Rosalía H. La cantante de  Freud, una historia sencilla. Por Cynthia Eva Szewach

Cuidado editorial: Laura Gobbato, Marisa Rosso

Imagen: Blue Lagoon de Isabel Emrich, @isabelemrich


En los textos de Freud nada es caduco.

                                                                      J. Lacan

                                                                                                 Lo ya producido es un síntoma que llamaremos obediencia.

   J. Jinkis

Freud relata acerca de una experiencia clínica con una joven a la que llamó Rosalía H. 

Pertenece a los primeros historiales, siempre fecundos, minuciosos, nada caducos y que contribuyen a configurar de manera sensible los inicios del psicoanálisis. Tiempo conmovedor y de invención. Suscita interés por la dimensión que adquiere el síntoma y en especial por el valor de la palabra encarnada en el descubrimiento de lo inconsciente. Me resulta valioso acercar este fragmento por los temas clínicos que trae y a la vez con el intento de  hacer oír  la forma que usa  Freud al narrarlo, la no desestimación de los pequeños detalles, y la pregnancia literaria habitual, que adquieren la escritura de los historiales (1) entre ellos  Rosalía H.(2)

Una voz 

                             En latín, escuchar, se dice obaudire, que derivó de la forma castellana obedecer.

                                                                 Pascal Quignard      

Rosalía H. era una joven y bella cantante. En realidad dice Freud, ella se empeñaba, se esforzaba (bemüht sich) en cantar. Surge casi  como personaje secundario de una obra, en las bambalinas de otro relato, un poco escondido o quizá disimulado, a la manera de una asociación y no está tan habitualmente mencionado. Escrito de forma breve al final de la epicrisis  de Elisabeth de R,  enlazado a las ideas sobre la conversión, la importancia de los dos tiempos y el trabajo con las reminiscencias. ¿Con Rosalía sucede  otra contribución a lo que viene situando del síntoma? ¿Quizá da algunas claves para percibir una ubicación transferencial ligada a la pulsión invocante? ¿Qué estatuto tiene allí el canto? La nombra como “una historia sencilla pero no por ello menos interesante”. 

El síntoma establece el orden por el cual se revela una política. Se sitúa el lugar del analista en la retórica con la que se escribe el caso. La decisión argumentativa deja ubicada a Rosalía en la fila de otro historial que asume un mayor desarrollo, ¿nos ofrece acaso una pista de algo que atañe al asunto en juego, a la “naturaleza del objeto”? 

Rosalía H. no llevaba en su vida  la voz cantante, era una especie de portavoz, silenciosa y obediente

En aquellos primeros tiempos, la sorpresa freudiana pondrá la lupa en una zona del cuerpo; en este caso, el grano de la perla anidaba en la voz y la zona afectada de revestimiento erógeno se ubicaba en la garganta. Allí habitaban instancias expresivas en pugna, que Freud hace resonar (3) .

Rosalía se quejaba. Tenía una bella voz que no le obedecía en determinados tonos, escribe Freud. Sentía a su vez, una opresión en la garganta: “las notas suenan como estranguladas” dice  (Würgen und Schnüren in der Kehle). Nos encontramos  con una desobediencia (tonos)  y  al mismo tiempo un estrangulamiento (garganta).

Rosalía estudiaba canto con un maestro que, en principio, no la dejaba salir a escena en presencia de público. La imperfección de su voz ocurría solo en los tonos medios,  para Freud no se trataba de una afección orgánica, sino de una conversión. Los tonos medios  justamente son aquellos que en el canto están más ligados a la  tonalidad del hablar. 

A veces desaparecía el padecimiento, entonces el maestro, contento, tenía esperanzas en ella, ponía una expectativa, pero “en seguida a la menor excitación y sin causa” volvía a surgir la opresión impidiendo la libre emisión de la voz.  

Esperanza y expectativas sobre ella. Un supuesto interés deseoso del Otro no le resultaba muy tolerable a la joven. Se le producía enseguida una contractura de las cuerdas vocales. Alguna indicación transferencial se nos avizora allí(4).

Rosalía, en la práctica de la hipnosis contó ser huérfana de pequeña y haber sido recogida por una tía, que a su vez, tenía muchos hijos. Transmite una forzada inclusión en una vida familiar desdichada y plagada para ella de soledad. Freud transmite una vida en soledad sin pares, sin amistad  y  una orfandad,  no hay hogar amable para ella.

