Una lectura posible de «La hiperstición, la más nueva de las letosas»*, de Helga Fernández. Por Gabriela Odena.

Obra de portada: Ilustración, Markus Conejeros. Ig: @mar7lz

Cuidado editorial: Viviana Garaventa y Laura Gobbato.


La hiperstición, ensayo portátil –lo pienso como algo que uno lleva consigo, aquello que tiene una marca del escribiente, que se lleva al caminar por la ciudad, excentrado de una trama viral a-corporal–, entrama lo actual con lo ancestral, lo sin ley, sin historia, con la ley de la palabra. Profiere, sobre todo, un modo de dar cuenta del poder de la viralidad digital, en tanto esta produce en sus trayectos algorítmicos, una enajenación del ser.

La clarificación del concepto de hiperstición, nos pone sobre la pista de por qué la gente vota en contra de sus propios intereses de clase, por ejemplo.  No se trata de actos inconscientes sino de acciones teledirigidas. Es el horror que instala o se instala en los circuitos del lenguaje viral, cuando ya nada de lo humano encarnado lo soporta, y la dimensión ética que se entrama en los actos simbólicos, deja de existir.

De lo ancestral, no podemos afirmar que los seres humanxs fueran más justos con sus coetáneos otrora, pero existió, existe y existirá una vertiente que preserva el tejido de lo colectivo. A este tejido lo podemos enunciar como los ciudadanos de a pié, que nos encontramos, cuerpo a cuerpo,  para poner freno al horror de la época en que vivimos, para resistir, para marchar, para clamar que algo anda muy mal. En este ensayo portátil, Helga Fernández nos dona un caudal dilucidativo posible, en tanto da cuenta, meticulosamente, de aquello que nos preformatea y nos deja inanes en el mundo del tecnoceno [1].

El afuera acecha, en la voluntad de aniquilación inherente a la transmisión digital, en tanto permanece en un exterior que no es extranjero, sino un interior  en continuum con un set de verdades sintéticas que se bastan y se saben a sí mismas, una especie de nueva religión clonada, que prohíbe, como toda religión monoteísta, la percepción erótica del cuerpo.

Este nuevo formato de seres  desencarnados  no alucina el reencuentro con el objeto perdido, sino que lo realiza, y genera alucinaciones por fuera de lo desconocido, aquello que funda la estructura del lenguaje y el sujeto del inconsciente.  Al ocurrir la inmixión de la carne, la topología de la subjetividad se gesta en la superficie del cuerpo. Lo extraño, fremde,  da lugar a lo éxtimo, aquello  exterior en intimidad con ese elemento extranjero que Freud nombró das Ding. La cosa freudiana conjuga lo más íntimo para el sujeto que es el lugar de un goce, con una exterioridad radical[2].

Con esta noción paradójica, el psicoanálisis nos acerca a la lógica del inconsciente. El complejo del semejante, tal como lo articula Freud,  nos muestra que la experiencia del sujeto, su satisfacción posible, se halla suspendida del otro. Otro, que en el lenguaje procesado por las letosas,  irrumpe en un Espacio exterior perpetuo. Sin conexión con lo íntimo, en tanto das Ding (como presencia de la ausencia) no forma parte de la lógica algorítmica productora de lenguaje viral.

Pongamos en una olla lo que Freud nos lega en su esquema del peine[3], y que Helga Fernández lleva a su punto de ebullición: percepciones que devienen huellas, en transcripciones y retranscripciones. Lo inconsciente en su ardor. El sigilo inextinguible que ubica la experiencia en la inscripción del inconsciente y la vivencia en la inscripción de la borradura de la huella.

Un grupo de investigación, la CCRU (Cybernetic Culture Research Unit) que se funda en 1995 en el departamento de filosofía de de la Universidad de Warwick, experimenta transgrediendo todo convencionalismo, fusionando múltiples disciplinas, lo cual culmina en el arrojamiento del término hiperstición. Este grupo pasará a la clandestinidad, en tanto las ciencias intentarán forcluir la alianza entre la cibernética, la universidad y el mercado.

Entre sus conclusiones fundamentales, arrojan que lo que expone el lenguaje sintético no se limita al establecimiento de la viralidad: se expande hacia la artificialización de realidades hipersticionales.

Es este un punto crucial para entrever aquello a lo que estamos expuestos, en la era en que la verdad no es una producción efímera y contingente, que surge y se desvanece en el decir en tanto no puede decirse toda, sino un artificio concatenado de fake words, moduladas por un algoritmo no azaroso. El azar, va perdiendo su lugar como posible salida de la determinación, en tanto se pretende hacer creer, que cierta concatenación de sintagmas responden al mismo. No se trata, en este caso, de aquel azar que no es lo que parece ya que se debe a la insistencia del significante y el orden simbólico, sino aquel que en nombre de la libertad actúa en  intención propagandística, cualquiera sea esta. Entonces la determinación, pierde la posibilidad de creación de  cualquier margen de libertad. La hiperstición, hace convivir realidades paralelas, que transforman el efecto en causa.

Respecto a la acreencia que postula Helga Fernández en torno a la hiperstición, al contrario de la ficción en la que se cree, agrego, y no sin el desarrollo del ensayo del cual me nutro, que la acreencia hipersticional produce una creencia indiscriminada. Es lo que Freud y luego Lacan llaman Unglauben (increencia), y que isomorfan a la holofrase, en la cual no hay intervalo entre significantes, lo cual condice con una creencia fallida, en tanto deviene certeza. Entonces, poner un enunciado en entredicho no tiene lugar. 

