La filosofía, una danza de interrupciones. Por Roque Farrán.

Imagen: tovekjellmark

Cuidado editorial: Marisa Rosso


Uno de mis primeros escritos sobre Badiou apareció en un volumen colectivo compilado por Carlos Gómez Camarena y Angelina Uzín Olleros, junto a estimados colegas y prestigiosos autores, Badiou fuera de sus límites (Imago Mundi, 2010), y tiene un apartado cuyo subtítulo es “Una danza de interrupciones”. El título del capítulo que escribí no sugería nada corporal, “La filosofía de Alain Badiou, un nudo de temporalidades heterogéneas”, sin embargo me pareció crucial en su momento mostrar con un ejemplo de enseñanza corporal lo que me había suscitado la lectura y estudio de la filosofía altamente conceptual de Badiou. Allí escribía: “Siempre me ha llamado la atención esa extraña capacidad que demuestran algunos enseñantes, sobre todo de actividades que implican ostensiblemente el cuerpo (teatro, danza, artes marciales), cuando explican algún movimiento o expresión al mismo tiempo que lo hacen, y pueden volver hacia atrás, repetirlo, hacerlo más lento o más rápido, acentuar tal inflexión o modificarla. Por supuesto, uno se -consuela- dice ‘lo han incorporado’, han asimilado el movimiento hasta el punto de poder hacerlo automáticamente, pues, no hacemos otra cosa cuando aprendemos a andar en bicicleta, por ejemplo. Pero justamente el punto que quiero señalar es la falta de automatismo, demostrada por la variación en el cambio de velocidad o secuencia, la posibilidad creativa de retomar el movimiento desde distintos puntos. Creo que esto abre perspectivas muy interesantes para pensar el ‘dominio’ no ya como despliegue de una seguridad absoluta o de un control total sobre el movimiento sino, por el contrario, como esta facultad flexible de soportar una interrupción imprevista (por una idea, una duda, un giro) e incluso de aprovecharla para mostrar una variación posible, o para tener en cuenta las temporalidades de los otros y sus modos singulares de aprehender el movimiento (conceptual o expresivo). El dominio de una técnica pensado así, en su conjunto, como una suerte de danza de interrupciones en lugar de un automatismo ciego y rígido. Por otra parte, pensar a partir de allí la idea de comunicación no sólo como mensaje en bruto, como proposición determinada, sino como el efecto mismo de interrupción e intervalo (espaciamiento) donde el modo de retomar, en su variación libre, sea significativo. Entonces, cuanto más variadas sean las interrupciones y los modos de reanudamiento, cuanto más diversa sea (la trama) la multiplicidad de términos y registros que participen del despliegue, tanto mejor.” (73)

Muchos años después, había dejado un poco de lado la filosofía badiouana y estaba incursionando en las prácticas de sí a través de Foucault, Hadot y los autores clásicos de la antigüedad, cuando me recomendaron un libro que llevaba por título Pensées du corps: la philosophie à l’épreuve des arts gestuels japonais (danse, tréâtre, arts martiaux) (Les Belles Lettres, 2012), de Basile Doganis, con prefacio nada menos que de Alain Badiou. Hace unos días, al comenzar a leerlo, recordé aquella “danza de interrupciones” sobre la que había escrito. La coincidencia no podía ser más sorprendente porque jamás me hubiese imaginado que alguien podía llegar a la misma propuesta corporal filosófica a través de Badiou. Basile Doganis, escribe (lo traduzco torpemente): “Las artes gestuales japonesas tienen el gran mérito de lograr articular los niveles teórico y práctico de manera muy interesante, en una colaboración casi permanente de sensación, técnicas corporales y reflexión discursiva. Como en el caso del famoso tratado de artes marciales de Miyamoto Musashi, el discurso no reemplaza las demostraciones y técnicas físicas, sino que las refina y prosigue, incorporando cada nivel, encajándolas juntas como las piezas reunidas de un mismo sello, para recomponer el motivo del conjunto. La tradición escrita no triunfa sobre la tradición oral y corpórea, sino que se integra en ella, asumiendo el riesgo de interrupciones en esta transmisión oral.” (27)

Y justo hoy el dispositivo anamnético me recuerda un post que escribí el año pasado: “La articulación entre teoría y práctica pasa por el ejercicio. La puesta a punto de conceptos, su extensión, desarrollo o variación; las repeticiones y esquemas ensayados en distintos niveles; los movimientos básicos que permiten prepararse para distintas situaciones aunque no garanticen el éxito de la aplicación. Si pensáramos en términos corporales sería mucho más fácil de entender esa articulación entre teoría y práctica, resultaría más natural el movimiento y eficaz el modo de intervenir, e incluso más honesto intelectualmente el reconocimiento de las fallas, tropiezos, la precariedad existencial y el goce de vivir. Sin estrellatos, búsqueda de recompensas o consagraciones; simplemente vivir pensando, escribiendo, ejercitándonos hasta el fin.”

Tengo que decir que además practico Karate desde muy pequeño y lo sigo haciendo con entusiasmo. Por eso deseo retomar mi propuesta inicial de la filosofía como danza de interrupciones, como anudamiento de temporalidades heterogéneas e interrupciones varias, pero esta vez agregando las nuevas derivas transitadas: orientales y occidentales, antiguas y modernas, prestigiosas y desconocidas.

Roque Farrán, Córdoba, 24 de mayo de 2023.

Deja un comentario