TRANSICIONAR: Entre el sentido y el fuera de sentido. Por Daniel Rubinsztejn

Cuidado editorial: Laura Gobbato y Agostina Taruschio

Imagen: Irving Penn


“Es que hace falta ya una buena dosis de adiestramiento intelectual para creer en el azar; el primitivo, el ignorante, y sin duda también el niño, saben indicar una razón para todo lo que sucede. Quizás originariamente fue un motivo en el sentido del animismo. Todavía hoy, en muchos estratos de nuestra población no puede morir nadie sin que se crea que fue asesinado por otro, de preferencia el médico. Y la reacción neurótica regular ante la muerte de una persona allegada es, también, la autoinculpación de que uno mismo ha causado esa muerte».1

Azar: casualidad, imprevisto, ocurre sin una causa aparente. A menudo tiene connotaciones de destino o fatalidad. Ésta última acepción borra lo que se afirma en las primeras, tiene un valor renegatorio: desmiente la existencia de la casualidad y de lo imprevisto; es fatum.

Serendipity: hallazgo inesperado que se produce -a veces en la investigación científica- de manera accidental, fortuita.

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A la espera de la interpretación, la asociación se despliega entre dos. La oferta de silencio promueve que la palabra quede del lado del analizante, que la demanda se articule (¡Usted lo ha dicho!). Tal vez la tarea analizante, es decir, la asociación libre, sea la línea asintótica que se recorre en los análisis, los puntos que orientan los instantes en los que el azar irrumpe: la ocurrencia de un chiste, un acto fallido, el recuerdo de un sueño.

Los hallazgos inesperados son los hallazgos -que esperamos- en un análisis: atentos a la sorpresa en cada sesión.

Se trata de vías, series, cadenas, pasajes, circuitos que cada tanto se desvían, emprenden un camino nuevo que no estaba ahí de antemano, que nos somete a un recorrido que nunca se atravesó (“jamás pensé en eso”).

Absurdos, sinsentidos, ausencia de sentidos (absausentidos), fuera de sentidos es lo que entrega la asociación: “el inconsciente no tiene sentido”2. Es un modo de decir que no hay Otro del Otro, que no hay un sentido último.

En cambio, una razón para todo lo que sucede, una causa o tal vez varias, la inculpación para explicar la muerte, así opera la neurosis.

Habitar el sentido con certezas inconmovibles es un modo de existir en donde lo que nos sucede viene de afuera: para-noesis (paranoia).

El sentido intenta eludir la angustia. En cambio, los instantes de desencuentro revelan -entre el sinsentido y el fuera de sentido- la tra(u)ma fantasmática, es decir, sus cicatrices, fragilidades y sus rigideces ortopédicas.

Las travesías en los análisis transcurren desde las palabras vacías hacia la irrupción de alguna plena; desde enunciados hasta la enunciación. Recorridos por sentidos circulares hasta el límite del sinsentido, trazas de pasajes al fuera de sentido.

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Es la “dolorosa escuela de la transferencia”3 que instala un tiempo de demora a la espera de una palabra que revele: la dimensión de la verdad licúa efectos de cierre, renueva la apertura.

Cada vez que el azar irrumpe, cada vez que se hace escuchar se rebela contra sentidos coagulados y cristalizados, contra una pasión destinal.

El deseo del analista crea un espacio transicional, entre dos, donde el pasaje y la ausencia de sentidos -por la asociación- ya están en acto. Se realiza en las sesiones, se pierde el hilo porque desde el inicio se ha invitado a se que diga todo lo que se le ocurra y eso…es absurdo, eso… es imposible.

La presencia de lo imposible en cada sesión es un más allá que existe -en cada encuentro fortuito- en un más acá.

Es azar porque podría no haber sucedido, pero una vez que aconteció ya es (un hecho) necesario. Entre el azar y la necesidad, la escucha analítica.

Vaivenes entre el azar y la determinación; entre la determinación y la sobre determinación; entre la sobre determinación y la indeterminación; y entre la indeterminación y la causa. El deseo del analista suspende la referencia de las palabras a las cosas, sostiene referencias de palabras a palabras, transmutando signos a significantes y a letras; es artífice de un movimiento creacionista -asintótico- que sabe que hay límites que no puede anticipar.

Presencias en acto, sorprendentes, del núcleo patógeno -el grano de arena, el ombligo del sueño, la roca de la castración4– entre las asociaciones y la interpretación.

Sostener entonces la tarea, practicar silencio una y otra vez para preparar el terreno adecuado (“estar en barbecho”5) para el hallazgo inesperado. La asociación es lo que Freud enunció -en la cita- como adiestramiento intelectual. Adquirir una “habilidad” que no existía antes del inicio del análisis.

Cada sesión, en cada sesión y en la próxima.


Notas:

  1. Freud, S. «La femineidad». OC T2, B. Nueva, 1948. ↩︎
  2. Lacan, J. La lógica del fantasma. Paidós, Buenos Aires 2023. Pág 340. ↩︎
  3. Freud, S. «A propósito de un caso de Neurosis obsesiva (El hombre de las ratas)». OC T2, B. Nueva, Madrid 1948. ↩︎
  4.  “Tenemos la impresión de haber llegado a la roca viva, y que por tanto nuestras actividades han llegado a su fin … Sólo podemos consolarnos con la certidumbre de que hemos dado a la persona analizada todos los alientos necesarios para reexaminar y modificar su actitud hacia él”. Freud, S. «Análisis terminable e interminable». OC T3, B. Nueva; Madrid 1948.   ↩︎
  5. Expresión de Masud Khan ↩︎

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