(Sexo, ética y estética)[1] Por Susana Bercovich #.

En este artículo, la autora, se permite y nos permite explorar y reflexionar acerca de las correlación que existe entre las formas erógenas y estéticas y las formas políticas y las formas violentas, a partir de la orientación propia de los acontecimientos sobre los que a su vez escribe:  los hechos de extrema violencia que sucedieron y  continúan sucediendo en la frontera Norte de México.

Agradecemos a Susana Bercovich su colaboración, al tiempo que recomendamos enfáticamente la lectura de este artículo, como una ocasión para hacer otra cosa que el gesto necesario de llevar la mirada hacia otro lugar frente los brutales asesinatos cometidos, por ejemplo, en Ciudad Juárez. Uno de los sitios en donde se expresa de manera literal que en el sistema neoliberalista las personas valemos menos que la mercancía. Quizá,  a través de este entramado simbólico,  que construye la autora, podamos salir del mutismo que nos sumerge al espanto y, entonces, mirar, pero para decir.

Facundo Soares y Helga Fernández, edición.


 

Uno empieza con las cosquillas y termina en la parrilla, eso es el goce. Jacques Lacan, 1970.

 

A partir de la lectura de Foucault, Lacan y de los teóricos queer[2], inspirada sin duda en autores como Leo Bersani y David Halperin, una inquietud me había tomado y no me soltaría: Las superposiciones y continuidades entre las formas erógenas y estéticas, las formas políticas y las formas violentas. Sin saberlo, esa inquietud se habría tornado por años en instrumento de mesura, instrumento de lectura, indicador de nuestra sociabilidad y nuestro modo de estar en el mundo. La pregunta por una opaca misoginia, así como por nuestros « gustos » se alojaría en ese marco.

En tal contexto, invitada a la “Semana de la diversidad sexual” organizada por la Escuela Nacional de Antropología e Historia en mayo de 2007 en Mazatlán, México. Me tocó compartir el cuarto del hotel con Marisela Escobedo, activista de Ciudad Juárez. Era la ocasión de platicar con alguien que sabía del tema. No desperdicié los fugaces momentos en el cuarto o en los pasillos para preguntarle sobre las razones que, desde su punto de vista, pudieran explicar algo de lo que sucedía (y sucede) en la frontera norte de México. Me comentó que habían agotado todas las hipótesis (tráfico de órganos, luego cine snuf)  « y ahora vemos que no hay una lógica, no hay una explicación, y al mismo tiempo todas las explicaciones son válidas.» Años después mataron a su hija, luego leí en el periódico que la mataron a ella mientras pedía justicia ante las mismísimas puertas de la instancia gubernamental de Chihuahua, lo cual ya es ya un indicador mayor del estado de cosas. Sobrevino entonces la certeza de que habríamos de parar de pensar, leer y escribir sobre la violencia, y que sólo cabía presentarse allí donde esa violencia se produce, interrogarse a qué pregunta responde. En octubre de 2011 organizamos (Universidad Nacional Autónoma de México y El Colegio de la Frontera Norte) un evento titulado: “Vida y resistencia en la frontera norte: Ciudad Juárez en el entramado mundial”.

 Tal como sugería Marisela, las cosas no tienen una sola explicación, la pregunta “¿por qué?” es en sí misma, una trampa de la razón. No hay una causa explicativa. Ciudad Juárez hace agujero al saber y a la razón. No se trata de explicar lo que ocurre, sino más bien al revés, los acontecimientos son los que nos explican, nos localizan. Los acontecimientos localizan cierto estado de cosas, nos cuentan en dónde estamos. Pretendemos que el sacrosanto saber teórico ofrecería eruditas interpretaciones, pero de hecho es la realidad la que nos interpreta[3]. Ciudad Juárez no es interpretable, lo que ocurre en el norte es en sí mismo una interpretación; una especie de respuesta feroz a una pregunta que no alcanza a formularse.  Lo que acontece, ya es un saber librado, cifrado ¿Cabe conjeturar algunas vías de desciframiento? Es la apuesta.

