Conozco el trabajo de José en relación a Gabriela Liffschitz desde hace ya tiempo, desde su inicio público al menos. Sin embargo cuando tuve el libro en mis manos me asaltaron temores no tan nuevos: ¿Un supuesto hombre hablando de una supuesta mujer? Hacerse ver suena a “no te hagas ver”, o a “a esta le gusta hacerse ver”, habitualmente o históricamente atribuido a mujeres y disidencias. Histrionismo, teatralidad, exhibicionismo… Y entonces me vino a la cabeza Amor loca de David Halperin(3) donde analiza la hiperexpresividad y el melodrama que une a gays y a mujeres:
(…) aquellos que están en el poder no necesitan gritar para obtener lo que quieren; les basta con mandar. Existe entonces una política de la emoción que los gays comparten con las mujeres: la vida del sentimiento gay, descalificada socialmente como ha sido siempre, no puede encontrar expresión sino en lo que la hace parecerse a la histeria, al histrionismo, a un acrecentamiento emocional (…) puede traducir no la ausencia de poder, sino el poder horroroso de los oprimidos que terminan por estallar ante el peso de una sujeción intolerable(4)
Entonces me pregunto ¿Qué importa quién lea?, evidentemente no.
¿Qué sentido darle a que no aparezca el nombre de Gabriela Liffschitz en la tapa y sí su imagen? ¿Es José Assandri quien se hace ver en este libro? ¿Cómo saberlo? ¿Quién toma en su mano la fotografía? ¿Ella misma viendo hacerse ver? También es cierto que su imagen nos mira mirarla ¿Nuevamente el psicoanálisis ante el “enigma” femenino, continente oscuro, ¿qué desea una mujer?… etc.,etc. y demás signos de ¿cómo hacer de la mujer un fantasma masculino…?
Entonces decidí salir de la persecución y darle una chance a esta escritura, es decir ponerme a leer el libro. Sin embargo me pareció pertinente —o impertinente quizás— decir algo de cómo vivimos quienes no nos decimos “hombres” la sospecha de que se hablescriba de nosotres, por nosotres, en lugar de nosotres…
Algo me decía que mi amigo José estaba bastante más advertido que Jacques Alain Miller o Catherine Millot e incluso que el mismo Lacan hablando con una persona trans en cierta ocasión de la que Jean Allouch hace derivar su vergüenza y su modo de acoger gays and lesbian studies y teoría queer, pero nunca se sabe de antemano… También, debo decir, algún efecto debe tener haberse tendido en un diván tantos años, sabía que se trataba de una mujer que había padecido un cáncer de mama, que en mí se lee como “cáncer de mamá”, mi madre también lo padeció y falleció por complicaciones ligadas a él. Entonces algo de la implicación teñirá inevitablemente esta lectura, ¿cómo podría ser de otro modo en psicoanálisis? Algo de una ética del decirescribir psicoanálisis.
La epifanía de James Joyce que hace de acápite habla de un perro recostado, que aúlla afligido, se lamenta ante la mirada fugaz de personas que pasan y apenas se detienen, “…en ese lamento asemejan escuchar la expresión de su propio dolor que alguna vez tuvo voz pero ahora está mudo, sirviente de laboriosos días”; y me parece una invitación a escuchar y a no evitar hacer resonar el propio dolor ante un perro o una mujer, ambxs subalternidades(5) respecto de El hombre, universal dudoso a esta altura de los tiempos…
En nuestro medio Fernanda Ramos Monza ha trabajado este punto, particularmente en Devenir respons(h)ables, disponible online en Dossier de e-dicciones justine de la École lacaniene de psychanalyse(6).
Como verán mi lectura no será sin la afectación por otros discursos: feminismos, antiespecismo, teoría queer, teorías decoloniales y arte contemporáneo, etc; afectación sin la cual creo que el psicoanálisis resta muy, demasiado, empobrecido como para continuar pretendiéndose parte de la conversación contemporánea, tal como señale, entre otros, en El psicoanálisis importunado. Importunar y estar importunadx(7).
