Cuidado editorial: Mariana Castielli, Laura Gobbato y Valeria González
Soy de la orilla brava del agua turbia y la correntada
que baja hermosa por su barrosa profundidad
Soy un paisano serio, soy gente del remanso Valerio
que es donde el cielo remonta el vuelo en el Paraná.
Jorge Fandermole
- Trama de encuentros
Una trama de encuentros conmovedores tuvieron lugar en la ciudad de Rosario desde la primera semana de agosto de 2025. Transcurría el VII Encuentro de Derechos Humanos titulado “Responsabilidad ético política: límite al individualismo”, en la Facultad de Psicología de la UNR. Ana Iliovich y Gabriel Orge fueron algunxs de las invitadxs que se hicieron presentes desde Córdoba. La noche del 8 de agosto, de la mano de Ana y Gabriel, proyectamos la película documental (Des)aparecer de Piotr Cieplak, que explora la relación entre fotografía, memoria y las desapariciones forzadas perpetradas por la última dictadura cívico-militar en Argentina.
Esa noche, además, Ana presentó su libro El silencio. Postales de la Perla, escrito desde su experiencia como sobreviviente del campo de concentración. Veinticinco años después, puede abandonar el silencio para narrar una historia que también es la nuestra, y forma parte de la memoria colectiva. En una de las entradas de su libro, Ana nos regala una conexión célebre entre memoria y tejido: “Ahora mi memoria falla. Dice Julio Cortázar, que la memoria nos teje y atrapa a la vez. Que se asemeja a una araña esquizofrénica que teje telas aberrantes con agujeros, zurcidos y remiendos. Que trabaja por su cuenta: nos ayuda engañándonos o quizás, nos engaña para ayudarnos”.
Gabriel, por su parte, nos habló de su trabajo artístico, el cual recrea en diferentes locaciones urbanas y entornos naturales, imágenes de personas desaparecidas tanto en dictadura como en democracia. Se trata de un proyecto audiovisual y fotográfico al que llamó Apareciendo. En su libro Latir y Revelar, cuenta que se trata de “ocupar de manera efímera con haces de luz el espacio público […] proponer un registro colectivo de la acción, compartir, activar el recuerdo […] Alumbrar la memoria”.
A este encuentro profundamente emotivo, rizomático, diverso, se enlazó una idea arrojada como una añoranza, una ilusión, o una simple posibilidad: que en nuestro río Paraná, gracias al alumbramiento de Gabriel, pudieran llegar a aparecer proyectados los nombres e imágenes de algunos jóvenes de nuestra ciudad asesinados por la policía.
- Alumbrar la memoria del río
Al mes y medio de ese primer encuentro, Gabriel nos avisó que volvería a Rosario a principios de noviembre para presentar su proyecto a la Facultad de Humanidades y Artes, esta vez invitado por la docente Silvia Serra. Escuchó nuestro anhelo y abrió la posibilidad de concretar la idea lanzada en el primer encuentro en la Facultad. Con Juan Cruz Cosio, también docente de la Facultad de Psicología, nos sentimos convocadxs a darle cauce, y empezamos a organizar la producción desde la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Extensión, junto a las redes que se fueron abriendo y multiplicando desde el inicio de esta historia.
Gabriel ofreció la opción de priorizar en esta ocasión las historias de jóvenes víctimas de la violencia institucional encontrados en el río. Con su propuesta construida colectivamente, propuso proyectar desde una lancha sus nombres en los escenarios que abraza el Paraná frente a nuestra ciudad: el agua, la barranca, los enormes barcos que pasan…
Lamentablemente, la lista de jóvenes asesinados y desaparecidos en la ciudad de Rosario durante los últimos quince años, con idénticas modalidades de encubrimiento, es muy extensa. Entre ellos, decidimos proyectar las historias de Franco Casco, Carlos “Bocacha” Orellano y Gerardo “Pichón” Escobar.
Los días discurrieron entre reuniones, llamados a las familias con quienes nos comunicamos (gracias a la intermediación de Julieta Herra y Luciana Torres) para contarles la iniciativa e invitarles a acompañar la actividad. Primero haríamos las proyecciones en el río, y luego, en un cauce más tranquilo, no apresurado, haríamos un encuentro de cercanía, de unión de narrativas y de memorias compartidas.
Este texto nace de ese encuentro. Del ensamble profundo e inesperado de hilos, colores, historias, testimonios y canciones que se produjo esa noche, con la gran luna de noviembre reflejada en el río, como acompañante luminosa de nuestras penas y de nuestros abrazos.
