Acerca de la pedofilia. ¿Con- sentimiento? ¿Con-vencimiento? Por Marisa Rosso y Mariana Castielli

Ilustración: Images from de subconscious#1, Lucio Arese Ig: lucioarese

                                                                                    Cuidado editorial: Helga Fernandez*


El abuso infantil deja muchas cicatrices y mucho trauma 

y algunas personas nunca terminan de sanar de él.

Jelena Dokic(1) 

 Una dificultad en psicoanálisis. 

Desde hace un tiempo vienen cobrando notoriedad las denuncias de abusos sexuales perpetrados contra menorxs de edad, ya sea por parte de organizaciones, redes de pedofilia, como por parte de personas de las que se espera que cuiden y protejan a lxs niñxs.

De a poco las personas se animan a hablar o denunciar este tipo de actos. Entendemos esta apertura como una consecuencia de la puesta en cuestión de la normatividad sexual, que posibilitó hablar de lo que es “normal” o no, a partir de objetar la heterosexualidad como norma, lo que redundó en la inclusión de las diversidades sexuales. Esto en correlación con ciertas políticas como la E.S.I., que apuntan a dar recursos a los niñxs/adolescentes para discriminar aquellas situaciones en la que son objeto de abuso (más allá de la posición sexual, identificación o la elección de objeto de cada quien).

En este marco, ¿cómo podríamos pensar la proliferación de abusos sexuales perpetrados contra menores de edad? Las estadísticas son cada vez más aterradoras: la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sostenido que uno de cada cinco menores sufre abuso sexual antes de cumplir los 17 años. En Europa, Estados Unidos y Canadá, el 20% de los niños y niñas han sido abusados sexualmente. En la mayoría de los casos, al no haber lesiones físicas que funcionen como indicios ni conductas específicas, ni testigos, su detección es un asunto complejo. También opera una premisa falsa que sostiene que «si no hay lesión, no hubo abuso». Lo que agrava la situación porque, sin detección, los niños no reciben tratamiento, ni protección ni justicia”(2).  

Recientemente la ex tenista y actual comentarista deportiva, Jelena Dokic, realizó un posteo en su Instagram de una foto de cuando era chica y en el pie de la misma escribió: “No creo que tenga que explicar lo que pasó justo antes de que esta foto fuera tomada. Pienso que los ojos lo dicen todo. Así como los ojos de tantos otros chicos y especialmente niñas. Ese temor y esa tristeza que no puedes ocultar(…)”(3).

Los abusos existieron siempre pero, ¿qué podría caracterizar su proliferación en esta época?, ¿será que se encuentran en consonancia o con ciertos slogans, “si lo querés lo tenés” o “nada es imposible”, pasando lxs menores a ser objetos de consumo, objetos de colección? Cabe preguntarse por qué un problema de esta envergadura no ha sido tratado mucho más profunda y seriamente por el psicoanálisis. 

Pareciera que el silencio que ha recaído, históricamente, sobre los casos de pedofilia, ha ocurrido también en las conceptualizaciones teóricas y clínicas del psicoanálisis. Encontramos pocas menciones  a la pedofilia. No hay, casi, referencias en autores como Melanie Klein o Winnicott, quienes se dedicaron a trabajar con niños.

Melanie Klein en su artículo “Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el desarrollo sexual de la niña”, sí habla de la existencia de exploraciones sexuales entre niños durante su vida temprana, especialmente entre hermanos y hermanas, (primos, compañeros de juegos, agregamos nosotras); dando cuenta de este hecho como algo muy común o coherente con lo constitutivo, pero no plausibles de ser llamado  abuso (Klein, 2008, 233). Algo que no  constituye un abuso sexual.

Freud, en Tres ensayos para una teoría sexual, sí menciona a la pedofilia pero más como un acto ocasional que como una  perversión establecida. Habla del niño abusado como de un objeto sustitutivo de quien no consigue otras parejas sexuales. Hace una división entre los que lo son a modo exclusivo, de los que utilizan al niño como objeto sustituto para satisfacer sus pulsiones. Dice: “Sólo por excepción son los niños objetos sexuales exclusivos; casi siempre llegan a desempeñar este papel cuando un individuo cobarde e impotente se procura semejante subrogado o cuando una pulsión urgente (que no admite  dilación) no puede apropiarse en el momento de un objeto más apto”(4). Tremendo, ¿no? 

