Foto de portada: Valeria González
Cuidado editorial: Amanda Nicosia
El 6 de Diciembre de este año se realizó en la librería Mal de Archivo, de la ciudad de Rosario, la presentación del libro La pandemia de los sueños. Un archivo onírico del Covid-19, de lxs autorxs Lucía Brienza, Flavia Castro, Victoria Farruggia, Florencia Harraca, Soledad Nívoli, Soledad Secci y Julián Varela.
La presentación estuvo a cargo de Carolina Elorza, Darío Barriera, Valeria González y Carlos Pérez López.
En esta oportunidad compartimos la presentación a cargo de Valeria González.
Telar onírico
Existen innumerables formas del tejido que son marcas culturales de enorme importancia para un pueblo. Desde los tapices y alfombras árabes, pasando por los telares en nuestro país, hasta ese maravilloso acto político y humano que fue el nu-shu, escritura bordada en abanicos de seda, inventada y utilizada por mujeres en el sur de China y así fugar de la opresión del mundo de los hombres para quienes estaba reservada la palabra escrita. El arte ancestral de tejer –eso que muchos llaman el patrimonio inmaterial de la humanidad– está asociado no sólo con la protección y el cobijo sino, muchas veces, con un modo de hacer colectivo y familiar, con la transmisión de saberes entre generaciones.
El tejido anuda en el presente con hilos del pasado la composición de un futuro al que le supone otro, legándole vacío y palabra. Del mismo modo, los autores de este libro, han encontrado en el tejido la manera de metaforizar una forma de entramar las palabras que otros les dirigieron y elijen nombrarse entonces como tejedores de sueños.
Telar beradtiano
Sostenidos en la teoría de Charlotte Beradt, cuya traducción al castellano realizaron Soledad Nívoli y Leandro Levi, elongando así el músculo de la lengua en la que nacimos y habilitando nuevos modos de pensamiento, los autores se dedicaron a recolectar relatos de sueños como hilos de colores, urdirlos en un telar beradtiano y producir así un tapiz onírico, como me gusta pensar este libro que hoy presentamos: La Pandemia de los sueños. Un archivo onírico del Covid-19. En él, la torsión de lectura realizada por los tejedores de sueños capítulo a capítulo, permite interrogarse y reflexionar: ¿Quién ha escrito este libro? ¿Los soñantes? ¿Los tejedores de sueños? ¿O acaso es el acto mismo de tejer entre tejiendo?
Este libro practica y honra esa idea de la communitas donde lo común es lo más impropio. Parafraseando a Borges, los sueños aquí presentes no son de nadie, porque ya son del lenguaje o de la tradición (y agregaría, también del futuro). Entonces los sueños, esa perseverancia por la metáfora, esa impropiedad íntima, configuran en estas páginas una verdadera comunidad de soñantes haciendo gala de que, para los seres parlantes, lo común, lo que propicia el lazo y la espacialidad pública, es aquello más impropio y por tanto un don a dar, para que siga la historia.
La pandemia aconteció; pero, ¿pasamos por la pandemia o sólo pasó la pandemia? ¿Qué sería pasar por la pandemia? Tal vez algo de esto puede leerse en estas páginas que ofrecen no sólo al libro como lugar de pasaje, sino como un tiempo para detenerse y poder hacer experiencia de lo vivido donde la velocidad del tiempo se congeló en la quietud del trauma. Leer este libro es una decisión, la de aceptar el convite a detenerse, a sumergirse en una temporalidad que hoy parece extraviada en la velocidad digital; aquel tiempo donde es posible que la palabra deje de comunicar para decir, para ser escuchada, tomada y pronunciada, habitando con hospitalidad la casa del lenguaje que nos nace sujetos en una historia que, sin pertenecernos, nos es propia.
Este libro nos da la ocasión de volver sobre las notas acerca de lo que sentimos, de lo que cambió, de lo que perdimos, de lo arduo de los duelos sin despedida. Es una invitación a no salir corriendo, al lazo con los otros, a la espacialidad compartida, a la construcción de un colectivo que no amalgame y sostenga la fantasía de una mismidad sin diferencias. Porque, como dice en algún sitio Dufourmantelle –una autora muy citada en este libro– qué sería una vida que no contuviera en ella la otra vida. Y los sueños son esa otra vida en la vida.
Una de las tejedoras –Flavia Castro– toma un hilo de color y lo enlaza con una anécdota de Juan Forn cuando su abuela le decía “dormite, así te juntas con los demás”. ¿No es una belleza este modo de abrir el portal de los sueños? Es la promesa de que al soñar se encuentra un modo diferente de la presencia de los otros en la existencia de cada quien.
