Epistemologías de la carne: notas para habitar la extrañeza. Por Helga Fernández




Cada vez que tengo la suerte de pasar unos días en Brasil, corro a una librería que cuente en su haber con los libros de N-1 ediciones.  Conocí la editorial más de cerca durante la pandemia, cuando junto a Macarena Trigo y Victoria Larrosa escribimos un texto que se tradujo al portugués y se publicó primero en línea y después en papel en el compilado de dos volúmenes «Pandemia Crítica», junto a trabajos de Bifo Berardi, Giorgio Agamben, Suely Rolnik, Judith Butler y otrxs autores.  

En esta visita, me topé con un libro de Christine Greiner, el tercero que leo de ella: “Corpos Crip: instaurar estranhezas para existir», publicado en 2023. Me atrae su perspectiva sobre el cuerpo, y de hecho  dialoga con mi investigación sobre la carne humana y su vínculo con la tecnología y el arte. Christine Greiner es una persona destacada en el pensamiento contemporáneo brasileño. Como profesora de la PUC-SP (Pontificia Universidad Católica de São Paulo), construyó investigaciones pioneras en la intersección entre estudios del cuerpo, performance y cultura japonesa. Su trayectoria incluye contribuciones a los estudios de la corporalidad, habiendo publicado obras fundamentales como «O Corpo em Crise» y «O Corpo: pistas para estudios indisciplinares».  

N-1 Edições, fundada en São Paulo por Peter Pál Pelbart y otrxs colaboradores, es un proyecto editorial único. Su nombre hace referencia al concepto de Deleuze y Guattari de sustracción como forma de multiplicidad, sugiriendo una práctica editorial que busca restar para expandir y reducir para ampliar las posibilidades. Lo relevante de esta editorial es su compromiso con formas de pensamiento que desafiaban las estructuras establecidas del saber. N-1 publica trabajos de autores contemporáneos junto con voces emergentes. Su catálogo incluye tanto traducciones de obras fundamentales como producciones originales del contexto brasileño y latinoamericano. La estética editorial merece una mención especial. Sus libros se distinguen por un diseño sobrio pero innovador, que efectúan en la materialidad el contenido que transmiten. El formato de sus publicaciones, con diseños que privilegian la legibilidad y la portabilidad, sugiere una forma de circulación más cercana a la guerrilla que a la academia.  

La colaboración entre Greiner y N-1 Edições es del orden de la afinidad electiva. El interés de la autora por las formas alternativas de corporalidad y conocimiento se encuentra en esta editorial una plataforma que no sólo publica sino que encarna en su práctica editorial una forma diferente de pensar y hacer pasar el pensamiento. Este libro en particular, «Corpos Crip», ejemplifica de manera singular esta sinergia, presentando otra perspectiva acerca del cuerpo en un formato que respeta y amplifica su potencial transformador.  

El diálogo entre mi trabajo y el de Greiner se anuda en varias dimensiones. En primer lugar, compartimos una preocupación por el cuerpo como espacio de resistencia subjetiva, política y existencial: como último reducto de lo colonizable. Nuestra crítica a la normalización tecnológica también encuentra puntos de reunión. Si en mi trabajo advierto sobre la «forclusión de la carne» en la era de la cibernética como ideología que ejerce una praxis sobre los cuerpos, Greiner señala los peligros de la «ideología de la habilidad» y la normalización de los cuerpos diferentes. Ambas vemos en estas tendencias un riesgo de pérdida de la singularidad y arraigo corporal. El arte como espacio de resistencia es otro punto de coincidencia. En mi análisis del trabajo de Cronenberg en «La carne del arte», modulo cómo el arte puede ser un espacio donde «la carne dona vida». Greiner, por su parte, desarrolla cómo la cripistemología puede manifestarse en prácticas artísticas que desafían las normas establecidas. La relación entre cuerpo y conocimiento que Greiner desarrolla, señalando cómo el saber adviene de la experiencia corporal vulnerable y limitada, dialoga punto con punto con mi propuesta de que «todo lenguaje, de algún modo, es ‘lenguaje de órgano’». Y, por último, su crítica a los binarismos tradicionales, normal/anormal, cuerpo/mente, natural/artificial, encuentra eco en mi cuestionamiento acerca de la dicotomía Verbo/carne, teoría/práctica, sentir/pensar.  

Este nuevo libro de Christine Greiner, «Corpos Crip» vuelve a ser valioso para mi investigación porque ofrece otras herramientas para pensar la resistencia corporal en la era fascista/digital. El libro acerca un concepto fundamental en los estudios contemporáneos sobre discapacidad y diversidad corporal: la cripistemología. Este término, acuñado por Lisa Duggan en 2010, propone otra forma de entender y valorar los cuerpos que se desvían de las normas establecidas, aquellos considerados «extraños» o «diferentes». La autora estructura su análisis en tres capítulos principales: «Dançando com fantasmas», «O poder tóxico das metáforas e a guerra de pronomes», y «Do queer ao crip», a través de los cuales desarrolla una genealogía crítica de un pensamiento diferente y sus implicaciones políticas y sociales.

