Estilo, aurora, subjetividad: María Zambrano, la orfandad del pensamiento. Por Leonardo Fabián Saí.

Cuidado editorial: Laura Gobbato y Patricia Martínez


¿Qué le hacemos las mujeres al pensamiento? fue un ciclo de tres encuentros que llevamos a cabo los terceros sábados de junio, julio y agosto de 2024, cuyxs invitadxs fueron Lidia Ferrari y Cynthia Szewach en el primer encuentro; Marisa Rosso, Helena Maldonado y Juliana Espert en el segundo y Nancy J. Garza, Mariana Mazover y Leonardo Fabián Saí en tercer y último encuentro en el mes de agosto.

El título con el que convocamos la actividad lo construimos a partir de un libro de la editorial Hekht, que lleva por título Hacedoras de historias. ¿Qué le hacen las mujeres al pensamiento?, de las autoras Vinciane Despret e Isabelle Stengers.

En dicho ciclo nos propusimos pensarnos, no como musas o inspiradoras, no como objetoras de un saber instituido, sino como hacedoras del psicoanálisis, la literatura, la ciencia, el arte, los oficios …

Existe una concepción sostenida en acto y que afirma y reafirma de múltiples formas que nosotras, las mujeres –como sostiene Lacan en «La angustia»–, no articulamos, que intuimos, bosquejamos, nos acercamos, pero a «ciencia cierta» no hablamos ni pensamos ni escribimos con la precisión que otorga el significante fálico. Como si este significante significara más si quien lo detenta, además, posee el falo real.

Nos convocamos, en ese entonces, a pensar si existen particularidades de género en la actividad de nuestro pensamiento. Nos invitamos, además, a tratar de dar a escuchar el hecho de que, si solemos agrietar la lógica del prestigio, interrogar el lenguaje de la representación y cuestionar la data y la información, se trata menos de romper por voluntad lo que tiende a lo universal que de construir desde Otro lado una Otra cosa.

En el margen y Helga Fernández



El adversario más poderoso de la lectura profunda no es “la teoría y los estudios culturales”, ni la predominancia de lo visual (televisión, cine, ordenadores), sino la extraordinaria profusión y velocidad de la información.

Anatomía de una influencia: la literatura como modo de vida
Harold Bloom

Si estas tendencias mezcladas se desarrollaran sin obstáculos, hombres y mujeres serían remodelados siguiendo la estructura del mol electrónico, esa orgullosa invención de los primeros años de la cibernética que fue aclamada como un presagio de los años futuros….

Modernidad líquida
Zigmunt Bauman

Nuestra sociedad científica y ultramoderna del siglo XXI ha producido, sobre el avance tecnológico y científico, sistemas que bloquean el progreso moral por cuanto las noticias falsas, la vigilancia digital, la propaganda y la ciberguerra hacen que perdamos la confianza en la verdad, el conocimiento, la realidad y nuestra conciencia. Tal es la paradoja de nuestro tiempo. Para corregir este problema, resulta urgente y necesario situar en el centro de la reflexión moral una imagen de nosotros mismos, los seres humanos, como seres vivos libres y reflexivos.

Ética para tiempos oscuros: valores universales para el siglo XXI
Markus Gabriel

I. Mística

Existe una falsa representación sobre lo que la mística es -algo así como una conexión sin mediaciones entre el individuo y lo absoluto-divino- y que presupone la irrupción en la consciencia de un trascendente al cual se conquista de manera súbita, repentina, abrupta, violenta: el momento inhumano de la iluminación. En realidad, la mística es producción de inmanencia en el mundo de la vida, en lo cotidiano. La mística, a diferencia de la religión institucional, no representa esa inmanencia: no la coagula o condensa en un significante amo. Tampoco ejerce una metonimia que recorra al orden simbólico. La mística -en cuanto pensamiento de la inmanencia que Zambrano muy bien había estudiado en Spinoza (2)- piensa una dirección, un ir hacia dentro, de las cosas, del humano. Dios, para Zambrano, es sentimiento de absoluta alteridad y crítica a la desreligación de la sociedad moderna, esto es, el opresivo individuo que destruye a la consciencia social mediante la agregación matemática de Egos (3). 

¿Qué descubre la práctica de la mística?