El marido de esta tía, según la novelización, era un hombre que maltrataba a su mujer y a los niños y se exhibía con su desembozada predilección sexual por las muchachas. Hubo una muerte,  la tía falleció. Rosalía se convirtió por ello en la protectora de ese grupo de niños huérfanos y oprimidos por el padre. Quedó ubicada como joven cuidadora, por lo tanto conjeturamos, por lógica,  como  posible objeto de interés sexual para el tío. “Debía hacer los mayores esfuerzos (grösste Mühe aufzuwenden) para sofocar las exteriorizaciones de su odio y su desprecio hacia él” —dice Freud.  ¿Cómo salir de ese malestar afectivo? 

Fue por entonces cuando se generó en ella el síntoma. Aquello que habla en el cuerpo(5). Cada vez que debía guardarse para sí una respuesta y tratar de permanecer tranquila  frente a cierta acusación o sospecha, sentía irritación (cosquilleo) en la garganta, la opresión, la denegación de la voz (afonía); todas sensaciones localizadas en laringe (glotis)  que ahora le impedían cantar.  Sensibilidad de órgano, zona de excitación sofocada, un sufrimiento de canto acallado.

Un nuevo maestro  la aceptó desinteresadamente y le aseguró que por su voz estaba justificada en escoger el oficio de cantante. Entonces empezó en secreto a tomar lecciones con él. El secreto como posibilidad o derecho de guardar de otro modo algo para sí.

Dice Freud; “Me empeñé, me esforcé (bemühte mich)  en tramitar esta «histeria de retención» reproduciendo todas las impresiones excitadoras.  Escribe: “dejé que exteriorizara toda su indignación, la hice insultar al tío…”  El insulto como aquello que  golpea pero con palabras. “La catarsis asumirá aquí la forma de un exutorio vocal”, dice Assoun en Freud y la mujer.

“Ella vivía mientras tanto en condiciones harto desfavorables”. Las circunstancias externas retenidas en el cuerpo son tomadas en cuenta por Freud.

El analista toma sobre sí un esfuerzo, forma parte del malestar. Lo advertimos en el lenguaje que usa para relatar. El objeto voz ha movilizado la transferencia. “La voz por su naturaleza rebotante o reflexiva, va y viene. Es necesario que lo dicho vuelva de manera invertida, que la voz resuene en el vacío del Otro…”(6) Ese vacío que se suscita en nuestra lectura, por el enigma abierto por los significantes que aparecen subrayados por las traducciones, aunque aún no demasiado registrados en Freud. Están a la espera.

La distancia espacial no siempre basta para producir una separación o una pérdida.

Rosalía H. había abandonado desde entonces la casa de su tío, se había trasladado a una ciudad alejada (extranjera) para poner distancia respecto de su familia, pero con ello no superaba el impedimento.  Fue huésped en casa de otro tío, quien la alojó amistosamente, pero por ello despertó el disgusto de la tía. Esta mujer conjeturaba en su marido un interés de mayor hondura por su sobrina, y lo dispuso todo para estropear totalmente a la muchacha su estadía en Viena. Ella misma en su juventud se había visto precisada a resignar sus inclinaciones artísticas, y ahora sentía envidia por la sobrina que podía cultivar ese talento. 

Envidia y sospecha recaían sobre ella con efectos padecientes, hasta sacrificar su talento, asuntos que me parecen valiosos para ubicar clínicamente, por ejemplo, en algunas inhibiciones.

Hay efectos placenteros en quien escucha a alguien cantar o hacer música ya que atañen a una sensibilidad particular en el cuerpo. Rosalía se sentía tan incómoda en la casa que, por ejemplo, no osaba cantar ni tocar el piano si su tía se hallaba cerca como para escucharla, evitaba hacerlo para su tío, hombre anciano ya. Se impedía lucir sus habilidades, salvo en ausencia de la mujer que le manifestaba  celos y envidia (7) . Su neurosis implicaba opacar  su brillo en pos del Otro. 

Vuelve a decir Freud, que “se esforzó” en anular las huellas de antiguas impresiones pero la situación imperante parecían  perturbar el tratamiento, por lo cual hubo una interrupción prematura del mismo. “Agentes externos”. Freud  agrega algo singular: que Rosalía no tenía suerte. Que el azar no la beneficiaba.