 

Primer plato

Sade se dirige al lector en Las Ciento veinte jornadas de Sodoma:

“Sin duda mucho de los extravíos que vas a ver pintados te desagradarán, lo sabemos, pero habrá algunos que te harán calentar hasta el punto de costarte semen, y eso es todo lo que nos hace falta. Si no lo hubiéramos dicho todo, analizado todo, ¿cómo quieres que hubiésemos podido adivinar lo que te conviene? Es cosa tuya tomar o dejar el resto: y poco a poco todo habrá vuelto a su sitio. Esta es la historia de una magnífica comida en la que seiscientos platos diferentes se ofrecen a tu apetito. ¿Los comes todos? No, sin duda,. pero ese número prodigioso amplía los límites de tu elección, y encantado de este aumento de facultades, no se te ocurre reñir al anfitrión que te convida. Haz lo mismo aquí: elige y deja el resto, sin declamar contra ese resto sólo porque no tiene el talento de gustarte. Piensa que a otros les gustará, y sé filósofo.”[4]

Hay gustos que nos disgustan, que son inadmisibles para uno mismo porque repugnan. La obra de Sade obliga a admitir nuestros gustos más deleznables. Es lo que le valió su condena, su censura, su glorificación posterior y su censura nuevamente.[5]

A través de su obra Sade muestra algo a la vez evidente e impensable: El par opresor- oprimido es erógeno, el látigo es un instrumento excitante, la autoridad resulta atractiva, la figura víctima-victimario hace vibrar.

El placer en el dominio y en el sometimiento no es propio de unos locos sádicos o masoquistas. Hay un gusto por dominar, y hay un gusto más opaco, que sin embargo desborda por todos lados: el gusto en el sometimiento, o, como dice el poeta: “La dicha en la esclavitud”[6].

Resulta inadmisible nuestro gusto en la pérdida del poder, porque mientras que la detención del poder es motivo de inflamación, la pérdida del poder resulta degradante, pues el poder está sobrevalorado en occidente. Mal que nos pese, la erección de la autoridad va de la mano con el placer en la subordinación.

¿Qué clase de gustos son estos? Los objetos de nuestros placeres se producen y reproducen en el mercado. El espectáculo del “opresor – oprimido” llena salas y cautiva a un público. ¿Desde cuándo? ¿Acaso hemos sido formados culturalmente en el placer por dominar y por someterse? Acaso, como formula un Leo Bersani, ¿los juegos de embestidas y retiradas que tienen lugar en el cuerpo y en el sexo son nuestras primeras experiencias del poder?

 

Estéticas verticales

Nuestros gustos moldean el mundo. Existe una continuidad entre las formas erógenas, las formas políticas y las formas de la violencia. Hay una política en las formas estéticas

Los gustos sexuales pueden prolongarse hacia nuestras formas sociales y políticas bajo el modo de las jerarquías y de la autoridad tan caras a nuestra sociabilidad. Así, el mismo Leo Bersani afirmará que sólo cambiando nuestras formas eróticas cambiarán nuestras formas políticas.

“Una política de derecha puede, por ejemplo, emerger fácilmente de un sentimentalismo por las fuerzas armadas o los cascos azules, que puede prolongar o sublimar una preferencia sexual por los marines y los instaladores de líneas telefónicas.”[7]

¿Cómo es que no nos resulta sorprendente el hecho de que el látigo, instrumento de castigo, sea, también, el primer objeto de venta en cualquier sex-shop?[8] Las películas pornográficas enmarcan a menudo escenas violentas, donde no faltan uniformes y látigos. La autoridad en el corazón de la pornografía, es el signo de que la autoridad está secretamente sexualizada.

Que el látigo, y la autoridad resultan atractivos es de esas verdades ordinarias que encontramos por doquier, algo evidente, que aparece por todas partes y que al mismo tiempo permanece un misterio.

¿Por qué nos gusta el espectáculo violento? La pregunta no puede formularse así.

Existen temas delicados. La misma que dice estas palabras no lo hace sin pudor. Todo puede ser recuperable para lo peor: Por ejemplo, la construcción de una teoría explicativa sobre el valor excitante de la pareja opresor – oprimido, puede tornarse a la vez en una justificación del tipo: “¡Que los exploten! Al fin y al cabo, les gusta ser esclavos.”

