Por Gisela Avolio.
Editorial Ricardo Pereyra
¿Cómo y cuándo descubrió el Psicoanálisis?
Gracias a En el Margen y a Gisela Avolio por sus preguntas y por la espera…
La pregunta sobre el origen me lleva a pensar si lo descubrí o fue un encuentro con la cuestión humana, con lo inconsciente, que me permitió iniciar un camino por el que aún transito. Me inclino por esto último y diría que ha sido un encuentro afortunado.
En casa se leía, pero sitúo un encuentro diferente en la adolescencia cuando, través de mi hermana -varios años mayor que yo- que estudiaba letras y escribía poesía, comencé – cuestiones de la identificación- a tomar contacto con los libros que ella traía, libros que me fueron des-cubriendo un mundo con personajes y narrativas apasionantes que me acercaban a la complejidad de lo humano, creando interrogantes, sobre mí y lo que me rodeaba y una cierta mirada, podría decir “analítica”.
Me impactaban Alejandra Pizarnik con su poética melancólica, Virginia Wolf con su Orlando y Un Cuarto Propio, Simone de Beauvoir, con un lugar diferente como mujer y sobre la mujer, Roberto Arlt, Cortázar, Lorca… por citar unos pocos.
Mis estudios secundarios fueron en la Escuela Normal 1 de Rosario, República Argentina, donde también tuve magníficas profesoras de historia, de psicopedagogía- y aquí asoma Freud- de literatura, que despertaron transferencialmente el deseo de saber que me lleva, al entrar a la Universidad, a apuntarme a las carreras de Letras y de Psicología.
Cuando comencé a leer a Freud entendí que recomendase-para la formación de psicoanalista- el conocimiento de disciplinas como la historia de la cultura, la mitología, la poesía, la literatura, porque estaba fuertemente convencido que, en cuanto al sujeto, se puede aprender más ,que de lo bio, de los poetas que han buceado desde siempre en el alma humana.
Finalmente elegí Psicología porque la carrera, pese a los intentos de la dictadura del momento de erradicar cualquier pensamiento crítico, ofrecía aún una excelente formación psicoanalítica, que me atraía. Era la época de la guerra de Vietnam, de los ecos del mayo del 68 y nos sumábamos a la posibilidad de cambiar las fuertes desigualdades sociales, por lo cual leíamos a Marx, y por supuesto al Freud de El Malestar en la Cultura, de Psicología de las Masas, textos de absoluta vigencia hoy y de un aporte inmenso para la comprensión de los grupos humanos, de los lazos sociales, de las lógicas colectivas. La articulación, en fin, de lo singular con lo colectivo, tema que siempre me ha interesado, y que ha marcado mi manera de hacer de psicoanalista, en la clínica y en lo institucional, en la relación con los diferentes discursos.
Época también de la antipsiquiatría con su cuestionamiento al manicomio como institución total, y comienzo de las lecturas de Lacan, quien entonces interpelaba un psicoanálisis que se apartaba de su raíz subversiva. Inicio de mi primer análisis freudolacaniano, del estudio teórico, más adelante recibir pacientes en privado, porque ya la escucha había comenzado en el hospital psiquiátrico –interesante experiencia – la supervisión y los grupos de estudio y de psicoanalistas… interrumpido todo por la nueva y cruel dictadura del 76 que determinó mi exilio, como el de tantos.
Y desde el nuevo lugar – Barcelona – seguir formándome, comienzo de otro análisis en la misma línea, y años más tarde, finalmente otro, supervisiones, grupos de estudio, participación en la fundación de Práctica Freudiana con su Ateneo de Psicoanálisis, y su publicación: Entorno. Fueron años importantes, de denuncia a la dictadura argentina y su ataque a los Derechos Humanos, de elaborar duelos, de ir aceptando el ser siempre una “extranjera”- aquí, allí, aunque una siempre lo es para sí misma; la difícil construcción de un lugar, en una geografía y en una historia marcada por el franquismo, en la que el psicoanálisis tenía poco lugar. Este, con el paso de los años y la transmisión de muchos, se ha ido construyendo, pero ahora enfrenta nuevos desafíos, los propios del neocapitalismo científico técnico, con la proliferación de diagnósticos para los cuales siempre hay fármacos- pero no palabras, ni historia, ni legados simbólicos, ni interrogantes- en un intento de des- subjetivación, modelando pensamiento, deseo y cuerpo.
¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad ?