El libro de Assandri constela benjaminianamente “Desnudos fotográficos”, fotoperformances que buscan testimoniar de una co/habitación con el cáncer con producción literaria y un relato de análisis que es a su vez testimonio del fin de una vida que se acerca a su fin y que busca hacer algo con eso, algo que fugue de la mera resignación y que pondrá también en cuestión la noción de duelo y de sí misma —sea lo que eso quiera decir— así como las asignaciones sexo-genéricas con sus consiguientes performances de género y la pesadez de sostener ese proyecto político civilizatorio llamado cisheteronormatividad, apuntalado en la diferencia sexual y las relaciones sociales de poder que llamamos género. Fuga hacia una liviandad otra que resulte de mirarse en algunas otras mujeres y dejar de producirse en la mirada masculina: llámese analista, padre, novio o el mismísimo Lacan.
Venus, la Mona Lisa, la “verdadera mujer” millerolacaniana y tantas otras figuras ofertadas desde una masculinidad prometeica y mansplayneadora —es decir de hombres que les dicen a las mujeres lo que deben ser o hacer o saber— caerán una a una hasta que al fin otro vuelo sea posible…
Hace muy poco tuvimos la suerte en e-dicciones Justine de conversar con Silvia Lippi acerca de Soeurs(8), su libro escrito con Patrice Maniglier, en el que ellxs se preguntan acerca de si será posible que las mujeres dejen de definirse en relación a los hombres, y lo hagan en relación a/entre ellas mismas, en lo que provocadoramente llaman Psicoanálisis sororo o sororal. Un recomienzo del psicoanálisis a partir de los feminismos.
Una autora que siempre me ha resultado inquietante en este sentido es Camille Laurens que, por ejemplo, en En esos brazos(9), lejos de rechazar ese ser producida en la mirada masculina elige hacerlo visible de manera más que explícita, casi obscena. Veamos algo de cómo dice de su designio novelístico.
Sería un libro sobre los hombres, sobre el amor de los hombres: objetos amados y sujetos amantes. Los hombres en general, todos los que están ahí sin que llegue a saberse de ellos nada, salvo su sexo: son hombres, es cuanto puede decirse de ellos. (…) Yo no sería la mujer del libro. Sería una novela y el personaje solo se perfilaría a la luz de los hombres que conociera(10).
Estrategias subalternas, les llamo yo a estos modos de hacer con los otros/Otro, estrategias de supervivencia subjetiva en condiciones de opresión; algo de eso veremos en un Jean Genet haciéndose uno con lo abyecto o en una Aida Fernández, psicoanalista lesbiana que ratifica el juicio moral de una institución de psicoanálisis haciendo de la perversión el signo de toda fuga de la heteronormatividad. Claro, los efectos de una y otra estrategia no serán los mismos tanto para quien es su supuesto agente como para sus pares.
“Cartografías de catástrofes”, dice Blanchot en El espacio literario(11), “escrituras donde opera una soledad esencial” y eso me conmueve y me hace pensar si justamente no se tratará de escrituras de la soledad, en el sentido que generan las condiciones de posibilidad para fugar del infierno de los otros, que son los otros —tal como lo diría Sartre en A puerta cerrada(12). Y seguramente un/a analista hegemónicx me dirá: el infierno es unx mismx… también, responderé, también, pero lo prefiero, si es que esa opción fuese viable. El problema es que no lo es y deberemos asentir a ese infierno con los otros/Otro juntos, con minúscula y con mayúscula, como bien lo advierte y escribe José. Pero quizás haya algún margen para no escamotearse el modo singular de coexistir y producirse subjetivamente en esa tensión insoslayable.
Durante toda la lectura del libro me pregunté ¿qué pasaría si a esto lo leyéramos con, tal o tal autor/a/e? Lecturas cruzadas que hace ya rato me resultan imprescindibles. Así por ejemplo, ya que de enfermedad y limitaciones se trata, ¿qué pasa si leemos a Liffschitz con Leonor Silvestri en Ética mutante del deseo disca y las afectaciones de la interdependencia funcional(13)? Silvestri abre su libro con una cita de Artaud de Los enfermos y los médicos que dice:
He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo, pues los estados de privación de la vida me han dado siempre mejores indicios sobre la plétora de mi poder que las creencias pequeñoburguesas de que basta la salud.
Artaud define a los médicos como aquellos que padecen de “insuficiencia de enfermedad”(15).
Hace tiempo los feminismos han señalado al capacitismo como otro de los sistemas de opresión a incluir en el modo interseccional en que todes co/habitamos con subalter-nidades y privilegios. Sistemas de opresión que son obviamente de sufrimiento, por lo que el psicoanálisis haría bien en dejar de ignorar. Sexo, género, raza, clase, belleza y delgadez corporal, salud/enfermedad y un largo etcétera.