¿Acaso el carácter erógeno del espectáculo violento no reposa en el hecho de presentar de un modo fijo y enmarcado a la figura de la víctima, buena, sufriente, tan demarcada de la del victimario, su cruel opuesto? Son figuras que despiertan horror y fascinación a la vez.

El oprimido bien delimitado y separado del opresor produce un doble efecto de identificación y alejamiento a la vez, reforzado por el poder hipnótico del marco y la pantalla. El doble efecto de captura parece producirse porque por un lado ese “otro” soy “yo”, y por otro lado la forma fija y enmarcada de la imagen nos hace enseguida tomar una distancia para fascinarnos mejor.

Algo que cuesta admitir: la imagen de “la víctima” es siempre conmovedora donde quiera que se presente, es una figura erógena. Es la razón por lo cual, pienso, que las organizaciones “mujeres víctimas”, “niños víctimas”, son cada vez un fracaso, porque al nombrarlos como víctimas YA se pone a esas mujeres, a esos niños, en el punto de mira. “Protegeremos a los niños” pregona una ética hipócrita que a la vez condena a esos mismos niños o jóvenes, por ejemplo sometiéndolos a medicación en las escuelas o adelantando la edad de encarcelamientos. Hay que proteger a los niños del enunciado “protegeremos a los niños” que ya los pone en el lugar de las víctimas, foco erógeno de la violencia.

Y más allá de la figura espectacular de la víctima, la violencia hace espectáculo. El espectáculo violento llena salas y congrega público. Es el signo de su carácter erógeno.

Además de resultar excitantes, por su carácter mimético, las formas violentas también resultan contagiosas. La erotización de la violencia es otra suerte de tabú que sin embargo, como un virus, se propaga por doquier.

El éxito de cierto cine comercial y de cierta narrativa descansa en la presentación de escenas fijas, violentas y enmarcadas. Por otra parte, el pensamiento binario resulta siempre atractivo: el bien contra el mal, el amigo contra el enemigo, intensifica el encanto y atrae al público. El pensamiento binario, en el que hemos sido formados por siglos, refuerza la diferencia y la distancia. Nos gustan las parejas de pares y sobre todo, de opuestos.

Es que el bueno alejado y opuesto al malo llena salas y vende libros de todo género, también “teóricos”. Como si estuviéramos tomados por una especie de necesidad de la pareja trascendental. Hay una moral excitante del bien y del mal que produce toda suerte de secreciones. Es lo que gusta, ¡es lo que vende!

 Existe una exacerbación de la erotización de la violencia en la sociabilidad. La economía de mercado se sirve de nuestros gustos, para explotarlos, construirlos, formatearlos y recoger ganancias. En la época de la invasión a Irak, Hollywood saca una saga de películas de guerra en las que no faltaba el soldado negro o el soldado gay. Las imágenes de la violencia, junto a las banderas flameantes llaman a un mimetismo contagioso…el público sale inflamado de un sentimiento patriótico.

Asumimos alegremente los gustos impuestos desde las conveniencias del sistema de consumo, la máquina funciona, lo engulle todo. Kurt Cobain, el cantante de “Nirvana” lo decía así: “más basura hago, más basura pide la gente”.

La voluntad de saber también es erógena (Freud con Foucault).

Los límites son muy sutiles: Por ejemplo, alguien quiere informarse sobre lo que ocurre en México con los feminicidios, busca en internet, quiere saber más, quiere ver fotos, quiere ver más imágenes, y escuchar más y más relatos. ¿Hasta qué punto esa curiosidad no exacerba una cierta morbosidad? Al mismo tiempo lo que ocurre es necesario que se sepa. Pero ¿de qué manera hacer saber? En el modo de transmitir, está lo que se transmite. Emil Weiss, cineasta documentalista, se pregunta: “¿Cómo abordar el nazismo?” Respuesta: “Sólo ateniéndose a documentales y testimonios, pues el arte representativa o la narrativa tiene siempre algo de perverso”[9]. Anne Lise Stern, sobreviviente de Auschwitz, en su seminario testimonial: “Hay quienes quieren escuchar historias más y más violentas sobre el nazismo. Eso no sirve más que para despertar más odio y sadismo”[10]