Ferenczi, es quien habló concretamente de violaciones y seducciones incestuosas en la infancia, considerando estos sucesos más allá de la fantasía y haciendo lugar a la función del amor y la culpa en estos hechos.  “En principio he podido confirmar la hipótesis ya enunciada de que nunca se insistirá bastante sobre la importancia del traumatismo y en particular del traumatismo sexual como factor patógeno. Incluso los niños de familias honorables de tradición puritana son víctimas de violencias y de violaciones mucho más a menudo de lo que se cree. Bien son los padres que buscan un sustituto a sus insatisfacciones de forma patológica, o bien son personas de confianza de la familia (tíos, abuelos), o bien los preceptores y el personal doméstico quienes abusan de la ignorancia y de la inocencia de los niños. La objeción de que se trata de fantasías de los niños, es decir de mentiras histéricas, pierde toda su fuerza al saber la cantidad de pacientes que confiesan en el análisis sus propias culpas sobre los niños.”(5). Ferenczi objeta así, la teoría de la seducción freudiana, aunque Freud no desestima la existencia de los hechos abusivos, sino que  considera que no en todos los casos estas fantasías indicarían un abuso. De hecho en la carta 69 a Fliess afirma, “la sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre, la intelección de la inesperada frecuencia de la histeria, en todos cuyos casos debiera observarse idéntica condición, cuando es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto”(6).

Lacan, por su parte, trabaja la perversión en distintos momentos de su obra pero sin abordar especificamente la pedofilia. En su artículo  Homenaje a Lewis Carroll (7) nos dice que sólo el psicoanálisis esclarece el alcance de objeto absoluto que puede tomar una niñita. Cabría preguntarse por qué Lacan habla sólo de una niña como posibilidad de que vaya a ocupar el lugar de objeto absoluto y no habla de un niño, ¿es esta una omisión?, ¿es porque está hablando de Alicia o acaso le resulta difícil pensar que un niño también puede ser tomado como objeto absoluto por el otro? 

Nos preguntamos a qué corresponderá semejante resistencia desde los comienzos del psicoanálisis, ¿tendrá que ver con el horror que estos actos producen? ¿Será que por lo estructural del lugar del niño como objeto del Otro, se hace difícil ubicarlo? ¿Será que el lugar que ocupa la fantasía de seducción dificulta pensarlo? Sea como fuere, estamos frente a una cuestión que no podemos seguir sin abordar, retomar, nombrar, de la que dar cuenta. 

La puesta en escena como testimonio.

La Película The tale,  que fue traducida como El Cuento —aunque también significa historia, narración— es un relato autobiográfico basado en las vivencias de la propia directora, productora y guionista de este film, Jennifer Fox, quien declara: “Mi objetivo fue entender cómo y por qué pasó y ayudar a la gente a entender cuán complejos y sutiles son estos eventos. ¿Cómo hacer una película sobre los recuerdos? ¿Cómo hacer una película sobre el pasado creando el presente?”(8). 

La película comienza cuando Jenny recibe el llamado angustioso de su madre, quien le pregunta acerca del contenido de un cuento que ella escribió para el colegio a sus 13 años, y que su madre acaba de encontrar, en el que relata una relación con un hombre y una mujer adultos. Jenny, hasta ese momento consideraba que, siendo adolescente, había tenido una relación con un hombre más grande, y no se había cuestionado nada de lo sucedido hasta que la madre lee el cuento y le habla con consternación y angustia dimensionando lo ocurrido. En su recuerdo se ve a sí misma como una adolescente ya desarrollada, imagen que entendemos funciona de velo respecto del horror del abuso. Imagen en la frontera que se comienza a develar a partir del llamado de la madre. Es recién a partir de la afectación del otro que ella puede verse niña en aquel tiempo (al verse en una fotografía) y es este acontecimiento que precipita la obturada entrada a lo que podríamos llamar el segundo tiempo del trauma. 

Jenny evoca en la película, el primer encuentro con Bill (entrenador deportivo) y la Sra. G (instructora de equitación) quien oficia de garante y posibilitadora, en principio. En ese momento le cuentan que ellos dos son amantes y que los tres van a ser una familia. Jenny recuerda, “era un juramento secreto y yo estaba orgullosa”.

Donde los progenitores dimiten en su función de protección de una hija pre-adolescente, propician el terreno para que ella sienta que va al lugar de falo para alguien que ocupa un lugar de subrogado del padre. Ahí se produce una conjunción entre la necesidad constitutiva de ser el falo para alguien, por un lado, y que, por el otro lado, se toma a ese niñx como objeto para completar al Otro. El sujeto de la perversión ocupa el lugar de objeto para alcanzar la división subjetiva en el partenaire y así pretender alcanzar el goce del Otro.

