Cuidado editorial: Valeria González y Gabriela Odena
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En este texto el autor se aventura en un minucioso trabajo para releer un texto canónico de Freud, Más allá del principio de placer. Procura un deslinde conceptual de lo que considera ha sido una lectura general que rápidamente equipara conceptos en detrimento de la riqueza de las ideas freudianas.
Al referirnos a la escritura del trauma, percibimos similitudes hipotéticas con el origen de la escritura, por ejemplo ¿qué determinó que los sumerios[1] conservaran y al mismo momento inscribieran con una imagen un nombre? Nada más que la experiencia de la muerte, de que alguien va a faltar a partir de un momento determinado, que no va a estar más en el mundo terrenal. Encontraron esta manera que tenemos aún hoy no solo de conservar el pasado sino también de perderlo, que es la escritura, en tanto originariamente podemos suponer fue inscripción de la ausencia de un primer nombre, pero que esa misma inscripción funda la pérdida. ¿Cómo es que anotar la muerte de alguien funda la pérdida? Digamos que si no se toma nota de la pérdida, nada se perdió. La muerte toma su valor en la cultura por estar en un lenguaje.
Que a la pérdida haya que anotarla o escribirla, es lo interesante tanto de este origen hipotético de la escritura, como del trauma. Resumiendo: la escritura inscribe la pérdida, pero también la genera. Siguiendo este planteo podemos pensar a la escritura significante como un progreso respecto al detenimiento que puede implicar el trauma. En este sentido entiendo que el traumatizado no suelta la experiencia vivida porque no da el paso al símbolo que permite matar la realidad. Al vivir en imágenes soñadas, imaginadas en vigilia, o recreadas ante la percepción de algún objeto angustiante, lo que se pone en juego es la revivencia. La revivencia de lo traumático, que el traumatizado padezca de reminiscencias sensoriales intensas, olores, imágenes, gestos, o signos de la proximidad de la muerte, tiene que ver con una presencia directa de lo perceptivo más allá de la elaboración propia del significante y también con volver a vivir la experiencia traumática. Es esta revivencia la que el traumatizado no puede matar con el significante.
O sea que lo que en el texto anterior ubicamos en tanto serie como el último paso, es en definitiva el que la funda. Dar el paso de inscribir la falta del objeto en el duelo es lo que lo constituye en tanto pérdida y no ya como satisfacción de la pulsión. Con la escritura hay algo de lo real del objeto que se pierde, y el objeto resurge con una diferencia respecto a lo que era.
A partir de esta unión que encontraron los sumerios entre un símbolo y la muerte, nombrar va a ser siempre un acto que compromete al tiempo. Por la permanencia del símbolo nace la historia, dimensión que da inicio también a que una letra pueda afectar al cuerpo. Esto va a tocar al tiempo, porque en lo real como en lo inconsciente no hay tiempo, hay un infinito que aterra.
Siguiendo en esta línea de lo que funda el aparato psíquico, podemos preguntarnos ¿qué experiencia tenían los salvajes[2] respecto a lo traumático y cómo lograron nombrarlo? Siguiendo la lectura de Tótem y tabú, vemos junto con Freud o gracias a él, que los salvajes no conservaban lo traumático como algo interior, sino que lo expulsaban hacia afuera. Es interesante porque al referirse a esta expulsión Freud introduce el término que Lacan retoma para hablar de las psicosis: Verwerfung, o sea la forclusión. La muerte de un familiar se va a encarnar en un demonio, por ejemplo, o en algún ser que viene desde afuera. No necesariamente en algún ser mitológico o fantástico sino en algún ave o animal que esté a disposición en su mundo. Es más, el animal totémico va a relacionarse con la muerte, como inscripción de la muerte pero sin nombre, como realidad. La vivencia de lo traumático es diferente a partir de la escritura porque le suma a la vivencia, el tiempo, que algo falte pero en un tiempo.
La percepción y su distancia al significante
Esto constitutivo del trauma muestra tanto en la histeria como en las neurosis de guerra un aspecto muy interesante, y es que en ambas se presentan síntomas motores, de excitaciones repentinas e involuntarias en alguna parte del cuerpo. En el texto Más allá del principio de placer Freud introduce la diferencia entre que lo traumático se repita en lo psíquico o en lo perceptivo. La repetición psíquica es la reminiscencia que padece la histérica, los recuerdos y otros fenómenos significantes. En lo traumático se trata de la repetición en la percepción. Lo traumático es lo revivido, en varios sentidos; primero porque algo nuevo que se percibe puede ir al lugar de la vivencia traumática y entrar en esa serie; segundo porque la reviviscencia no es solamente recuerdo, sino que hace que vuelva a suceder lo traumático.
En los sueños referidos a sucesos traumáticos, el soñante los experimenta como una repetición de la vivencia traumática, en los dos sentidos expuestos recientemente. Por un lado, esos sueños tienen muchos elementos perceptivos, que se mantienen a distancia de la Entstellung[3] freudiana, que no pueden ser deformados, como si no pasaran por el tamiz del significante. En este aspecto el sueño traumático se diferencia de los que no lo son. Por otro lado, estos sueños parecen reales. En tanto tales pueden ser como imágenes congeladas.
