Entre la contingencia, lo inconcebible y lo inverosímil. Interconsultas en el Hospital con Infancias y adolescencias. Por Cynthia Eva Szewach*

Cuidado editorial: Amanda Nicosia, Viviana Garaventa, Agostina Taruschio 

Imagen: Guillermo Franco


  … por lo que nos queda actuando en la indeterminación del futuro, buscamos acomodarnos incesantemente en la ranura de una nada que queda interpuesta entre lo irremediable y la decisión del acto. Todo este aglomerado constituye la contingencia

                                                                                                                          C. Kuri

                               Aquí “pensar” equivale a hablar sin saber en qué lengua se está hablando

                                                                                                                         M. Blanchot

“Conspiración del mundo que trastorna el sueño de los injustos”(1) es un cuadro de Antonio Berni que muestra una grupalidad disímil de figuras monstruos. En este caso, aquellas figuras que trastornan y agitan el sueño de quienes gobiernan el mundo desigual en el que vive Juanito Laguna, un niño pobre.  En el cuadro el personaje que sostiene la balanza de la justicia es nada más, y nada menos, que una maquinaria robótica, inhumana. ¿Cómo trastornar entonces lo injusto?

Freud escribiendo durante períodos de guerra, dice que no hay que ser muy fanáticos de la compasión para condenar la época en la que se está. Más allá de su importancia crucial, no pensamos solamente en términos de compasión. Si de guerra se trata, será imprescindible, además del sentimiento piadoso frente a los más vulnerables, alguna manera de denunciar, de oponerse, de pronunciarse.

Nuestra tarea analítica, inmersa algunas veces en territorios por “fuera” de la soledad de los consultorios, nos sigue interrogando a qué nos estamos refiriendo cuando le conferimos el estatuto de una experiencia ética, política, poética. 

Los encuentros de conversación y de lectura en la acción son micropolíticas y formas, a su vez, de conjurar los efectos de cansancio o de desidia que puede azuzar la práctica diaria. Al reunirnos a pensar, buscamos espantar lo que declina el deseo de seguir…  

Estamos, de algún modo, para no olvidar lo que puede germinarse de lo vivo. Estamos, cuando nos reunimos, congregados de forma laica, intentando desacralizar saberes establecidos y sin aceptar de inmediato el orden de las cosas.

La estadía clínica implica la interrogación, entre otros asuntos, de prejuicios y colonizaciones. No estamos, obviamente, exentos de ellos en tanto analistas. “Descolonización de sí mismo” escribe Mannoni. A los prejuicios los vamos encontrando a nuestro paso dentro de las instituciones. El prejuicio se opone a la fantasía. El prejuicio administra la creencia en formulaciones asertivas que realizan acciones directas en nombre del bien-hacer. A veces portados por quienes ejercen la psiquiatría o las diversas especialidades en medicina pediátrica, que en ocasiones nos hacen su pedido cuando está obstaculizado el acto que les es propio.

Nos concierne, en mayor medida en los últimos tiempos, la preocupación por la neutralización del lenguaje(2). También, la intranquilidad por la banalización de la palabra dada. Relatar una experiencia, otro de los espacios en que nos encontramos a conversar, es darle lugar a la lengua en la que acudimos a la cita de narrar, diría Benjamin. Narrar lo que se hace con las palabras que surjan, pretendemos no impostadas y que se topen con lo imposible de saberse anticipadamente. Navegamos en la zona de lo irresoluble y de la presencia del campo del límite para hacer lo posible “entre lo irremediable y el acto”.

Al crear la conversación se instaura, en el mejor de los casos, aquello que Blanchot nombra como “habla analítica”: una palabra que no necesariamente libera, pero posibilita el pasaje desde ciertas fascinaciones hacia la invención de un particular diálogo. M. Percia agrega, que la palabra analítica “aspira a ese estado de excepcionalidad de la palabra de todos los días desencajada del lenguaje común”.

Acerca de la interconsulta en la práctica hospitalaria, ¿Qué decir que no se haya dicho ya, a lo largo de los tiempos y siendo nuestro país un lugar privilegiado, en relación a la historia de la presencia del psicoanálisis en las instituciones públicas?