Pareciera que ni las artes ni la cultura pueden escapar a una erotización de la violencia. Incluso muchas veces el llamado arte de denuncia parece redoblar lo que pretende denunciar. (Pienso en los llamados “museos del Holocaulto”, también en los videos de Videos de Marilyn Manson). Las artísticas fotografías sobre guerras y hambre en el mundo, ¿hacen de la miseria una miseria estética? Esas fotos, ¿son una oda o una crítica a esa miseria? En los años ochenta Channel sacó la moda “misérable”: Caros atuendos con símiles de remiendos eran portados por modelos escuálidas, pálidas y ojerosas.

Nuestros gustos imprimen nuestro modo de estar en el mundo y con los otros.

Conocerlos puede tener por resultado una toma de distancia, interrogarlos, ¿tal vez cambiarlos? Leo Bersani, de manera radical, da a entender que sólo cambiando las formas eróticas (nuestros gustos por el dominio-sometimiento) cambiarán las formas políticas.[11]

¿Somos acaso adictos a la verticalidad?: La autoridad como excitante, el par víctima-victimario como un par erógeno, al igual que la dicotomía que lo ordena, el gusto por el látigo, el poder cautivante y contagioso de la imagen fija que separa sujeto – objeto; contribuyen a una estética nada amable. Por otro lado, estamos enfermos de binarismo: hombre versus mujer, opresor versus oprimido. El pensamiento dicotómico impide ver lo que es evidente: La división no está afuera, es móvil y está también adentro: Puede haber misoginia en la mujer, homofobia en el gay, racismo en el negro. Pero el hecho de que el enemigo esté adentro es inadmisible, persistimos en ponerlo afuera, en la vereda de enfrente, como el psiquiatra – experto pone a su loco-objeto. Nos gusta poner el enemigo afuera Y es tal vez uno de los impasses de nuestra sociabilidad.

Adentro-afuera, yo-otro, las diferencias son móviles, inestables, víctimas en un lugar, victimarios en otro, es lo que vivimos diariamente: el hombre explotado y esclavo de su jefe, es el rudo amo y soberano macho en su hogar.

Por el lado de esa oscura misoginia…

En 2011 llegué a Ciudad Juárez muy ingenua respecto de los feminicidios. Mi espíritu iba un poco en el sentido siguiente: ¿Podemos seguir haciendo el énfasis en el término “feminicidio” cuando matan a muchos más hombres que mujeres? La conferencia de Alicia Gaspar de Alba[12], entre otras, abrieron mis ojos: Llevada por las siempre tramposas estadísticas, había descuidado “lo femenino” como el elemento repudiado, también en los asesinatos de hombres. El “trato” a los cuerpos y la feminización de los cadáveres masculinos[13] hablan de un repudio a la mujer en tanto encarnación cultural de la degradante “pasividad”.

Durante la discusión se constató una vez más lo difícil que resulta despojar a las categorías “hombre” y “mujer” de su fenomenología anatómica.

La mujer como continente negro no es un invento del psicoanálisis. Los historiadores de Grecia y Roma cuentan que la pasividad era un punto de horror en el sexo[14], incluso motivo de castigo (restricción de los derechos políticos) Occidente parece haber identificado la pasividad con la mujer, convertida entonces, en punto de horror[15] Notemos de paso que el hecho de que la pasividad (la “dicha en la esclavitud”) sea condenable es señal de su atractivo, el atractivo de la pasividad.

Ahora bien, repudiada, la mujer es también objeto de adoración, un fetiche, una causa inasible, Ideal para los hombres y para las mujeres. La mujer como objeto puede ser un efecto de haber sido deslizada hacia la pasividad, entonces como objeto sexual, de repudio, de adoración y de horror, fetiche, icono de belleza, figura Ideal, causa inasible, modelo de imitación, también de burla y de abyección para todos los sexos, también para las mujeres. Sospecho que incluso en la homofobia, rige una misoginia a la base.

