Análisis de un único sueño*. Por Ella Sharpe. ** Traducción Violeta Atadía.

En el margen reedita una traducción del sueño que Lacan toma en las clases XI y XII del seminario El deseo y su interpretación. Se trata de un sueño de un analizante de Ella Sharpe que a Lacan le sirve para ejemplificar el modo de intervención ante el deseo, es decir que la interpretación hace al deseo paralelamente a que su objeto se corta por las articulaciones como efecto de esta misma interpretación.
Facundo Soares, edición.
1. Fase del análisis en el momento del sueño.
 2. Conducta característica en el análisis.
3. Material analítico proporcionado durante una sesión y los comentarios de la analista.
 4. Examen de ese material, inferencias e interpretación ofrecidas al paciente.
5. Dos sesiones subsiguientes que revelan el progreso del análisis.
Voy a dedicarme en este capítulo a considerar todo lo dicho por un paciente en una sesión en el curso de la cual relató un sueno. Proporcionaré un breve resumen de los hechos psíquicos significativos de las dos sesiones siguientes y de la fase del tratamiento que se desarrolló a partir de aquella, porque es la única manera de determinar si las interpretaciones ayudan a poner al alcance de la comprensión consciente las actitudes, fantasías o recuerdos afectivos reprimidos.
El sueño elegido no reveló su significación con tanta facilidad como el de la mujer angustiada por su micción. De las muchas interpretaciones posibles, tuve que decidir cuáles seleccionaría para de centrar la atención en ellas.
Quiero describir brevemente un aspecto especial de los problemas de este paciente, con el fin de tomar inteligible esta sesión desde el punto de vista de la etapa alcanzada en el análisis. En un caso tan complejo como el que nos ocupará ahora, el intento de proporcionar una descripción completa solo serviría para tornar más confusa la situación. Esta es la fase en el momento de máxima importancia. El padre del paciente murió cuando este tenía tres años, siendo el más joven de todos los hermanos. Tiene recuerdos muy vagos de su padre, en realidad, sólo uno que realmente lo es. Su padre era respetado y amado y el paciente sólo ha oído comentarios elogiosos y admirativos de él. La represión de los problemas inconscientes vinculados con el padre y con su muerte era tan grande que, durante tres años de análisis, casi sus únicas referencias al padre consistieron en señalar que estaba muerto; el acento siempre caía sobre «mi padre murió», «está muerto». Se sintió muy sorprendido el día que pensó que su padre había vivido, y más asombrado cuando se le ocurrió que probablemente también lo había oído hablar. A partir de ese momento; poco a poco se le hizo posible comprender las vicisitudes de los primeros tres años de vida y los cambios psicológicos que siguieron a la muerte de su padre. Así como los lazos psíquicos con su padre estaban reprimidos en el inconsciente, del mismo modo la transferencia de aquellos a mí permanecían inconscientes. En la medida en que su padre estaba «muerto», en la transferencia paterna también yo estaba «muerta». Nunca piensa en mi. No siente nada hacia mi. No puede creer en la teoría de la transferencia. Sólo cuando llega fin de año o cuando la semana toca a su término, experimenta una leve ansiedad indefinida, y recién en el ultimo mes ha podido aceptar, aunque sea intelectualmente, la idea de que esa ansiedad tiene algo que ver conmigo o con el análisis. Siempre insistió en atribuirla a alguna causa real que la explicaba. Pienso que su análisis podría compararse con un prolongado partido de ajedrez, y que la situación se mantendrá así hasta que yo deje de ser el padre vengador inconsciente empeñado en acorralarlo, en darle jaque mate, después de lo cual no queda otra alternativa que la muerte. La única manera de solucionar este dilema (el paciente es insuperable en la técnica de maniobrar, ya que su vida depende de ello) consiste en sacar lentamente a la luz su deseo inconsciente de librarse de su padre en los primeros años de su vida, pues sólo reviviendo ese deseo en la transferencia se tornara factible debilitar su creencia omnipotente de haber matado al padre en la realidad. Debe verificarlo una vez más en la transferencia, pero todos sus instintos en defensa del yo se oponen a esa prueba. Su desesperada lucha, tiende a la preservación de su cuerpo, y no sólo su pene, pues éste y su cuerpo son en la actualidad una sola cosa. 