Para mí, lo más interesante y a la vez central del libro es su cuestionamiento de las epistemologías tradicionales. Greiner sostiene que la cripistemología no es una teoría más, sino una forma distinta de producir conocimiento desde la experiencia corporal de aquellos cuerpos considerados «deficientes» o «incapaces» según los estándares normativos. Christine compone una crítica a las epistemologías convencionales que presumen un sujeto cognoscente abstracto y descorporeizado. Como señala en el texto:

(…) se as epistemologias convencionais presumem um sujeito que sabe, a cripistemologia começa e termina com alguém reconhecendo como sua habilidade é limitada e como o corpo vulnerável garante apenas um acesso temporário e instável ao conhecimento.

Esta perspectiva cuestiona e interroga la comprensión tradicional del conocimiento al situarlo en la experiencia corporal vulnerable y limitada. Greiner se apoya especialmente en el trabajo de William James, quien argumenta que «o único modo de conhecer é conhecer corporalmente, pois a mente emerge do corpo e de nenhum outro lugar». Esta idea medular establece que todo conocimiento es, en última instancia, conocimiento encarnado. La autora expande esta noción al vincularla con las experiencias específicas de los cuerpos crip, mostrando cómo las limitaciones y vulnerabilidades corporales no son obstáculos para el conocimiento sino condiciones que posibilitan formas únicas de saber.  

El libro explora cómo surge el conocimiento de lo que la autora llama «estados somáticos», siguiendo el trabajo de António Damásio. Cuando el organismo experimenta una perturbación, se genera una sensación visceral extraña que marca una forma particular de conocimiento corporal. Este proceso no es meramente biológico, sino que constituye una forma de conocimiento que desafía las dicotomías tradicionales entre mente y cuerpo, teoría y práctica. Estas formas de conocimiento emergen de la experiencia de estar fuera de los patrones normalizados, de habitar los márgenes y las zonas de inestabilidad. No sólo se trata de conocer «bien» o «mucho» según modelos dados, sino de «conhecer a partir de la singularidad de dos cuerpos y de sus modos de existencia».

Grainer también lee cómo estas formas de conocimiento se relacionan con la construcción de comunidad y resistencia política. Los cuerpos crip, al compartir sus experiencias y vulnerabilidades, crean lo que ella llama «redes de saberes encarnados» que desafían las jerarquías tradicionales del conocimiento académico y médico. Este aspecto colectivo es fundamental para entender cómo las experiencias de diferencia y vulnerabilidad pueden transformarse en fuentes de poder político y creativo, en tanto sólo el lenguaje que inmixiona en los cuerpos hace lazo con unx y los otrxs.

La propuesta de Greiner nos invita a repensar la relación entre epistemología y corporalidad. En primer lugar, cuando Greiner afirma que los cuerpos extraños y diferentes donan una epistemología propia, está señalando que forma y contenido son inseparables en la producción de conocimiento. No se trata sólo de que estos cuerpos sean «objeto» de estudio o reflexión, sino que el modo mismo en que conocen, piensan y transmiten está marcado por su singularidad corporal. Esto implica que la manera en que accedemos al conocimiento y lo compartimos con otros no puede separarse de aquello que intentamos conocer y transmitir. En segundo lugar, si aceptamos que no hay dicotomía entre experiencia corporal y pensamiento, entonces es necesario reconocer que cada modo de habitar el cuerpo implica necesariamente una epistemología particular: dime qué cuerpo propones y te diré qué epistemología prácticas. No se trata sólo de que diferentes cuerpos conozcan de manera diferente, sino que cada forma de entender y vivir la corporalidad trae consigo un modo singular de relacionarse con el conocimiento. Esta perspectiva tiene implicaciones para entender la diversidad corporal no como una desviación de una norma, sino como la multiplicación de posibilidades epistemológicas. Cada cuerpo, en su singularidad, no sólo conoce de manera diferente sino que abre nuevas posibilidades de componer la realidad que no serían accesibles desde otros modos de corporalidad. Lo subversivo de esta propuesta se asienta en que desafía la idea tradicional de que existe una forma «correcta» o «normal» de conocer. En cambio, sugiere que el conocimiento siempre está encarnado y que la diversidad corporal, lejos de ser un obstáculo para el conocimiento, es lo que permite una composición más rica y compleja de la realidad.

