Donar la diferencia. Por Helga Fernández

Cuidado editorial: Patricia Martínez, Mariana Castielli y Marisa Rosso


Te adjunto algunos despojos que la última marea depositó en la playa. Estoy haciendo anotaciones sólo para ti, y espero que me las guardes. No agrego nada como disculpa o explicación: sé que sólo son unas vislumbres, pero de todas estas cosas algo ha salido…” S. Freud, 1897, Carta 64.

PIEDRA

Cada metáfora es una mal(dición).

Cada lamento surge ante la insuficiencia del lenguaje para alcanzar lo real.

Cada alabanza es un canto al nombre que intenta, en vano, capturar la esencia.

Cada adulación esconde un rechazo a la diferencia que el lenguaje engendra.

Cuando surge un decir, con la suficiente violencia como para destituir un dicho establecido, acontece una sustitución. (La violencia no es buena ni mala: bajo cierta dimensión, resulta necesaria).

Cuando no se acepta que la significación jamás alcanza del todo al significado, comienza el lamento.

Cuando la significación aparenta envolver la cosa, la palabra se mece, ebria, en un canto de alabanza.

Cuando se rechaza el decir del otro, con modales corteses, florecen los elogios.

PAPEL

Una de las razones del análisis de la persona del analista es la necesidad de deponer toda pretensión de alcanzar la Cosa y, con ella, tanto el lamento por no alcanzarla como el falso júbilo por la ilusión de haberla rodeado. Resultaría tan ridícula como pretenciosa la confección de una gramatología que diera cuenta exacta de las marcas de la relación del hablante con la falta en el lenguaje. Sin embargo, si tal cosa existiera, tendría un lugar privilegiado para esa palabra que coincide con el tratamiento del «seudónimo» o «el apodo», con el estar advertido de que todo término será, tarde o temprano, alcanzado por la objeción. Como si el hablante hubiera tomado la decisión de no afirmar nada de forma absoluta, ni siquiera cuando en apariencia lo hace. Como si su estilo estuviera precedido siempre por un «así llamado» o «eso que distinguimos como». Como si aceptara la necesidad de redefinir el diccionario en cada ocasión. Como si en él o en ella el pudor surgiera ante la imposibilidad del lenguaje frente a su referente. Como si hubiera elegido, al fin, reconocer que decir es decir la diferencia.

El discurso del psicoanálisis –como todo discurso– permanece siempre inacabado, inconcluso. Por esto mismo no basta con que la persona del analista estudie, se analice y entre en el discurso: resulta indispensable entrarle al discurso mismo. Esto significa discutir, insistir, hacer pasar, retroceder cuando sea necesario, modificar lo establecido, confrontar lo dado, hacer saltar chispas del encuentro, interpelar lo obvio, disputar lo que parece incuestionable. Significa incorporar el psicoanálisis no sólo en su establecimiento actual sino también en su horizonte de perspectivas políticas de transformación. Enfrentarse a él como el campo de controversias que es, tanto respecto a sí mismo como en relación a otros modos de lectura.

TIJERA

Una de las peores traiciones que podemos perpetrar contra este discurso es tratarlo como si fuera una verdad absoluta y acabada. Otra traición equivalente —quizá su reflejo especular— consiste en no donar la diferencia al trabajo del co-lega, optando en cambio por derramar adulaciones que aniquilan la transferencia de trabajo desde el vamos.

La lisonja o adulación cobra su relevancia histórica cuando se comienza a reflexionar sobre la vida en las Cortes Reales, en particular durante el Renacimiento. Hay que decirlo: la lisonja y la Corte establecen una relación íntima.

En el capítulo XXIII de El Príncipe, «De cómo hay que huir de los aduladores», Maquiavelo señala con precisión quirúrgica: «Como regla general, [la adulación] tiene su campo de acción dondequiera que un poderoso, un rico, un superior tiene Corte, lugar de acogida de parásitos o clientes».

Shakespeare escenifica esta miseria humana en Timón de Atenas. Timón, noble ateniense, peca de una generosidad excesiva ante quienes se presentan como sus admiradores, vertiendo elogios incesantes sobre su persona. Su destino trágico —la bancarrota tras el abandono de sus falsos amigos cuando sus recursos se agotan— parece derivarse de su ingenuidad extrema, que le impide reconocer la verdadera intención de sus «admiradores». Apemanto, el filósofo que permanece como su verdadero amigo, se atreve a expresar un decir que resulta violento pero que dona la diferencia: «he that loves to be flattered is worthy o’ the flatterer». Con esta sentencia, deja al descubierto que el adulador y el adulado, cómplices en su goce, comparten la misma responsabilidad, pues el segundo no es una víctima inocente del engaño del primero. Timón, por ejemplo, provoca su propia desventura al demandar y consentir la inflación de su narcisismo.

Pero existen lisonjas más insidiosas todavía, que ni siquiera pretenden engañar al adulado atribuyéndole virtudes inexistentes para obtener beneficios de su poder. Estas lisonjas operan por el mero hecho de no entrar ni entrarle al trabajo del co-lega y, por extensión, al discurso mismo. Cubren tal desconsideración con elogios sobrecargados de superlativos o con una megalomanía pueril, transformando el lazo analítico en meras relaciones públicas (RR.PP), ensanchando artificialmente el ideal de cohesión en pos de una convivencia sin sobresaltos ni conflictos. Sin embargo, lo edulcorado, en su límite con lo impostor, conlleva una violencia que además reniega de sí misma.

En las antípodas de una práctica lisonjera, cuando se propicia y ejerce la transferencia de trabajo   —aquella que no admite adulaciones—, lo establecido se agujerea, se moviliza y se abre a un espacio de controversias donde quienes ofician de analistas crean, reformulan, inventan, varían, instauran discursividad y así transmiten el psicoanálisis en su seriedad: de uno a otro, y a otros.

 



Esta revista se sustenta gracias a la publicación, la difusión y la edición, sin ánimo de lucro, de cada uno de los miembros que la componen. Agradecemos la colaboración económica que el lector o la lectora quiera y pueda acercar siguiendo los pasos de alguno de estos links.

Argentina

https://mpago.la/33g3HbP

Resto del mundo

https://www.paypal.me/flagelodelverbo

Deja un comentario