Apertura de Sección: Fogonazos escriturales. Calle y Psicoanálisis. Por Valeria González

Imagen: Kaloian Santos Cabrera.

Cuidado editorial: Gabriela Odena, Marisa Rosso y Mariana Castielli.


Agradezco a Helga Fernández por esa ventisca escritural que dan los nombres. Fue quien dijo crónica y luego dijo sección. Y también a mis compañeros de la delegación editorial que leen contrarreloj.


Me voy corriendo a ver
qué escribe en mi pared
la tribu de mi calle.

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota(1).

La era de lo remoto se instaló como alternativa a la espacialidad y busca la explotación del tiempo hasta la extenuación de cada instante. Al estrechar el margen de posicionamiento para un sujeto, exige que cada quien haga una apuesta para servirse de esto como posibilidad. De lo contrario termina siendo a la inversa: una herramienta de colonización que robustece la individualidad y el ensimismamiento, produce la rotura del lazo social y fabrica un exterior que sólo puede ser visto como temerario y peligroso. 

Ese tiempo del arrasamiento es ahora; y pone en peligro la posibilidad misma de contar y de pronunciarse en el lugar donde la palabra tiene efecto performativo.

Entonces, ¿seguiremos hablando sólo de los tópicos clásicos del psicoanálisis como si no pasara nada? ¿O utilizaremos ese andamiaje ficcional que aporta el psicoanálisis, para poner en evidencia y disolver ese estrago desde el discurso mismo? Se trata quizás de encontrar otros modos de contar para que la narración prevalezca.

Desde los celulares, esos apéndices de lo humano en que se han constituido, respiramos cada minuto pequeñas dosis de Zyklon B verbal.  Empujan hacia la prescindencia cada vez mayor de la calle, esa exterioridad interior donde vive lo común; horadan los desplazamientos en territorio, ese caminar para estar entre otros.

Lo que llamamos escena pública –esa ficción real montada sobre el mundo que nos sostiene colectivamente y permite una pluralidad de modos de conjugar un nosotros–, está siendo desmantelada por las acciones de un gobierno que constituyen, no medidas políticas, sino ataques al común vivir, tomando a la democracia como mero disfraz.  

Dice Lacan que primero hay el mundo; ese lugar donde se amontonan como compost histórico los restos de todo aquello que históricamente llamamos mundo. El lugar donde lo real se precipita. Y, por otro lado, hay la escena sobre el mundo, la escena del Otro, donde el hombre como sujeto tiene que constituirse, ocupar su lugar como portador de la palabra. Sólo entonces es posible hablar de la escena dentro de la escena, es decir, esa dimensión del inconsciente que Freud llamó Otra escena.

El montaje entre mundo y escena, es lo que está en la mira: un verdadero ataque al inconsciente. Un Guernica de la escena pública. 

Lo cual no debería desoirse, mucho menos por quienes trabajamos en el marco de ese universo que es la fixión singular que se esqueja (2) en lo social.

Esta sección es una búsqueda tanto como una apuesta. Hacer callejear al psicoanálisis para leer esa topografía de lo público en que la palabra hace lazo y transforma la multitud en alguna forma del nosotros. Salir, moverse, estar ahí, mirar, leer, afectarse. Y luego contar.

Confeccionar, cada vez, la narración como un comando de resistencia a la devastación. Ofrecer la voz que narra como bunker de presencia, de registro y de pasaje. 

¿Registro de qué? De ese enorme y encomiable esfuerzo escritural que hacen las muchedumbres por sostener –sin delegarlo a ningún representante– la existencia misma de esa superficie donde los diferentes trazos pueden encarnar. Defender en la calle los resortes ficcionales con los que se puede escribir en una sociedad y limitar los embates que destituyen las condiciones que hacen posible esa escritura.

Pasaje ¿de qué? De eso que se escribe cada vez en la calle: que lo imposible no puede ser escrito por nadie porque es aquello que promueve que el escribir no se termine. 

La crónica será el vehículo elegido para esta tarea: un género inquieto y rebelde. Reacio a su captura en una definición que lo encorsete; un desplazamiento hacia; una presencia ante; estar en; hablar con: las preposiciones que narran la puesta en juego territorial de una mirada que se sabe parcial. Estar y luego contar. Ejercitar ese elástico simbólico que hace experiencia de lo que se vive. No busca explicar sino afectar anudando temporalidades y conjugando los pasos de una marcha. 

Entonces, las crónicas de un psicoanalista constituyen un modo de raspar la palabra hasta encontrar esa viruta que permite contar: la apuesta es cronicar. Esto es, narrar hasta el neologismo para nombrar en acto lo que no existía. Una palabra que se afirme como una jetoneada lingüística. Una memoria futura. Una defensa de la bitácora supuesta a la posteridad. Una resistencia en acto a ese intento de borrar el contar. 

Cronicar es un amasijo hecho de calle, fotografía y deseo de escribir. 

Cronicar es un fogonazo escritural.


Addenda prestada o bonus track: https://www.youtube.com/watch?v=17Bz


1) Vencedores vencidos en Un bajón para el ojo idiota, 1987

2) Un esqueje es una técnica botánica que consiste en extraer un fragmento vivo de una planta y colocarla en otra planta o en tierra, para que enraíce y se reproduzca. Modo de multiplicar algunas plantas.  


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