Por su lado, Soledad Secci toma ese hilo y construye esta delicia de pregunta: ¿nuestros inconscientes se juntan en la noche en un sueño colectivo? Es que la polifonía onírica, cuando se lee este libro únicamente desde los relatos reunidos y dispuestos en continuidad, parece evocar una ronda colectiva de soñantes reunidos en torno al fuego de un vacío que sostiene que el tejer no se desvanezca. Entonces, al leer los relatos de sueños parece que los soñantes hubiesen acordado compartir los tópicos: la alteración del tiempo, la extrañeza de lo que era familiar, la reformulación de lo íntimo –como elabora Julián Varela–, la alteración de lo interior y exterior, la espacialidad balizada para distanciarnos, los sitios que antes eran vacíos ahora superpoblados y viceversa, la naturaleza tomando las ciudades, el temor al contagio, la vergüenza por contagiarse, la vigilancia y el temor de infringir las normativas, el temor de morir, las evasiones, las fiestas, los sueños que sostienen la esperanza de la cura y tantas cosas más que insisten en estos relatos oníricos. Esa insistencia que hace de los sueños aquí reunidos verdaderos sueños corales, permite identificar con claridad que lo singular está tejido con hebras colectivas. Al modo del tejido que hace la araña, donde el texto sale de su vientre, vemos en esos hilos colectivos los enredos que hacen la singularidad.
Freud lo dice de otro modo en Moisés y la religión monoteísta “no es fácil trasladar los conceptos de la psicología individual a la psicología de las masas, y por mi parte no creo que se adelantaría mucho adoptando el concepto de un inconsciente “colectivo”. De por sí, el contenido del inconsciente es ya colectivo, patrimonio universal de la Humanidad”. Y este libro, a la luz de la teoría de Charlotte Beradt, da testimonio de ese hilván complejo, donde se tejen sujeto e historia.
Retazos oníricos
Tal como proponen los tejedores en la introducción, este libro puede recorrerse de varios modos. Uno posible, al que precisamente invitan los autores, es leer primero los relatos de sueños. Me gustó la posibilidad de hacer esa primera lectura como modo de hacer mis propios recortes, separar los hilos que bordarán mi lectura para recién luego leer los trenzados de cada capítulo. Fui recortando estas palabras o imágenes que quiero compartir:
Hombre bestia, monstruitos, duende demoníaco, Hulk, espías, intrusos, palomas monstruosas, perros come pies, murciélagos que atacan, perros que gritan como chanchos. Robo, secuestro, amenaza, preguerra, desmoronamiento, escondidos, sale fuego de la canilla. Pasear drama por la calle, alguien estornuda y entro en pánico.
Creo que estos retazos oníricos se han vuelto la mejor pintura de nuestra actualidad, fragmentos deformes y fotogramas de una realidad cotidiana donde el presidente vocifera impudicias, las políticas amenazan con el desmoronamiento de lo público y se cantan odas a un individualismo salvaje donde el semejante es hostil, extraño, alguien de quien cuidarse, y así vemos pasear drama por la calle.
Sueños que dicen no
El CEO de una plataforma de cine afirmó que su competencia no era otra plataforma rival sino el dormir y los sueños. Con cierta ingenuidad alguien podría pensar que entonces el neoliberalismo nos quiere despiertos; pero eso sería un error. El neoliberalismo, en verdad, nos quiere adormecidos ¡y vaya que lo viene logrando! Como dice Perla Sneh, algunas veces, para soñar, más que cerrar los ojos hay que animarse a abrirlos. Decido entonces no dejar por fuera las coordenadas sociopolíticas, desde las que hago esta lectura. Desde allí observo una especie de modorra social post pandémica, como si hubiesen repartido sueños de fentanilo libertario que tiene a muchos caminando como zombies hacia una idea de libertad que constituye una embestida feroz contra todo; cuando digo todo no dejo afuera al inconsciente y por tanto a los sueños.
Leer este libro invita a no huir de lo que nos afecta; permite situar con contundencia que hay quienes, frente a lo desconocido, la extrañeza y el temor que acecha, sueñan, tienen sueños de evasión como dice Lucía Brienza o, como señala Soledad Nívoli, fabrican en sueños las fiestas que han perdido y hasta la esperanza de cura o la inmunidad de rebaño. Tienen el coraje de soñar y en sueños tejen aquello que hace falta.
Los sueños de pandemia –astillas de una realidad hecha trizas por la amenaza viral– operaron como lo hacen los sueños: haciendo metáfora de lo amenazante; mostrando escenas siniestras como un conjuro envuelto en la estofa de la ficción. Pero hubo quienes desarticularon ese recurso para mostrar eso siniestro que ya no está velado sino expuesto a una visión cruda de todo aquello que es el intento de abolir cualquier forma fixional. Se trató de aquellos que pedían autopsias en vivo, quemaban barbijos, denunciaban conspiraciones intergalácticas, hacían de la libertad una amenaza de contagio. Eran antipandemia, antivacuna y anti casi todo; se oponían a todo lo que aseguraba un lazo fundado en el cuidado común. A la realidad la cargaban de amenazas los virus y las transformaban en peligro genuino los libertarios.