Se trata de un estar a la escucha, como apuesta persistente. Incluso como una propuesta para que surja “lo inconcebible”. “La niñez busca jugar en lugares inconcebibles”, es una frase de la poeta rusa Marina Tsvietáieva, quien habla “entre rudimentos y vestigios”, entre lo poco que se tenga, las ruinas, residuos, trazas, lo que se desecha, lo que resta y sus huellas transformadoras. 

¿Cómo persistir en lo que proponemos, en épocas donde los tejidos sociales y de soporte están tan vapuleados? ¿Cómo insistir en tiempos de enfermedades, en infancias y adolescencias, para conservar o dar lugar a la zona viva que transita entre el juego y el enigma? ¿Cómo dar sitio, en este caso en la labor médica pediátrica, a los deseos inconscientes o pasionales que pueden interferir la tarea, tantas veces disfrazados de razones de interés, como diría Freud, o de obstáculos argumentados?

“El Doctor Inverosímil” es un libro de Gómez de la Serna escrito en 1914. El personaje central es un médico extravagante a quien convocan cuando a partir de una enfermedad “no hay ya más nada que hacer”,  una expresión que a veces oímos decir en el hospital. Como lo anticipa el título, sus respuestas son del orden de lo inverosímil. Por ejemplo, frente a una  niña gravemente enferma, saca su cajita de música para con ese tesoro de sonidos de letanía, retardar, diferir lo más posible, por la potencia ancestral que tienen esas sonoridades, el final del vivir. Instituye en la enfermedad en la infancia un jugar sonoro en el que no se trata de recreación sino de que lo infantil advenga cada vez. Hasta el último suspiro, lo ficcional con sus efectos inciertos, como parte del soplo vital(3).

Sin lugar a dudas, sabemos que una lectura analítica puede abrir novedad, pero produce necesariamente efectos de resistencia. “Resistencias contra el psicoanálisis” provenientes de la exterioridad y también del interior mismo de la práctica, como obstáculo y motor. 

Que se ocasionen marcas de la incidencia del psicoanálisis en territorio institucional, lleva tiempo. La interconsulta es una práctica difícil. Pone en juego como máxima tensión, el desencuentro esencial que gravita latente en toda comunicación.

La labor de las consultas que se suscitan en el terreno de las salas, lleva en sí como diría O. Mannoni, “huellas visibles en las cuales el psicoanálisis nació”. En acto, cada vez que se realiza, tiene la virtud de renovar la subversión del descubrimiento freudiano en la invención del psicoanálisis, que nace de lo desprendido, lo desechado o lo incomprendido por la ciencia médica tradicional.

A veces sucede como en un ensamble en el que se activa un instante común, configurado con partículas instrumentales dispersas. W. Benjamín nombra en su “Tesis sobre la historia” que hay un estado de excepción real, donde sucede algo conjunto, extraordinario, en un mismo exacto tiempo. Se trata de una acción transformadora. Es exactamente lo opuesto al estado de excepción como regla, el que suspende los derechos y que sin duda nos preocupa.  

Entre Juanitos

                                    Alguien disimuló con señuelos de carbón mi cuerpo que llamó palabras/ la gran usura del mundo no bastó… /Arturo Carrera

La imagen pictórica elegida para el anuncio de las Jornadas mencionadas, fue el cuadro de Berni: “Juanito Laguna y su barrilete” de 1973. Está hecho de retazos reciclables provenientes de los basurales, señuelos de carbón. Juanito Laguna nos acerca a infancias y pubertades que viven en los márgenes de las ciudades sin el amparo del estado de bienestar. Aunque de la mano del pintor se restituye el desecho otorgándole estado de invención. Berni dice de su personaje: “Es un niño pobre pero no un pobre niño”. Nuevamente no se trata de compasión sino de sensibilidad, estar cerca de la herida ajena que la usura del mundo no destruye plenamente.  Según Gonzalo Aguilar, en Juanito Laguna, Berni vio el poder de lo abyecto, y en ese cuadro, al barrilete lo sostiene aun sin saber a dónde irán los vientos.

