Suele ocurrir, que de la convocatoria al trabajo en una jornada, el título escogido para la ocasión, nos alcance como un llamado a decir sobre un tema. En mi caso, volver a tomar el inconsciente, en su relación al espacio y al tiempo, implicó una pregunta que hace pie en algunas cuestiones planteadas por Lacan en su escrito Posición del Inconsciente, de 1964, y aquellas que en distintas vueltas van enriqueciendo su formulación. Sabemos que junto a otros conceptos fundamentales, partir de lo que se entienda por el Inconsciente, orientará la cura.
En tiempos de aquel escrito, Lacan ubicó al inconsciente como aquello que se dirige al analista, cuya presencia -la del analista- es una de sus manifestaciones. Es decir que la función deseo del analista debe presentarse en relación a lo que se dice para que el inconsciente sea de la partida, se produzca. La cuestión es que con el inconsciente surge también el sujeto. Es decir, allí, en la transferencia vía el deseo del analista, se ejerce su emergencia.
Cuando trabaja en este escrito la operación de separación, leída también como separare, parirse, hace su aparición esa relación indisoluble entre inconsciente y sujeto.
De aquél lugar proclive al ser, designado por el deseo del Otro, desde el campo del Otro, dice: “(…) el sujeto se realiza en la pérdida en que ha surgido como inconsciente, por la carencia que produce en el Otro, según el trazado que Freud descubre como la pulsión más radical y a la que denomina: pulsión de muerte” [1].
Leo aquí, que la localización del sujeto y su tiempo, debe contar con la operación de una pérdida en la que surge como inconsciente. Una pérdida que implica una carencia en el Otro asistida por la pulsión de muerte. En el Seminario 11, contemporáneo a este escrito, agregará que el analista es testigo de esa pérdida, aquella que promueve el más allá del principio del placer.
El sujeto fundado por su división se produce como inconsciente en la diferencia que podemos ubicar entre saber y verdad. Para que esta diferencia persista, es necesario que el saber no colapse en el sentido, se agujere, opere en el lugar de la verdad, pero no se lo fuerce como tal.
Vienen en auxilio algunas consideraciones que podemos ubicar a partir de las conferencias Publicadas como el Seminario el Saber del Psicoanalista, donde Lacan introduce Lalengua como el tejido, el fluido, que en el hablar trasciende al lenguaje, en tanto soporta en la palabra la verdad de un goce en el que el sujeto singulariza su consistencia. Allí el instrumento privilegiado donde el inconsciente puede advenir será la palabra tanto en su función significante como en la materialidad de la letra. “Función de la palabra y campo de lalengua” [2] , introduce como definición el sustento de lo que se articula en el sujeto como par-lêtre, hablante-ser, y despunta la sonoridad del hablar como el campo que se habita.
Entonces, ¿de qué incisión se trata? En tanto la verdad cuenta con el límite que lo Real impone al saber, ¿Cuál es la pérdida en la que el sujeto se produce como inconsciente?
En los fundamentos de la Estructura contamos con el Significante de la Falta en el Otro como el saldo de goce del que la cadena significante no puede dar cuenta. Esa imposibilidad de nombrar al ser, aún buscada en la intención del significante y operada por las identificaciones, encuentra su imposible de nombrar, de decir. Sin embargo la palabra aloja aquello del ser que al toparse con lo real, persiste, vuelve, repite. Navega de un sonido a otro, hace hablar, suena. Causado por lo que no cesa de no escribirse.
Siguiendo a Lacan en L’insu, si bien contamos con el Inconsciente estructurado como un lenguaje, la metonimia y la metáfora, “no tienen alcance para la interpretación sino son capaces de hacer función de otra cosa, para lo cual se unen estrechamente el sonido y el sentido” [3]. Así, a lo que pensemos como inconsciente, no le va a quedar otro callejón, que presentarse como equivocación, como traspié de una palabra en otra. Allí donde el sonido se despega del sentido y agencia lo Real.
La metonimia y la metáfora, leyes del funcionamiento del lenguaje, son sus conductores en la medida que la homofonía permite hacer surgir la letra.
Lacan nos sorprende al afirmar que “no hay más que la poesía, que permita la interpretación” [4]. Y agrega que es por eso que él no llega más en su técnica a aquello que la poesía sostiene. La poesía como producto de la astucia del hombre, en tanto “es efecto de sentido pero también efecto de agujero”
El significante nuevo como producto del análisis, aquél que vencería “la impotencia del sujeto ante el Significante Uno” [5], supone una invención. Un más allá del Otro del que proviene el significante que aliena y cifra al sujeto en el goce.
¿Podría este significante prescindir de la letra para engendrarse? ¿No es acaso la poesía la escritura que logra que la letra abra un sentido nuevo en su sonoridad?
Letra como litoral y al mismo tiempo como herramienta que perfora el sentido, que anota lo posible de ser escrito en la contingencia de un salto, de un desliz. Ahí la poesía China, acude a orientarnos donde esas letras, en la medida que suenan, que cantan, son las que se escriben.
¿Sería esto posible sin la intervención de un analista?
El Inconsciente se dirige al analista, dado que es de su cuerpo que la voz se aisla, para que la homofonía rompa el sentido y pase a las letras. Es el analista en tanto tal, y en tanto el deseo que comanda el análisis, que resta al gran Otro por vía de la letra, arribando el Inconsciente a un más allá del campo significante en que se produjo.