Freud en el capítulo cuatro de Más allá del principio de placer[4] se refiere a estos sueños y los coloca del lado de la compulsión a la repetición o en alemán Wiederholungszwang. Lo que hay de real en la repetición tiene que ver con la percepción. La dimensión perceptiva del trauma se ubica temporalmente anterior a la angustia y al significante. Esto puede entenderse como antes de que el tiempo se pueda empezar a contar, porque recordemos que en el inconsciente no hay tiempo, pero el sujeto sí tiene que empezar a contar el tiempo que en el inconsciente falta.
Cuando hablamos del trauma nos situamos en este tiempo anterior al cual ya nos referimos en la parte I del artículo. Este tiempo anterior no logra pasar a un tiempo ulterior. Las marcas en el cuerpo, como pueden ser las autoflagelaciones, hacen al tiempo, y así se puede salir de ese tiempo anterior. Los ritos que marcan el cuerpo tienen que ver con permitir este paso de tiempo, de uno anterior a otro posterior. El rito, en este sentido, elabora con marcas en el cuerpo algo traumático.
Lo dicho hasta acá nos lleva a concebir al trauma como originario respecto al principio de placer, es un tiempo anterior, del cual se tiene que hacer el duelo. Porque que no haya tiempo en el inconsciente quiere decir que todo sucede al mismo tiempo, el pasado, el presente y el futuro. Hay un futuro que está en el inconsciente como presente, al igual que el pasado. La pérdida que es pasado, que ya pasó, está en el inconsciente como actual.
Es por esto que el significante permite una distancia respecto de las vivencias efectivamente vividas. La repetición de lo traumático opera esencialmente por medio de la percepción. Lo que se repite no es un significante, sino una percepción que opera en un tiempo previo a la represión. No solamente se repite como lo visto u oído de una vivencia, sino que también, de ese modo es como si se volviera a vivir, como revivencia. Esto marca una diferencia, porque cuando hablamos de que se repite, se puede entender que lo originario vuelve igual en las percepciones venideras, pero además al repetirse se vuelve a vivir, y así vuelve a suceder, y esto porque en lo inconsciente falta el tiempo.
En cambio, la articulación de un significante con otro significante va a introducir al tiempo. Visto de esta manera el juego del fort-da en sí mismo no sería una repetición, sino un tiempo ulterior. Hay una elaboración del trauma en tanto tiene que ver con el objeto perdido, que sería lo que se repite.
Vamos a permitirnos dejar el texto de Más allá del principio de placer para considerar lo que dice Freud respecto del trauma en el caso del hombre de los lobos. Allí se refiere al trauma como escena primaria (en alemán Urzsene). A esta la entendemos en relación al tiempo, ya que es primaria en el sentido de originaria, de primera. Ahora bien, ¿qué valor tiene la escena originaria en el pasaje del trauma a la represión?
No es lo mismo, claro está, que el sujeto pueda introducirse él mismo en esa escena o no. La manera en que el hombre de los lobos se introduce en la escena primera tiene que ver con la ventana. La ventana se abre y los lobos ingresan, se lo quieren comer. Hay un pasaje fallido en este caso, y es que el hombre de los lobos no entra en la segunda escena, que es el sueño respecto de la escena originaria, que es el haber visto el coito de los padres. Él huye. El complejo de Edipo, es con lo que el sujeto cuenta para poder ingresar por algún lado a la escena primaria.
Trauma y escena originaria
La manera en que el sujeto ingresa a la escena originaria tiene que ver con la repetición, en tanto hay en ella una imposibilidad de que opere una renuncia pulsional. Freud respecto a la escena originaria del hombre de los lobos, habla de una Aufsplitterung der Libido[5], que podemos traducir como un fraccionamiento de la líbido. Esto es una manera de no ingresar. La manera de ingresar y velar la escena originaria es por medio del complejo de Edipo que lo permite en tanto mito.
Podemos decir que la repetición y el trauma se necesitan. Es que parece que lo traumático, se elabora únicamente a partir de la repetición. Como si no fuera posible salir de esa vivencia si no fuese repitiéndose.
En el caso del hombre de los lobos aparece un concepto clave que nos permite relacionar lo que desplegamos más arriba y que nos conduce a la sensación de realidad (Wirklichkeitsgefühl). Creo que esta sensación de realidad que contienen algunos sueños puede ser aducida a lo traumático. Habría que detenerse en este tipo de sueños. En ellos podemos encontrar esta sensación de realidad que acabamos de mencionar. Esto no quiere decir que lo traumático haya tenido que ser vivido así tal cual aparece en el sueño, sino que parecen reales. Este sentimiento se encuentra totalmente ausente en muchos sueños, siendo incluso muchas veces el absurdo la característica principal. En los sueños traumáticos en cambio este sentimiento de realidad hace que parezcan reales. Propongo la hipótesis de que esta sensación se da por la intensidad que juega la percepción. Esto va a representar una imposibilidad para el acceso a la dimensión del significante.
