero concretamente a situaciones de extrema precariedad existencial, situaciones que implican riesgo social y subjetivo, situaciones de desamparo, violencia, abandono, bajo sus diferentes modalidades. Frente a estas situaciones es habitual que los equipos clínicos se perciban impotentes o sin saber qué hacer dando lugar, en ocasiones, a posiciones indolentes y respuestas reactivas. 

Lo que observamos en estas manifestaciones que llegan es un brutal desalojo de la trama del mundo y de la palabra: existencias arrasadas, desnudas, sin anclajes simbólicos, comunitarios, institucionales, sin soportes para un decir. Ellas nos hablan del desmontaje de los lugares, de la inexistencia de espacios donde habitar. Leo en la irrupción de estas aflicciones que encarnan «hastíos de la civilización»(2) un testimonio del estado de disolución de la vida en común. Como contrapartida a este derrumbe, se torna urgente proyectar una nueva imaginación clínica que permita reconcebir los modos de presentaciones del dolor e inventar nuevas formas del pensamiento y la acción capaces de darles acogida.

El nombre de la sección es una cita amorosa a la película Frágil como el mundo de Rita Azevedo Gomes(3). En este hermoso título encontré una inspiración que permitió componer una imagen posible para hacer pasar las inquietudes que me ocupan y además, poner en valor la potencia clínica de la fragilidad. Está además en una sutil relación de resonancia con el libro La fragilidad del mundo del filósofo catalán Joan-Carles Mèlich que es una de las compañías principales en esta zona frágil. Ambas figuras trazan una correspondencia entre la condición vulnerable de la existencia humana y la extrema fragilidad del mundo del que dependemos –pensado como una gramática que habitamos de manera incierta–. En este imaginario quedan enhebradas dos dimensiones que remarcan, en tanto raíz constitutiva, la fragilidad de todo lo existente que reclama el cuidado, la cordialidad y la protección de los otros para que la vida se mantenga con vida y para que el mundo sea un lugar donde poder habitar. 

¿Por qué arriesgamos estas imágenes a modo de posibles figuras clínicas? Las «imágenes buenas», a diferencia de las «buenas imágenes» que remiten a un modelo y una totalidad, sostiene Amador Fernández-Savater(4), serían aquellas que permiten en el aquí y ahora, activar nuestra atención a lo que está pasando. Es por esto que las figuras poseen un carácter plástico, móvil, inestable, fragmentario que las dispone a la transformación en oposición a la fijeza de los conceptos.

Mi conjetura es que las manifestaciones  que venimos señalando exponen de un modo radical –en la raíz de la experiencia social actual– el ultraje de la condición de vulnerabilidad que es marca de lo humano y revelan una ruptura de la relación con el mundo que queda signado por la inhabitabilidad. 

Lo que está pasando en el mundo de hoy es que hay vidas que se instituyen sobre el fondo de lo inhabitable y lo invivible. Y no únicamente como resultado de una vivencia o historia personal. Son uno de los incontables efectos devastadores de las formas de poder que nos gobiernan. Estos poderes atentan contra la dimensión de ligazón a los otros que sostiene la vida y exaltan como valores ligados a la ley de mercado, la individualidad, la libertad, la autogestión, según los cuales todo es plausible de apropiación y medición. De manera concomitante, la fuerza omnipresente y omnipotente del mercado produce un dominio y una destrucción de los espacios provocando una negación o ruptura de los hábitats y un empuje hacia una vivencia de lo inhabitable que envuelve lo cotidiano.  

Me interesa indagar en estas formas de lo inhabitable correspondientes al proceso de profunda precarización de la vida y la mudanza en modos de sufrimiento en demasía inmersos en un sistema supresor de la fragilidad y sustentado en un dispositivo de la crueldad que se autoconfiere el derecho de la vida y la muerte(5).

Frágil como el mundo entonces para plantear problemas concretos y ensayar respuestas posibles. Ante la enfermedad de la fuerza que asedia la vida(6) la potencia de la fragilidad arraiga en su disposición a la conexión sensible, a la composición con otros, la interdependencia. Es por esto que pensamos la fragilidad como rasgo que potenciaría un rearmado de lo común, tal como propone una imagen extraída de Anne Duffourmentelle: «un sentimiento de comunidad ante la fragilidad»(7) para la construcción de un mundo más habitable.

Me interpela la fabricación y puesta en acción de alternativas a este fondo de negación de la vida, los lazos y los hábitats desde la perspectiva de la provisionalidad de las prácticas, la materialidad de los cuerpos, la fugacidad de los encuentros, la inmanencia de las situaciones y la incerteza de los saberes; desde toda la precariedad potente de nuestras existencias.

Agradezco a Amanda Nicosia y Leticia Gambina haber aceptado ser las editoras de esta sección y acompañarme en la aventura del pensamiento.


Notas que conversan:

(1) Estos asuntos fueron trabajados previamente en «Hacer lugar a lo que no tiene lugar. Notas para pensar una clínica del arrasamiento» En el margen. Revista de Psicoanálisis (formato plaqueta) y «Albergar la experiencia de ruptura», disponible en: Albergar la experiencia de ruptura. Por Agostina Taruschio – En el margen.

(2) Percia, Marcelo (2021). “Desolaciones”. Disponible en: https://lateclaenerevista.com/desolaciones-por-marcelo-percia/

(3) Portugal, 2001. Ficha de la película: Frágil como el mundo (2001) – IMDb

(4) Fernández-Savater, A. (2020) Habitar y gobernar. Inspiraciones para una nueva concepción política. Ned Ediciones.

(5) Mendiola, Ignacio. Habitar lo inhabitable. La práctica político-punitiva de la tortura. Barcelona : Edicions Bellaterra, 2014.

(6) Percia, Marcelo (2022). “La enfermedad de la fuerza”. En Sesiones del naufragio. Una clínica de las debilidades. Buenos Aires : La Cebra Editorial, 2023. También disponible en: https://www.revistaadynata.com/post/sesiones-en-el-naufragio-23-enfermedad-de-la-fuerza-marcelo-percia

(7) Duffourmantelle, Anne. Potencia de la dulzura. Buenos Aires : Nocturna Editora y Archivida, 2021.


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