Responsables de la sección y cuidado editorial: Gisela Avolio y Yanina Marcucci
Dirección editorial: Helga Fernández
Traducción: Alain Chedeville
Publicamos Dos Preguntas a Paola Mieli, en castellano y en francés, haciendo lugar a las lenguas, las geografías y los psicoanálisis.
—¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
—Durante mi adolescencia, en Milán, la ciudad donde nací. Los años 70 fueron el período más efervescente de la Italia de posguerra. Los cambios económicos y culturales de los años 60 provocaron movimientos transformadores –entre los obreros, las mujeres, los homosexuales– que provocaron importantes reformas sociales y la aparición de un mundo intelectual inventivo y valiente. Desgraciadamente, la reacción no se hizo esperar.
En el secundario participaba de grupos de lectura extracurriculares de psicoanálisis y de filosofía; Freud era una referencia constante. Comencé entonces mi primer análisis. Participé igualmente de los encuentros de Práctica Freudiana, una asociación psicoanalítica milanesa fundada por dos miembros de la Escuela Freudiana de Paris, que organizaba seminarios, conferencias internacionales, intercambios interdisciplinarios y publicaba la revista Il Piccolo Hans.
Después del secundario me inscribí en la Facultad de Filosofía y, durante mis estudios de filosofía del lenguaje, comencé a viajar regularmente a París atraída por el debate filosófico, político y analítico de la época. Pierre Klossowski fue un interlocutor excepcional para mis lecturas de Nietzsche, Bataille, Kojève, Heidegger.
Tuve la oportunidad de asistir a algunas clases de Lacan, a fines de su enseñanza. Joven e intimidada no entendía mucho, pero me asombró profundamente su estilo; el hecho que se presentara –por lo menos ante mis ojos– no como un Maestro sino como un investigador en posición de vulnerabilidad con respecto al saber. Su enseñanza era una invitación a dedicarse al trabajo, un trabajo que se transformó en una formación.
Algunos analistas encontrados en París se volvieron y siguen siendo interlocutores esenciales. En primer lugar, Serge Leclaire, mi analista. También Michèle Montrelay, Moustafa Safouan, Alain Didier Weill. Me fui a vivir a Nueva York a mediados de los años 80. En 1987, con la colaboración de los colegas norteamericanos, fundamos Après-Coup Psychoanalytic Association. Pronto antiguos y nuevos interlocutores parisinos y europeos colaboraron en los trabajos de la asociación en Nueva York, participando de los seminarios, de los grupos de trabajo, de los controles y de la formación de una Faculty internacional, única en su tipo, que se desarrolló a lo largo de los años incluyendo también a colegas de América Central y de América del Sur.
—¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
—Lacan decía que el psicoanálisis nació correlativamente con la progresión del discurso de la ciencia, eco de la intrusión de lo real en el mundo. “El analista se queda allí. Está allí como un síntoma. Sólo puede durar como un síntoma.’’ (1974). Y desde este ángulo tiene con que continuar. Lo constatamos cotidianamente en nuestra práctica: si el psicoanálisis persiste interrogando a la ciencia a partir de lo que rechaza –el sujeto y la verdad como causa– la verdad no deja de retornar en la experiencia, en el sufrimiento subjetivo. ‘’Recupera sus derechos’’, como expresa Lacan, canalizada por el síntoma, portavoz del malestar que marca la no relación sexual. Sin embargo, como lo predecía Lacan, hay dos problemas urgentes: el de la expansión del discurso PS, o PST, un discurso ‘’psi’’ pestilente, ‘’enteramente entregado, al servicio del discurso capitalista’’ (1972); y el de saber si el psicoanálisis logrará sobrevivir en un mundo en que la religión toma el control, en que ahogando el sin sentido en el sentido, la religión ahoga lo real. ‘’Verán que curaremos a la humanidad del psicoanálisis. A fuerza de ahogarlo en el sentido, en el sentido religioso por supuesto, se llegará a reprimir este síntoma’’ (1974). Incumbe entonces al analista distinguir la particularidad de su ética y promover la diferencia de su práctica. Se trata, entre otras cosas, de considerar atentamente la manera con que la salud mental y las terapias correspondientes participan de la máquina segregativa, incluso con el apoyo que aportan a las nuevas tecnologías médicas y farmacológicas. En los Estados Unidos, la tele terapia es objeto de publicidad en la televisión en las horas pico –así como los medicamentos que la conciernen– pronto remplazada por la inteligencia artificial de apoyo psíquico. La revolución de las tecnologías informáticas, que se desarrollaron mucho más rápido que el estudio de sus implicaciones, se expresa bajo los rasgos de un nuevo credo religioso que promueve una nueva visión del mundo. Hight Tech y Silicon Valley proponen la narración de un universo compuesto de flujos de datos en el cual, entre otros, los organismos vivos (vida, acciones, sentimientos) son traducidos en algoritmos bioquímicos. La libertad prometida por los avances tecnológicos, el apoyo que trae al hombre la inteligencia artificial, llegan desgraciadamente en forma paralela al uso biopolítico de estos descubrimientos, con formas renovadas de servidumbre voluntaria.
