“…buscando que acabe
la novela de mi vida para que por fin empiece
su realidad”.
«Con Tamara hemos compartido algunos divanes. Imagino que las impresiones de nuestras espaldas se han mezclado mientras escribíamos en el aire contra o con el eco de la voz de otra mujer”; dice María Moreno en el prólogo del nuevo poemario de Tamara Kamenszain, El libro de los divanes. Luego se declara unida a la autora en una especie de hermandad extraña. La declaración se vuelve un dato importante para la lectura del libro, integrado por el prólogo y cada uno de sus paratextos, todos pensados y distribuidos con meticuloso cuidado, ordenados con el fin de redondear detrás del título una obra honesta y noble a la que no le sobra una sola palabra. Porque si algo hace con talento Kamenszain es enlazar los versos y encabalgarlos, uno sobre otro, produciendo un género engañoso entre la narrativa y la poesía, borde que viene trabajando hace tiempo y, sobre todo, desde el lanzamiento de su obra reunida: La novela de la poesía.
El libro de los divanes, se adivina, fue escrito a lo largo de una serie de sesiones de análisis que podrían pensarse no muy lejanas. Muchos de los poemas hacen referencia a temas de actualidad, tecnologías digitales y referencias políticas. Sin embargo en esas idas y vueltas del pensamiento versado de Kamenszain uno puede leer, sumergido pero no oculto, el recorrido más extenso de su vida. ¿Es su vida? ¿Es la novela en verso de su vida? ¿Es ficción en primera persona? ¿O se trata, por el contrario, de un manifiesto contra la prosa poética que la ubica definitivamente del lado de los versos? La cuestión no se dirime. Tampoco es esa la intención. Por el contrario el juego que se plantea es el de la apertura sobre un espiral del lenguaje que parece repetirse pero que siempre lleva a una síntesis nueva. “Porque escribir se escribe para constatar / que no hay ningún inconsciente que aguante / las ganas de futuro la alegría de saber que aunque todo se repita / algo siempre va a cambiar…”
Lo interesante, entonces, es observar cómo todo se funde en estos poemas. Nada se quiebra, nada se deja librado al azar. Los temas y los versos se integran sin dar saltos bruscos, sin golpes de efecto, ni latigazos violentos. Pese a todo, el interés se mantiene inalterable de principio a fin. El secreto derramado en el diván cumple su rol de mantener en vilo la expectativa de los lectores. Todo se congrega en un fluir dentro de los capítulos y fuera de ellos. Los temas, como en un movimiento magmático de asociaciones libres, construyen un único y mismo significante vacío, hueco, amplio, pero a la vez lleno de tentáculos y raíces que se extienden más allá del centro, hacia sus adyacencias. Podemos interpretar mucho, pero no podemos interpretar cualquier cosa. En ese punto hace equilibrio esta poesía de Kamenszain. No por casualidad es tema recurrente su “estar parada en medio” o “parada a medias”, siempre, en un “entre”. Entre un género y otro, entre un pueblo y otro, entre una Tamara y la Tamara que está por venir.
Es importante, por otra parte, volver sobre la cuestión de la primera y la tercera persona que reaparece cada tanto en el libro. “¿Entonces será que nacimos, Juana, para traducir lo que estaba en tercera persona / a una primera en la que tampoco creemos? La duda parece planteada como una cuestión generacional. “Voy a terminar creyendo en el diario íntimo y la poesía / tendrá que versar sobre otros asuntos / porque hay otra línea, tiene que haber otra”. Si bien se plantea la duda sobre el relato en primera persona a que invita el diario íntimo, finalmente no se lo descarta. En ese último verso “porque hay otra línea, tiene que haber otra”, uno puede leer el deseo plasmado de que exista otra línea que no la del verso.
Como si Kamenszain hubiera descompuesto el término “novelar” en sus dos partes adheridas “no-velar”, y a la vez tramara secretamente escribir novelas [la asociación entre Tamara y tramara la dejo a libre interpretación de los lectores] Como si se propusiera escribir novelas en verso quitando velos, extirpando las metáforas, construyendo la propia vida en la escritura y la escritura en una poesía nueva y límpida, coloquial y cercana.
Si la realidad no existe o, en su defecto, “es un invento de los otros”, ¿qué verdad dice el poeta? Como señala Moreno en el prólogo, Kamenszain sabe que no hay otra realidad que “su novela”, o esa práctica de contar sílabas y quebrar frases en sus posibles versos. Allí, en esa idea, terminan de integrarse literatura y vida. En ese lugar hay que entender el trabajo de Kamenszain, que escribe desde —y en— esa síntesis. O como dice Moreno con mejores palabras: “va desde un dentro metafórico a otro que marca una intemperie profunda”.
El otro tópico que aborda el poemario, y que me interesa recuperar, es el que refiere al principio de imprevisibilidad. ¿Qué es eso? ¿A qué remite? Básicamente se trata de la revelación del inconsciente, producto del desorden que le da paso a una idea o relato que no estaba previsto contar. Los imprevistos que suceden en la terapia señalan que las cosas andan bien. Moreno lo expresa de este modo: “El saber ordenado bajo la forma de la previsión sólo da lugar a la sorpresa cuando falla. De ahí la afinidad de la sorpresa con la verdad y, se podría agregar: con la poesía”.
El libro de los divanes, podríamos decir, arroja al yo lírico y a la propia autora, al medio de la realidad, que de ninguna forma es el burdo realismo. Los versos que siguen refieren al término psicoanalítico del pase, que Kamenszain toma del diván para traer a su poesía. “Entendí el pase como un indicio en la escritura / del fin del análisis. Poder pasar en limpio / algo que ahí destelló permitiría, parece, / vislumbrar un final ponerlo en presente / no evocarlo no novelarlo pero sí / transformarlo en una realidad.”
Ficha técnica
EL LIBRO DE LOS DIVANES
Tamara Kamenszain
Colección: fuera de serie
72 páginas | Precio: $ 134
Acerca de la autora: Leticia Martin, 1975, es Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) docente de la Universidad de Palermo y del Centro de Estudios Contemporáneos. Publicó los libros: Breviario o el oficio religioso (Funesiana, 2012); El gusto (Pánico el Pánico, 2012) y La coronación del peón (Milena-8vo loco, 2014). Su diario Topadoras oxidadas forma parte de la antología digital La frontera durante, recientemente publicada por la editorial Outsider. Colabora en Ni a Palos, Tiempo Argentino, No Retornable, Revista Paco y Revista Ñ.