Foto de portada: Iara Quimey
Cuidado editorial: Gerónimo Daffonchio
«Y el peso de este crimen gravitaba sobre ellos»
Sigmund Freud
En la adolescencia el contenido que aparece con mayor insistencia en la fantasía según Winnicott, es el de asesinato. Hace referencia en mayor medida a lo que atañe al terreno de lo inconsciente, lo reprimido, o aquello que se hace presente en forma diurna como imaginación, pero en tanto inhibido en su acción. No sabemos si es la única fantasía privilegiada, pero su realización efectiva, desde ya, es de otra estofa, aunque establece su enlace, en parte, con el fracaso de la fantasía como tal. Agrega Winnicott, en Realidad y juego, que además, en todo crecimiento se imagina «la muerte de alguien”. Es una forma de contactarse con el deseo de ocupar ese lugar.
La dimensión en la que suceden las ideas, los pensamientos, los ensueños, que solemos nombrar edípicos en su segunda vuelta de la repetición, forman parte del bastidor ficcional constituyente en la post pubertad. Se trata de la salida novedosa al mundo, a la vida amorosa erótica, la sexualidad estará ligada a la mortalidad de otro modo. Se ponen también en juego los recursos que se portan o no, para responder a lo inédito, y se expresan reacciones diversas frente a lo encontrado y lo desencontrado ineludiblemente. La bascula entre la pertenencia a una grupalidad o las desolaciones abismales, abren un abanico múltiple, zigzagueante. Cuando se traspasa y resquebraja la dimensión simbólica que implica una relación mediatizada con el semejante, incluidas las extrañezas de la proximidad o se fisuran o se rompen barreras de la prohibición fundante, -con móviles múltiples, singulares, socio-políticos, ambientales, incomprensibles- pueden acaecer hechos de riesgo, desajustes insondables o irrupciones a veces impredecibles. Por ejemplo, se puede matar de veras.
Tres tristes crímenes
Fragmentos de tres producciones cinematográficas:
No matarás es una película perteneciente al Decálogo de Krzysztof Kieslowski de 1988. Inicia con un monólogo sobre el cuestionamiento de la efectividad de la ley jurídica, realizado por un joven abogado, que esgrime un alegato contra la pena de muerte, aún vigente esos años en Polonia. Cuando se infringe la legalidad, el castigo impuesto, dice el abogado, plantea a veces una forma de venganza. Muerte por muerte.
Se visualiza entre tanto en la película, a un muchacho joven errante por la ciudad de Varsovia, en soledad, de rostro fatigado, mirada resentida, gesto desconfiado. Tira de forma anónima y con violencia contenida una piedra a un auto desde lo alto, escupe una comida, y prepara entre sus manos una soga. Nada parece comprenderse. Hace mucho frío, se siente la desolación. Elige un taxi al azar, y con una artimaña se adelanta en el turno de espera de la parada. El conductor ya había dado muestras para los espectadores, en escenas anteriores, de ser alguien mordaz y despreciativo, pero el muchacho no lo conocía, era alguien anónimo. De pronto el joven pasa al acto, deducimos que previamente calculado: lo mata brutalmente, lo ahorca, lo golpea con una piedra. En la película se muestra como el abogado intenta, ya en el juicio, una defensa ante el tribunal. Pierde y con ello fracasa la posibilidad de que la pena de muerte no se incluya en la condena. Antes de que la sentencia se ejecute, el muchacho quiere hablar con él. Es el único que lo llama por su nombre, Jasek. No puede decir nada acerca del asesinato, pero pide ser enterrado cerca de su padre y su hermanita muerta quien fuera atropellada por un conductor en un sendero. Habla de su hermana pequeña muy querida y de su madre viuda y pobre. Como si intentara en el límite, dejar historizado, subjetivado, filiado, aquello que lo llevó al ejercicio vengativo de su feroz crueldad. Llora, sufre, no quiere ir a la horca, tiene miedo. Pero la vida ya no podía seguir. Son muchísimos policías los que lo vienen a buscar, lo arrastran, lo llevan violentamente al condenado a morir. Todos miran la escena, menos el abogado que se plantea, afectado por la idea de una oportunidad, que hubiese podido evitar de algún modo el asesinato. En Polonia, por otro lado, se abolió la pena de muerte recién en 1997.