- Hilvanar el tejido social
La aventura de Tejer afuera comenzó a fines de octubre en la Isla de los Inventos, una semana antes de la esperada intervención de Gabriel. Valeria González, una de las organizadoras de la actividad, escribió una preciosa crónica (publicada también en esta revista) sobre esos dos días increíbles, donde nos pusimos a bordar las penas y alegrías que habitan nuestros barrios, nuestro río marrón y nuestras islas, en un gran lienzo de 1,5 x 3 m. Nos acompañaba la tradición de las arpilleristas chilenas transmitida gracias a las narraciones amorosas de la investigadora Karin Berlien. Éramos muchxs y veníamos de distintos lugares, con diversas trayectorias y múltiples maneras de habitar el mundo.
Llegar a Tejer afuera era conmovedor. El gran lienzo estaba dispuesto en la mesa de corte de la sala de costuras, colmada de telas y manos que dibujaban cartografías imaginarias de cruces generacionales. Nos pasamos todo el sábado 1 de noviembre allí, alrededor de la mesa, disponiendo las telas de colores, componiendo en nuestra arpillera el mapa de una ciudad atravesada por su río, hilvanando primero, bordando después.
“El río tiene memoria”, nos dijimos. Y entre agujas, alfileres, telas de colores y moldes, decidimos a muchas voces que íbamos a bordar cuidadosamente, en el encabezado de nuestra arpillera, el mandato surgido de esa improvisada asamblea bordadora: “No se quema la memoria del río”.
Cada mano que llegaba recibía una aguja, elegía el color del hilo y se ponía a practicar el punto festón o el punto cruz. Así lo hicieron a su turno Laura Peretti y Juan Cruz Cosio quienes, entre puntada y puntada, nos fueron contando con visible emoción la sincronía entre la próxima intervención artística de Gabriel y el motivo elegido para la arpillera.
“La frase me aceleró el corazón” expresa Laura. Juan le envía fotos y audios a Gabriel. Aún dábamos puntadas cuando nos llegaron sus resonancias. Con las marcas sensibles de ese tejido invisible que se iba armando, nuestras manos comenzaron a bordar los nombres de Pichón, de Franco Casco y de Bocacha en las palomas de pañolenci que nos habían servido para practicar el punto festón.
Al día siguiente de las historias y costuras compartidas, Laura escribe a Sole Nívoli un mensaje. Sole había participado del encuentro en la Facultad de Psicología con Ana y Gabriel, venía de exponer allí la muestra “Cómo miran tus ojos” en homenaje a su papá desaparecido y era una de las organizadoras de Tejer afuera junto a Marianela Fondato y a En el margen colectivo editorial.
El mensaje decía así: “Amiga! perdón la hora. Te quería contar que tuve un sueño. Fue el sábado después del mágico encuentro con las mujeres de Tejer afuera. El día anterior había hablado con el padre de Bocacha y me contó que él es pescador. En la conversación, me hizo una guía de las zonas del río en las que fueron encontrados los cuerpos de Franco, Bocacha y Pichón. El sueño fue que el hijo de Edgardo (Bocacha) estaba cantando en un evento. Éramos muchxs del público escuchando su voz.”
- “No se ahoga la memoria del río”
Sole, por su parte, quería compartirle a Laura la siguiente escena doméstica: “el sábado 7 de noviembre por la mañana le conté a Emiliano (8 años) que ese día tendríamos una aventura de noche, como él suele llamar a las excursiones bajo el manto de estrellas. Nos reuniríamos en el Club Mitre de la ciudad de Rosario juntos a los familiares y amigxs de “Pichón” Escobar, Franco Casco y Carlos “Bocacha” Orellano a propósito de una intervención artística de Gabriel Orge que gracias a las resonancias sensibles de Laura y Juan Cruz se había entretejido con nuestra arpillera itinerante. Emiliano escuchó intervención artística e inmediatamente comenzó a seleccionar parte de sus creaciones en cerámica: ‘voy a hacer mi exposición’, afirmó. Pensé inmediatamente en disuadirlo, pero me llamé sabiamente al silencio. En su lugar, opté por contarle en qué consistía la intervención de Gabriel. Proyectaría en el río Paraná, en los barcos que pasan, en las islas y en la barranca, los nombres e imágenes de estos tres jóvenes que habían sido víctimas de la violencia institucional. Emiliano me escuchaba a medias, seguía eligiendo sus producciones y acomodando las piezas en una caja. Me preguntó si iría mucha gente, le dije que no sabía, pero que creía que sí. Abrió su libro de origami y comenzó a plegar unos corazones que acababa de aprender. ‘Es para las familias’, me dijo. ´Entonces tenés que hacer tres’, le indiqué.”