Hay varias escenas que darían cuenta de un lugar que esta niña no encuentra en el Otro. Por  ejemplo, cuando quiere salir a andar a caballo  con un amigo de su edad y no la dejan porque argumentan que no lo conocen, pero paradójicamente cuando Bill, a quien tampoco  conocían, la va a buscar a su casa una noche, en lugar de la Sra G, aduciendo que ella está enferma, la dejan ir con este hombre.  Les lleva un ramo de flores a la madre y un obsequio al padre, frente a lo cual la madre le pregunta al padre “nuestra hija pasa los fines de semana allí,  ¿qué sabemos de ella (Sra. G.)? ¿Y ahora este Bill?” a lo que el padre desestima la pregunta y responde que es igual a su madre, que ve peligro en todos lados. Fin de la conversación y de la escena que da cuenta de que no sólo  ninguno de los progenitores acude a la cita de su función de cuidado sino que además deja en evidencia el lugar de objeto de intercambio al que va esta niña. Ya de grande, Jenny le reprocha a su madre haberlo sabido y no haber hecho nada,  frente a lo cual finalmente su madre termina reconociéndolo.

Hay un diálogo ficticio, con toda la potencia de la verdad en juego en la ficción,  entre la documentalista adulta y Bill, su entrenador/abusador, quien aparece tal como era en aquel tiempo, joven y buenmozo, en el que es interesante ver cómo la directora juega constantemente, como recurso, con  la temporalidad retroactiva, esa que posibilita la resignificación del trauma y su posible elaboración. Aquel entrenador deportivo la manipuló e hizo creer que vivían una relación amorosa que los demás no comprenderían,  que debía callar y no contársela a nadie. Diciendo que tenían una relación, ¿intenta tapar el hecho de que la menor  funcionaría al modo de un objeto de colección? Mrs. G dice: “Solo fuiste el principio Jenny, hubo muchas más”.

Al igual que plantea Lacan en el Seminario El deseo y su interpretación, podemos captar la pasión del sujeto por el objeto que colecciona y que es una de las formas del objeto del deseo: ¿es el objeto del coleccionista un objeto sagrado como el ágalma? Eduardo Orenstein, a quien ya mencionamos en otro texto(9), hace confesar al personaje de su novela policial Agujero negro: “Nosotros los coleccionistas tenemos un sentido muy riguroso de la completud, no nos puede faltar una caramelera, no nos puede faltar una figurita, no nos puede faltar una revista, no nos puede faltar lo que había en un estante y ahora está vacío. Eso empaña cualquier fiesta”. Entonces, una cosa es que no le pueda faltar una caramelera y otra muy distinta es que no le pueda faltar abusar de un menor, al que se lo induce engañosamente a hacerle creer que eso es una relación simétrica, como si hubiera una paridad de responsabilidades. “Decidimos que seremos todos iguales” —dice Bill en la película—. 

El deslizamiento incesante del objeto en la colección da cuenta de esa falta inherente al deseo, donde se hace manifiesta la inadecuación de cualquier objeto, siempre fallido, siempre deficitario frente a la expectativa que hay en juego. 

¿Podríamos decir que una de las características de lo epocal es el rechazo constante ante la inadecuación del objeto frente a lo esperado?

Ahora, si bien por estructura hay una falla inherente de adecuación de cualquier objeto al deseo, o mejor decir que porque hay inadecuación hay deseo, la decisión de pasar al acto sexual en la pedofilia es absolutamente otra cosa. La perversión entendida como la estructura fundada sobre el mecanismo de la renegación, universaliza la condición del deseo al renegar de la universalización del falo, se reniega de este modo para universalizar. Lo que prima en la perversión es la pretensión de dominar el tiempo del deseo. 

No se trata de hacer un juicio de valor sobre la estructura perversa, estructura que responde de cierto modo (renegatoriamente) ante la falta en el Otro, haciendo las veces de aquello (objeto) que le falta al Otro,  pero  sí lo que nos interesa frente a esto es hacer una distinción entre quienes pasan al acto abusando de un menxr  y aquellas sujetos de la estructura perversa en los cuales hay una ética  contraria o inversa a la que empuja la perversión.

Como, por ejemplo, en las prácticas abarcadas en el término BDSM,  grupo de prácticas eróticas “libremente consensuadas”, como el age play. Ponemos comillas en libremente consensuadas ya que el sujeto de la perversión desconoce, por la renegación propia de esa estructura, que la sexualidad no se puede legislar. De este modo, por medio de este como si,  este juego reglado constituye un modo sustitutivo de hacer una ley donde no la hay.  De menguar la perversión en sí, resistiendo el empuje a hacer de objeto que completa al Otro, como solución ética que,  al construir una ética que no abusa del otro,  marca una diferencia con el pasar al acto sexual con unx menor de edad.