El video de Benny es una película de Michael Haneke, de 1992. Un adolescente, también solitario, de clase acomodada en Viena, parece que “lo tiene todo”. Se queda en su casa, en su cuarto, los padres están poco. Benny es alguien muy interesado en filmar y ver videos. En especial se interesa por lo que ha grabado con la cámara que le han regalado sus padres. Se trata de la matanza de un animal, en la granja que alquila su familia. En el Video Club al que concurre ve una chica de su edad, también solitaria, desconocida. La invita a su casa, le muestra la filmación, conversan sobre ver muertos, comen y luego sin ninguna motivación evidente, con fría crueldad, la asesina con la misma pistola que sirve de instrumento para matar el animal en el matadero. La escena también quedó filmada. La jovencita víctima, grita, se resiste como puede. El adolescente Indiferente, desconectado, esconde el cadáver, tapa la sangre derramada, mira la cartuchera de la joven, revisa sus cosas, sale con sus amigos, se rapa en la peluquería el cabello. Un corte similar a la estética de su padre. Al regresar la familia luego de unos días, les cuenta el suceso, les muestra el video. Entre desesperación y frialdad racional, lo apañan, lo encubren, lo alejan de la ciudad, se “divierte con su madre en un viaje”.
Lo único importante es borrar toda huella del crimen que los comprometa. Ningún atisbo de asunción de responsabilidades. Salvarse impunes de cualquier denuncia. Se “arregla” el asunto. El cuerpo se elimina, desaparece. Un crimen sobre otro crimen. En un momento su padre, sentado al lado de su hijo, reafirma quererlo y le pregunta: “¿Por qué la mataste?” El chico responde: “No sé…para saber cómo era”.
El adolescente, esos días, concurre por su cuenta a la policía, confiesa su crimen y denuncia el encubrimiento de sus padres. “Lo siento” les dice al salir, luego de dar su testimonio.
Adolescencia serie dirigida por Barantini de 2025, que produjo furor mediático y furor de comentarios. Excelentes actuaciones. Se lo nombra al protagonista como un adolescente, pero en realidad se trata de un chico de trece años, recién iniciando la pubertad. Las instituciones que intervienen muestran sus incólumes maquinarias, tramas sistematizadas o pertenecientes a una época a la que la sensibilidad o la interrogación parece no concernir demasiado o, si les acontece, no hacen mucho con ello, las cosas se les van de las manos, la escuela no aloja, rinden pleitesía a la investigación policial, y la velocidad y los códigos tecnológicos parecen ahondar aún más las distancias generacionales.
La violencia que irrumpe al inicio de la serie en la casa aterroriza con crueldad autoritaria institucional, atraviesa puertas mientras el joven, al que se supone peligroso, asustado repite “yo no hice nada”, “papá, yo no hice nada”. Alguna verdad: ¿Quién o qué realizó en él? Si se trató de un pasaje de arrojo a la acción, entonces, algo en él empuñó en sus manos la daga asesina, desenfrenada. La imagen en el video plantea la veracidad de los hechos. Realiza un asesinato a puñaladas, con un cuchillo conseguido, mata a una compañera de su curso, que al parecer lo rechazaba con desdén y con emoticones que lo etiquetaban de “célibe involuntario”. Algo que redobla lo impactante: un compañero del curso al enterarse de lo sucedido, ríe, ríe con burla pidiendo ver imágenes.
El muchacho es internado hasta que llegue el juicio y la sentencia. La psicóloga jurista que lo entrevista lo hace hablar, lo interroga y lo interroga indefinidamente, sobre el padre, sobre la masculinidad, sobre sus mensajes íntimos, sobre su cuerpo, a fin de incisivamente “saber si comprende lo que ocurre y evaluar”. El chico se seduce, se enfurece, habla, patalea, confiesa casi como desliz en el fragor de la escena que comprende lo que hizo, se pone mal y dice también sentirse feo, muy feo, busca algún espejo que le devuelva otra cosa, está desesperado, enfurecido, violento. La psicóloga, aunque está afectada, comprometida, lo mira con temor, no le contesta, actúa según el “sistema profesional”[1]. Ya no seguirán hablando entre ellos. En este caso el orden jurídico y la escucha se desentienden entre sí. Los padres sufren, buscan y buscan algún indicio que de razones de lo que ha ocurrido… Un año después el joven le comunica al padre que se declarará culpable. No sabemos qué giro se produjo en él. Parece que decide hacerse cargo de su acción… nadie se pronuncia demasiado al escucharlo.