Todxs disca, tarde o temprano, parece decir Silvestri desalentando cualquier ilusión de salud o juventud eternas. Apoyándose en Nietzsche y su idea de la enfermedad como “la gran salud”, como quien dice de la muerte la gran maestra, Silvestri enferma de Crohn, cuestiona la idea de despatologización y apuesta por una apropiación, al modo queer, de la enfermedad.
Todxs interdependientes y afectadxs, no como maldición o castigo sino como apuesta a otros modos de lo político. Y si el apocalipsis, llámese calentamiento global, Trump o Milei es inevitable, al menos produzcamos uno —un apocalipsis— que nos haga lugar de mejor manera. “Nada de nosotras sin nosotras” titulará un capítulo de su libro. Dirá también de procesos de “resingularización (…) para ser cada vez más diferentes, hasta de nosotras mismas”(16) ¿No se trata de algo de esto también en Liffschitz?
¿Qué pasaría si leyéramos con Johanna Hedva y su Teoría de la mujer enferma(17) en la que en respuesta a Hannah Arendt se pone en cuestión la noción misma de lo político?
La obra de Liffschitz como tecnología de sí es un sesgo fuerte de lectura en este libro, al que yo intervengo desde la apropiación feminista que hace Teresa de Lauretis en La tecnología del género(18), como crítica al feminismo de la diferencia:
(…) como la sexualidad, el género no es una propiedad de los cuerpos o algo originalmente existente en los seres humanos, sino el conjunto de efectos producidos en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales, en palabras de Foucault, por el despliegue de una tecnología política compleja. Pero debe decirse ante todo, y de ahí el título de este ensayo, que pensar al género como el producto y el proceso de un conjunto de tecnologías sociales, de aparatos tecno-sociales o bio-médicos es, ya, haber ido más allá de Foucault, porque su comprensión crítica de la tecnología del sexo no tuvo en cuenta la instanciación diferencial de los sujetos femeninos y masculinos, y al ignorar las conflictivas investiduras de varones y mujeres en los discursos y las prácticas de la sexualidad, la teoría de Foucault, de hecho, excluye, si bien no impide, la consideración del género(19). (las negritas son nuestras)
Esto nos podría llevar a preguntarnos qué es ese sí, ese sí mismo, que se pretende único, universal y que históricamente emerge en esa sociedad de Amos -hombres por supuesto: es decir no mujeres, no esclavos, no niños ni animales no humanos- de la que nos enorgullece tanto decirnos herederxs. El psicoanálisis no solo no ha estado por fuera de ello sino que en esta nueva versión de la filiación tan deseada, nos alineamos vía Foucault hacia un cuidado de sí que no estoy tan segurx sea evidente para la práctica analítica.
Solo haciendo un paseo a vuelo de pájaro por el texto foucaultiano de las Tecnologías de sí o del yo(20), según las traducciones, aparecen algunas tensiones a no resolver tan rápidamente, creo. Se trata de operaciones sobre el cuerpo y el alma a fin de, mediante una transformación de sí, alcanzar un “(…) cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad”(21) en el contexto histórico de las espiritualidades de la filosofía antigua así como del paganismo y del cristianismo primitivos. Tecnologías de sí que son efecto de la tensión entre la prohibición sexual y la incitación a la confesión y la ascesis. Están además al servicio de “algún tipo de dominación”(22) o dominio. No estoy segurx que se trate de lo mismo en la contemporaneidad ni en psicoanálisis.
Entiendo que tanto José como De Lauretis hacen un uso ampliado de la noción foucaultiana de tecnologías de sí, lo que es absolutamente válido aunque creo debe seguir siendo problematizado.
Me parece un acierto más que feliz revisitar críticamente nociones como el Estadío del espejo y el esquema óptico generalizado y preguntarnos, como se hace en el libro por la inmutabilidad de lo que allí se inscribe, así como por el sesgo androcéntrico en su formulación. Hace tiempo me pregunto ¿será igualmente sostenido desde la mirada del otro el júbilo en una niña que en un niño, en alguien que nace con algún trastorno o incluso en la pobreza que en la clase media analizante? Y además, como acertadamente señala Assandri, esa “asunción jubilosa” no es sin una presión hacia la unificación y la identificación. Unificación de “imagen, carne y nombre”(23) a lo que se agrega de sexo/género.