Lo que sucedió aquella noche fue una aventura afectiva. A la vera del río manso, confluimos Ramón y Ramona por parte de Franco Casco; Edgardo y Mari por parte de Carlos “Bocacha” Orellano; y Carla, la directora de la película sobre Pichón Escobar y amiga de su familia. Gabriel estaba con Marcela, su compañera; Sole con Karlos y Emiliano, su familia; Juan Cruz con Fede, su compañero; Silvia Serra junto a Carlos, su esposo; Laura y Varón Fernández.
El Club Mitre, lugar emblemático, suele estar atiborrado de gente haciendo sus asados, festejando cumpleaños y guitarreando hasta bien entrada la noche. Laura había llegado temprano para reservar el lugar. Logró encontrar libre un espacio cerrado, apartado un poco del bullicio general. Luego, fueron apareciendo todos los demás. Al llegar, Emiliano dispuso sus piezas de cerámica en una mesita que casualmente estaba por ahí y le agregó un cartelito escrito en cursivas “muestra de Emiliano”. Sole traía la arpillera itinerante en una bolsa y materiales para seguir bordando en otra. Hubo saludos y abrazos de bienvenida, presentaciones y reencuentros. Emiliano regaló sus corazones de origami a las familias y recibió muchas sonrisas y bendiciones. Nos fuimos sentando alrededor de la mesa y Sole abrió la caja con las palomitas bordadas en pañolenci que había que terminar. Varón tomó su guitarra y cantamos Oración del remanso, canción que le gusta al papá de Bocacha y Luna cautiva, que le gusta al papá de Franco. Mientras sonaba la música, Silvia, Carlos, Sole, Karlos y Emiliano festoneaban concentrados y acompañaban con coros casuales la música que regalaba Varón.
Comimos y nos escuchamos. Las palabras justas de Edgardo, Mari y Ramón nos golpeaban en el pecho, una a una. La tristeza, las pérdidas irreparables, las injusticias innumerables, la complicidad del poder, se enunciaban con la claridad de quienes lo han visto todo, de quienes lo han perdido todo, y sin embargo aún creen en los afectos, en el amor de los amigos de sus hijos y en la necesidad de hacer lo posible porque nadie más sienta ese dolor.
El ruido del entorno era ensordecedor y por momentos hacía difícil escuchar los testimonios. Decenas de jóvenes afuera cantaban a los gritos y se reían a carcajadas, disfrutando de una noche hermosa. Algunxs de nosotrxs lanzábamos miradas furibundas al exterior, con ganas de hacerles callar para poder seguir atentamente la conversación, pero por suerte advertimos en los ojos amorosos de Mari y en las risueñas miradas de Edgardo y de Ramón una complicidad alegre con la vida, expresada en esa algarabía joven que nos rodeaba. Mari comenta que los amigos de Carlitos, como nombra a su hijo “Bocacha”, hacían esos barullos cuando se juntaban en el patio de su casa. Cantaban y tocaban la guitarra. Para ella era como si él y sus amigos estuvieran presentes.
Emiliano se durmió en la falda de Sole. Llegaba la hora de la despedida, pero antes propusimos abrir nuestra arpillera itinerante. Sobre el suelo del salón, extendimos “No se quema la memoria del río”, que ahora resonaba de cuerpo presente con la reversión que Gabriel acuñó para su intervención: “No se ahoga la memoria del río”. Cada una de las familias eligió un sitio en el bordado para disponer sus palomas. Fue un momento especial: se produjo un silencio alrededor de la tela para que Franco, Pichón y Bocacha quedaran prendidos en la memoria colectiva, en la memoria del río. Ese fue el lugar elegido para las tres palomas, tres nombres, tres historias. Hicimos una foto con la arpillera extendida. Nuestras caras expresan una alegría tranquila, como aquella que sucede cuando encontramos un poco de consuelo frente a tanto dolor.

Laura rememora su sueño. Como en él, éramos muchxs escuchando las voces de Bocacha, de Franco y de Pichón en el abrazo, las miradas y el cariño de sus familias, en el incansable pedido de justicia, en la insistencia por cuidarnos un poco más y por ser más hospitalarios con la vida.
*Laura Peretti es psicóloga, especialista en Psicología Forense, diplomada en Justicia Restaurativa, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario y de la carrera de posgrado, Especialización en Infancias y Adolescencias de la misma universidad. Se desempeña como psicóloga en el Ministerio de Salud en el Dispositivo Interdisciplinario de Salud en cárceles de la provincia de Santa Fe.
Soledad Nívoli es profesora, psicóloga, magíster en Literatura argentina y doctora en Ciencia Política (Universidad Nacional de Rosario). Realizó estudios posdoctorales en Argentina, España y Francia. Directora del Centro de Estudios Periferia Epistemológica (CEPE). Docente e investigadora de la UNR y del Instituto Universitario Italiano de Rosario. Actualmente investiga sobre archivos de sueños en diversos contextos (nazismo, pandemia, cárcel).
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