La noche del sábado 27 de julio, en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de personas, de diferentes edades, procedencias y ocupaciones, tuvimos la oportunidad de formar parte de un verdadero encuentro.
Fuimos invitados por Inda Lavalle -actriz y dramaturga-, Gabriela Cosin -editora-, Miriam Berkowsky -escritora- y Javiera Gutierrez -poeta- a una lectura de poesía, ensayo y monólogo, que tres personas diferentes pusieron en acto, Gisela Galimi -poeta-, Sergio Berkowsky -psicoanalista y poeta-, y la gran Macarena Trigo -actriz, escritora, poeta y dramaturga-. A la vez que, Enrique Lanus ilustraba y Luis Brizuela registraba el momento a través de sus fotos.
Mientras los invitados escuchábamos a Pablo Martín y a Karina Montegudo cantar y tocar, Gabriela Cosin confeccionaba en vivo un libro para cada uno, con las páginas de lo ocurrido esa noche. Ediciones Instantáneas, tal y como se dio en llamar el encuentro, se hizo papel. Pero eso sí, como quien lleva la marca en el orillo, al entrar en contacto con sus páginas, lo que alguna vez escuchamos, todavía suena.
En esa misma ocasión, fue Sergio Berkowsky el encargado de sorprendernos con su ensayo. No sólo porque los que solemos concurrir a lecturas no estamos acostumbrados a que en ese tipo de eventos se lea ese tipo de textos, sino también porque, lejos de haber resultado lo aburrido que podría haberse creído, resultó divertido. Sí, divertido. Un estado que Lacan alguna vez se encargó de valorar por si algún hombre poco serio hubiera osado desdeñarlo: «Cuando más cerca del psicoanálisis divertido estemos, más cerca estaremos del verdadero psicoanálisis».
Así, en ese clima de diversión, de risa, de distensión y cuando nadie lo esperaba Sergio Berkowsky posibilitó que pasara, que se transmitiera, que entrara en muchos de los que escuchábamos cosas tan importantes y serias como las que los lectores podrán, no ya escuchar, pero sí leer en este artículo. Un artículo que se ocupa de mostrar y dar cuenta de que los fármacos son uno de los fetiches del mercado del capitalismo actual, quien aliándose con la tegnociencia nos vende «plus de goce, mercancía, cápsulas de plus de goce, comprimidos de plus de goce, plus de goce en solución bebible. plus de goce inyectable», tal y como lo expresa el autor.
Y como si fuera poco, en este texto, como en esa noche, Sergio Berkowsky también nos habla «del estatuto de pérdida necesario e inherente a la cura, en tanto subversión de las condiciones capitalistas de la existencia del sujeto». Es decir de cómo el analista y su práctica no forman parte del discurso del capitalismo.
Agradecemos al autor su colaboración.
Helga Fernández, edición.
Como en español es posible vincular dos sustantivos mediante una contracción, se puede escribir lo siguiente: transferencia al fármaco. Alocución carente de sentido en el peor de los casos, chiste en el mejor si se entiende este último como una construcción lingüística cuyo remate, cuyo desenlace, es un efecto en el cuerpo de un tercero. Si es un chiste, su sinsentido despertará la incógnita acerca del mecanismo que cifra su eficacia, su sentido aparente, ese mediante el cual su sentido sin sentido –transferencia al fármaco- hace gracia. Para lo cual habrá que tomar los elementos que lo componen.
I
La idea corriente de la transferencia es que se trata de un vínculo. Se la toma como una relación particular entre las partes interesadas en un tratamiento relacionado con el ámbito de lo psíquico, del tratamiento del padecimiento mental. En esta relación el paciente despliega sus conflictos actuales, repetición de sufrimientos antiguos, frente a otra a la que se supone dotada de un saber hacer con eso que, por considerárselo abstracto, suele llamarse justamente material. Por extensión y por necesidad, se deduce de ello que la transferencia se constituye sobre alguna disposición constitucional.
Freud dice que por un efecto combinado de las disposiciones innatas y los influjos que recibe en la infancia el ser humano adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, esto es, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará así como las metas que habrá de fijarse.[1] Agrega que esto da por resultado uno o varios clisés los que reimpresos según las variaciones de los avatares de la vida se actualizará en la medida que lo consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles.
Entonces, la transferencia es un afecto. ¿Es amor? Siguiendo la opinión corriente suele decirse que sí (y Freud no lo contradice). Cuando es positiva el analista cae simpático y todo parece ir sobre rieles –sobre todo para éste-. Cuando es hostil, no se habla exactamente de odio, se la identifica con una ambivalencia incómoda y problemática.
