El psicoanálisis baja a la calle. Por el colectivo Psicoanálisis a la calle.


Integrantes del Colectivo Psicoanálisis a la calle y autor y autoras de este texto: Michelle Alborés, Tamara Correa, Marie Gleville, Agustina Laborda, Lucía Olivera, Alejandro Prieto, Mariam Szwec, Kesia Veiga.


         Foto de portada tomada en el encuentro Psicoanálisis a cielo abierto, llevado a cabo el 3, 4 y 5 de marzo de 2023 en Cabo Polonio, Uruguay. Organizado por Psicoanálisis a la calle.


A pesar del decretazo y la ley ómnibus, a pesar de la suma de impedimentos para acceder al papel, a pesar de que cada vez tenemos menos morlacos y más inflación, anunciamos que en breve publicaremos un nuevo fanzine, el segundo de la serie iniciada a comienzos de 2023. En esta ocasión el tema que se trabaja gira alrededor de los Modos del lazo entre analistas y sus efectos en la práctica del análisis.

Nos preguntarnos e interpelarnos sobre el encuentro, sus particularidades, formas y posibilidades, ante todo porque queremos explorar qué incidencia tendría el lazo entre personas que ejercemos la práctica y la práctica misma. Cómo un lazo afecta o afectaría al otro lazo.

Para anunciar, inaugurar y celebrar el nuevo número, publicamos en formato digital uno de los textos que componen el próximo fanzine, El psicoanálisis baja a la calle. Se trata de un trabajo del colectivo Psicoanálisis a la calle, de Uruguay, al cual agradecemos la interlocución y su modo de estar con lxs otrxs.

Porque no renunciamos, porque no nos detenemos, porque sabemos que leer y escribir son el arma y el escudo.

Pronto, más detalles.

Delegación editorial


Fuera locura pero hoy lo haría:

Atar un moño azul en cada árbol.

Ir con mi corazón de calle a calle.

Decirle a todos que les quiero mucho.

Subir a los pretiles,

gritarles que les quiero.

Fuera locura,

pero hoy lo haría.

Liber Falco

Es más bello transmitir a los demás lo que hemos contemplado

que solamente contemplarlo

Sergio Blanco

Estimado lector, lectora, la idea de este pequeño artículo –en el que nos permitiremos alejarnos de la escritura académica– es compartir con usted la experiencia de nuestro colectivo.

Nuestro grupo surge en 2019, como tantos otros, a partir de la lectura de Lacan, esa que se presenta desafiante y oscura, pero a la vez fascinante, desplegando su potencialidad en el encuentro con los otros, las otras.

¿Por qué Lacan? Lamentamos decirle que no lo tenemos muy claro aún.

“Las estructuras no bajan a la calle”, sostenía un graffiti en aquel mayo francés; eso nos llevó a preguntarnos: ¿El psicoanálisis no baja a la calle? ¿Sólo es posible el diálogo psicoanalítico en las instituciones? ¿Cuáles son los modos de enlace entre los psicoanalistas? ¿Pueden dialogar analistas de diferentes escuelas entre sí o hablan en idiomas irreconciliables, incluso a veces inconmensurables? ¿Es posible hablar de psicoanálisis en un club de bochas?(1)

Antes de continuar, precisamos acercarnos al concepto de colectivo, dado que es así como nos identificamos, sencillamente, como un colectivo. Al colectivo usualmente se lo entiende como un grupo de personas que tiene un rasgo en común, que está unido por un lazo; en nuestro caso, el rasgo que nos une, es el interés –¿o el amor?– por el psicoanálisis. Sin lugar a dudas, para cada una de nosotras, psicoanálisis significa algo distinto, pero dentro de esa diferencia encontramos una coincidencia que da lugar al motor que nos mueve. Entonces, ¿cómo funciona nuestro colectivo? ¡Qué buena pregunta estimado lector, lectora! No hay una única respuesta, pero podemos trazar algo de lo que aspiramos a construir, qué se va haciendo y transformando en la práctica.

En principio, le podemos decir que las decisiones son tomadas en conjunto, recogiendo las voces de cada uno de nosotros. Sí, es verdad, esto hace que las resoluciones lleven mucho tiempo, lo cual en este mundo neoliberal del “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”(2), nos exige un gran trabajo, marcado por la paciencia y el respeto, apostando a la horizontalidad. Claro está, ese ejercicio no se realiza sin dificultades. Nos gusta pensarnos como esos comunes, a los que refiere Federici, “semillas de una sociedad que trasciende al mercado y al Estado”(3) tratando de enfocarnos en el compromiso con la creación de movimientos colectivos, tendiendo redes, implicados con los intereses comunes de nuestra vida.