Hans Herbert, el Juanito de Freud, vive en Viena del 1900 un contexto muy distinto. Freud descubre con él transformaciones que van ocurriendo en la sexualidad (perverso-polimorfa) a partir de relatos diarios que anota su padre, de los dichos, fantasías y juegos de su pequeño hijo. Las teorías sexuales infantiles que se van revelando estarán ligadas a la fobia como síntoma, al miedo que es parte de la infancia y de las tramas de la neurosis y del inconsciente(4).

Al no hallarnos tan habitualmente en las consultas, por lo menos en un principio, en el territorio del síntoma como tal, podemos correr el riesgo de “olvidar” que: lo pulsional, la fantasía sexual, lo fundacional del campo lúdico, las vibraciones desconocidas que configuran el cuerpo, la construcción de la novela familiar, son entre otros, bastidores, vigas indispensables. A su vez, las operatorias instituyentes, están atravesadas por cada situación ambiental, a veces atestadas de crueldades, violencias, maltratos, migraciones forzadas, padecimientos económicos, vulnerabilidad social, ausencia de serenidad, de ternura, de miradas de quienes están al cuidado. 

Los espejos están esfumados, la lengua estorbada, los cuerpos arrasados, los soportes parentales derruidos. Entonces, los pedidos de consulta se suscitan desbordados por la urgencia, por lo imperioso.

El tránsito de una enfermedad que puede ser de gravedad, durante la niñez o adolescencia, donde está a veces en riesgo la vida, nos hace asistir a sufrimientos manifiestos o silenciados que traspasan los marcos de la escena y muchas veces nos contacta con nuestras “afectaciones ignoradas”.   

Lo cotidiano, dimensión tan compleja, se inquieta en quienes piden la interconsulta,  no sólo por algún impedimento de realizar procedimientos médicos, sino en ciertos momentos, por las situaciones donde prima lo violento. Violencia que es consecuente con las palabras que flaquean(5).

Entonces, la consulta se transforma en un pedido de auxilio apurado para encontrar “soluciones” incluso tecnocráticas, protocolares, nomencladas. Intentar responder a esa forma de pedido apelmaza la pregunta sobre lo que ocurre y sustrae incluso dimensiones propias de las infancias y adolescencias donde las variables como “lo familiar” entre muchas, son parte.  Dilemas de una escucha afectada…como siempre(6). 

Al mismo tiempo, no hay acumulación de experiencia que inmunice del dolor ni de la interpelación acerca de cómo situar la “efectividad” de la escucha analítica. Se trata de encontrar los soslayos, lo que por estar en el detalle a la vista no se ve y, como en Berni, de la invención con los residuos imprevistos. 

  Persistencias, itinerancias, transferencias

Es un triunfo singular que se logre mudar una situación reciente, justamente la que ocasionó el sueño, en una situación infantil. En nuestro caso, ello se consigue gracias a una pura contingencia del material.

                                                                                 S. Freud

En una internación ya sea por desolación, locura desesperada, un debate entre la vida y la muerte, por cirugías, patologías o por lo abusivo múltiple en los contextos que se viven, se pone en pausa una continuidad. Se activa también alguna zona del desamparo. Los cuerpos están expuestos, desnudados, revisados, intervenidos, dolientes, quebrantado un espejo que devuelve una imagen que ha perdido parte de su sostén, su caminar, donde el  andar no está liberado de vías, cables, marcas, gasas, nuevos olores. ¿Cómo se da lugar sin “naturalizar” a esas y otras irrupciones?

Se perfilan a veces pedidos de “un diagnóstico psicológico” o “evaluación emocional” para de esa manera “comprender” o concebir causaciones a expresiones desbordadas, despliegues excesivos, des-acomodaciones de lo habitual, infancias que no se dejan revisa o que gritan, jóvenes que fastidian, que incomodan, impiden, que dan temor. 