Preguntarse por los objetos a en Lacan y perfilar allí la posible ausencia de algunos otros, también me parece prometedor y desacralizante. Quizás no esté todo dicho tampoco aquí…
También me parece potente el modo en que se rescata el personalísimo uso y producción de las imágenes de sí misma que hace Liffschitz y me vino a la cabeza el modo en que las feministas ligadas al cine y lo audiovisual apostaron a una visualidad otra que no fuese dispuesta al consumo masculino. En ese sentido Laura Mulvey en Placer visual y cine narrativo(24) apostaba a un uso político del psicoanálisis:
Este estudio pretende utilizar el psicoanálisis para descubrir dónde y cómo los mecanismos de fascinación del cine se ven reforzados por modelos preexistentes de fascinación que operan en el sujeto individual y en las formaciones sociales que lo han moldeado. Como punto de partida, tomaremos la manera en que el cine refleja, revela e incluso interviene activamente, en la interpretación recta, socialmente establecida, de la diferencia sexual que domina las imágenes, las formas eróticas de mirar y el espectáculo. Para elaborar una teoría y una práctica capaces de desafiar al cine anterior, resulta conveniente comprender lo que fue, el modo en que operó su magia en el pasado. Así pues, la teoría psicoanalítica actuará aquí como un arma política, poniendo de manifiesto cómo el inconsciente de la sociedad patriarcal ha estructurado la forma fílmica. La paradoja del falocentrismo en todas sus manifestaciones consiste en que, para dar orden y sentido a su mundo, depende de la imagen de la mujer castrada. Una cierta idea de mujer se yergue como pieza clave del sistema: es su carencia lo que produce el falo como una presencia simbólica, es su deseo de triunfar sobre la carencia lo que el falo significa. Ciertos textos publicados recientemente en Screen acerca de psicoanálisis y cine no han recalcado lo suficiente la importancia de la representación de la forma femenina en el seno de un orden simbólico en el que, en última instancia, no representa más que la castración. En pocas palabras: la función de la mujer en la formación del inconsciente patriarcal es doble; en primer lugar, simboliza la amenaza de castración por medio de su ausencia real de pene y así, en segundo lugar, eleva a su hijo a lo simbólico. Una vez que esto se lleva a cabo, su sentido en el proceso ha llegado a su fin, ya no permanece en el mundo de la ley y del lenguaje a no ser como memoria que oscila entre la memoria de la plenitud maternal y la memoria de la carencia. Ambas son postuladas como naturaleza (o como «anatomía», según la conocida frase de Freud). El deseo de la mujer está sometido a su imagen de portadora de la herida sangrante; ella sólo puede existir en relación a la castración, sin poder trascenderla(25).
Claro, cabe preguntarse si el psicoanálisis, además de una herramienta con potencial político no ha sido también parte del problema ofertando discurso, como intenté mostrar en Lo que la heterosexualidad le debe al psicoanálisis(26).
No sé si Liffschitz conoció esta movida feminista e incluso no me parece, por lo poco que conozco de ella, que haya militado el feminismo en sentido estricto. Sí el trostkismo y es interesante porque dentro de una izquierda totalmente de espaldas a los feminismos, la liberación gay e incluso poco advertida de la racialización y centrada en un único sistema de opresión: la clase, lxs trostkistas discutieron y escribieron al respecto. En Uruguay el PST difundía materiales en los que las disidencias sexuales dejaban de ser consideradas “desviaciones o debilidades ideológicas”. Pero lo haya conocido o no, algo de ese agenciamiento colectivo de cuerpas minorizadas, también por el psicoanálisis, produjo seguramente su hacerse ver y su reinscripción– en palabras de Liffschitz desde otro júbilo, en el borde de más de un fin.