Si bien la transferencia hace a una disposición del sujeto, el análisis, al descubrirlos, brinda un modelo experimental no diferente del natural: hacer emerger la transferencia en el análisis es el modo que tiene el análisis de abrir un campo propicio a la manifestación de sus efectos estructurales.[2]
II
A poco de iniciada una entrevista el paciente pone al médico contra las cuerdas (aunque dice médico se usa aquí la palabra en su sentido genérico, freudiano, una alusión general a quienquiera que se haga agente de la transferencia en ese momento). Un silencio –prolongado-, una interjección, a veces un tropiezo del lenguaje o la alusión a un sueño, otras un pedido liso y llano colocan al médico en la incómoda situación tener que dar una respuesta. Tanto da si lo odia o se ha enamorado de él. Tanto da si a la salida del consultorio piensa arremeter a los golpes contra su amante o su jefe. El médico es apremiado a dar una respuesta imposible a una pregunta que no ha sido formulada (aun cuando se le exija la respuesta a una pregunta formulada positivamente ya que, es sabido, no se trata de eso…). Entonces, ¿qué hacer? –es la segunda pregunta que se formula al supervisor luego de por dónde comenzar. El médico se siente conminado a hacer algo, a dar una respuesta, lo que es elocuente respecto del hecho de que una pregunta ha sido formulada, pregunta que toma el relevo de las condiciones de amor, de un estilo de amar hasta entonces desapercibido. El médico ignora qué respuesta dar pues esa demanda le es ajena, en ese momento ya no es él; su persona es una manifestación del inconsciente del paciente.
Como una burbuja insuflada desde el inconsciente del paciente con los significantes de su hablar corriente, la trasferencia estalla en una experiencia afectiva con el analista que es metáfora y repetición de su estilo de amar, de sus condiciones de satisfacción pulsional. El estallido de la burbuja es el momento de cierre del canal a través del cual fue insuflada el que resultará taponado por un objeto. El inconsciente pulsa en apertura y cierre y en el opérculo de su cierre el objeto a es aspirado obturando nuevamente el orificio.
Entretanto se ha enunciado una demanda. ¿Quién tomará el relevo de ese objeto? ¿Cómo lo hará? Es al analista al que le toca jugar ahora.
III
Le tocará poner en juego la interpretación en transferencia. Es el nombre de la operación mediante la cual deberá hacer con la demanda que se le dirige. ¿Es muy diferente cuándo en esta demanda es menester hacer lugar a la intervención de un fármaco? ¿Qué es un fármaco?
Apelativo familiar con que se llama en la carrera de medicina a una materia –farmacología-; compuesto o veneno, cuando se lo hace entrar en el campo de la vida psíquica aporta al terreno un relente tóxico. ¿Es la medicación una especie de embriaguez dirigida? Mientras la intervención psicofarmacológica tendría como horizonte conseguir una distorsión de la experiencia sensorial y sensitiva del incremento de cantidad en el aparato mental a fin de que este torne a su régimen de funcionamiento; la embriaguez induce una distorsión cuya eficacia radica justamente en lo contrario; la inmersión del sujeto en una experiencia sensorial tal que por su efecto, resulte una alteración de dicho régimen. El psicofármaco apacigua, remedia –es lo que se espera de él.
Pero entonces, ¿qué es un fármaco, un psicofármaco?
Más allá del enigma de los diversos mecanismos de acción y las hipótesis acerca de su relación con su estructura química, el medicamento hay que adquirirlo, hay que comprarlo.
El hecho de que el paciente deba dirigirse al hospital o al centro de salud más cercano y así obtenerlo gratis o casi gratis no hace sino reforzar su carácter de mercancía.
Su síntesis se lleva a cabo a partir de principios activos que no son otra cosa que materias primas, en cuyo diseño es menester la participación de lo que Marx llama trabajo humano socialmente reconocido, que instrumentará para lograrlo herramientas provenientes del saber tecnocientífico. Trabajo humano socialmente reconocido significa trabajo asalariado libre (no esclavo) cuyo valor estará dado no por el valor intrínseco del trabajo de su agente (sus cualidades académicas, sus dotes de investigador) sino por un precio justo establecido en relaciones de valor en un campo de significaciones que se denomina Mercado, en este caso, el mercado de trabajo. Mucho o poco, será siempre menos de lo que vale, ya que está descontado que de entrada las empresas que auspician esa investigación tomen de ello su ganancia. Y esto para la materia prima. Otro tanto para la fabricación del medicamento. A esta quita en el valor del trabajo que se suma al valor final del producto, en este caso el medicamento, en términos de su propio valor de mercado se llama plusvalía. Así la plusvalía participa también de la transformación de la materia prima-principio activo en mercancía-medicamento, ya que su fabricación implica idénticas condiciones: trabajo asalariado libre valuado según las reglas de mercado. Al cabo el fármaco desde que es sintetizado como principio activo (cada uno lleva en el orillo el nombre del científico que lo sintetizó junto con el del laboratorio para el que lo hizo) hasta que sale a la venta dentro de su caja sufre una metamorfosis que suma a las de sus propiedades intrínsecas otras, al decir de Marx fantasmales, que le brindan al psicofármaco una especie de existencia autónoma. No solo porque al ingresar en el mercado queda sujeto a los avatares del mismo, al juego de la competencia, de la oferta y de la demanda, a los trastornos del valor operados por la acción de Obras Sociales y empresas de medicina prepaga, la publicidad, que es una industria aparte; sino también por otra cuestión.