¿Cómo dar acaso una nominación que establezca cierta definición, en la transitoriedad de un escenario no usual? Traspasando ciertas distancias, es como si entre “hundidos y salvados”, al decir de Primo Levi, en un contexto de condiciones de sumisión tan extremas, intentemos definir si un prisionero hambriento es ladrón o impostor. Guardando otras distancias, como si tuviésemos que diagnosticar a Klaus y Lukas, los niños gemelos, personajes de la novela de Agota Kristof, que durante la guerra habían sido dejados por su madre para ser protegidos por una abuela, que resultó extremadamente malvada y cruel. Ellos se entrenan para construirse un cuerpo blindado sometiéndose a múltiples formas de maltratos entre sí: se pegan, se cortan, se maldicen, hasta casi ya no sentir dolor, oler mal, habilitarse crueldades para tener la menor humanidad posible y así sobrevivir a las condiciones ambientales en las que se encuentran…

En el Hospital se trata de recibir. Se espera que haya algo de ese “Hogar que aún no…” diría Úrsula K. Leguin. Un lugar donde poder regresar. Una oportunidad de una salida, un corte de sus cercanos, de una lectura inédita.

Aun con soportes derrumbados, a través de una demanda gritada o muda, cuando se oferta  una red hecha de presencias, palabras, asimetrías, cuidados, escucha, crean o hacen surgir recursos insospechados de sí. Los pesares que portan, nos plantean una clave a descifrar de lo que es expulsado o segregado en algún otro lado. El asunto es de qué textura está hecha esa múltiple red que se ofrece, cuando porta agujeros a veces dilatados en demasía.

Podemos pensar que en la escarpada relación del psicoanálisis con la medicina, la intervención singular, si hay chance, pueda devolver cierta función esencial fallida, como plantea Lacan, la restitución del acto médico, si este está fracturado, dificultado. Pero diría que se trata también de mediar para hacer oír lo que se escucha sin saberse. A su vez de hacer pasar a través de la demanda o pedido que se nos realiza, alguna convicción (que no es convencimiento) lo evidente y fundamental:  la potencia de la transferencia en cada práctica. A veces puestos en el jugar. Modos diversos del valor del enlace entre dos cuerpos hablantes, asimétricos. Un encuentro con palabras genuinas, cercanas, atentas, puede a veces ser transformador. No sin la inclusión de la existencia de los puntos ciegos. Los puntos ciegos que nos conciernen como un asunto esencial en nuestra escucha. Aquello que no cesa de no escribirse.

Cierto modo de permanencia en un lugar habilita pedidos. Es una errancia limitada, de un lugar a otro, en espacios extranjeros, “la presencia es una intervención incalculada” decía Marta Ainsztein. El paso callado en los márgenes, en los intersticios, en las pausas, no nos exime de disponernos a decir. Visitas diarias en las salas clínicas donde trabajamos, participar de los pases de sala, encontrarnos en charlas banales, en desayunos compartidos, en el intercambio de preocupaciones coyunturales o de ficciones recomendadas en el descanso nocturno, va también tejiendo una tela donde labrar la confianza. Una compleja labor compartida. 

Una jovencita de catorce años ingresó a internación en Sala de Obstetricia debido a la pérdida de un embarazo reciente, inesperado. Sin cesar ella lloraba y no se dejaba revisar.  Los médicos pidieron una consulta al equipo de atención a “Maternidad en la adolescencia” por la angustia que padecía.  Se veía como una niña “entre madres”. Sugerimos en principio el traslado al piso de Pediatría. La intervención fue aceptada. El llanto cedió, el relato se abrió paso recién cuando un embarazo perdido se situó como una pregunta por advenir.

En el hospital andamos, a veces, como una figura itinerante, no por no encontrar sitio propio, sino por decisión. Tema muy discutido, a lo largo de quienes fueron pensando la historia de la interconsulta. Trazamos una forma de viaje donde no somos sólo  testigos, ni queremos ser cómplices de algunos des-tratos que azarosamente presenciamos, ni tampoco oficiamos de figura policial, ni de profesionales de la burocracia, ni tampoco transeúntes civiles indiferentes, ni con acostumbramiento a caminar el hospital. 

Para concluir. Se trata entonces de escuchar las heridas en ascuas donde titilan las pequeñas brasas del decir balbuceado de quienes acuden. De intentar hacer con los restos, residuos, detritus imprevistos del lenguaje vivo. Escuchar lo arrasado, en escenarios de desigualdades, de cosas rotas a las que alguien puede aferrarse. 