Conformado el colectivo, nos aventuramos a proponer una charla de psicoanálisis, en aquella ocasión la pregunta fue nada más, ni nada menos, que la siguiente: ¿Quién(4) habilita al analista? Tema elegido de casualidad, o no, dado que en ese tiempo estábamos iniciando nuestra práctica clínica. Esa suerte de habilitación, en cierta medida nos interpelaba, queríamos conversar sobre el tema, escuchar qué pensaban los otros, las otras, pese a que, como sostiene Lacan “El psicoanalista no se autoriza sino a sí (él) mismo”(5)

De esa manera, se nos ocurrió invitar a personas de diferentes colectivos y/o instituciones para debatir acerca del tema. Una apuesta fuerte, si se quiere un poco descabellada… ¿A quién le puede interesar hablar sobre psicoanálisis frente a unos desconocidos? ¿Quién iría a escuchar aquella charla un jueves a la noche? ¿Podría surgir algo valioso de ese encuentro? ¿Sería posible un diálogo sin jerarquías? ¿Lo que allí ocurriría tendría algo que ver con la propuesta lacaniana del psicoanálisis en extensión?

Afortunadamente esa charla salió bastante bien, aunque usted no lo crea, cuatro amigues(6), referentes para nosotros, aceptaron presentar, y a la gente que invitamos le interesó la idea, tanto es así, que el club se llenó, (no es para presumir, entran unas ochenta personas apretadas). Quienes presentan en el encuentro lo hacen a título personal, si bien muchos de ellos y ellas participan en diversas escuelas e instituciones de psicoanálisis, y sin lugar a dudas, en su pensamiento se puede ver reflejado determinado colectivo, aquí la invitación es a hablar a título propio, sin representar a nadie. Incluso un tema de discusión fue: ¿Cómo presentamos a las y los oradores? Más allá de sus títulos, honores, recorridos e instituciones a las que pertenecen, lo hacemos simplemente por su nombre. La invitación con la que abrimos la convocatoria es la siguiente:

La idea de este ciclo de charlas es sencilla, encontrarnos, liberar la palabra, escuchar y escucharse. Poder conversar de psicoanálisis sin buscar consensos, imposiciones o lenguajes comunes, simplemente cuestionandonos y transformándonos. Más allá de la academia, más allá de las escuelas, sin adentros ni afueras, en la calle, en un club de bochas.

Las charlas que se llevan adelante son abiertas y gratuitas, lo cual abre la posibilidad a que la invitación sea extensiva a un público variado, no necesariamente del ámbito psi, no necesariamente psicoanalistas. Pensándolo ahora, en el intento de darle texto a lo que el colectivo hace en su funcionamiento, nos gustaría ilusionarnos con pensar que algo de lo que hacemos, sin saberlo y sin esa intención a priori, se parece, aunque sea un poco, a esas revoluciones moleculares, puntos de fuga, propuestos por Felix Guattari en Cartografías del deseo(7). Allí el autor hace referencia al surgimiento de actividades, que se dan en los intersticios de la sociedad y que escapan al modelo de producción capitalista –que apuesta a la primacía de lo individual, inmiscuyéndose cada vez más en nuestro diario vivir y en nuestra forma de relacionarnos– logrando hacer lugar para el encuentro y el intercambio.

Tal vez Psicoanálisis a la Calle se trate de un hacer, por ser honestos con el deseo propio, sin saber muy bien por qué, donde algunos podrían afirmar que se generan más pérdidas que ganancias.

Se nos ha acusado de varias cosas, como por ejemplo, de estar en contra de las instituciones psicoanalíticas, lo cual dista mucho de nuestro pensar, dado además, que varias de nosotras, nosotros, hemos participado o participamos de distintas escuelas e instituciones. Entendemos que el analista debe formarse en la práctica clínica y teórica, pero también debe hacerlo en el encuentro con los otros, aunque, como sostiene Freud, el pobre diablo adquiere la aptitud ideal de su profesión, no en otro lugar que en su propio análisis(8); y vaya si será importante ese pasaje de analizante a analizado o quizás a analista.