Frente a una serie tan complicada de problemas entrelazados, resulta difícil seleccionar un aspecto, incluso de un sólo problema, como algo separado. Consideremos este problema de preservación corporal tal como operaba en la vida adulta del paciente. Cuando llegó el momento de trabajar como abogado, desarrolló profundas fobias. En pocas palabras, no se atrevía a triunfar en su profesión y debía evitar toda actividad real, porque corría el peligro de alcanzar demasiado éxito. Las últimas palabras del padre, repetidas mas tarde al paciente fueron: «Robert debe ocupar mi lugar», y para el niño ello significaba que crecer era también morir. Tales palabras corroboraban, asimismo, la fantasía de una imagen materna devoradora, cuyo amor y cuidados habían ocasionado la muerte del padre. La tarea del análisis consiste aquí en reducir el temor a los deseos agresivos experimentados en sus primeros tres años de vida. El terror al deseo agresivo y a sus consecuencias fantasmásticas sólo podrá modificarse llevando ese deseo a la conciencia, con lo cual los deseos libidinosos dejaran de ser sinónimo de muerte. Además, como lo que debe preservar es su yo corporal, el desarrollo psíquico sólo será posible a través de fantasías relativas al cuerpo y a las funciones corporales. Quiero decir con esto que los problemas se refieren al yo corporal; el yo psíquico queda debilitado cuando sus actividades tienen como meta principal la defensa del cuerpo contra una extinción fantasmática. Incluso utiliza ahora su desarrollo intelectual con fines defensivos; la adquisición de conocimiento esté impulsada por una sola necesidad fundamental. El conflicto de este paciente es corporal, y mi tarea consiste en traducir sus elaborados razonamientos a un lenguaje corporal. El problema relativo a su cuerpo es el de la represión del sentimiento corporal: tiene miedo de «sentir». Todos sus esfuerzos organizados han producido un maravilloso control de músculos y movimientos, un control tan establecido que parece natural e inevitable, y su manera similar de hablar revela, por su cuidado y pronunciación, idéntica disciplina. No hay vitalidad, la perfección es una perfección muerta, tanto como la de su padre. Por lo tanto, en su tratamiento nunca pierdo de vista la oportunidad de analizar las abstracciones en términos de hechos corporales. En segundo lugar, no me concentro en el principal problema de su vida adulta, a saber, su imposibilidad de trabajar, o cuando podrá hacerlo, sino en todas aquellas cosas que si puede hacer, tales como jugar al tenis o al golf, dibujar, pintar y dedicarse a la jardinería. Pues si sus inhibiciones y dificultades están resueltas en lo relativo a esas actividades, cuando sea factible explorar las fantasías que ellas revelan podremos llegar a una capacidad para trabajar profesionalmente. El paciente se refiere a tales actividades como «meros juegos». Cuando sean realmente «meros juegos», el trabajo ya no será peligroso, pues el trabajo feliz se basa en un juego feliz. 
El día en que el paciente me relató el sueño que he seleccionado para este capítulo, no lo oí subir las escaleras. Nunca lo oigo. La escalera está cubierta por una alfombra, pero ese no es el motivo. Uno de mis pacientes sube de a dos escalones por vez y siempre percibo su ritmo particular; otro sube corriendo y oigo sus rápidos pasos; otro no deja de golpear su portafolios o el paraguas contra la baranda. Un paciente se suena la nariz como una trompeta dos de cada tres sesiones. Otro trae un sombrero, paraguas y portafolios, que es necesario acomodar en alguna parte; un paciente los larga en el primer mueble que tiene a mano; otro selecciona cuidadosamente un lugar y, deja sus cosas allí. Un paciente se zambulle en el diván; otro camina hasta el extremo mas alejado del diván antes de acostarse. Un paciente duda y examina la habitación antes de decidirse a confiar en el diván; otro yace inmóvil y no se mueve hasta que se cansa de estar en la misma posición. Otro se muestra inquieto desde el primer momento y solo encuentra una posición cómoda cuando ya han pasado algunos minutos. 