Más de una vez durante la lectura me venía a la cabeza, el/la analizante se analiza a pesar del/la analista, esa frase de Lacan que yo desmasculinizo y que quizás haya que ponerla a cuenta de la resistencia del/la analista o de su contratransferencia, tal como Lacan la define en Intrevención sobre la transferencia: “La suma de los prejuicios, de las pasiones y de las perplejidades del analista, incluso de la insuficiente información del analista”(27) Y me venía a la cabeza insistentemente Cómo ser mujer y no morir en el intento, la película de Ana Belén (1991)…
En más de un momento Gabriela Liffschitz se me apareció como Dora, entrampada en un lío de otros y en posición de objeto de intercambio, Padre y Sr K en Dora y en Liffschitz en medio de un triángulo con su “novio psicoanalista” y Chamorro su analista, triángulo que mirado más de cerca deviene cuarteto: Liffschitz-novio psicoanalista-Chamorro-Lacan que en realidad es quinteto: Liffschitz-novio psicoanalista-Lacan-Miller y finalmente sexteto: Liffschitz-novio psicoanalista-Chamorro-Lacan-Miller y la “verdadera mujer”.
Paradójicamente o no la experiencia del cáncer habilita una salida de la tragedia mediada por la obra que Liffschitz activa en lo que me atrevo a calificar de giro o deriva queer en el sentido en que David Halperin en ¿Cómo ser gay?(28) le da a esta noción.
Para Halperin la heterosexualidad es una mirada -véase la pregnancia de lo visual en Occidente. Pequeña digresión, tanto Paul B. Preciado como Oyeronke Oyewumi(29) señalan esto: Preciado en Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce(30), había escrito: «Si el régimen heteropatriarcal de la diferencia sexual es la religión científica de Occidente, entonces cambiar de sexo no puede ser sino un acto herético.» (Preciado 2019) La diferencia sexual es la religión científica de Occidente, régimen político-visual. Algo similar, aunque dicho de otro modo, señalará Oyeronke Oyewumi (2017) en La invención de las mujeres. Bio-lógica, le llamará esta investigadora nigeriana(31).
Decía que hay algo de una deriva queer en Liffschitz en el sentido de Halperin:
Se pregunta Halperin: ¿De qué ríen las Drag queen? Como ejemplo hace referencia a las llamadas Viudas de Fire Island, gays que perdieron a sus compañeros por el Sida, quienes realizan una parodia de duelo ‒o sería mejor decir, realizan su duelo paródicamente: las viudas de Fire Island se ríen en primer lugar y sobre todo, de su propia aflicción. Cuando se ríen de situaciones espeluznantes o trágicas, no se trata de que no se percaten del horror o la tragedia que conllevan, más bien al contrario. Se ríen por no llorar, para no caer en la autocompasión sensiblera. Pero no se trata solo de eso, puesto que la aflicción no desaparece al reírse de ella, en todo caso se hace más aguda, más concreta. Sin embargo, así se la acota a un área conocida, una ubicación social y emocional específica, lo que quiere decir que se hace menos constrictora, menos aislante. En consecuencia, no se escapa de la congoja, sino que se comparte de manera que se pueda lidiar con ella(32).
Como ejemplo de la mirada heterosexual, quien mejor que Freud mismo. Así el “recorro feliz mi propio final” de Liffschitz se aleja mucho del designio heterodramático de Freud de: transformar la miseria neurótica en infortunio común…
Como dije ya en otro lado:
(…) no hay los afectos. Hay una política de los afectos, una dramaturgia y unas prácticas hegemónicas, eurocéntricas, heteronormadas, de clase y raza, etc, que matrizan los modos en los que nos afectamos y aquello que nos afecta. Se trata de una matriz que hace de los afectos un lugar de verdad subjetiva, negándoles todo carácter performativo y político. Para esta matriz habría un único modo de experimentar lo que llamamos duelo, tristeza, alegría, dolor, etc(33).
Hay una economía política de los afectos a ser intervenida, desviada, torcida…
Entonces me siento autorixadx a hacer de Liffschitz una hermana —en el sentido en que le dan Lippi y Maniglier(34): alguien con quien me une el modo de ser/estar incluidas y excluidas al mismo tiempo desde una lógica fálica que se hace ver como la única posible. Una hermana que nos enseña un modo posible de fugar “de la tentación de ser la herida” y acceder al fin a una levedad menos insoportable.
(1) Primera aclaración, lo de resonancias narcisistas es un guiño a la puesta en cuestión que hace este libro a la elección de una única versión del mito de Narciso. Guiño que resuena en mí con un texto mío en el que hablaba de “otras versiones que no sean del padre” en alusión a la noción de pére-versión lacaniana.