Asimismo, entendemos que no es conveniente que quien pretenda ocupar el lugar de analista se encuentre aislado, obturando la posibilidad del encuentro con el otro, la instancia del diálogo. Diálogo fecundo que hace posible, entre otras cosas, interpelar tanto la práctica clínica como la teoría. ¿Acaso es posible un analista por fuera de las instituciones? ¿Se puede ocupar el lugar de analista sin estar en contacto con otros?

Da la impresión de que muchas veces, dentro de las instituciones, las voces se vuelven hegemónicas e incluso evangelizadoras. De tanto repetir automáticamente un concepto se corre el riesgo de que el mismo se instaure, se banalice o se vuelva tan común e intuitivo que llegue a perder su sentido y su consistencia. Entonces, ¿cómo sería posible, en este contexto, una apertura a un discurso otro? ¿Cierta configuración de las lógicas institucionales estarían, en su funcionamiento, obturando la posibilidad de que coexistan diferentes discursos?

Nuestra apuesta es procurar que participantes de distintas instituciones –o de ninguna institución– puedan conversar entre sí, salir de la comodidad del grupo, de la seguridad que puede dar ocupar cierto lugar establecido, osemos decir también cierto poder, y a partir de ahí, debatir, si nos permite usted el exabrupto, de cierta manera profana.

En la búsqueda de corrernos de las lógicas de un discurso único, intentamos componer un dispositivo que permita el diálogo. ¿Acaso no enriquece la práctica clínica el debate entre las distintas instituciones? ¿Es conveniente blindarse dentro de una escuela? Los analistas de la mayoría de las instituciones decidieron participar; de alguna no, tendrán sus razones.

Los encuentros se fueron realizando con un formato bastante sencillo(9), a partir de los temas que nos fueron interpelando en cada momento, buscando convocar referentes según la temática a abordar. Los oradores presentan alrededor de quince minutos cada uno, luego se pasa a un recreo de diez minutos y se vuelve para una ronda de debate con todo el público. Cabe destacar que existe la posibilidad de que cada presentación pueda tener su propio estilo: hay quienes escriben un texto para leer, quienes presentan conversando, quienes lo hacen a partir de preguntas o utilizando material audiovisual. Cada uno tiene la libertad de participar como se sienta más cómodo, cómoda. Solicitamos que la presentación, sin perder el contenido teórico, refleje parte de su experiencia personal, de su pensamiento, de su sentir, de su trabajo en la clínica.

El debate posterior usualmente es bastante acalorado, enriquecedor, intenso, se propone un intercambio de ideas y puntos de vista, donde se confronten pensamientos, opiniones, formas de entender la teoría y la práctica clínica; debates intensos, sí, pero sin hacerlos personales. ¿Acaso no son los más enriquecedores? ¿Se pueden sostener puntos de vista opuestos sin tratar de convencer al otro? ¿Es posible debatir con el afán de aprender y no de ganar? ¿De esta manera es posible revitalizar la teoría? ¿A usted le parece viable hacerse preguntas junto al otro?

Nos olvidábamos de contarle, disculpe, que después que termina el debate, hay un tercer tiempo, muchos de los, las participantes se quedan conversando de las repercusiones de lo acontecido, de las presentaciones, de alguna cosa que haya quedado resonando. Es algo representativo que se da en el encuentro, uno se acerca a un grupo y escucha hablar de teoría, en el otro se están haciendo preguntas acerca de una presentación provocadora, allá, los fulanos están hablando de la clínica, más lejos debaten acerca de la transmisión en psicoanálisis, pero todas, o casi todas las conversaciones, están atravesadas por lo que se produjo en el encuentro, y sin lugar a dudas por lo que nos convoca.

No es la luz

Lo que importa en verdad

Son los 12 segundos de oscuridad

Jorge Drexler

Como quien no quiere la cosa, en esa charlas informales empezó a repetirse la idea de desplazarnos unos kilómetros hacia la costa este del país. Podríamos referir a la expresión de una suerte de deseo o anhelo que insistió: “¿Y si hacemos psicoanálisis a la calle en otro lugar?”. Durante varios encuentros revoloteó aquella idea. Y así, una vez más nos embarcamos en una utopía, fuera locura pero hoy lo haría, recitaba el poeta Liber Falco. ¿Por qué no hacer un psicoanálisis a cielo abierto? ¿Dónde? Y bueno, que sea en el lugar más lindo del mundo, donde se juntan el cielo y el mar. Por lo tanto, a paso lento pero seguro, empezamos a planear nuestro exilio al Cabo Polonio.