Pinceladas incógnitas de una acción
Tres ficciones situadas en diferentes épocas y contextos europeos, en este caso Polonia(1988), Viena (1992) e Inglaterra (2025). Bordean penosos asuntos que podrían darse en nuestro territorio y que probablemente tendrían, en algunos casos, otras preocupaciones o distintas respuestas institucionales al tratarse de un menor. No ocurren en un escenario escolar atento a un transitar por discusiones acerca de la pertenencia a una comunidad, a los modos de abordar lo violento, lo segregativo, a la concepción sobre las adolescencias, como un tiempo turbulento, a veces sufriente, crítico, movilizante, ni ocurre en cierto juzgado o en algún hospital público de nuestro país donde analistas realizan su labor, aún en épocas de desmantelamientos de algunos programas de atención que vienen siendo muy valiosos y necesarios en situaciones de vulnerabilidad acuciantes y pensar el cada quien en lo colectivo. Atañe, por lo menos en lo que respecta al psicoanálisis desde Freud, también propiciado por Aichhorn, educador pionero y comprometido, a preguntas por lo enigmático, lo incomprensible, por el acontecimiento cada vez, por el alojamiento en algunas sociedades rotas, abrumadas, tecnificadas, des-filiadas que recaen sobre infancias y adolescencias. Atañe también a inquietudes por lo renegatorio, a sufrimientos mudos, a lo que se encubre o nada se quiere saber, a los corolarios de las redes en el capitalismo feroz, al sin sentido. Importa a una ética que intente ubicar las figuras de la sanción, de la responsabilidad social o política de quienes se sostienen en la adultez, de lo que ampara o desampara, de lo que emerja de la palabra, de la escucha, de la avidez de lo común.
En esta ocasión son tres producciones con resonancias entre sí pero también diferencias. Jóvenes que llevaron sus realizaciones al extremo de forma virulenta. Pasan a una acción de consecuencia fatal, que no parece del todo la estructura del pasaje al acto, caídos de toda escena como exilio de sí, o ausentes de todo pensar, sino parcialmente, ni pareciera dirigido a que el Otro acuda a su lugar, ni se trata de crímenes arltianos en la utopía del Mal, ni se ubica un espacio en los suburbios entre bandas en la lucha por sobrevivir, como muestra la película “Cidade de Deus”. Ninguno de los tres personajes, el púber, el adolescente, el joven, pueden dar cuenta demasiado de lo que hicieron, ni podemos distinguir a simple vista los sentimientos de culpa, o de remordimiento frente al horror de lo realizado… pero hay consecuencias. Jurídicas, sociales, subjetivas. Hay un antes y un después. La marca retroactiva en un sujeto adviene cuando hay lectura. El acto es la lectura del acto. Si no fueran ficciones, trataríamos de seguir escuchando a los distintos actores en juego, sin moralizar ni estigmatizar. Escuchar qué es lo que se trata de historizar entre la arrogancia y el dolor de Jasek, en la fría violencia y denuncia de Benny, en la metamorfosis de Jamie. ¿Que se aniquila eliminando a un semejante? Freud plantea que en el suicidio melancólico quizá se trate del deseo de matar a otro, en el crimen, el movimiento es recíproco? ¿Algo del matarse? ¿La víctima tiene para el atacante una inaceptable semejanza inconfesable, como dice Fritz Lang? ¿Un sacrificio realizado en busca de castigo, por una culpa antecedente? ¿Un acto cruel sin culpabilidad? Interrogaciones que apenas comienzan y que navegan entre las de quienes vienen teorizando y escribiendo hace tiempo sobre el tema. Complejidades enigmáticas, imperfectas… difíciles de desentrañar[2].
Notas:
[1] María Moreno finaliza su artículo Adolescencia: “no podría la desagradable psicóloga de «evaluación» haberle respondido a Jamie, en vez de con un lacónico e impotente silencio, con un tierno y sincero «si, Jamie, sos muy lindo”.» “Hay muchos cabos sueltos…” Página 12, 20 de abril 2025
[2] Una de las lecturas consultadas, la compilación “Superyó y filiación. Destinos de la transmisión” editorial Laborde Editor , Rosario 2000
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