Lo que la mística descubre es que yendo hacia dentro de las cosas y del hombre no encuentra ni cosas ni hombres sino lo inhumano: lenguaje, otredad constitutiva, divinidad, espíritu absoluto, voluntad de poder, Dios, agujeros negros. Al igual que una conciencia medieval, la mística interpreta la totalidad del ente como jeroglífico, texto o trama de una acción anterior, divina, de la cual es signo, aparición, índice. El signo elegido será, entonces, código, llave de acceso, portal más que puerta, hacia ese otro lado que es ya este lado. Las religiones monoteístas, como bien comprendía Borges, son religiones del libro: el libro es la contraseña del espíritu absoluto. Borges es un místico del libro: un libro es una presencia que nos lleva más allá de todos los textos. En Zambrano la clave se encuentra alojada entre el logos y el mito, entre el concepto y la poesía, entre el entendimiento y la sensibilidad: es la persona (en un sentido cristiano) en cuanto metáfora del corazón. Un corazón espinado, como decía Mana con Santana. En su “La metáfora del corazón”, María lo dice así: «En su ser carnal el corazón tiene huecos, habitaciones abiertas, está dividido para permitir algo que a la humana conciencia no se le aparece como propio de ser eterno (4)».

 II. Concepto 

Para Zambrano el concepto libera al humano de la physis sagrada de los griegos; la Pachamama boliviana de nuestros queridos esnobs. Por eso relaciona razón con violencia. La razón resquebraja necesariamente al mundo, lo clasifica, lo reduce, lo analiza, lo divide. En ese ejercicio de reducción y simplificación, la razón oculta la totalidad, esto es, la riqueza del bosque que ilumina las hojas del otoño. Lo que el sociólogo Max Weber llamó desmagicalización del mundo. Es lo mismo que decir que no hubo que esperar a la razón moderna; la razón siempre fue razón instrumental en cuanto a su violencia originaria. Lo que esta violencia ontológica nos oculta, para Zambrano, es fundamental: nos priva de un saber que interrogue por el “contacto inicial de la conciencia con la realidad”.  Es que la sombra no es anterior a la luz. Es la propia luz del conocer y de la razón la que gesta sus sombras: exclusiones, infiernos, estigmas, locuras. La razón poética no es para ella una “razón a medias”, sino crítica de la razón y cercanía de la razón a la vida: su búsqueda es la de un pensamiento que no ceda a la subsunción subjetiva del entendimiento: quiere ser cómplice de la cosa antes de ser inteligible al concepto.

Este es el delirio de Zambrano, su inclaudicable voluntad de sensibilidad, de vitalismo, de literatura, de razón encarnada, pero también -a mi juicio- de campo popular, de pueblo español. Para esta grandiosa filósofa, el pueblo español, su campo popular, no fuerza a la existencia en esquemas prefigurados: es Quijotesco; allí, en el Quijote, encuentra su verdad más allá de la filosofía. Volvamos. La razón científica lleva a la primacía de la técnica y al dominio tecnológico sobre la vida. El resultado de esa potencia histórica, de esa voluntad de poderío, es la decadencia de Occidente, no como ‘crisis’, sino como orfandad.

La Orfandad es el tema del Nihilismo, la falta de sentido, la falta de fundamento, la falta de subjetividad. O, en todo caso, la época que sigue a una subjetividad absoluta que lo ha conquistado todo; a la realización, en el sentido de Hegel, de una subjetividad que se ha transformado, siguiendo a Heidegger, en maquinación total y dominio técnico de la totalidad. La subjetividad ya no existe porque su perspectiva se ha realizado en puro dominio tecnológico de la existencia. Marx no está de acuerdo. Para él, la subjetividad sigue a la estructura de la mercancía y la promesa de liberación subjetiva coincide con la superación del trabajo productivo en el horizonte abierto por el ideal comunista de la sociedad sin clases en cuanto postulado de la razón práctica(5).

Orfandad significa que el ser humano ya no crea espíritu, sino que se rinde, se inclina, se deja vencer por los hechos: no produce ni objetividad ni subjetividad; simplemente, funciona.