Uno de los ejemplos más significativos que Greiner comparte en el libro es el de Alejandro Ahmed y el grupo Cena 11 de Florianópolis.  Greiner relata que Alejandro nació con osteogénesis imperfecta, una displasia esquelética que provoca fragilidad en los huesos y, en consecuencia, fracturas sucesivas.  En lugar de intentar «superar» o «normalizar» esta condición corporal, Ahmed la transformó en el fundamento de una forma única de conocimiento y creación artística. Desarrolló lo que llamó «técnica de percepción física», un método de danza que parte de su experiencia corporal particular. El objetivo de esta técnica no supone evadir o compensar las limitaciones, sino mergulhar (sumergirse) en la cuestión principal: cómo controlar las situaciones fuera de control, como una caída violenta o un accidente. Lo interesante de la cuestión es que Ahmed no separa su investigación corporal de la producción de conocimiento, de manera que la forma en que su cuerpo experimenta el riesgo y la vulnerabilidad se convierte en el método mismo de investigación y creación.  Sus obras como «Respostas sobre dor», «O novo cangaço», «In’Perfeito» y «Violência e Skinnerbox» no son representaciones de su experiencia corporal, sino que el proceso de creación es inseparable de esa experiencia. Greiner además destaca cómo en los procesos más recientes de Ahmed, el concepto de «corpo vodu» (cuerpo vudú) generó experimentos más complejos como «Caos Caption», «Matéria Escura» y «Futuro Fantasma». En estos trabajos, las transducciones entre voz, máquina, archivo y presencia encontraron nuevas resonancias a partir de la reciente pérdida de audición de Alejandro. Esta pérdida no se convirtió en una limitación a superar, sino en la base para crear un nuevo ecosistema donde la diferenciación entre naturaleza y cultura, organismo biológico y ambiente digital se vuelve cada vez más irrelevante.  

El trabajo de Ahmed da a ver y escuchar aquello en lo que Greiner trabaja acerca de las epistemologías encarnadas. Pero su perspectiva también encuentra eco en los trabajos de Vinciane Despret, Isabelle Stengers, Dona Haraway, Lucy Irigaray, Mariana Castielli y Marisa Rosso (quienes llevan adelante una sección afin al tema en esta revista Todo cuerpo es disidente)  y tantas otras mujeres que, desde la cotidianidad de nuestro trabajo, intentamos modos menos impostados y forzados que incluyan las vísceras. Esta confluencia puede leerse en varios niveles. Cada una cuestiona la posición tradicional del investigador/pensador como observador neutral y distanciado. Proponen, al contrario, un modo de conocimiento que asume y valora la implicación, la afectación mutua entre quien conoce y lo que se conoce. No se trata simplemente de «contaminar» el conocimiento con la subjetividad, sino de reconocer que el conocimiento más valioso surge de ese encuentro, de esa zona fronteriza donde las clasificaciones y delimitaciones hacen agua.  Estas mujeres señalan una disposición a dejarse afectar por el objeto de estudio, a no imponer categorías preconcebidas sino a permitir que el objeto mismo sugiera los modos de aproximación. Greiner, por su parte, al explicitar que los cuerpos crip generan sus propias epistemologías, está también desafiando la idea de un conocimiento objetivo y distanciado. Su designación de «redes de saberes encarnados» resuena con lo que Despret y Stengers identifican como un modo de componer: uno que no busca dominar o controlar su objeto de estudio, sino entrar en relación con él. Esta convergencia sugiere un movimiento más amplio en el pensamiento contemporáneo: un giro hacia formas que reconocen y valoran la implicación, la vulnerabilidad y el lazo como elementos constitutivos del proceso de investigación, en lugar de verlos como obstáculos a superar o «sesgos» a eliminar.

Esta perspectiva, que pone en cuestión la distancia entre el qué y el cómo, también interpela al psicoanálisis. En las últimas décadas, la producción psicoanalítica viró hacia una teorización que se aleja tanto de la experiencia del análisis como del saber no sabido de quien la articula. El formato paper, con sus exigencias de validación académica, empuja a construir un discurso cada vez más desimplicado, con estilos y estándares cada vez más homogeneizados y homogenizantes. La incompatibilidad es notable: mientras el psicoanálisis nació como una práctica que trajo al mundo el inconsciente pero también una nueva forma de rodear aquello acerca de lo que labora, hoy la producción psicoanalítica busca legitimarse a través de parámetros epistemológicos que desconocen estas dimensiones. El discurso se torna así tan lívido como indolente, contraefectuando la carnalidad y la singularidad. La cripistemología de Greiner nos invita a repensar esta deriva. Si todo conocimiento emerge de un cuerpo marcado por límites y fragilidades, el psicoanálisis no puede pretender una posición de exterioridad y excepción respecto a la experiencia que lo funda. Su saber no sabido adviene cada vez del encuentro entre cuerpos hablantes, de la resonancia entre inconscientes, del tropiezo con lo real que ninguna formalización captura. El discurso del psicoanálisis, como el cuerpo crip, necesita asumir su extrañeza, sus límites, su deformidad, sus incapacidades, su no-todo, para desde allí producir un saber vivo que interpele a otros cuerpos hablantes.

En un planeta donde la ultraderecha propone criminalizar y abolir la diferencia, hoy más que nunca es necesario asumir que toda epistemología es política. Una asunción consecuente con que las llamadas disidencias serán subversivas o no serán. Esto es: no se limitarán a las prácticas privadas ni a los placeres autoeróticos, sino que crearán otras realidades o estarán por siempre sujetas a estrecharse a la franja acotada de la resistencia, viviendo en un mundo hecho para otros, sin poder habitar sus propios modos de existencia (sus formas de investigar, de escribir, de pensar, de amar y de coger).

























 








 

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