Un nuevo tiempo

                         Es la envidia a la juventud que los mayores creen haber extirpado de raíz

                                                                                                                                                                 S. Freud

Rosalía volvió. Cierto día acudió nuevamente a la consulta: “se me presentó con un síntoma de nueva data”. Se quejó de una desagradable comezón, una picazón en la punta de los dedos por lo que realizaba movimientos, el gesto como de dar golpecitos. Suponemos la instalación de alguna demanda en este desplazamiento sintomático, movimiento expresionista de dedos que desobedecen a la voluntad.  “No pude ver el ataque” dice Freud. No se trataba de mirar, se trataba de escuchar. 

En su infancia había tolerado injusticias sin defenderse. Con tolerancia, obediencia, estrechamiento. Sumisiones mudas.

Recuerdo vivenciado durante su adolescencia: el anterior tío con cierta intencionalidad, le había pedido que lo masajeara en la espalda. Ella no se atrevió a rehusarse. Yacía él mientras tanto en la cama; de pronto se destapó (Abwerfen Die Decke), se levantó, quiso atraparla y voltearla. Desde luego, ella interrumpió los masajes, y un momento después había huido a refugiarse encerrándose en su habitación. No le gustaba acordarse de esa vivencia, y tampoco quiso manifestar si vio algo a raíz del repentino destape (desnudez) del hombre.  La sensación en los dedos acaso se explicaba ahí para Freud por el impulso sofocado a castigarlo y  como un símbolo mnémico recurrente. No se vislumbra en este relato el efecto de alguna sensación sexual factible en ella, una joven que ya había transitado su pubertad. Por otro lado se puede leer una serie significante , tapar/se,destapar/se. La tapa del piano, la ropa.

Lo actual:  el tío, según ella benévolo, en cuya casa ahora vivía, le rogó que  tocara algo para él.  Ella se sentó al piano y se acompañó con el canto. Supuestamente la tía que había salido de pronto llegó a la casa. Cuenta Freud, que Rosalía “se levantó de un salto”, tapó el piano (zuwerfen den Deckel)  y lanzó (einwerfen) lejos la partitura. Por cierto,  se suspendió  el tocar, incluso en términos  lúdicos. El  pensamiento, del que en ese momento se defendió enlazado a un afecto, fue la amargura por la injustificada desconfianza sobre ella.

Acota Freud: “El movimiento de los dedos que vi en la reproducción de esa escena era el de rechazar algo, como si uno —literal y figuradamente— botara alguna cosa,  como si arrojara lejos una partitura o desechara una proposición”  una imputación traduce Ballesteros. eine zumutung abthun,  podemos decirlo como algo que se le impone y demanda como una exigencia.


Lo traumático propiamente dicho no es la escena en sí sino quizá, lo que no está allí, incluso lo no ocurrido, pero introducido por el lenguaje. Luego hay acontecimientos que, para Rosalía,  pueden haber sido excesivos, sin duda. Desde ya, no está interrogado en el texto,  sí señalados,  los efectos del deseo del Otro, que siempre es un enigma, una conjetura, o una exigencia. Juan Ritvo destaca además lo siguiente: “Creo que toda la experiencia de Lacan tiende a mostrar que lo traumático es lo que queda sustraído a la escena y precisamente porque queda sustraído, organiza a la escena como causa de ella”.

Freud no desinviste de interés a las circunstancias externas, pero el síntoma oficia como respuesta pulsional, un cuerpo erógeno, un enigma a leer, un costo y una oportunidad. 

Ausencia de voz, dedos que rechazan. De la voz quebrada, hacia lo táctil y el movimiento. Como afirma  Carlos Kuri: “Cada órgano de los sentidos interroga el objeto a su manera… ¿Existe analogía entre los órganos de los sentidos y las partes pulsionales del cuerpo?”(10)

Traté de dar lugar a un relato, entre aquellos que fundan los inicios de la experiencia analítica. Irá configurando la pregunta que no cesa, acerca de qué es un analista. Una joven que sufre y  se acerca a hablarle a Freud. Hay en la historia transitada, dos maestros de música, la diplopía paterna en la figura de dos tíos, lo excesivo que irrumpe, una mujer, en la trama edípica, que acecha con los efectos, a veces devastadores, que produce la envidia y un analista que en su escucha empeñada, al deponer la mirada expectante, sencilla, aloja una demanda en dos tiempos.