Mientras la vida en algunos momentos históricos da señales tenebrosas, solemos desentendernos de ellas para ocuparnos de los pormenores de la vida cotidiana. En ese instante de peligro, los sueños toman el relevo de lo desestimado y recogen a su modo las pistas que señalan el campo minado de la amenaza. Leer esos sueños es la condición de posibilidad de mirar de frente, antes de que sea demasiado tarde, lo que no puede ser disimulado. Es así como estas imágenes que recorté de perros gritando como chanchos, de desmoronamientos, pre-guerra, etc., nos anticipaban el descalabro que se avecinaba. Lo teníamos frente nuestros ojos: las calles tomadas por el odio y la descarga de ese odio en el espacio público, el desprecio por cualquier gesto solidario. Mientras todo eso sucedía, hacíamos fuerza por confiar en que la humanidad saldría mejor parada luego de esta prueba; poníamos empeño en aplaudir a los agentes de salud (hoy pauperizados y sospechados de ñoquis del Estado, etc.) que esforzadamente intentaban sostener un lazo humano que tambaleaba. Todos estos gestos trabajosos del día eran puestos en interdicción con los sueños de la noche. Asomaba ahí, para quien estaba dispuesto a leerlo, la oscuridad que estaba por venir y está ahora entre nosotros a plena luz del día.
Pizarnik decía en sus diarios que el alma homogénea es la verdadera muerte. Efectivamente, porque pensar en el fin de aquello que nos divide, que nos enajena –y de lo cual los sueños, esa otra escena, hacen gala– sería el fin de la metáfora y de esa otra vida dentro de la vida. ¿Cuánta homogeneidad de las almas inoculó la pandemia con tufillo a experimento neoliberal?
Los sueños que se tejen en este libro son una apuesta a perseverar en la metáfora que constituye un colectivo poroso y no un pastiche de yoes emprendedores, sin historia, sin pasado y sin archivo (María Moreno dixit) que, cual servidumbre voluntaria, esperan que la libertad les sea donada por quien se las está robando.
En una época de velocidad, de inmediatismos y de palabras que parecen provenir desde ninguna historia, sin enunciación y pasan, con pena y sin gloria, sin hacer marca, destruyendo mucho a su paso, constituir un archivo onírico es una decisión ética que sin temblores politiza los sueños.
De modo que toma otro espesor rescatar ese lazo onírico donde hubo quienes pusieron sus temores a soñar y, como tan bellamente escribe Soledad Nívoli, soñaron calles para inventar aglomeraciones y un vagabundeo onírico como modo de hacer con la prohibición; deseo de callejeo lo llama Florencia Harraca cuando, bajo el ASPO, estuvo prohibida la circulación, la cercanía, el contacto. Porque, como dice F. Davoine, los sueños son los primeros que dicen no a los ataques contra el inconsciente.
Los sueños pueden ser memoria de un pretérito imperfecto, pero también pueden traer noticias del futuro. Me pregunto si este archivo onírico de la pandemia de los sueños no puede leerse no sólo como la interpretación, la veladura, de lo que en pandemia se puso patas para arriba sino como la anticipación del actual gobierno –un totalitarismo que utiliza la democracia como postizo– que viraliza espantos a la velocidad de la luz y le dio imagen de motosierra para defenderse de la acechanza de ese enemigo invisible.
Como quien junta figuritas para poner a jugar la falta en el álbum incompleto, este equipo de investigación se puso a juntar sueños y no sólo, como dice Victoria Farruggia, los propios tejedores hallaron en los sueños una excusa para juntarse, compartirlos, escribir sobre ellos y apaciguar la soledad, sumándose al entramado, sino que ofrecen un sitio donde poder inscribir parte de eso que pasó, y nos permiten en estas páginas-lugar, en estas páginas-tiempo, pasar nosotros y decidir sumarnos, resistir y perseverar en la apuesta a defender ese hilo que nos nace y que, como deuda, donamos a la posteridad.
Los invito a leerlo, a dejarse tejer en estos hilos oníricos y colectivos que muestran ser invencibles como hilos invisibles de hierro.
Diciembre 2024
Hilos bordados en esta lectura
Benjamin, W. El narrador. Ediciones Metales Pesados
Beradt, C. El Tercer Reich de los sueños. Editorial LOM
Espósito, R. Communitas. Amorrortu editores
Davoine Y Gaudillard Locuras de guerra. Historia y trauma. Editorial Fondo de Cultura Económica
Dufourmantelle, A, La inteligencia del sueño. Nocturna Editora
Freud, S. Moisés y la religión monoteísta. Biblioteca Nueva
Moreno, M. Pero aun así. Elogios y despedidas. Random House
Percia, M. Alejandra Pizarnik, maestra del psicoanálisis. Alción Editora
Sneh, P. Palabras para decirlo. UNR Editora
Steiner, G. ¿Los sueños participan de la historia? Dos preguntas para Freud. Revista de la Universidad de México https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/640d2efa-3b63-40e2-b520-02bebda78d82/los-suenos-participan-de-la-historia-dos-preguntas-para-freud
Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda para lo cual dejamos nuestros datos.
CVU: 0000003100078641018285
Alias: enelmargen.mp
Mercado Pago
Desde el exterior: https://www.paypal.me/flagelodelverbo