 III.Método

Hablamos de una servidumbre ante lo dado porque se carece de un Ideal que ilumine lo porvenir. La dignidad de Occidente era la voluntad, desde San Agustín, de transformar a la tierra en “ciudad de Dios”. Rendirse ante lo dado es asociar “ciudad de Dios” con ciudad-narco. Transformar a la tierra en “ciudad de Dios” es el dictamen de la crítica en cuanto idealismo o filosofía de la historia: destruir la realidad mediante la crítica del concepto bajo el ideal de la razón a favor de la vida. Esa transmutación de la realidad, esta transformación de la realidad es la verdad de la crítica como saber. La decadencia es la realidad “como única verdad”. La filosofía, es decir, la forma del saber que Occidente se dio a sí mismo como saber afirma, precisamente, lo contrario: que la servidumbre ante los hechos deja huérfano al humano. Huérfano de trascendencia, es decir, lo inclina ante el becerro de oro producido por sus manos, lo inclina ante el trabajo, sea tecnología, sea cultura y civilización. Una metafísica del trabajo que reduce toda divinidad a fuerza productiva. Contra esa servidumbre material, Zambrano les vomita Dios. Dios es ese misterio que no es el resultado del trabajo, del pensamiento, del ser; es ese misterio que me salva no porque une sino porque aloja; es amor al misterio en cuanto inconformidad total con las respuestas dadas y los paradigmas; es apertura absoluta a lo otro del pensamiento. 

Bajo este método Zambrano accede a esa sabiduría que designó razón poética:

Y es que la poesía ha sido, en todo tiempo, vivir según la carne. Ha sido el pecado de la carne hecho palabra, eternizado en la expresión, objetivado. El filósofo a la altura en que Platón había llegado tenía que mirarla con horror, porque era la contradicción del logos en sí mismo al verterse sobre lo irracional. La irracionalidad de la poesía se concretaba así en forma más grave: la rebeldía de la palabra, la perversión del logos funcionando para descubrir lo que debe ser callado, porque no es. En suma, una falsa verdad. Verdad porque se muestra como la verdad en la palabra, por el camino de su aparición. Y falsa porque descubre lo que, por no alcanzar el supremo rango de ser, no tiene por qué manifestarse. La poesía era una herejía ante la idea de verdad de los griegos. Y también lo era ante su exigencia de unidad, porque traía la dispersión del modo más peligroso: fijándola. Herejía también ante la moral y ante algo más grave que la moral misma y anterior a ella, ante la religión del alma (orfismos, cultos dionisíacos), porque era la carne expresada, hecha ente por la palabra(6).

Zambrano fue despreciada por su maestro, por Ortega. Para ella, la “salvación” no es una reforma del entendimiento, ni de la razón. Es, afirma, una razón, pero más ancha; lo que nos salva es una mancha de aceite, que suavice, que adquiere múltiples formas, que apacigua, y que, fundamentalmente, es idéntica en múltiples formas y géneros diferentes. El clamor del ser, la multiplicidad de la diferencia, la inmanencia que se dice de muchas formas de modo idéntico, eso es su razón poética: una imagen del pensamiento que yo llamo método esquizo-contemplativo. Volvamos. La esclavitud positivista ante los hechos, actualmente, se llama cibernética de la sociedad: es la servidumbre ante las pantallas, ante los datos, ante las imágenes; pavor ante los hechos que se han transformado en pura comunicación mundial

La salida desde el consejo de Zambrano es idéntica a lámpara de Diógenes: volver a buscar al humano, en la amistad, en la pareja, en el ser social, ya no bajo las formas afectadas del humanismo de salón (al estilo Santiago Kovadloff), sino un inhumanismo rengo, huraño, discapacitado, mala onda, al estilo Dr. House. Un (in) humanismo capaz de desconfiar ante los discursos que afirman al dolor y al sufrimiento como lo más profundo y fundamental del ser humano, ese saber que no para de mentir, y, aun así, estar para el otro.

En Zambrano a la subjetividad se la espera, se la busca, se la acoge, se la aloja. 

No sé lo que las mujeres le hacen al pensamiento. Lo que sí sé es que, para ella, para María Zambrano: no hay nada más que pensamiento a condición de que sea, al mismo tiempo, vida.

María Zambrano, estilo insuperable en Filosofía.


 

(1) Sociólogo, ensayista, docente. Coeditor de la Revista Cultural “Espectros”.