Ideal y abyecta a la vez[16] la mujer, más allá del género y la anatomía, ha sido construida culturalmente como el lugar de un vacío, un agujero en lo sexual. El psicoanálisis debe preguntarse por su contribución para tal construcción cultural de la mujer. Está visto el horror que tenemos al lugar de un vacío: A la mujer se la ha encarnado como un conjunto vacío, punto cero, abismal.

Estéticas horizontales:

El pensamiento queer, Leo Bersani, David Halperin, y otros retoman al último Foucault, aquel que planteaba la necesidad de nuevas modalidades sociales fuera de las coordenadas del poder y de las jerarquías.

En su búsqueda de nuevos modos de relación estos pensadores encuentran en ciertos artistas, cineastas, escritores, propuestas relacionales novedosas. En oposición a la escena fija y enmarcada hay una valorización de la movilidad, del descentramiento y del desplazamiento, como así también una desfalicización de las jerarquías. Caravaggio, Almodóvar, Henry James, André Gide, Proust, Genet y muchos otros ofrecen modelos sociales novedosos.

“La posibilidad de considerar que pertenezco a la clase de ser que es el otro, es un tipo de individualidad no violenta… menos peligrosa. Puedo tener el confort de amarme en el otro y el otro continúa siendo otro. ¿Cómo reducir el estatuto de la diferencia? ¿el de la amenaza?”[17] En aquella ocasión el modelo era el amor griego.

 Hay estéticas no violentas.

Por su parte, en su visita a México invitado por el Programa Universitario de Estudios de Género (UNAM), David Halperin dio una conferencia sobre la estética camp: La ironía sobre sí mismo desestabiliza las jerarquías: “Ironizar sobre sí mismo equivale a abrazar a todo el mundo”.[18] El pasaje del drama a la comedia, la parodia, la ironía ponen en valor estéticas novedosas, descentradas, desjerarquizadas, desfalicizadas, horizontales.

Proust contrapunto de Sade:

Si Sade muestra la verdad innegable de una voluntad de engullir al otro, someterlo y someterse, si Sade no se engaña (ni nos engaña) al mostrar nuestro gozo por el látigo y nuestra relación sádica con el mundo, Proust muestra otro costado de nuestros gustos:

Como Sade, se trata de una degustación. Pero a diferencia de él, no es un banquete lo que nos ofrece, sólo la experiencia íntima de su relación con una taza de té.

«Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho y no debía ser de la misma naturaleza».[19]

Proust desvía el gusto de engullir el té y las magdalenas hacia una experiencia estética, y completamente desinteresada[20]. El apetito sádico de incorporación se disuelve en un placer inútil y sin objetivos. Proust nos hace un guiño: La disolución del ego feroz disuelve a su vez los fantasmas de dominio-sometimiento mostrando otros modos posibles de relación con el mundo y con los otros.


[1] Algunos fragmentos de este texto fueron presentados en el evento “Topografías de la violencia. Mismidades, alteridades, misoginia” organizado en conjunto con el Colegio de la Frontera Norte (Ciudad Juárez) que tuvo lugar en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), los días 17 y 18 de abril 2013, Ciudad de México.

[2] A finales de los noventa la École lacanienne de psychanalse, particularmente Jean Allouch, recibe las críticas que Foucault habría formulado al psicoanálisis. Tal recepción cuestiona, a su vez, al psicoanálisis. A partir de entonces la elp publica, traduce, edita a gran número de autores “queer”, feministas, foucaultianos, y pertenecientes a los gay and lesbian studies.

[3] Dicho sea de paso, la historia de las jornadas “Vida y resistencia en la frontera norte” incluye las reacciones de los intelectuales, filósofos y feministas a las invitaciones para participar. Anulaciones, cancelaciones de último momento, titubeos, “agenda completa” fueron algunas de las respuestas recibidas. Lo cual obliga a preguntarnos: ¿Cuál es el valor del saber teórico? ¿Dónde están los filósofos revolucionarios? ¿Las militantes feministas del mundo? ¿Dónde los famosos intelectuales? ¿En la televisión? ¿O “interpretando” la realidad desde algún cubículo académico financiado por el sistema que critican? En cualquier caso, pocas celebridades en Ciudad Juárez

[4] Sade, Los ciento veinte días de Sodoma, o El Romance de la Escuela de Libertinaje, en Obras Completas, Tomo Segundo, Ed. Edasa, México, 1985, p. 61.