La hiperstición podría considerarse como una a-creencia. El movimiento alienación-separación, ha sido cercenado. Quizás se podría aventurar que el holofraseo es esta verdad prêt-à-porter que la hiperstición realiza. Una palabra-todx, que tiene una vida estrictamente imaginaria, se desliga de lo simbólico y lo real.

Entonces el afuera acecha, desencarnado. Ajeno a las neurosis y a las psicosis. Quizás próximo a la perversión, en tanto la angustia es provocada en el otro, en desconocimiento de lo incognoscible para los mortales. El Afuera del lenguaje en estado viral carece de una materialidad que nos albergue. Nos coloca en la atopia y la dislocación. Nos excreta hacia la intemperie del horror.

El portador de tal horror, en su apuntalamiento al anonimato –al arrasamiento de cualquier subjetividad– se atrinchera en la desaparición del deseo y la extinción de su inscripción en un cuerpo vivo-hablante.

La hiperstición, puede considerarse una especie de automatismo que expele al sujeto. Hace existir una realidad paralela, sin enigmas. Si bien es cierto que se compone de una microdosis de ficción, su fuerza se centra en una sobredosis de tecnología. Digamos que este modo de establecimiento de la realidad no es un producto de la “construcción social”: es “una conjuración” a la existencia por la aceleración, exponencialidad y reproducción del algoritmo.

La hiperstición es un artificio que implanta una única realidad posible, que es variante y variable, pero que tiene la capacidad de instalarse como “la verdad”, y cercenar cualquier duda o inquietud que a su alrededor se produzca.

El psicoanálisis viene a nuestro encuentro, en tanto postula que la verdad tiene estructura de ficción. Podríamos decir que es una propuesta de paz, en tanto sin una verdad urdida en automatizaciones que pretenden ser aleatorias, pero son pensadas e instiladas por los algoritmos –que al fin y al cabo son un producto humano– la práctica del psicoanálisis nos enseña  que la verdad se crea entre los significantes. Allí no hay artificio posible para una realidad engendrada por su propia artificialidad. Opera también, en la hiperstición un rasgo a tener en cuenta: no hay una verdad, pero si verdades que intentan imponerse artificialmente. Una tiranía que, en su escalada de poder, se ocupa de homologar y equiparar la realidad sintética a la colectiva, en una campaña discursiva de difamación y fragilización de esta última.

En el apartado del ensayo portátil, hay tejidos y  tejidos, se diferencian el tejido artesanal y el tejido comunitario como isomórficos, de la misma manera que el lenguaje en estado viral es inseparable de la hiperstición. Hiperstasiados. En tanto, las diferencias entre ambos isomorfismos, lo comunitario, y la hiperstición, es crucial. De manera tal, que lo artesanal causa lo comunitario, habita su tejido, es su tejido, y lo viral propende unilateralmente a lo hipersticional.

La diferencia es clara: la hiperstición y su lenguaje sintético no precisan del otro, se bastan a sí mismos. Esto es, prescinden de la conexión de los lazos humanos suprimiendo así un producto colectivo. La hiperstición, produce “otros” falsos, no portadores de la dimensión de la palabra. Hiperestados de ficción circunscripta a priori, profecías autocumplidas.

Nuestra epocalidad nos urge a buscar nuevas utopías,  al compás de los cuerpos que laten su urgencia, de un techo, de comida, de un lugar en el mundo, en el desvelamiento de los mecanismos del poder hegemónico.

Es nuestro acaecer vibrar con la luna en la necesidad de nuevas excrituras, haciendo lugar a lo que retorna de lo reprimido, y a la historización de lo forcluido en lo real.

Si la IA alucina, vox populi (dejemos jugar a las palabras), más alucinamos nosotros en el ardid de nuestros sueños y deseos. Freud plantea que las alucinaciones de la histeria y de la paranoia, y las visiones de las personas “normales”, corresponden efectivamente, a regresiones: esto es, son ideas transformadas en imágenes. Pero en estos casos no experimentan tal transformación más que aquellas ideas que se hallan en íntima conexión con recuerdos reprimidos o inconscientes [4].

Alucinar es una vertiente humana. La alucinación IA es una hiperstición calculada en el cenit de una desencarnación visceral, un estertor gélido que afecta al planeta. El determinar, desenmascarar, dar a ver lo que sucede en bambalinas, es una tarea que propone La hiperstición, la más nueva de las letosas.

Morar el bosque febril de un acaecer en el claroscuro de la brisa en movimiento y así también en los textos que subvierten, y dan a leer aquello que se vuelve ilegible, nos brinda aire para existir, en aras de que al amanecer y al ocaso, no los trame la hiperstición.


*Helga, Fernández, La hiperstición, la más nueva de las letosas, Colección: Ensayo Portátil, En el Margen, Octubre 2024.

[1] Término incorporado por Flavia Costa, en su libro: Tecnoceno. Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida, y que alude a que el ser humano posee la capacidad definitiva y comprobada de afectar el planeta, dejando huellas concretas en las capas geológicas. 

[2] Erik Porge, La Sublimación, Una Erótica Para El Psicoanálisis, Editorial Tausk, Tapa Blanda, Edición 1 En Español.

[3] Freud, Sigmund, [1896[, Carta 52 dirigida a Wilhem Fliess, Obras completas de Sigmund Freud. Volumen I – . 15. Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu editores.

[4] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, [1899], tomo 5, Biblioteca Nueva, Editorial Losada, Obras Completas, Buenos Aires, Argentina, 1997

Las oraciones en Italicas pertenecen al ensayo portatil, «La Hipertición, la más nueva de las letosas».


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