Esta pregunta enlaza con el final de mi respuesta anterior, en que decía que la contemporaneidad está marcada por el discurso neoliberal y el científico-médico-técnico que, al hacer dimitir a la palabra y al amor abre las puertas al odio, a la violencia y a la crueldad. Ulloa dirá que ya no se trata del malestar de la cultura, sino de un “malestar hecho cultura, cultura de la mortificación, donde el sujeto queda excluido, expuesto a una “encerrona trágica”. Señala que la ternura, utilizada como concepto político, puede ofrecer resistencia a la tendencia mortífera y destructiva de la pulsión de muerte, actuante tanto en el plano singular como en el colectivo. Interesante que la idea de la ternura – como cierto reconocimiento amoroso al otro a quien se reconoce como sujeto ajeno y diferente de uno mismo y al que se le da voz – aparezca en el discurso de la escritora Olga Tokarczuck al recibir el Nobel de literatura 2018.
Con ellos pienso que, como psicoanalistas, hemos de estar advertidos de las variantes de la crueldad que afectan tanto al colectivo como al sujeto y tener cierta sensibilidad-miramiento, ¿ternura?- para reconocer esa mortificación, porque ese reconocimiento será condición para que el sujeto pueda hacer algo diferente con ello, posibilitando el salir de una posición pasiva y temerosa ante un Otro que le ordena gozar, callar, no pensar, no cuestionar, adormecerse, enfermar…
El psicoanálisis apunta a resituar el fundamento mismo de la subjetividad: el deseo inconsciente, oponiendo así diferentes formas de resistencia a la amenaza de homogenización, al desmantelamiento simbólico, a la anulación del sujeto, a la destrucción del lazo social.
Entiendo que, desde la teoría y la clínica podemos aportar, transmitir una práctica ética y responsable, dando la palabra al sujeto que viene siendo condenado a estar en silencio, en precario, limitado por vallas, muros que lo segregan del otro, sin que encuentre espacio para ser alojado. Ese espacio- que entiendo de palabra-, donde el síntoma hable sin que sea suprimido, espacio de deseo, habitable, debe ser resguardado cada vez, y/ o construido por el analista en la cura y más allá del diván, extensión del psicoanálisis.
Ciertamente, el psicoanalista es neutral en su praxis al dejar vacío el lugar de la verdad como causa, y al no hacer una clínica normativa, pero ello no se puede confundir con una supuesta neutralidad del psicoanálisis que implicaría negar su incidencia, su impacto en lo colectivo, su estatuto de discurso fundante de un tipo de lazo, su constante relación con los otros discursos que atraviesan el campo social y político.
Y ello en el caso por caso fundamentalmente y en los diferentes escenarios en los que intervenimos como tales, tomar partido… por la clínica, por reavivar la esencia crítica, subversiva, transformadora, manteniendo la agudeza hacia las problemáticas de nuestra época. Llevar las reflexiones, no dogmas, del psicoanálisis al campo de la cultura, de lo social y de lo político, campos a los que podemos mostrar que se beneficiarían – como los psicoanalistas nos beneficiamos de otras disciplinas- si no desconocieran los aportes freudianos sobre el sujeto.
Teresa Morandi, Psicoanalista, Psicóloga Clínica por la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Reside y ejerce la Clínica Psicoanalítica en Barcelona desde principios de 1977. Ha participado en diferentes Instituciones Psicoanalíticas, en la Plataforma Psicoanálisis Siglo XXI, es miembro del Patronato y de la Junta de la Fundació Congrés Català de Salut Mental. Docente y Supervisora Institucional en Salud y Salud Mental. Colaboradora de UMBRAL red Psi. Coordinadora del Taller Clínico sobre Violencia, Subjetividad y Lazo social.
Ha publicado diferentes artículos de teoría y clínica psicoanalítica en diferentes libros y revistas. Es co-directora del Estudio sobre Trauma y Transmisión entre generaciones”(FCCSM 2005/15) , y co-editora del libro “Trauma y Transmisión”(versión en catalán y en castellano) de Xoroi Edicions, Barcelona, 2012 y Ediciones del Dragón, Buenos Aires.
Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.
Ricardo Pereyra, Participante de la EFA (Escuela Freudiana de la Argentina); escritor; obras publicadas: Confites Envenenados (2019), Cuentos a propósito (2018), Así en la historieta como en la vida (2017), El alegre trinar de los dromedarios (2011). Guionista y conductor del programa radial La Musa Equivocada (AM 770 Radio Cooperativa). Editor y columnista de En el Margen. Revista de psicoanálisis.
Contacto: rgp2110@yahoo.com.ar
me gustaría poder intercambiar un dialogo con Teresa Morandini. Su artículo es muy importante para la epoca actual.
como podría encontrar sus datos?
mil gracias.
Me gustaMe gusta
Juana, ésta es la casilla de correo de Teresa: 12450@comb.cat
Me gustaMe gusta