Responsables de la sección y cuidado editorial: Gisela Avolio y Yanina Marcucci
Dirección editorial: Helga Fernández
—¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
—En casa era común escuchar hablar de psicoanálisis. Después de la separación de mis padres, mi madre se juntó con un psiquiatra, así que las conversaciones sobre salud mental, locura, medicamentos, etcétera, etcétera, eran comunes. Claramente ubico que una de sus amistades, además de psiquiatra, era psicoanalista y el esposo de mi madre seguido ocupaba el espacio de la sobremesa —que a la fecha disfruto mucho porque puede ser muy productivo y relajante— para transmitirnos alguna lección de vida. Cosa que mis hermanos y yo no siempre disfrutábamos; al contrario. En alguna de esas sobremesas, por alguna razón, dijo que nuestra familia era distinta (cosa que no habría sido necesario recalcar), que la mayoría de la gente en la Ciudad de México era mojigata y persignada. En cambio, —dijo con un tono sapiente y algo arrogante— nosotros crecimos en una época donde transgredimos todas las reglas: somos marxistas y freudianos. Acto seguido, se levantó de la mesa y tomó del librero que estaba muy cerca del comedor, uno de los tres tomos de las Obras completas de Freud, edición de López Ballesteros. No entendí ni pío de lo que quiso decir con eso, pero pude ver en su gesto un cierto halo de orgullo que me replegó a mis refugios mentales. Cuando ví el tamaño del libro, pensé que me iba tomar un buen un rato entender lo que había querido decir con eso de freudianos y marxistas, pero debo admitir que incitó mi curiosidad; habría tenido escasos doce o
trece años.
La preparatoria la cursé en Baltimore, Maryland y ahí tuve la fortuna de crear un lazo de amistad con Keiren, que era y seguramente es a la fecha, una gran lectora. Solíamos mantener conversaciones que me enriquecieron mucho. También íbamos a ver cine de arte a un lugar cerca de Washington D.C., nos juntábamos para estudiar y escribir nuestros ensayos y alguna vez ella me comentó que estaba leyendo a Freud y que pensaba que tenía razón en sus planteamientos sobre la cultura. No supe qué contestarle porque a pesar de que había escuchado en casa el nombre del primer psicoanalista, nunca me había dado a la tarea de leerlo. Es curioso porque aun así, estaba familiarizada con sus planteamientos, pero no quise decir nada sin primero adentrarme en sus páginas.
Fue hasta la universidad que leí en serio mi primer libro de Freud: El malestar en la cultura. Recordé con cariño los comentarios de mi amiga Keiren, las sobremesas en mi casa, y leí con entusiasmo, no solo El malestar…, sino El porvenir de una ilusión y Tótem y Tabú. Estos tres textos, a la par de la introducción a El Capital de Marx y Más allá del bien y del mal de Nietzsche, me proveyeron con los argumentos necesarios para cambiar de carrera. Ahora que lo pienso, mi decisión de llevar a cabo dicho giro, pudo estar más cerca de ser una decisión efecto de una indigestión intelectual, que de una decisión racionalmente justificada, pero la cuestión es que me cambié de filosofía a psicología, con la esperanza de encontrar en la psicología algo más cercano a “mí misma”. Mi sensación en los dos años que cursé de la licenciatura en filosofía es que ésta era arrogante y demasiado abstracta, y por lo tanto, no resolvía las inquietudes que me habitaban en ese momento de mi vida.
Mi razonamiento no pudo haber sido más errático, la psicología no fomentaba ningún tipo de búsqueda personal y en cambio proveía a los jóvenes ávidos de conocimiento, las herramientas necesarias para sentirse, sin culpa alguna, con la superioridad de hablar con autoridad en el terreno de la conducta humana. Para mi fortuna, encontré en la facultad, un seminario dedicado a la lectura de Lacan que desmantelaba todas esas herramientas con una notoria facilidad; fue así que decidí no solo dedicarme al psicoanálisis, sino también leer a Freud y a Lacan con ferviente dedicación. Pero pensar que las cosas tienen una sola causa es bastante simplista, quizá este camino ya se estaba trazando desde aquellas tortuosas sobremesas.
—¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
—Hace muchos años presenté un trabajo que se publicó en la revista Carta psicoanalítica sobre la experiencia en psicoanálisis, en donde argumentaba que el psicoanálisis constituye el oasis de la experiencia. Más de quince años después, sigo pensando lo mismo. En un mundo cada vez más convulso y decadente, el psicoanálisis sigue siendo para mí un espacio de trabajo que hace posible un tipo de experiencia particular que no se limita a la experiencia concebida desde los parámetros neoliberales presentes en la mayoría de las sociedades contemporáneas, atravesadas por la modernidad. Se trata de un trabajo en el lenguaje que moviliza las identidades, cuestiona las coordenadas de la “realidad” y apunta a un tipo de existencia mucho más fluida, que no le teme al riesgo y que no pretende constituirse en ningún tipo de receta o manual de vida. En ese sentido, la práctica analítica tiene la característica de ser lo suficientemente abierta y lo suficientemente subversiva incluso como para albergar o vislumbrar incluso otro tipo de ontologías.
Desafortunadamente, no todos los que ejercen el psicoanálisis lo ejercen de esta manera. De hecho, existe un psicoanálisis cómplice del sistema, un psicoanálisis ortodoxo y caduco que mantiene las coordenadas de la época en que esta atípica práctica se inició. No obstante, al mismo tiempo, muchos de sus fundamentos fueron y siguen siendo tan vanguardistas, que no fueron ni han sido entendidos a cabalidad y quizá por eso mismo, no han sido lo suficientemente explorados. Es por esto que creo que el psicoanálisis tiene aún mucho que aportar en la época contemporánea, siempre y cuando mantenga una actitud crítica frente a sí mismo y frente a las épocas en las que se desenvuelve.
Helena Maldonado Goti. es miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse, directora del proyecto e-dicciones Justine de la ELP y se dedica a la práctica del psicoanálisis en la Ciudad de México. Nació en esta misma ciudad en 1971. Estudió la licenciatura en psicología en la Facultad de Psicología de la UNAM y la maestría y el doctorado en filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución. Ha sido docente de filosofía en maestrías y doctorados en psicoanálisis. Sus publicaciones se encuentran en el sitio de e-dicciones Justine. Ha publicado también en la revista Me Cayó el Veinte, en la Revista de filosofía de la Universidad Iberoaméricana, entre otras.
Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda para lo cual dejamos nuestros datos.
Mercado Pago
CVU: 0000003100078641018285
Alias: enelmargen.mp
Desde el exterior: https://www.paypal.me/flagelodelverbo