(2) José Assandri. Hacerse ver (cuerpo-fotografía-mirada). Co-edición En el margen y Escolios, ediciones numeradas; Mdeo 2025.
(3) David M Halperin. Amor loca (Queer love) “Amour folle”, Conférences litter (2005), Strasbourg, EPEL. Traducido por Martín Pérez C., revisado por María Victoria Puerta. martinjoseperez@yahoo.com. Conferencia dada el 9 de mayo de 2004 https://revistas.udea.edu.co/index.php/psicologia/article/view/10292
(4) Ibid pp 11-12
(5) Adams, C. J. (2003). Ecofeminismo y el consumo de animales. En K. Warren (Ed.). Filosofías ecofeministas, (pp. 195-225). Barcelona, España: Icaria.
(6) Fernanda Ramos Monza. Devenir respons(h)ables (2020) Dossier Animal demasiado animal, e-dicciones justine de la École lacanienne de psychanalyse https://e-diccionesjustine-elp.net/wp-content/uploads/2020/12/Animal-demasiado-animal-2.pdf
(7) Fernando Barrios. El psicoanálisis importunado. Importunar y estar importunadx en De/generar psicoanálisis. Witz editor, Mdeo 2023 p.71
(8) Silvia Lippi y Patrice Maniglier. Soeurs. Pour une psychanalyse féministe. Ed du Seuil, Paris 2023.
(9) Camille Laurens. En esos brazos (2000). Ed Seix Barral, BsAs 2001.
(10) Camille Laurens. En esos brazos…op cit p.13.
(11) Maurice Blanchot. El espacio literario (1955). Ed Nacional, Madrid 2002.
(12) Jean-Paul Sartre. A puerta cerrada. Obra de teatro que se estrenó en París en el teatro del Vieux-Colombier en mayo de 1944, justo antes de la liberación de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial.
(13) Leonor Silvestri. Ética mutante del deseo disca y las afectaciones de la interdependencia funcional. Queen Ludd, Guarra editora, Bs.As. 2021.
(14) Antonin Artaud Los enfermos y los médicos citado en Leonor Silvestri. Ética mutante… op cit pp 10-11
(15) Ibid p. 11.
(16) Leonor Silvestri. Ética mutante… op cit p.69.
(17) Johanna Hedva. Teoría de la mujer enferma. Posteo adaptado de la ponencia: Mi cuerpo es una prisión de dolor y quiero abandonarlo como una mística pero también quiero amarlo y que importe política-mente, realizada en Human Resources, patrocinada por el Women’s Center for Creative Work, en Los Ángeles, el 7 de octubre de 2015.
(18) Teresa de Lauretis. La tecnología del género (1989) Tomado de Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction, London, Macmillan Press, 1989, págs. 1-30.
(19) Ibid p.4.
(20) Michel Foucault. Tecnologías del yo y otros textos afines (1981-88) Introducción de Miguel Morey. Ed Paidos, BsAs 2008.
(21) Ibid p.48.
(22) Ibid p.48.
(23) José Assandri. Hacerse ver… op cit p.63.
(24) Laura Mulvey. Placer visual y cine narrativo. Publicado originalmente en Screem 16,3 (1975) pp 6-18 a partir de la ponencia en el Departamento de francés de la Universidad de Wisconsin, Madison 1973.
(25) Laura Mulvey. Placer visual… op cit p.1.
(26) Fernando Barrios. Lo que la heterosexualidad le debe al psicoanálisis en De/generar psicoanálisis, op cit p.79.
(27) Jacques Lacan (1951). Intervención sobre la transferencia, En Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1985.
(28) David Halperin. ¿Cómo ser gay? Ed. Tirant le blanc; Humanidades, Valencia 2016-
(29)Oyeronké Oyewumi (2017). La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género. Bogotá: Editorial en la frontera.
(30) Paul B. Preciado. Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce (2019) Barcelona: Anagrama.
(31) Fernando Barrios. Una genealogía posible del psicoanálisis degeneradx en mí. Siete pasos de un testimonio en De/generar psicoanálisis, op cit p. 99.
(32) David Halperin. ¿Cómo ser gay?... op cit p. 269.
(33) Fernando Barrios. De los afectos como política de lo subjetivo en De/generar psicoanálisis, op cit p.126.
(34) Silvia Lippi y Patrice Maniglier. Soeurs… op cit p.29.