Imagen de portada: Die Ordnung der Engel, Anselm Kiefer
Primero voy a lo importante que es agradecer: a Agostina que motorizó y capitaneó esta presentación; a Vivi, Gero, Laura y Agos porque en nuestros encuentros surgió este trabajo; y a Helga quien me invitó a participar en esta aventura que es trabajar en una revista. Me gusta aventura, en el sentido de aventurarse, atreverse, arriesgarse.
El avance tecnológico que estamos atravesando y nos atraviesa, en un sentido intrusivo, tiene la particularidad de romper con ciertos ordenadores que nos orientan u orientaron -para situarlo mejor- en nuestra vida cotidiana. Me refiero por ejemplo a los textos e imágenes hiperrealistas creados o modificados por Inteligencia Artificial. La experiencia de ver una imagen no asegura su veracidad, leer un texto no asegura un autor con subjetividad. En este sentido, destacar que en la revista En el margen trabajamos personas tiene un sentido que se torna político. Conjugo los verbos que Agostina trajo a esta mesa en infinitivo: escribimos, editamos, publicamos. Los textos con los que trabajamos en la revista tienen y sostienen la voz propia de su autor. Son textos con marca humana: con sutilezas, vacilaciones, opacidades, fluctuaciones, modos propios de decir de cada quien, conjugaciones singulares. En principio, hablar de edición es hablar del cuidado de esa marca, la huella del autor en el texto.
Nuestra política editorial se posiciona en el margen, como significante y como lugar topológico. No estamos al margen de este momento histórico de hegemonía viral ni de sus efectos. Trabajamos en una revista digital tratando de recuperar lo que se juega en los márgenes, lo descentrado respecto de ciertos universos discursivos consolidados como hegemónicos. Tratamos de sostener un espacio que favorezca el cuestionamiento, las preguntas, el diálogo, intentando no colaborar en rigidizar el discurso ni automatizar la práctica.
El discurso del psicoanálisis tampoco está al margen, nace en una sociedad, participa de su historia, es un fenómeno social e histórico en relación al tiempo y momento que lo atraviesa. En ese sentido es un cuerpo vivo, permeable, una membrana, no es una materia osificada(1). Hace 50 años Lacan nombró al psicoanálisis como un síntoma, un síntoma del malestar en la civilización, y situó la fatiga de vivir como su expresión más visible(2).
En nuestra presentación decimos que “Cada texto, antes de ser publicado, es curado y cuidado –con tiempo, paciencia y artesanía– por los editores que conformamos la delegación editorial”. También decimos “La delegación editorial auspicia de pasadora de la escritura, respetando la otredad que la misma conlleva”(3).
En relación a hacer pasar, el psicoanálisis como discurso sostiene que no todo pasa a letra, no todo puede representarse, decirse. El lenguaje se revela impotente, en lo informulable, lo intraducible, lo que no va a llegar a palabra. Anne Dufourmantelle dice que ese informulable es la potencia que permite que haya palabras. También podemos encontrar esta idea en lo que Jean-Luc Nancy nombra como lo que pulsa en lo dado a leer pero se mantiene ilegible. Como analistas, y también como editores, somos testigos de ese inmaterial. La escritura, la edición, la publicación, la escucha clínica podríamos agregar, se sostiene en esa potencia.
El lenguaje no es un código, es red simbólica historizada(4). Nacemos al lenguaje, somos habitados por él y hablados por una lengua que nos preexiste. Nacemos a lo arbitrario del acoplamiento entre significante y significado, incorporamos una lengua que porta esta arbitrariedad, función soporte del malentendido. Nacemos a una materialidad que es variable, impactada por las marcas de la historia y los procesos sociales que imposibilitan que se haga de los signos un lenguaje fijo(5).
Les comparto un fragmento de un poema que dice sobre el malentendido que nos llega con el lenguaje:
Entre el tono de quien escribe y el de quien lee siempre
ese abismo,
esas múltiples opciones de lenguaje
traductoras de intenciones imprecisas…(6)
Lo traigo porque la lectura, y la edición, como primera lectura, circula por esa ruta abismal sin resolver el vértigo. No podemos reducir la letra a un sentido inequívoco en tanto consideramos lo ilegible y lo arbitrario en nuestra condición de hablantes.
Tomo de Nancy la siguiente idea: el editor lee la ilegibilidad, el idiograma oculto en el texto, y la acompaña. Pienso este acompañar en el vaivén de captarla y dejarla ir, acercarla a los lectores, colaborando para que el trazado de la escritura se de a leer. Leer la entrelínea, desde el espacio vacío entre enunciado y enunciación. Espacio sin garantía de pasaje. Lo hacemos en un trabajo artesanal de hilado de elementos heterogéneos, el texto publicado, la imagen que se elige como presentación de ese texto y las que acompañan, el formato del texto, la invitación a la lectura o la introducción que lo antecede.
Hablar de edición nos permite hablar de complicidad, trabajamos en complicidad con el autor, no somos correctores. Como adjetivo la palabra cómplice remite a solidaridad y camaradería. La complicidad en la edición es con el autor del texto, en transferencia de trabajo, y con el lector, con lo que imaginamos como editores que serán los lectores del texto. Como delegación editorial, sostenemos que así como nuestra condición de hablantes implica que quien escucha determina al que habla, quien lee determina lo escrito, lo reimprime, dice Nancy, lo reedita, lo relee con nuevos sentidos o un sentido perdido. Trabajamos con esta idea, dando lugar a esta permeabilidad que suponemos entre quien escribe, el trabajo editorial y el lector.
Textos y referencias para este escrito
(1) Castoriadis, C. (1986). El psicoanálisis, proyecto y elucidación. Editorial Nueva Visión.
(3) https://enelmargen.com/2021/07/06/en-el-margen-topologia-de-una-posicion/
(4) Fernández, H (2024). Mandíbulas autómatas. La palabra en estado viral y los huéspedes precarizados. Editorial En el margen.
(5) Safouan, M. (1985). El inconsciente y su escriba. Editorial Paidós.
(6) Couceyro, A. (2024). Yendo. Editorial Emecé.
Dufourmantelle, A (2021). Potencia de la dulzura. Nocturna editora.
Nancy, JL, Segui, A. (2016). Sobre el comercio de los pensamientos. La marca Editora.
Amanda Nicosia es Lic. en Psicología ( UBA 2004). Practicante del psicoanálisis, actualmente ejerce su práctica clínica en el ámbito privado, se desempeña como docente y supervisora en la Institución Fernando Ulloa y forma parte de la Delegación editorial de la revista digital En el margen. Revista de Psicoanálisis.
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