[5] Es que en nuestro liberalismo, Sade, al igual que Freud, vuelve a recibir hoy el calificativo de “perverso”.

[6] Jean Paulhan. Prólogo a Historia de O. “Le bonheur dans l´esclavage”. Ver también Susana Bercovich, La dicha en la esclavitud, en Revista Me cayó el veinte Nº 12, México, 2005 y en la web.

[7] Leo Bersani. ¿El recto es una tumba? Cuadernos de Litoral. Ed. Edelp. 1999. Córdoba, Argentina, p. 34.

[8] Susana Bercovich, El sublime y ridículo látigo, en Revista “Otra Escena”, en la web.

[9] En conversación personal, París, 2000.

[10] Anne Lise Stern, notas de su Seminario testimonial, París, 2005.

[11] Leo Bersani, ¿Es el recto una tumba? op. cit.

[12] Alicia Gaspar de Alba, La Novela Anti-Detectivesca como Protesta Socia. 21 de octubre de 2011, Ciudad Juárez.

[13] Salvador Cruz Fronteras culturales. Alteridad y violencia. Departamento

de Estudios Culturales de El Colef. – Tijuana : El Colegio de la

Frontera Norte, 2013.

[14] Jean Allouch. Le Sexe du maître. L´érotisme d´après Lacan. Exils Éditeurs, 2001, Paris. En español: El sexo del amo. El erotismo desde Lacan. Ed. Epeele, 2001, México. Provisto de historiadores como Winkler, Calame, Dover, Quignard, Halperin, y otros, el texto pone en valor la pasividad en el hombre (kinaidós) como punto de horror en el sexo.

[15] David Halperin señala que se habrían operado una serie de falsos deslizamientos: El rol sexual activo se atribuye a lo masculino, el rol pasivo se atribuye a lo femenino, la castración del lado de la mujer, la mujer como continente negro. El haber participado de tales deslizamientos es una de las críticas que Halperin formula al psicoanálisis. Before sexuality: the construction of erotic experience in the ancient Greek world. Editado por David Halperin, John Winkler, Froma Zeitlin, 1990, Princeton University Press, Princeton, New Jersey. En español: ¿Por qué Diótima es una mujer? El erôs platónico y la representación de los sexos. En Cuadernos deLitoral, Córdoba, Argentina, 1999, pp. 31-38 y 76-80

[16] Susana Bercovich, ¿Quién no es Hamlet? Una Ofelia duplicada: “- Nos suben al balcón, nos bajan al infierno, nos queman en la hoguera, nos traen el sol, el cielo y las estrellas, nos tiran todo encima, nos diagnostican.” En Revista Desatinos N° 3, 2010, Medellín.

[17] Leo Bersani, notas tomadas de su Seminario Intimidades, San José de Costa Rica, 2006.

[18] David Halperin, México 2010.

[19] Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swan, Colección Biblioteca Proust, Alianza Editorial, Salamanca, 2000, p. 62.

[20] Este párrafo está inspirado en Les secrets du Caravage, de Leo Bersani y Ulysse Dutoit, donde los autores resaltan la experiencia estética en Proust. Caravaggio´s Secrets, The MIT Press, Londres, 1998. En francés : Les secrets du Caravage, Ed. Epel, París, 2002, Pp. 86-91.


Dra_-Susana-Bercovich-Hartman# Susana Bercovich. Psicoanalista. Miembro de la École lacanienne de psychanalyse. Maestra en el Colegio de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras-UNAM (desde 1990), en diversas maestrías tanto en México, como en diferentes estados de la república (Cuernavaca, San Luis Potosí, Xalapa, Puebla, etc.) y en Costa Rica, y en la maestría del Círculo Psicoanalítico Mexicano. Colaboradora en el PUEG en diversos diplomados y organización de eventos.

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