Si, como afirma Lacan en su seminario De un Otro al otro la plusvalía es homóloga del plus de gozar[3], entonces, eso que se llama efectos inespecíficos del psicofármaco y que no es otra cosa que lo que ocurre en el encuentro del medicamento con las particularidades de las series constitutivas del sujeto (en el sentido más estrictamente freudiano del término) no sería otra cosa que su incidencia en el plus de gozar del mismo.
¿Qué es un fármaco? Plus de goce, mercancía. Cápsulas de plus de goce. Comprimidos de plus de goce. Plus de goce en solución bebible. Plus de goce inyectable.
Alguien podría decir si no ocurre otro tanto con el análisis, en tanto venta por parte del analista de su tiempo como fuerza de trabajo. Si bien el análisis no se practica en condiciones de producción industrial, es quizás un tema a investigar. Existen además dispositivos de trabajo inherentes a la práctica del psicoanálisis, por obra de los cuales ese plus, que para el empresario es ganancia, torna para el analista el estatuto de pérdida necesario e inherente a la cura que administra en tanto subversión de las condiciones capitalistas de la existencia del sujeto: el propio análisis, el análisis de supervisión. Aún así, no sobra decir que el analista paga:
- con palabras
- con su persona
- con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo
Podría cruzarse a esta cadena de producción de plusvalor aquella otra derivada del trabajo del médico cuando este es asalariado. Plusvalor en que toma parte el paciente cuando este debe pagar de su bolsillo cuotas de obra social o medicina prepaga.
¿Algo de esto cambiaría de cambiar las condiciones de producción de medicamentos? Ningún cambio es esperable mientras los medicamentos se sigan produciendo a escala industrial.
Entretanto, en el desfile de profesionales que el paciente ve pasar ante sus ojos en los avatares de las condiciones institucionales, serán las ruinas metonímicas de las transferencias abortadas o frustras las que harán al éxito o al fracaso de lo que tal o cual profesional cuyo nombre ha olvidado el paciente, le administra.
La transferencia sólo puede desplegarse en relación a los significantes que porta el semblante de alguien, (el analista, el médico psicoanalítico del que habla Freud) y si impropiamente se habla de transferencia al fármaco ello ocurre cuando, en su carácter mercancía, toma el relevo de alguna ruina metonímica adquiriendo luego vida propia: Marx y Freud convergen en denominar fetichismo al hecho de tratar a una cosa como persona, condición que implica la recíproca.
Solo el discurso psicoanalítico es capaz de tomar el plus de gozar puesto al servicio de los bienes mercantiles abriendo la dimensión de subversión que porta para cada paciente el deseo que lo habita; cuando el paciente pone nuevamente al médico contra las cuerdas en la articulación de su demanda haciendo emerger el objeto y apremiando al analista a que lleve a cabo la operación de corte que deberá ejercer.
Notas:
[1] Freud, Sigmund; Sobre la dinámica de la transferencia (1912); AE T XII; Buenos Aires, 1991
[2] Lacan, Jacques; Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Sesión del 15 de Abril de 1964
[3] Siendo el plus de gozar básicamente una pérdida estará, como la plusvalía, sometida a avatares de circulación, acumulación y retorno. Estos avatares, sus consecuencias en la economía libidinal del sujeto, sus manifestaciones clínicas y las posibilidades que su emergencia en el ámbito transferencial abre en la cura exceden los alcances del presente trabajo y son tratados en otro estudio.
Bibliografía:
- Derrida Jacques; Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional, Cuarta edición, Editorial Trotta, Madrid, 2003.
- Freud, Sigmund; Sobre la dinámica de la transferencia, Obras Completas, Tomo XII; Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1991
- Lacan Jacques;
-La dirección de la cura y los principios de su poder, en Escritos 2, Siglo Veintiuno
Editores, Buenos Aires, 2008.
-Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Sesión del 15 de
Abril de 1964 Editorial Síntesis, Buenos Aires, 1986
-Seminario De un Otro al otro. Sesión del 27 de Noviembre de 1968
- Marx Karl; El fetichismo de la mercancía y su secreto, en El Capital, T. I Vol. I, Siglo Veintiuno Editores, México DF, 1994.
* Acerca del autor: médico, psicoanalista, miembro de la Escuela de Psicoanálisis del Borda.