Linguistería acuñó Lacan, y quizá podemos decir diagnostiquería, al usar palabras o nombres que nos hacen de brújula a los estados del padecimientoa partir de la transferencia, antes que de diagnósticos anticipados por la teoría o nomenclados por el manual.

Atender en los pasillos, caminando, inventar lo íntimo. Quizá lo íntimo tiene un eco en lo colectivo. Claves: disparatar las palabras en el juego, atender los ruidos, los ritmos, los fonemas, los silencios mientras se está jugando o conversando. Escuchar a los médicos que corren, duermen, se fastidian y no pueden detenerse a explicar con el lenguaje de la cercanía. No quedarnos, cada vez más, azuzados por el ultraje de la invasión administrativa de exigencias cegadoras, de un mercado seductor y salvaje. Hacer hablar al olvido. Disponerse a la fractura del sentido, y agitar lo que se lee en los cuerpos muchas veces colonizados, para que se vislumbren las huellas poéticas y desconocidas que portan. Estar a disposición, no temer  alojar las imaginaciones y fantasías de lo que les ocurre en el cuerpo en infancias y adolescencias en tiempos de dolencias  o enfermedades. 

No burocratizar la espera. Hacerse un lugar, para hacer un lugar. Hacerle un lugar a la palabra no etiquetable, al síntoma como un modo de decir No. Albergar las fragilidades de quienes hacen largas filas que aguardan para pedir turno para atención, y a veces duermen en los bancos de espera de sala, con paciencias forzosas. Inventar respuestas que acerquen acciones en revuelta a esa “amansadora”. Que al relatar nuestra práctica se restablezca la alegría por la curiosidad teórica. Enigmatizar, desimplosionar, incomprender lo dado por sentado. El misterio del inconsciente está en los detalles, en los traspiés, en lo fugaz… 


*Paso al escrito de la ponencia en la mesa de apertura de las Jornadas de Interconsulta en el Hospital Ricardo Gutiérrez, 2025, junto a Marta Benenati y Valeria Tobar.


1-El cuadro de Berni es de 1961, también titulado “La pesadilla de los injustos”.

2- G. Agamben: “Profanaciones”, Editorial Cuenco del Plata, año 2022.

3-Marta Benenati lo plantea de modo personal en su escrito “¿Porque jugamos con los niños aun cuando están enfermos?» https://enelmargen.com/2025/09/28/por-que-jugamos-con-los-ninos-aun-cuando-estan-enfermos-por-marta-benenati/

4-A modo de comentario al margen, Arminda Aberastury, una de las psicoanalistas pioneras en Argentina de la interconsulta y de la relación entre pediatría y psicoanálisis, plantea en uno de sus escritos destinado a relatar la experiencia inaugural de las entrevistas pre-operatorias en la infancia que propone, que se lamenta que no se ha tenido en cuenta en el desarrollo de la fobia de Juanito la operación de amígdalas a la que fue sometido a los dos años.

5-El texto presentado por Alejandra Palotto en las Jornadas de 2024 versó acerca de la diferencia entre la violencia estructural y aquella violencia que hoy desborda las escenas de la guardia.

6-Viviana Garaventa, en “Apelación a la infancia” agrega; “Esta dimensión, (la potencia de la condición de hablantes) de la infancia es precisamente la que está suprimida en el estado viral del lenguaje del tecnoceno”. https://enelmargen.com/2025/07/12/apelacion-a-la-infancia-por-viviana-garaventa/


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Un comentario en “Entre la contingencia, lo inconcebible y lo inverosímil. Interconsultas en el Hospital con Infancias y adolescencias. Por Cynthia Eva Szewach*

  1. Escritura del resto que la escucha clínica en el campo de la interconsulta propone. Texto que renueva el compromiso ético y político de nuestra práctica. Acto de resistencia, es decir de preservación del deseo allí en donde a veces impera lo imposible. Gracias Cynthia por este escrito y por haber participado en las jornadas.

    «Hacer hablar al olvido», me encantó.

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