Editorial, Helga Fernández y Gabriela Odena.
Cuando el ambiente nos trae una densidad que vuelve invisible el camino, suele ser útil retomar la carretera principal.
La vía regia para Freud; la carretera principal para Lacan; estas rutas de desplazamiento espacial se elevaron a metáforas privilegiadas para algunos conceptos del psicoanálisis. Lo que revela lo indispensable que es la orientación de los pasos para la existencia del sujeto.
Sin descartar los accesos trazados en su entorno, la carretera principal es una dimensión que polariza un sentido, y eso es en ocasiones necesario, precisamente para detener la errancia y el vagabundeo.
Las circunstancias de lo contemporáneo, “la clínica de una época”, nos exige a los psicoanalistas intentar otros modos de decir algunas cuestiones. Esto no es ninguna novedad. ¿Acaso esto mismo, no es aquello que por ejemplo, nos hace debatir acerca de los modos de la sujeción de cada quién al sexo? Así cada contexto epocal, nos presenta otro modo del enigma.
Lo que a mi criterio forma parte de las invariantes del discurso, son los conceptos fundamentales, porque hacen a la carretera principal. Sin ellos no se trataría del psicoanálisis, y con ellos es posible crear los senderos hacia Otra escena.
Más aún, me inclino a afirmar que el valor de los conceptos en la doctrina, recaiga más en la función que estos tienen, que en su consistencia.
Resaltar la potencia de su función, me parece que está logradamente dicho en recientes palabras de Helga Fernández que el espacio Lecturas de la Escuela Freudiana de la Argentina, publicara: “…el objeto a ese que siempre restará a lo digitalizable, [es] el verdadero hacker del sistema que sigue tensando un porvenir…” (1).
Pero entonces si se trata de la función de estos conceptos, eso implica para quienes practicamos como analistas, ¿un saber hacer con ellos? Ya sería lo esperable qué del análisis como experiencia, deviniera un analista; un quehacer en el caso a caso, y sin la necesidad de precipitarse a grandes originalidades.
Sin embargo, en estos días de amenazante viralidad, en los que la realidad nos inunda con fuerza pandémica, no es nada sencillo no correr el riesgo de la desorientación en la práctica.
Cuando la vía pasa de reggia a remota, cuando la voz que se hace escuchar, esta informáticamente decodificada, puede ser muy esperable despistarse. Hacernos suponer el encuentro con una originalidad diferente.
Lo original, o aquello que se pretenda de tal, siempre está un poco infectado de repetición. Y es en esa repetición que encuentra la diferencia el psicoanálisis.
Si algo podemos seguir afirmando es que en la práctica lo que orienta es el objeto (2), y la realidad es del inconsciente; por eso en mi intento de retomar la carretera principal: la voz como objeto y la transferencia como puesta en acto de la realidad inconsciente, son lugares de referencia.
¿Qué nos hace suponer que las sesiones “remotas” que realizamos pueden producir un efecto de enunciación? (y que en muchos casos, es a posteriori constatable) ¿qué nos empuja convencidos a que algo puede ser aprehendido in efigie o in absentia? Casi en las antípodas a lo que el propio Freud confiere como condición en la dinámica de la transferencia(3).
¿Qué ocurre cuando el objeto, la voz “aislada”, es la que arma la espacialidad del análisis?
De los objetos parciales privilegiados para encarnar el a, la voz es uno de los elegidos porque gracias a su forma, manifiesta ejemplarmente su estructura de corte.
Para decirlo sencillamente, hay razones para que algunas formas del objeto (heces, pecho, mirada) en su función de a, prevalezcan sobre otras. No se trata simplemente de que el sujeto erotice cualquier función vital, sino que es por su propiedad de corte.
Puede resultar obvio, pero en lo accesorio recae la atención para el psicoanálisis. Si se tratase de cualquier función vital podríamos apelar -como Lacan mismo lo menciona-, a una que también compromete el orificio de la boca, la respiración.
Pero la respiración como alternancia, en el plano imaginario no permite simbolizar el corte o intervalo; quiero decir que cuando se corta, no produce un efecto de marca o inscripción susceptible de ser resignificada.
Precisamente por eso nos acecha la amenaza coronavirus, cuya propiedad es alojarse en los pulmones; porque cuando la respiración se corta, ocurre otra cosa, engendra el drama irreversible.
En cambio, si la voz es convocada por Lacan a representar el papel de soporte, a nivel del significante, es porque su emisión es algo que sí se corta, se escande. Es en este sentido que puede ser elevada a la función significante del intervalo.
Si como afirma Lacan, “la función de la voz siempre hace intervenir en el discurso el peso del sujeto”(4) esto nos permitiría entender que ella crea un pasaje entre uno que habla, y otro que escucha; pero también y sobre todo entre un sujeto, y ese otro que es él mismo, cuando habla.
De modo que si hay voz esta estará dirigida a otro que el que habla y los análisis favorecen antes y hoy, que eso se sostenga, que la voz esté dirigida a otro al cual uno le habla.