Ahora, si el sujeto de la perversión pesca el punto de falta del otro y reniega diciendo saber cómo hacer de objeto de eso que falta,  haciéndose dueño de la distribución del goce, hace un bien de uso y abuso para lograr sus fines. Y, en alianza con la canallada(9) consuma el deseo de corromper el objeto niñx.

Le dice Bill a Jenny: -Voy a hacer un grupo más allá del matrimonio, más allá de las reglas y el compromiso (cuando le propone un encuentro sexual con otras dos mujeres).

El pedófilo hace de la “carne joven” su fetiche y en algunos casos convence al menor ubicándose en el lugar de la excepción, “nosotros podemos porque somos únicos, especiales”. Ante la pregunta del por qué la eligió a ella, Bill responde: “No puedes verte a ti misma, quiero subir tu autoestima, ¿Cómo hallar frescura en un mundo de adultos? Quisiera que te vieras como yo te veo, la franqueza, la devoción, el amor. Un adulto no puede amar así, sólo los niños pueden. Es puro, todavía crees en las posibilidades, como yo.”

Bill hace uso del punto de falta que encuentra en el otro, para entrar por ahí y hacer que el otro lo tome por la vía del amor. “Tus padres no te entienden como te entiendo yo”. Los métodos que usa la perversiòn en relación al amor están relacionados con la posición respecto al saber, el “yo sé” lo que te hace falta. “Tenemos que abrirte lentamente (frente a la dificultad para penetrarla). Ningún chico joven haría eso por ti… pero no me voy a rendir. Estoy listo para ti”. Esta escena tan brutal, por lo crudo, lo descarnado, lo sin velo, pone en evidencia el lugar al que va la niña como objeto de goce y el deseo del pedófilo  de corromper, de arruinar, de ensuciar, de abrirla, de arrebatarle la pureza (arrebato no sólo en su acepción de quitar con violencia y fuerza, sino también de atraer algo con fuerza como la atención y conmover poderosamente alguna pasión o afecto).

Jenny dice: “Confiaba tanto en él que no me di cuenta hacia dónde me estaba guiando. Pero habíamos llegado tan lejos que no pude decir que no”. No podía decir que no, pero después del acto sexual vomitaba. Jenny da cuenta de su dificultad para afirmarse, el asco pareciera ser el máximo de distancia que puede establecer, rechazo que ella manifiesta en ese momento, mostrando su dificultad para decir que no, en contrapunto con ninguna manifestación de conmoción o límite por parte de él, incluso hasta el final, cuando ya grande ella, lo increpa y logra responsabilizarlo, pero él se mantiene férreo en su posición canalla.

“No es lo mismo no poder decir no, no poder mantener a Das Ding a distancia, que la voluntad de violar y consumar La Cosa, ir hacia ella y producir goce. En todo caso, si por estas lógicas algunos hablantes llegan a un punto de la estructura en la que lo perpetrado coincide con Das Ding, la consecuente imposibilidad de decir es producto de una posición, de una voluntad, de una afasia ocasionada, no padecida”, dice Helga Fernandez en Para un psicoanàlisis profano(10). 

El abuso de menores, como proyecto del mal, sería incompatible con la relación a la palabra propia de la experiencia del inconsciente, es por esto que Bill permanece férreo en su posición, dando cuenta de que en la perversión el objeto a es Das Ding o comulga con Das Ding .

Si el pedófilo reconociera algo de lo que hizo, ejecutó, tendría que soportar enfrentarse con su decisión ética, lo que este hombre está lejos de poder hacer. Antagónicamente, la protagonista aliviada por haber podido finalmente responsabilizarlo públicamente, se encierra en el baño y en una escena final dialoga con ella niña, dando a entender que el alivio que siente es efecto de poder perder esa niña que  fue (niña objeto), y así finalmente, extraerse de la colección.

¿Qué sería lo abusivo? ¿Dónde está el abuso más allá de la obviedad de lo sexual concretamente? En tanto la sexualidad está en el lugar del Otro (que no existe), si el otro, que tendría que ocupar la función del Otro, tiene comercio sexual con lxs niñxs, o incluso aunque no tenga comercio sexual pero lo instrumenta violentamente como objeto,  no da la posibilidad de que se constituya el Otro como lugar que es necesario que exista como cobijo y en su objeción, como libertad. Dejar al niñx o adolescente sin el otro en lugar del Otro, es lo traumático. Trauma del cual, como dice Jelena Dokic, algunas personas no logran sanar. 