Al final, el analizante habrá devenido analista, al advertir que el deseo del analista sostiene su posición respecto de lo que equivoca. Le prescribe un lugar y un tiempo en el decir que no sucumbe en la debilidad mental.
Cotidianamente, casi como contando una anécdota, Freud llevo a su texto Psicopatología de la Vida Cotidiana, el descubrimiento de la relación entre sonido, sentido y letra. Una muestra del inconsciente en funcionamiento es la lectura que hace del olvido de un nombre propio. Signorelli, escandido en letras y retorcido en el sentido, lo condujo a una triste noticia que había recibido en Trafoi, tiempo atrás. Dice: “Un paciente que me importaba mucho había puesto fin a su vida a causa de una incurable perturbación sexual”. [6]
Había presentado este relato en su ensayo de 1898 sobre la desmemoria. Una conversación con un compañero de viaje, aquello que transitó hablando, le hizo perder la disposición de un nombre que quería decir. Surgieron otros en sustitución: Boticcelli y Boltrafio, con los que Freud pudo hallar la clave de su olvido. Nos dice que la sílaba Bo, de Bosnia – lugar al que se dirigía y del que había relatado una particular costumbre de sus habitantes-, conforma un “grupo fónico” con la sílaba inicial de los nombres sustitutos. Encuentra que operan por asonancia- así lo reconoce-, la cual constituye uno de los recursos principales de la poesía: utilizar en una misma frase o estrofa sílabas o letras que suenen igual. También en el sonido, una sutil modificación del orden de las vocales de “trafio” le da acceso a “trafoi”. Por semejanza, por proceso anagramático, viene sobre el hablante- en este caso el mismo Freud-, su implicación en la noticia recibida donde muerte y sexualidad exigen sus sentidos, sus recursos.
En cuanto a “Signor”, dirá que su traducción del italiano al alemán, hace surgir el Herr, vocablo próximo en el momento del hablar, tanto por su destino de viaje así como por el papel que tuvo en la anécdota por Freud relata a su acompañante. Era el modo en que los habitantes de Bosnia se dirigían a su médico: Herr (Señor), cuando eran informados de una enfermedad letal a la que debían resignarse, cuando la muerte los acorralaba. Lo destacable es que Freud venía de estar en una localidad que lo obligaba a hablar en italiano y atribuye esta conexión a haber estado pensando-pocos días atrás- en otro idioma, lo que colaboró a producir su olvido. En su falta, Signor –del italiano– es el Herr –del alemán–. Pronunciado por Freud, es el Señor ante quien se resigna el hombre frente a la muerte.
Cuestión de lenguas, de letras y sonidos, Freud nos informa entonces que muerte y sexualidad, imposibles de ser representados, incumbencias primarias de lo Real, estaban allí en la génesis de ese olvido.
La diferencia que con Lacan ubicamos hoy, es que esos imposibles se producen donde la palabra equivoca. Advienen en el sinsentido de la sustitución de un nombre por otro, surgen en el tropiezo que inquieta e interroga. La palabra abre el recurso al inconsciente en la pérdida de sentido que comporta la extracción del sonido, de lo que se oye para ser escuchado en su pase a la letra.
Sólo el deseo de Freud, en esta vertiente el deseo del analista, pudo allí inventar el Inconsciente.
Bibliografía:
Sigmund Freud. Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria (1898), en Obras completas, Volumen III, Buenos Aires 1988. Amorrortu Editores.
Sigmund Freud. Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en Obras Completas, Volumen VI , Buenos Aires 1988. Amorrortu Editores.
Jaques Lacan. Posición del Inconsciente. (1964). Escritos II. Siglo XXI Editores.
Jaques Lacan. Seminario 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. (1964).
Jaques Lacan. El saber del Psicoanalista. (1971-72). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Jaques Lacan. Seminario 24: L’Insú que sait de l’une-bevue s’aile a mourre. (1977). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
[1] Jaques Lacan. Posición del Inconsciente. (1964). Escritos II. Siglo XXI Editores
[2] Jaques Lacan. El saber del Psicoanalista. (1971-72). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires
[3] Jaques Lacan. Seminario 24: L’Insú que sait de l’une-bevue s’aile a mourre. (1977). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
[4] Jaques Lacan. Seminario 24: L’Insú que sait de l’une-bevue s’aile a mourre. (1977). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
[5] Jaques Lacan. Seminario 24: L’Insú que sait de l’une-bevue s’aile a mourre. (1977). Buenos Aires. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
[6] Sigmund Freud. Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en Obras Completas, Volumen VI , Buenos Aires 1988. Amorrortu Editores
Acerca del autor: Martín Trigo es Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Psicólogo de Planta del Centro de Salud Mental N°1 (CABA) donde se desempeña como Coordinador de Equipo, Director de Cursos de Posgrado y del Espacio de Investigación en Psicoanálisis de esa Institución. Es Director de la publicación de ese dispositivo, la Revista Ensayos. En la UBA es Coordinador General de la Práctica Profesional “La clínica en la Emergencia” y es colaborador Docente en Cursos de Posgrado y en Seminarios de la Maestría en Psicoanálisis.
Ariel Gangi: (Buenos Aires, 1973), poeta visual.
MUY INTERESANTE
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