Durar como síntoma es una condición particular, fruto de una ética rigurosa, lejos de la adhesión a la sociedad del espectáculo en la que estamos sumergidos. Si el espectáculo sigue siendo el modelo de la vida socialmente dominante, como Debord lo señalaba, ‘’a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente’’, constatamos que hay una relación intrínseca entre espectáculo, información y producción de sentido. El sentido es asumido con el papel de ‘verdad’ independientemente de los hechos. Aún gran parte de la intelligentsia posmoderna y post-desconstruccionista apoya ideologías relativistas que toman despreocupadamente sus distancias con la lectura precisa de los textos y de los hechos. Cada uno con su interpretación, pero todos en la misma Database. La idolatría personal acompaña el delirio del yo autónomo, fruto de la yo-cracia, con lugar dominante en el discurso du capitaliste selon Lacan.
En esta fase del neoliberalismo el papel del discurso psicoanalítico sigue siendo entonces crucial, por marginal que sea o que parezca ser. Frente al relativismo, a la proliferación del sentido y a las segregaciones que resultan de ello, a la reproducción de la lógica fálica precisamente allí donde se cree atacarla; frente a la feria performativa, efecto del universalismo de la ciencia en la normalización de los goces, la irreductibilidad del inconsciente individual sigue siendo un factor de disparidad y de subversión. La experiencia en acción de la separación entre saber y verdad aleja de la pasión de la ignorancia y de la servidumbre a los discursos que nos someten. Con la condición, por supuesto, de saber escuchar la división subjetiva y de promover la ética verdadera de nuestro acto. El impacto de la práctica de la singularidad en la relación social no deja de ofrecernos horizontes de transformación.
—Comment et quand avez-vous découvert la psychanalyse?
—Durant mon adolescence, à Milan, la ville où je suis née. Les années 70 furent la période la plus effervescente de l’Italie de l’après-guerre. Les changements économiques et culturels des années 60 provoquèrent des mouvements transformateurs – chez les ouvriers, les femmes, les homosexuels – qui entraînèrent d’importantes réformes sociales et l’apparition d’un monde intellectuel inventif et courageux. Malheureusement, la réaction ne se fit pas attendre.
Au lycée je participais à des groupes de lecture extracurriculaires de psychanalyse et de philosophie; Freud était une référence constante. J’ai commencé alors ma première analyse. J’ai également participé aux rencontres de Pratica Freudiana, une association psychanalytique milanaise fondée par deux membres de l’École Freudienne, qui organisait des séminaires, des conférences internationales, des échanges interdisciplinaires et publiait la revue Il Piccolo Hans.
Après le lycée, je me suis inscrite à la Faculté de Philosophie et durant mes études de philosophie du langage, j’ai commencé à me rendre régulièrement à Paris, attirée par le débat philosophique, politique et analytique de l’époque. Pierre Klossowski a été un interlocuteur exceptionnel pour mes lectures de Nietzsche, Bataille, Kojève, Heidegger.
J’ai eu l’occasion d’assister à quelques leçons de Lacan, à la fin de son enseignement. Jeune et intimidée, je ne comprenais pas grand-chose ; mais je fus profondément frappée par son style, par le fait qu’il se présentait, tout au moins à mes yeux, non comme un Maître mais comme un chercheur, en position de vulnérabilité par rapport au savoir. Son enseignement était une invitation à se mettre au travail – un travail qui se transforma en formation.
Certains analystes rencontrés à Paris sont devenus et restent des interlocuteurs essentiels. En premier lieu Serge Leclaire, mon analyste ; mais également Michèle Montrelay, Moustafa Safouan, Alain Didier Weill. Je suis partie vivre à New York vers la moitié des années 80. En 1987, en collaboration avec des collègues américains, nous avons fondé Après-Coup Psychoanalytic Association. Aussitôt d’anciens et de nouveaux interlocuteurs parisiens et européens ont collaboré aux travaux de l’association à New York, en participant aux séminaires, aux groupes de travail, aux contrôles et à la mise en forme d’une Faculty internationale, unique en son genre, qui s’est développée au fil des années, incluant aussi des collègues d’Amérique centrale et d’Amérique du Sud.
—Que considérez-vous que la psychanalyse peut apporter à notre contemporanéité?
