Responsables de la sección y cuidado editorial: Gisela Avolio y Yanina Marcucci
Dirección editorial: Helga Fernández
—¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
—Heredé una impronta fuertemente marxista, materialista dialéctica, y mi elección de carrera estuvo orientada originalmente a la psicología social, entendiendo que ahí estaba la posibilidad de influir en los grupos para generar algún cambio en el sistema social. Así fue como empecé mi formación extra universitaria con la gente del entonces Grupo Cero, con una ideología similar, pero en la variante del psicoanálisis, convencidos de que tanto el saber, como el dinero, y las mujeres, debían circular, como si se tratara de bienes de consumo, en plenos años setenta. También fue de algún modo un ejercicio de resistencia a la dictadura, por el solo hecho de reunirnos; algo prohibido en esos oscuros años. Duró poco la experiencia porque rápidamente busqué analistas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, atravesada como estaba por la lectura de Freud, por quien me sentía interpretada e interpelada a la letra, empezando por sus escritos culturales, pero también por los historiales clínicos y los textos inaugurales.
Le debo a Alejandro Ariel mis primeros años de estudio en grupo, y la posibilidad que me ofreció como docente en el Curso de Actualización para Graduados que dictamos en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. También a Francisco González Cobreros, quienes formaban parte de la EFBA1. Cuando aconteció la ruptura, y unos 80 analistas dejaron la EFBA, continué con el Seminario Lacaniano que más tarde también se disolvió con la creación de la EOL2. Pero afortunadamente Francisco me invitó a participar de un nuevo espacio: la Sociedad Porteña de Psicoanálisis, que por 22 años fue mi lugar de intercambio y producción.
Creo que vale la pena describir mi recorrido porque durante el Proceso, para los jóvenes salidos de una UBA tan oscura y vacía de contenido en esos años —con la honrosa excepción de la Cátedra de Psicoanálisis de Ostrov y de la de Historia de la Psicología de Onrubia—, encontrar espacios y referentes del psicoanálisis con pensamiento crítico, resultaba bastante difícil. Las instituciones de analistas se habían convertido en una especie de logias secretas donde primaba un discurso en clave que pocos podían entender, si es que alguien entendía algo. El llamarse a silencio pretendido como abstinencia del sentido, en aquélla época tuvo un significado devastador, porque consistía más bien en un repliegue defensivo, encubierto por cierta interpretación de las primeras lecturas de Lacan.
Cuando se disuelve la Sociedad Porteña, fundé la Fundación Tiempo, que dirijo actualmente, dedicada a la Asistencia y Formación en Psicoanálisis. Elegir el nombre Tiempo para la Fundación es nombrar los tiempos subjetivos del despliegue irreductiblemente singular del instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir, si lo hay. Remite a la irreversibilidad del tiempo en términos de la resignificación a posteriori, la temporalidad propia del inconsciente, el habré sido, contrario al hubiera o hubiese, tiempo neurótico del superyó.
—¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
—Cada vez que se plantea una discusión acerca de los conflictos que acarrean guerras cruentas e interminables —tanto militares como socio-económicas— como las que estamos viviendo actualmente y las que signaron toda la historia de la humanidad, me remito una y otra vez al Malestar en la Cultura. Escrito en plena catástrofe mundial, cuando nada parecía indicar que hubiera algún tipo de solución para el odio y el exterminio, un Freud resignado y pesimista, sin embargo nos mostró una luz en la aceptación de esta realidad y aún así, en la esperanza de poder disolver el rechazo del otro vivido como amenaza, causante de los conflictos, ya que la interminable lucha por el poder, la lucha por la supervivencia —desde nuestra perspectiva— además es un reaseguro ante la falta de sentido, por más irracional que sea.
En cuanto a las terapias, hoy, el avance de las TCC3 y de las soluciones perentorias que apelan a los tips, actualizan tanto la postura freudiana como lacaniana, que nos advierten del riesgo de confundir ética con moral, y comprarnos los ideales que menciona Lacan en la introducción de su Seminario sobre La ética: el ideal de autonomía o no dependencia, del amor genital, del deber ser, del Bien, de la autenticidad.
El psicoanálisis nos sigue dando la oportunidad de enterarnos de algo más sobre nosotros mismos. Más allá de resolver el síntoma —por otra parte, necesario— nos posibilita vivir mejor. Orientado por el bien-decir, es un camino de ida, políticamente incorrecto y subversivo. Confío en que esa llama no se apague porque es la llama del deseo, que subsiste gracias a la falta de sentido: en esa convicción considero que existe la posibilidad de la convivencia.
Referencias:
- Escula Freudiana de Buenos Aires. ↩︎
- Escuela de Orientación Lacaniana. ↩︎
- Terapia cognitivo conductual. ↩︎
Lila Isacovich es Fundadora y Directora de la Fundación Tiempo de Asistencia y Formación en Psicoanálisis. Ex Directora de la Fundación Buenos Aires, ex Vicepresidenta de la Sociedad Porteña de Psicoanálisis, ex Supervisora clínica y Secretaria Científica de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Titular de la Pasantía y Docente de Seminarios de Posgrado de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Psicología de la UBA. Ex Docente de la Facultad de Psicología de la UBA, en las Cátedras: Escuela Francesa, Psicoanálisis Freud I, Clínica Psicoanalítica I, Docente Invitada de Clínica Psicoanalítica II. Supervisora clínica de Residencias para psicólogos y de Servicios de Salud Mental en hospitales públicos. Co-autora de los títulos: La Interpretación I y II, La cura en el psicoanálisis, Encuentros con la satisfacción, Vigencia de los conceptos psicoanalíticos, Qué es el inconsciente, Experiencia de saber, Clínica pulsión y escritura, El sujeto por venir y artículos varios en Revistas La Porteña, Imago Agenda, Actualidad Psicológica.
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