(2) Aquella falsa representación de lo que la mística es resulta afín (entre psicoanalistas) a la prenoción racionalista: que la mística no acepta “el nudo de los tres registros lacanianos”, que lo real es “postulado primero y desanudado” y demás prejuicios que identifican al místico con un semianalfabeto lanzado a la locura o a un esnobista new age y su consumo de gurú. Escuchemos a un puro lacanoso (así como existen los puros peronistas también existen los puros lacanosos, aquellos que, fieles a la exégesis, han encontrado el Lacan genuino, puro, cristalino; ese que no coincide con la universidad pública que lo enseña, y que, precisamente, habilita, en su recóndita verdad por fin revelada, el negocio del seminario): “Mística es lo que se experimenta de lo sobrenatural o divino, sin idea y sin palabra; es experiencia directa… Les recomiendo El camino de Eleusis donde podrán leer los procedimientos que se realizaban para “captar la esencia” de la divinidad o las divinidades, sin palabras y sin pensamientos, es decir, eran tratamientos del cuerpo, en cuevas, a oscuras, se utilizaban drogas alucinógenas, como el cornezuelo de centeno, para entrar en contacto “directo” con lo inefable. Para los místicos se debe atravesar la experiencia de un contacto directo sin ninguna intervención del saber” [Alfredo Eidelsztein, Otro Lacan: Estudio crítico sobre los fundamentos del psicoanálisis lacaniano, Buenos Aires, Letra Viva, 2020, página 176] La mística, en rigor, requiere de muchísimo saber, de muchísima indagación en el saber heredado (para irnos bien atrás, las luchas de Buda respecto al saber de los vedas), más allá de todas esas imágenes que van desde el insoportable Jung, desde el insoportable Castaneda, hasta el consumo masivo de astrología “influencer”: la mayor droga del místico, para producir el lugar de lo absoluto en su pensamiento, es un lápiz, un papel, los emblemas de un maestro, la tradición, una inclaudicable voluntad de saber.

(3) La economía neoclásica carece de un concepto de sociedad, esto es, de un nivel de realidad superior a la suma de individuos. Como alguna vez lo expresó Margaret Thatcher: la sociedad no existe, solo existen los individuos y las familias. En el extremo de estas tendencias se encuentra la Economía Austríaca que reduce la macroeconomía (cuyo mayor exponente en el siglo XX fue Keynes) a microeconomía (el mundo abstracto de la economía, sin hechos ni actores sociales, que entró teórica e históricamente en crisis en el crack de 1929).

(4) María Zambrano, Claros del bosque, página 63, versión digital. Disponible en: [https://archive.org/]

(5) El comunismo en cuanto postulado de la razón práctica es una exigencia que permite ampliar el conocimiento teórico de la razón dando objetividad a determinadas problemáticas identificadas por el pensamiento: se trata de una exigencia fundada en el deber de convertir algo (la sociedad sin clases) en objeto de la voluntad para hacerlo posible mediante la lucha. A este efecto, debo presuponerlo, necesariamente, así como también sus condiciones de posibilidad, ya que no puedo demostrarlo solo teóricamente, tampoco es posible refutarlo. Este deber se funda en la ley moral. Es que el proletariado coincide con el destino del imperativo categórico. La burguesía, queda claro, extrae plusvalor y hace moral; su horizonte no supera el utilitarismo: el imperativo hipotético. En cuanto postulado las ideas que antes eran meramente de uso regulativo: se tornan inmanentes y constitutivas. Se vuelven fundamentos para realizar el objeto necesario de la razón práctica, lo que Kant llama sumo bien. Ese sumo bien, que nosotros llamamos Revolución, es la dignidad del pensamiento; lo único que merece ser pensado.

(6) María Zambrano, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2005, página 31.


Bibliografía consultada

María Zambrano, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2005

María Zambrano, Claros del bosque, versión digital. Disponible en: [https://archive.org/]

María Zambrano, De la Aurora, Alción Editora, 1999.

María Zambrano, Hacia un saber del alma, Losada, 2005.

María Zambrano, Horizontes del liberalismo, Ediciones Morata, 1996.

María Zambrano, El hombre y lo divino, Fondo de Cultura Económica, 1973.

La música que escuché mientras escribí este ensayo: Nocturnas


Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda para lo cual dejamos nuestros datos.

CVU: 0000003100078641018285

Alias: enelmargen.mp

Mercado Pago
Desde el exterior: https://www.paypal.me/flagelodelverbo



Deja un comentario