Pero nunca oigo a este paciente subir las escaleras. Nunca trae consigo sombrero, sobretodo o paraguas. Nunca varía. Siempre se instala en el diván de la misma manera. Siempre me saluda del mismo modo convencional y con la misma sonrisa, una sonrisa agradable, que no es forzada ni encubre manifiestamente impulsos hostiles. Nunca hay nada que revele lo que va a ocurrir. Jamás hay signos de apuro, nada queda librado al azar, nunca tiene la corbata torcida; no hay señales de que se haya vestido apresuradamente; todo está en su sitio. Quizás su mucama haya llegado tarde, y su desayuno se haya atrasado, pero, si tengo suerte, me enterará de esos hechos poco antes de que concluya la sesión y, con frecuencia, sólo al día siguiente. Se acuesta en el diván y se acomoda. Cruza las manos sobre el pecho. Permanece en esa posición hasta el final de la sesión. Últimamente, con gran alivio de mi parte, pudo rascarse la nariz o la oreja al sentir una comezón y, hace unas pocas semanas, llegó incluso a experimentar una sensación en los genitales. Habla toda la hora, en forma clara, fluida, con buena dicción, sin vacilaciones y con muchas pausas. Habla con una voz clara y pareja, pues expresa sus pensamientos y nunca sus sentimientos. 
Dije que nunca lo oigo subir las escaleras, pero durante unas pocas sesiones anteriores a esta, percibí la más leve y discreta de las toses justo antes de entrar al consultorio. Mi alegría ante esa leve tos servirá para mostrarles hasta qué punto eran escasas sus manifestaciones inconscientes en forma corporal. No hice referencia alguna a ese hecho, con la esperanza de que la tos aumentara de volumen. Llamarle la atención hacia una manifestación inconsciente significa eliminarla. Su objetivo fundamental consiste en no traicionarse y en controlar todo lo que pueda delatarlo. A ello debe agregarse que percibe con suma rapidez cualquier manifestación inconsciente y frustra así mi espontaneidad.
Así que ese día, después del saludo inicial, se instaló en el diván y, para mi desilusión, dijo con su habitual voz pareja y pausada: «He estado considerando mi tosecilla de antes de entrar al consultorio. Estos últimos días he estado tosiendo y me di cuenta de ello, no sé si usted se dio cuenta. Hoy, cuando la mucama me anunció que podía subir, decidí no toser. Sin embargo y con gran disgusto, me di cuenta de que no podía evitarlo. Es muy desagradable hacer algo así, resulta muy molesto que dentro de uno pase algo que uno no puede controlar o que no controla. Hay lugar para pensar que ello cumple alguna finalidad, pero me resulta difícil encontrar alguna finalidad posible a la que pudiera servir una tosecilla como esta».
(Analista) ¿Y que finalidad podría cumplir?
(Paciente) Bueno, es el tipo de cosa que uno haría si se dispusiera a entrar a una habitación donde hay dos amantes. Si uno estuviera por entrar a un lugar así, podría toser discretamente para hacerles saber que alguien los va a molestar. Yo mismo lo he hecho, por ejemplo, cuando tenía quince anos y mi hermano estaba con su novia en la sala; yo tosía antes de entrar para que, si estaban abrazados, se separaran antes de mi llegada. Entonces no se sentirían tan incómodos como si los hubiera pescado abrazados.
(Analista) ¿Y por qué tose antes de entrar aquí?
(Paciente) Es absurdo, porque desde luego no me harían subir si hubiera alguien aquí, y yo no pienso en usted de esa manera. No veo que haya ninguna necesidad de toser. Sin embargo, me recuerda una fantasía que tuve de encontrarme en una habitación donde no debía estar y, temiendo que alguien pensara que estaba allí, decidí impedir que entraran y me encontraran, para lo cual ladraría como un perro. Eso ocultaría mi presencia. Entonces la persona diría: «Oh, no es nada mas que un perro».
(Analista) ¿Un perro?
(Paciente) Eso me recuerda a un perro que se restregaba contra mi pierna, en realidad se masturbaba. Me da vergüenza contárselo, porque no hice nada para impedirlo. Lo dejé seguir y alguien podría haber entrado. (En ese momento el paciente tosió).