—Lacan disait que la psychanalyse est née corrélativement à la progression du discours de la science, écho de l’intrusion du réel dans le monde. « L’analyste en reste là. Il est là comme un symptôme. Il ne peut durer qu’au titre de symptôme » (1974). Et sous cet angle elle a de quoi continuer. Nous le constatons au quotidien dans notre pratique : si la psychanalyse persiste en interrogeant la science à partir de ce qu’elle rejette — le sujet et la vérité comme cause — la vérité ne cesse de faire retour dans l’expérience, dans la souffrance subjective. Elle « reprend ses droits », comme Lacan s’exprime, véhiculée par le symptôme, porte-parole du malaise qui marque le non rapport sexuel. Cependant, comme le prédisait Lacan, il y a deux problèmes pressants : celui de l’expansion du discours PS, ou PST, un discours psy pestilentiel, « tout entier voué, au service du discours capitaliste » (1972) ; et celui de savoir si la psychanalyse parviendra à survivre dans un monde où la religion prend le dessus, où, noyant le non-sens dans le sens, la religion étouffe le réel. « Vous verrez qu’on guérira l’humanité de la psychanalyse. A force de la noyer dans le sens, dans le sens religieux bien entendu, on arrivera à refouler ce symptôme » (1974). Il incombe donc à l’analyste de distinguer la particularité de son éthique et de soutenir la différence de sa pratique. Il s’agit entre autres de considérer attentivement la façon dont la santé mentale et les thérapies correspondantes participent à la machine ségrégative, y compris par le soutien qu’elles apportent aux nouvelles technologies médicales et pharmacologiques. Aux Etats-Unis, la télé thérapie fait l’objet de publicité à la télévision aux horaires de pointe, tout comme les médicaments qui la concernent, bientôt remplacée par l’intelligence artificielle de soutien psychique. La révolution des technologies informatiques, qui s’est développée bien plus vite que l’étude de ses implications, s’exprime sous les traits d’un nouveau crédo religieux, soutenant une nouvelle vision du monde. Hight Tech et Silicon Valley proposent la narration d’un univers composé de flux de données où, entre autres, les organismes vivants (vie, actions, sentiments) sont traduits en algorithmes biochimiques. La liberté promise par les avancées technologiques, le soutien apporté par l’Intelligence artificielle à l’homme vont malheureusement de pair avec l’usage biopolitique de ces découvertes, avec des formes renouvelées de servitude volontaire.
Durer au titre de symptôme est une condition particulière, fruit d’une éthique rigoureuse, loin de l’adhésion à la société du spectacle où nous baignons. Si le spectacle reste le modèle de la vie socialement dominante, comme Debord le signalait, « à la fois le résultat et le projet du mode de production existant », nous constatons qu’il y a une relation intrinsèque entre spectacle, information et production du sens. Le sens est assumé au rôle de vérité, indépendamment des faits. Même une grande partie de l’intelligentsia postmoderne et post-déconstructionniste soutient des idéologies relativistes qui prennent nonchalamment leurs distances avec la lecture précise des textes et des faits. A chacun son interprétation, mais tous dans le même Data Base. L’idolâtrie personnelle accompagne le délire du moi autonome, fruit de la je-cracie, en place dominante dans le discours du capitaliste.
Dans cette phase du néolibéralisme le rôle du discours psychanalytique reste donc crucial, pour marginal qu’il soit ou qu’il semble être. Face au relativisme, à la prolifération du sens et aux ségrégations qui en résultent, à la reproduction de la logique phallique précisément là où on croit l’attaquer, face à la foire performative, effet de l’universalisme de la science dans la normativisation des jouissances, l’irréductibilité de l’inconscient individuel reste un facteur de disparité et de subversion. L’expérience en acte de la séparation entre savoir et vérité éloigne de la passion de l’ignorance et de la servitude aux discours qui nous assujettissent. A condition, bien entendu, de savoir écouter la division subjective et de soutenir l’éthique véritable de notre acte. L’impact de la pratique de la singularité sur le lien social ne cesse de nous offrir des horizons de transformation.
Paola Mieli est psychanalyste à New York. Elle est Présidente de Après-Coup Psychoanalytic Association (New York), Co-Chair de la Section de Psychanalyse en Psychiatrie du World Psychiatry Association (WPA). Elle est l’auteure de nombreux essais sur la psychanalyse, l’art, la culture et des livres : Figures of Space. Subject, Body, Place (NY 2017); A Silver Martian–Normality and Segregation in Primo Levi’s Sleeping Beauty in the Fridge ( NY 2014); Sobre as manipulaçaões irreversívels do corpo, (Rio de Janeiro 2002); Being Human: The Technological Extensions of the Body (Co-Editor NY 1999). En 2008 elle a réalisé le documentaire An Object of No Name in the Act of Doing His Job et en 2023 le documentaire Impedimenti, pentimenti, soluzioni: Conversazioni con Umberto Riva, Episodes 1 &2. Elle dirige la collection Sea Horse Imprint, Agincourt Press, New York.
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