Freud dice que la realidad efectiva de la que se trata en la sensación de realidad es la de algo desconocido «Wirklichkeit von etwas Unbekanntem»[6], se trata del convencimiento de que, por ejemplo en este caso, el abuelo le haya contado la historia del sastre.
Ahora bien, ¿cómo sería la realidad de algo desconocido? Porque en general nombramos de ese modo a aquello que sí puede conocerse y sino, a aquello que queda en el campo de la fantasía. Para nosotros, como psicoanalistas, la Wirklichkeit freudiana, se aleja de esta noción de realidad que podemos nombrar rápidamente como objetiva. Retomando entonces, la realidad efectiva (Wirklichkeit) sobre algo desconocido, se trata aquí de un convencimiento, una certeza por parte del sujeto de que algo fue así, más allá de cualquier evidencia del juicio.
El hombre de los lobos dice que el sueño lo tuvo entre los tres y los cinco años, y que por medio del sueño recuerda lo ocurrido en un tiempo prehistórico. Además del convencimiento presente del paciente acerca de la historia que el abuelo le contó, se trata sin dudas, como lo dice Freud, del anoticiamiento de la realidad efectiva de la castración[7]. El sujeto entiende que no se trata de un juego, es una amenaza real.
El tiempo no es un detalle menor para Freud. Lo importante de ello radica en lo originario, lo que ocurrió primero, porque en la serie de pensamientos lo que se encadena después es muchas veces una inversión de lo originario. Lo mismo que en los relatos bíblicos, en tanto la palabra cuenta la historia pero no tal cual fue vivida, sino con deformaciones.
De esta manera podemos relacionar la escritura con el recuerdo, ya que ambas maneras inscriben una vivencia que será recordada al modo en que fue escrita. Esta cuestión temporal nos lleva a interrogantes difíciles de responder, como por ejemplo, ¿lo traumático en el caso del hombre de los lobos, es la percepción del coitus a tergo o el recuerdo posterior de lo visto primordialmente?.
Si seguimos la lectura del texto freudiano, tendremos que rectificar el término recuerdo por el de activación de la vivencia, ya que así lo menciona Freud cuando evita el uso de la palabra recuerdo intencionalmente. Esta escena es vivida como actual. Esto es tajante, respecto de la escena originaria, la cual la entendemos como lo traumático, no hay recuerdo, hay una activación de la vivencia. Esto es una diferencia fundamental.
Lo traumático en la escena primaria del hombre de los lobos es lo visto primordialmente (el coito entre los padres), en tanto constituye la escena originaria a la que el sueño se refiere. En cambio el sueño con los lobos es una reactualización de la escena primaria. Freud[8] en una nota al pie hace la interpretación del sueño con respecto a la escena primaria. Esta interpretación, así lo da a entender Freud, es una construcción necesaria del análisis.
En este análisis del hombre de los lobos, el coito a tergo entre los padres, tiene la significación oscura del sadismo paterno. Mi hipótesis es que en este caso lo perceptivo cobró mucha importancia porque el hombre de los lobos está como testigo de la veracidad de esa escena. El sujeto es el que hace a la escena existir, y la realiza en tanto reactivación de una vivencia. La efectividad de la realidad (Wirklichkeit) queda verificada por el trauma.
Es por esto que concibo a la repetición de lo traumático como un hueso de la neurosis que no se deja atrapar por el significante, en tanto es de un tiempo anterior. En la represión en cambio, ya aparece un significante en tanto se relaciona con lo traumático pero también porque se diferencia de él. La represión viene en una segunda instancia y nos indica precisamente que lo reprimido no es lo traumático.
*Este texto continúa con lo elaborado en El trauma como tiempo anterior. Parte I. https://enelmargen.com/2025/09/09/el-trauma-como-tiempo-anterior-mas-alla-del-principio-del-placer-por-leandro-levi/
[1] El antiguo Egipto (2018) Ed. Salvat.
[2] Freud se refiere de esta manera a las sociedades originarias que estudia para hacer su comparación con la neurosis obsesiva. El término en alemán es Wilden.
[3] Lacan traduce en la «Instancia de la letra» el término Enstellung por transposición de los signos
[4] Freud S. «Más allá del principio de placer» (2007) Obras completas Vol. XVIII Amorrortu editores pág. 242
[5] Freud. S. «De la historia de una neurosis infantil» (2013) Ed. Amorrortu pág. 42.
[6] Ibidem. Apartado IV, pág.33 .
[7] Ibidem. Apartado IV Pág. 43
[8] Ibidem. Pág. 41 del apartado IV de la Ed. Amorrortu. Nota al pie número 17.
Bibliografía
Lacan J. “Los escritos técnicos de Freud. Seminario I” (2015) Ed. Paidós.
Lacan J. “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Seminario II” (2008) Ed. Paidós
Lacan J. “Las formaciones del inconsciente. Seminario V” (2010) Ed. Paidós
N. Ferreyra, “Trauma, duelo y tiempo. Una función atea de la creencia”. (2000) Editorial Kliné
C. Beradt, “El tercer Reich de los sueños” (2019) Ed. LOM
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