 No sé por qué me acuerdo ahora del sueño que tuve anoche. Un sueño tremendo. Se prolongó durante años y años. Me llevaría todo lo que falta de la sesión contárselo. Pero no se preocupe; no la aburriré con todo el sueño por la sencilla razón de que no lo recuerdo. Fue un sueño excitante, lleno de incidentes y de interés. Me desperté acalorado y cubierto de transpiración. Debe ser el sueño más largo que tuve en mi vida. Soñé que hacía un viaje con mi esposa alrededor del mundo, y llegábamos a Checoslovaquia, donde sucedían toda clase de cosas. Encontré una mujer en un camino, un camino que ahora me hace pensar en el que le describí en los dos sueños recientes en los cuales me dedicaba a juegos sexuales con una mujer en presencia de otra. Lo mismo ocurría en este sueño. Esta vez mi esposa se encontraba allí mientras tenía lugar el juego sexual. La mujer que encontré tenía un aspecto apasionado, y me hace acordar a una mujer que vi ayer en un restaurante. Era morena y tenía labios muy carnosos y muy rojos, y una mirada apasionada, y era evidente que si la hubiera alentado me habría respondido. Supongo que ella estimuló mi sueño. En el sueño, la mujer quería tener relaciones conmigo y tomó la iniciativa, lo cual, como usted sabe, siempre me ayuda mucho. Si la mujer toma esta actitud las cosas me resultan mucho mas fáciles. En el sueño, la mujer estaba echada sobre mi; recién me acuerdo de eso. Evidentemente, pretendía introducir mi pene en su cuerpo. Yo me daba cuenta por las maniobras que realizaba. Yo no estaba de acuerdo, pero ella se mostró tan desilusionada que pensé que debía masturbarla. Parece erróneo utilizar ese verbo en forma transitiva. Uno puede decir «yo me masturbé» y es correcto, pero es erróneo usar el verbo en forma transitiva.
(Analista) ¿Es «erróneo» usar el verbo en forma transitiva?
(Paciente) Entiendo lo que me quiere decir. Es cierto que solo me he masturbado a mi mismo.
(Analista) ¿Únicamente?
(Paciente) Sólo recuerdo haber masturbado a otro muchacho y me olvido de todos los detalles y me da vergüenza mencionarlo. Es la única ocasión que recuerdo. El sueño está muy vívido en mi mente. No hubo orgasmo. Recuerdo que su vagina me apretaba el dedo. Veo sus genitales de frente, el extremo de la vulva. Algo grande y sobresaliente colgaba hacia abajo como un pliego en una capucha. Tenía forma de capuchón y eso era lo que la mujer usaba en sus maniobras para conseguir mi pene. La vagina parecía cerrarse alrededor de mi dedo. La capucha parecía extraña.
(Analista) ¿En que otra cosa piensa? Deje que la imagen surja en su mente.
(Paciente) Pienso en una caverna. Hay una caverna en la colina donde vivía cuando era chico. Solía ir allí con mi madre. Es visible desde el camino. Su rasgo más notable es que el borde superior cuelga un poco sobre la entrada y se asemeja a un enorme labio. Cuando era chico solía pensar que se trataba del labio de un monstruo. Recién ahora se me ocurre que la palabra labios se refiere a las dos cosas. Hace algún chiste acerca de que los labios son transversales y no longitudinales, pero no me acuerdo cómo termino, es alguna comparación entre la escritura china y la nuestra, que se empieza desde lados distintos, o de abajo hacia arriba. Es claro que los labios de la vulva están uno junto al otro y que las paredes de la vagina están atrás y adelante, es decir, unos son longitudinales y la otra transversal. Sigo pensando en la capucha.
(Analista) ¿En qué forma?
(Paciente) Me acuerdo de un hombre extraño en uno de mis primeros partidos de golf. Dijo que podía conseguirme una bolsa de golf barata y que el material sería de «capota de automóvil». Lo que recuerdo es el acento. Nunca lo olvidaré. (Lo imita). Ahora que lo imito me acuerdo de una amiga que trabaja en radio como imitadora y sus actuaciones son excelentes, pero me resulta «fanfarrón» decírselo, tanto como hablarle del maravilloso aparato de radio que tengo. Sintoniza todas las estaciones sin ninguna dificultad.
Mi amiga tiene una memoria espléndida. También recuerda su infancia, pero la mía es muy mala antes de los once años. Con todo, recuerdo una de las primeras canciones que escuchamos en el teatro, y luego ella imitó al cantor. Se trataba de      “¿De dónde sacaste ese sombrero, de dónde sacaste esa chistera?». Ahora vuelvo a pensar en la capucha y me acuerdo del primer auto en el que anduve. Recuerdo la capota, y ahí tenemos otra vez la «capota» del auto. Bueno, la capota de éste auto era uno de sus rasgos más notorios. Cuando no se usaba, estaba sujeta por unas correas. El interior estaba forrado en un color escarlata. La velocidad máxima de ese coche era alrededor de sesenta, la velocidad optima para la vida de un auto. Es extraño que uno pueda hablar de la vida de un auto como si fuera humano. Recuerdo que me descompuse en ese coche y eso me hace acordar que una vez tuve que orinar en una bolsa de papel cuando era chico y viajaba en un tren. Sigo pensando en la capucha.