¿Cuál es el sentido de esto?. Como dice Norberto Ferreyra “la creación de un espacio topológico donde las palabras puedan resonar, esa resonancia significa que el sujeto pueda escuchar lo que dice”, no porque se lo diga el otro, sino porque es él quien las dice(5).
Es en este punto que, la transferencia, uno de los fundamentos del psicoanálisis, se vuelve indispensable para el anudamiento: enterarse de lo que se dice no es posible sin el apoyo material de las fantasías (tal como el niño, pequeño poeta con sus juguetes) en la situación asimétrica que implica la escucha analítica, en la que otro ocupa una función en apariencia de objeto, y en ese mismo acto alguien se vuelve sujeto de lo que dice.
Es decir, la voz es con transferencia. Quizás la voz en transferencia hoy, es como menciona “Bifo” Berardi citando a su amigo “la cuña que rompe el silencio que hay allá afuera y también dentro del desierto digital”(6).
Pero sin transferencia, ese nuevo lazo infectado de repetición, ¿cómo convocar a los dioses del Averno?
Si el psicoanálisis descubre que la estructura de ficción es inherente al discurso mismo del cual el sujeto es un efecto, y es ese carácter ficcional también el que da cuerpo a la transferencia ¿será la presencia de la transferencia, aquello que hace borde para la sesión remota?
Que no equivale a decir la presencia del analista, porque la propia presencia del analista es una manifestación del inconsciente como señaló Lacan. Eso significaría que su presencia sería ya un significante de la transferencia; así como la realidad transferencial no sería otra que la estructurada por el fantasma(7).
Pienso en las cartas de Freud y Fliess; en los mensajes (no digitales, pero si textuales) que Juanito cursaba a Freud por intermedio de su padre. En las tantas escenas ficcionadas que soportan los cuerpos.
Si algún aplanamiento produce la comunicación virtual es de la estructura de terceridad que el lenguaje implica, “…mediante el bit se procede a optimizar la definición de un mensaje sin ambigüedad”(8).
Dicho de otro modo, ese carácter ficcional que sostiene los cuerpos, se construye en base a tres (hay un sujeto de la ficción, de quién alguien está hablando, y hay un sujeto que sueña esta ficción) y no en el dos de la reflexividad, la decodificación algebraica.
El interrogante que aquí se abre para mí, es ¿cómo sería posible la emergencia de ese motor y obstáculo -que la transferencia en sí misma es-, in absentia?
¿Qué habrá del falso enlace hecho de palabras, pero que precisa de algo del cuerpo del otro (la persona del analista) para hacerlas resonar?
¿Como no propiciar la interferencia que toda transferencia de por sí ya es, si su estructura de ficción se resiste a entrar en una lógica digital?
No podemos saberlo de antemano, porque “lo propio de las verdades es que nunca se muestran enteras”(9).
Pero lo que no podremos negar, ni “remotamente” es que el lugar de la transferencia en el discurso, y en la institución misma de su experiencia, cuando existe funciona y es auténtica.
Por supuesto, y en algún sentido porque la convicción del propio analista en lo que concierne al inconsciente es parte de la misma. Pero también en tanto ese espacio, ese Otro escenario intemporal es “línea directa” de aquello que se repite en acto.
Es tiempo de finalizar la videollamada; un niño a quien le es muy difícil desprender, desprenderse y hacerse desprender -a punto tal que la ropa (prendas) le “duele en el cuerpo”-; mira los íconos de la pantalla, con actitud de discernimiento y dice “…cómo se corta esto?; pará yo no sé cortar. Voy a llamar a mi mamá para que corte…”
- Helga Fernández. En Lecturas”, Muro de difusión de Facebook de la Escuela Freudiana de la Argentina. 27/3/2020. https://www.facebook.com/EscuelaFreudianaDeLaArgentina/
- Lectura del Seminario «La transferencia» de J. Lacan. Seminario dictado en Escuela Freudiana de Mar del Plata, a cargo de M. C. Areta y otros invitados. 2005/2006.
- Sigmund Freud. “La dinámica de la transferencia”. 1912. Ed Hyspamerica.
- Jacques Lacan. Seminario 6. “El deseo y su interpretación”. Ed. Paidós
- Norberto Ferreyra. “La dimensión clínica del psicoanálisis”. Ed. Kline. 2005
- Franco “Bifo” Berardi “Como si fuera ayer. Crónicas de la psicodeflación. #3”
- Osvaldo Arribas. “El problema de la representación”, en ¿Qué es la realidad? Psicoanálisis, la ciencia y la política. Ed. Kline 2012
- Helga Fernández. “El psicoanálisis, un hacker del sistema”. En el Margen. Revista de psicoanálisis. 5/4/2020. https://www.facebook.com/1585852335031401/posts/2610767212539903/?d=n
- Jacques Lacan. Seminario 8. “La transferencia”. Ed. Paidós.