Por Facundo Soares.
Fitzgerald, el novelista estadounidense, conoció a su admirado James Joyce en París, allá por los años 20.
La dueña por ese entonces de la mítica librería Shakespeare&Co, Sylvia Beach, invitó a cenar a los Joyce, a los Fitzgerald, a André Chamson y a su esposa, Lucie.
Después de aquel encuentro, Fitzgerald le dibujó a Beach, al modo de una dedicatoria en su ejemplar de El gran Gatsby, el momento que vivió. Un dibujo -publicado por Openculture- en el que representó a Joyce con un halo de santo y a él mismo arrodillado a los pies de su adorado escritor .
El hecho es que, en verdad, Francis Scott Fitzgerald esa noche se postró ante Joyce y le preguntó cómo se sentía ser un genio. Y agregó: “Es tan emocionante verlo, señor, que podría llorar”.
Hay momentos en los que uno habría querido ser, al menos, un mosquito.