Cuando comenzamos a compartir la idea, algunos se rieron, también decían que eso no iba a salir, «si juntás quince personas es un éxito», nos decían…

Nos preguntaron, «¿Quién va a ir al Polonio? ¿A hablar de qué?».

Entre conversaciones en Las Bochas, llamadas, intercambios en el colectivo, pizzas y alcoholes de por medio, fue tomando forma aquello que decidimos llamar Psicoanálisis a Cielo Abierto. Empezamos buscando una posada para los veinte y tantos que pensábamos podían sumarse; allí, nos alojaríamos y llevaríamos adelante las actividades. A medida que íbamos conversando sobre la posibilidad y la locura que entendíamos significaba movernos hacia el este, cada vez éramos más, y cada vez eran más las voces de aquellos que deseaban compartir sus preguntas, pensamientos, actividades; también, estaba presente la sorpresa e incertidumbre de lo que iba a pasar allí.

De esos poquitos que empezamos, se fue sumando gente, al final fueron veintiún presentaciones, tres talleres, una exposición artística y más de ciento cincuenta personas que se anotaron al encuentro. Como usted se imaginará, estimada lectora, lector, la posada quedó chica.

Para el encuentro del Polonio el tema que nos convocó fue arte y psicoanálisis. ¿Se puede hablar de arte y psicoanálisis? ¿Existe frontera entre ambos? ¿Dónde empezaría y terminaría la misma? ¿Qué características tendría esta frontera tan particular?

«Fronteras que arden», nos señalaba una estimada amiga. La idea era trabajar sobre lo que se produce, digamos, en un entre, en ese espacio que a decir de Heidegger, ha franqueado las fronteras, entendiéndolas no como el lugar donde termina algo, sino donde despunta a ser. “La frontera no es aquello en lo que termina algo, sino, como ya sabían los griegos, aquello a partir de donde algo comienza a ser lo que es –comienza su esencia–”(10). Cruzar estas fronteras, como Cesar lo hizo con el Rubicón, tiene un valor simbólico, es la determinación de un comienzo y precisamente donde hay necesidad de hacer uno porque no lo hay, necesidad de transferir algo, de suscitar un nuevo deseo, en un encuentro, en el Polonio.

Históricamente el psicoanálisis se ha nutrido de obras de arte para dar a conocer y producir tanto su teoría como su modo de hacer, como ya es sabido lo hicieron Freud, Lacan y muchos otros. ¿Quién de ustedes al encontrarse con una obra de arte –tanto en su forma pictórica, musical o literaria– no ha pensado alguna vez, pucha, explica mucho mejor las pasiones, lo inconsciente, lo pulsional, el deseo, que algunos pesados libros de psicoanálisis? ¿O acaso no es verdad, estimades, que muchas obras de arte interpelan los conceptos psicoanalíticos, obligándonos a repensar las teorías y a dialogar con los movimientos artísticos de cada época? Muchas veces como mediador, otras tantas como compañía, como sostén en las adversidades de la vida, el arte permite decir lo indecible y también crear nuevos mundos posibles. ¿Quién no se sintió acompañado por alguna de las manifestaciones artísticas ante momentos de angustia? ¿Podríamos animarnos a decir que el arte cura? Sin dudas el arte nos enfrenta con lo sublime, nos permite una experiencia estética, la cual no es sin transformación; tanto para quien es creador como para quien es espectador.

El analista no es necesariamente un artista, ¿o si?. Tampoco el analizante, pero no cabe duda de que el análisis también implica una transformación, un poder pasar a otra cosa, que sacude, que deslumbra y que pone en juego la creatividad tanto del analista como del analizante. Podría decirse que lo que se da allí es parte de una práctica artesanal, en donde muchas veces las experiencias estéticas —tanto en el encuentro con lo bello como con lo ominoso— son llevadas, mediadas por la palabra o por sensaciones tal vez indescriptibles, al espacio de análisis.

Arte y psicoanálisis transforman al sujeto en el encuentro con lo sublime, en el encuentro con lo inconsciente, en el que el sujeto tiene la posibilidad de producir algo nuevo, se crea sentido.