Tapar- destapar, cantar- cerrar la boca, tocar, rechazar, reprimir, obediencia, desobediencia, esfuerzo, son significantes que leemos en el recorrido del fragmento en una secuencia de dos tiempos con una interrupción. Se escuchan intermitencias, disonancias, sinsentidos, para continuar diciendo, si estuviésemos ahí… 


(1).  Luis Gusmán en el texto “Los historiales clínicos como relato”, en el libro La pregunta Freudiana, subraya entre múltiples temas, el estilo  respecto de la naturaleza del objeto del que escribe, realizada al decir de Freud, de forma más cercana a lo literario que al sello científico.

(2) S. Freud  “Historiales clínicos” (1895) Punto 4. Epicrisis del Caso Señorita Isabel de R. Se trabajó con las traducciones  las O.C de Lopez Ballesteros y de  Etcheverry, cotejadas a su vez con el texto en alemán.

[3] En castellano sabemos que cantar,  lo menciono sólo como un ejercicio de ficción ligado al lenguaje en su uso regional,  además del aspecto musical en sí, tiene otras connotaciones, como por ejemplo: delatar, cantar las cuarenta como decir lo justo, hacer lo que se le canta por libre acción o desobediencia, no la canta más, como metáfora de morir, etc. 

(4) Como en una pausa asociativa, a través de una nota al pie, se desvía Freud a otro caso; una joven que se dedicaba al escenario por impulso de un penoso suceso familiar, una vez en Roma, excitada, tuvo la sensación de no poder cerrar la boca al emitir una nota y cayó desmayada. El médico al que mandaron llamar se la cerró de forma intempestiva, violenta, por lo cual la dejó con la mandíbula complicada para proseguir. La hipnosis y los masajes, la devolvieron al canto. Abertura de la boca congelada en el deseo, donde la voz se ausenta, la voz traiciona, la voz se inhibe, los bordes de la boca quedan abiertos..

(5) Helga Fernandez trabaja minuciosamente en sus textos la diferencia entre carne y cuerpo en otras dimensiones, cito : “La carne no es el cuerpo, es lo que un cuerpo no es…carne y cuerpo se constituyen bajo cierto lazo de intrincación como en la histeria”. Interesante para ubicar los límites y obstáculos del recubrimiento, del modo de intrincación en este caso. Lo que habla en el cuerpo, en el habla analítica, tomando el título del libro de Horacio Gonzalez, en La palabra encarnada.

(6) Leticia Gambina,  Marisa Rosso, “Será porque cantamos…” En El Margen, Revista de Psicoanálisis. https://enelmargen.com/2022/08/19/sera-porque-cantamos-por-leticia-gambina-y-marisa-rosso/

[7] Sin duda no desconocemos la diferencia de los celos y la envidia y por ende  la distinción de los efectos en relación a los registros (RSI)l, que pueden producir.  En el relato del texto no se pueden vislumbrar demasiado lo que ocurre, sí que surge entre una mujer (tía) y la joven.

[8] Encuentro en el libro de Juan Ritvo “El síntoma: estructura de la formación o formación de la estructura”  que también al nombrar a Rosalia  le da lugar a la importancia que, en ambos lugares, en tapar y destapar encontramos la raíz werfung, expulsar.

[9] Si fuese en lengua castellana podríamos interrogar quizá el dedos-de dos, además de la erotización de la mano y del tocar, como una vertiente del significante que enigmatice ese número ligado a lo imaginario del cuerpo. 

(10) Carlos Kuri, “Estética de lo pulsional” Homo Sapiens realiza un extenso y dedicado desarrollo al asunto de la sublimación, al lazo entre el psicoanálisis y el arte.


Cynthia Eva Szewach, psicoanalista. UBA. Interesada en la práctica y en el intercambio grupal sobre la práctica analítica y la tarea institucional. Coordinó Equipo de Consultas por Adolescentes  y en Maternidades y Paternidades en la adolescencia en el Hospital Argerich,-Consultora en Terapia intensiva neonatal. Ex Docente de la Práctica Ricardo Gutierrez, UBA. Docente de psicoanálisis en la Maestría de diseño Interactivo en FADU, Supervisora y docente en Infanto Juvenil ,  Interconsultas, Residencias y sala de juego en Hospital Rivadavia, Hospital Ricardo Gutierrez, Argerich, Tobar García, Hospital Italiano. Coordinadora de grupos de estudio acerca de la práctica. Participación en publicaciones diversas  y coediciones.  Codirección de la colección psicoanalítica Improntas, Libros : Hojas Encontradas, sobre púberes y adolescentes, Ediciones del Dock  , y coautora de Infancias en Duelo, de Otro Cauce.


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