The Tale es un drama sobre el abuso sexual, un documental ficticio que deja en evidencia, no sólo lo controversial del tema del consentimiento (con-sentimiento), sino también el modo en que la directora, con su saber-hacer, da cuenta de la necesariedad de un tiempo de elaboración, a veces prolongado, y del pasaje por un otro que ayude a leer ese hecho para ponerlo en dimensión. Fox pasó una década desarrollando este proyecto, desde un borrador que tiró a la basura a sus 20s,  a la edición de 250 páginas que eventualmente redujo para este film. “No había usado las palabras abuso sexual hasta los 45 años”, declara. “Pensé que este film podría morir de una muerte horrible si no dejaba mi nombre en él”, dijo, antes de notar su segundo temor: ”Tenía realmente miedo de que nadie creyera la historia. Por supuesto sabemos que el abuso sexual a menores ocurre, pero la gente realmente no entiende  […] que un chicx puede amar a alguien que abusa de ellos.” “Seguía yendo porque tenía algo de amor. Me gustaba que alguien pensara que era especial. Íbamos a llenar el vacío de nuestras almas con el amor del otro”. ”Realmente sentía que sin que yo dijera ‘Esto realmente me pasó a mí’, las críticas y la audiencia en general dirían que es imposible. Entonces, para proteger la película, tuve que dejar mi nombre en ella, así como cambié los nombres de todos los demás. Lo sabía desde un comienzo”(11) 

Este film, en tanto escritura, escribe el fantasma, arma un marco a la vez que una pantalla, haciendo lugar a una mirada que le posibilita verse al poner a distancia el horror. El trabajo de Jennifer Fox  funciona a la manera del testimonio, es decir del encuentro entre la palabra y el cuerpo, la afectación tanto como causa y como efecto, necesaria para la elaboración de la vivencia traumática, dando  cuenta así de que la enunciación es necesaria para el reconocimiento o el repudio de cualquier acto.  Por eso, como dice Agamben,  el testimonio es siempre un acto de auctor. (12)

Tal vez la letra, la escritura, como es el caso de estas dos personas que  nos donaron su  testimonio, sea ese saber-hacer, el modo de labrar ese lugar para la existencia del Otro, y por ende, de unx como otro. 

* Gracias a Helga Fernandez por la colaboración inmensa en los aportes de lectura minuciosa que nos han posibilitado cernir el mejor modo de escribir este texto, ayudándonos en la composición de ciertos puntos del contenido y de su estructura. 


  1. Jelena Dokic, ex tenista croata nacionalizada australiana. Actual comentarista deportiva y cronista del Australia Open. Autora de los libros Unbreakable y Fearness
  2. https://www.unicef.org/argentina/sites/unicef.org.argentina/files/2018-04/proteccion-AbusoSexual_contra_NNyA-2016.pdf
  3. https://instagram.com/dokic_jelena?igshid=MzRlODBiNWFlZA==.
  4. S. Freud, Tres ensayos para una teoría sexual. Apartado “Aberraciones sexuales”. Obras Completas, vol. VII, Amorrortu editores.
  5. S.Ferenczi. Conferencia: Confusión de lengua entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión. 1932. https://enelmargen.com/2015/07/11/confusion-de-lengua-entre-los-adultos-y-el-nino-el-lenguaje-de-la-ternura-y-de-la-pasion-por-sandor-ferenczi/
  1. S.Freud, Carta nro. 69 (21 de septiembre de 1897). Obras Completas, vol. I, Amorrortu editores.
  2. J. Lacan, Homenaje a Lewis Carroll.  Artículo pronunciado el 31 diciembre de 1966. 
  3. “Flying: Confessions of a Free Woman” Director Jennifer Fox, indieWIRE INTERVIEW. 
  4. https://enelmargen.com/2022/08/22/tras-eros-velos-y-desvelos-por-mariana-castielli-y-marisa-rosso/
  5. J. Lacan, Seminario El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1992, Bs.As. Argentina. “Toda canallada se basa en ésto, en querer ser el Otro, me refiero al Otro con mayúscula, de alguien, allí donde se dibujan las figuras que captarán su deseo”.
  6.  H. Fernandez. Para un psicoanálisis profano. Archivida editores, 2019, Bs. As. Argentina.
  7. “Flying: Confessions of a Free Woman» op. cit.
  8. G. Agamben, Lo que queda de Auschwitz, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2001.  

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