Estimado lector, lectora, usted se preguntará, ¿Qué implicó este movimiento? Lo pensamos al menos de varias formas, con distintas connotaciones. Implicó en tanto trabajo previo, pensarnos, pensar qué queríamos hacer y por qué lo queríamos, a la vez, cómo lograríamos llevar adelante tal desafío. Al mismo tiempo, lo que nos implicó como analistas en formación, pero le pregunto, ¿Acaso existen otros? Nos encontró interesados en relacionarnos con ese saber, con escuchar qué se está pensando y produciendo con esto, con los otros, junto a los otros y las otras. Otra connotación que apenas nos animamos a plantear como pregunta tiene que ver con: ¿Cuáles serán los efectos que este movimiento puede potencialmente producir en quienes estuvieron de alguna manera involucrados? ¿Por qué fueron tantas personas al encuentro? ¿Qué esperaban encontrar allí?¿Lo encontraron? ¿Qué sensaciones quedaron en quienes estuvieron en el Polonio? ¿Este tipo de actividades sirven para revitalizar el psicoanálisis? ¿Son necesarios este tipo de encuentros en lugares especiales con personas de diferentes colectivos dialogando, compartiendo, preguntando, divirtiéndose?

Para ir cerrando, disculpe la demora, queríamos contarle que en el transcurso de la corta vida del colectivo, han insistido las siguientes preguntas: ¿Quiénes son? ¿A qué institución pertenecen? ¿Por qué lo hacen? Lo cual da cuenta de un movimiento difícil de aprehender.

Como colectivo nos ubicamos en la tensión que significa encontrarnos en ese adentro y afuera; en esta instancia, decidimos dar respuesta a algunos de dichos interrogantes, no sin advertir que este mismo texto, tal vez, se trate de un relato heteroficcional de lo que el colectivo entiende de sí y de lo que se ha producido en los distintos encuentros.

Tampoco le queremos mentir ni pecar de falsa modestia, tenemos claro que Psicoanálisis a la Calle ha generado algo, y lo disfrutamos.

En varias oportunidades nos han hecho sugerencias, hemos tratado de recibirlas y escucharlas, pensarlas, procurando siempre devolverle rizomaticamente lo mejor al colectivo; sin perder la esencia, la horizontalidad y el trabajo en equipo. Entendemos, que quizás empiece por allí el lazo que nos une a los otros y las otras.

Y decimos con los otros y las otras porque es evidente que Psicoanálisis a la Calle trasciende al grupo de personas que lo organiza, está compuesto por los amigos, compañeros, colegas, y todos aquellos y aquellas que se encuentran cada último jueves del mes a dar lugar al acontecimiento. Ellos, ellas, elles, son quienes habitan un club de bochas; haciéndolo vibrar con interrogantes, críticas, risas, música, colores, de manera consciente o inconsciente, en transferencia… Con la palabra, la presencia de los cuerpos y la potencia de los des-encuentros. Entonces estimado lector, lectora, fuera locura, pero hoy lo hicimos, nos vemos en Las Bochas.


Referencias

1. Los encuentros de Psicoanálisis a la Calle se llevan adelante en el Club Vecinal Rincón del Parque, precisamente en el Espacio de encuentros Las Bochas Parque Rodó, en Montevideo.

2. Sumo (1987). Lo quiero ya en After Chabón.

3. Caffentzis, G., Federici, S. Comunes contra y más allá del capitalismo. El Apantle. Revista de Estudios Comunitarios. Puebla: Sociedad Comunitaria de Estudios Estratégicos (SOCEE). 2013.

4. La É hace referencia a dos formulaciones, una que pregunta quién habilita al analista y otra que remite a qué habilita al analista, ya que entendemos que esta diferenciación abre a pensar distintas cuestiones en torno a la habilitación.

5. Lacan, J., Proposición del 9 de octubre de 1967 Sobre el psicoanalista de la escuela. En otros escritos. Paidos. Buenos Aires. 2018.

6. En esa oportunidad presentaron: Paola Behetti, Gonzalo Grau, Virginia Masse y Marcelo Real.

7. Guattari, F., Cartografías del deseo. La marca. Buenos Aires. 1995.

8. Freud, S., Análisis terminable e interminable (1937), Obras Completas, Vol. XXIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires. 1980

9. Al momento de escribir el artículo tuvimos trece reuniones.

10. Heidegger, M., Construir, habitar, pensar. 1951. Recuperado de:


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