(Analista) ¿Dice usted que estaba sujeta por correas?
(Paciente) Si, y eso me hace pensar en que solía coleccionar fajas de cuero y las recortaba. En apariencia quería los trozos para hacer algo útil, pero supongo que se trataba de algo por completo innecesario. Me molesta pensar que era una compulsión; por eso me molesta. Supongo que corté las sandalias de mi hermana en la misma forma. Sólo tengo un vaguísimo recuerdo de haberlo hecho. No sé por qué ni para qué quería el cuero cuando lo hice. Pero de pronto pensé en las correas con que se ata a un niño que va en un «cochecito», y de inmediato quise decir que no había ningún «cochecito» en nuestra familia, y entonces pensé que tonta era usted, usted debe haber tenido un «cochecito». No puedo recordarlo, tal como no puedo recordar haber visto a mi padre empujado de un lado a otro en su silla de ruedas, aunque recuerdo vagamente la silla. Acabo de recordar que tenía la intención de enviar dos cartas para admitir dos socios nuevos en el club. Me jacté de ser mejor secretario que el anterior y sin embargo, me olvido de anunciar la admisión de los socios nuevos. «Ah, bueno, hemos dejado sin hacer lo que tendríamos que haber hecho y no hay nada bueno en nosotros».
(Analista) ¿Sin hacer?
(Paciente) Bueno, iba a decir que esa frase me hizo pensar en los botones de la bragueta que nunca me olvido de abotonar, pero la semana pasada me sorprendí cuando mi esposa me hizo notar que no lo había hecho. Fue durante la cena y me los abotoné subrepticiamente debajo de la mesa. Y ahora me acuerdo de un sueño en el que un hombre me decía que me abotonara el saco. Otra vez pienso en las correas y en que, cuando chico, me sujetaban a la cama para que no me cayera. Supongo que también en el cochecito me aseguraban con correas.
Resumiré ahora los temas recurrentes del contenido latente en el orden en que aparecieron.
1. La tos.
2. Ideas relativas a la finalidad de una tos.
a) Evoca la idea de amantes juntos.
b) Rechazo de la fantasía sexual concerniente a la analista.
c) Fantasía de encontrarse donde no debería estar y de ladrar como un perro para despistar a la gente.
d) El perro evoca el recuerdo de masturbar a un perro. En este momento tosió (comparece con el ladrido), y de pronto recordó el sueño.
3. El tema siguiente fue el sueño. En su relato incluyó la vívida descripción de la mujer vista en la realidad:
a) labios gruesos,
b) la vulva de la mujer del sueño con una protuberancia, semejante a una capucha, que utilizaba en sus maniobras para conseguir su pene. Esto ocurrió en un camino asociado a otros dos sueños en los cuales tenía juegos sexuales con una mujer en presencia de otra.
Mientras relataba el incidente del juego sexual en el sueño, se opuso al uso del verbo «masturbar» en forma transitiva; «parece erróneo».
4. Siguió el tema de la capucha, que lo llevó a recordar la caverna y su borde superior sobresaliente que se asemejaba a un labio.
5. De los labios, de su doble significado, pasó a ideas relativas a cosas situadas en posición transversal y longitudinal y a un chiste que no podía recordar. Luego volvió a pensar en la“capucha”.
6. El tema siguiente llegó a través de la tela de una capota, recordada a causa del acento de un individuo, acento que él mismo imitó.
7. Ello lo llevó a las hábiles imitaciones de una amiga, en particular, a su exacta imitación de un hombre. Se reprochó por su “alarde” acerca de su amiga y de su maravilloso aparato de radio. La buena memoria de ella y su mala memoria (ahora recuerda) .
8. Volvió a la «capucha» y recordó el primer auto en que había viajado. La capota estaba forrada en color escarlata y sujeta por correas. Se descompuso en el auto y recordó haber orinado en un tren cuando era chico.
9. La «capucha» con correas le recordó un período de su infancia en que compulsivamente recortaba trozos de cuero y, en una ocasión, las sandalias de su hermana.
10. Las correas lo hicieron pensar en criaturas sujetas en cochecitos. Dedujo que debía haber tenido un cochecito. Había dos niños mayores que él.
11. Recordó que se había olvidado enviar dos cartas admitiendo socios nuevos al club. Había olvidado hacer cosas que debía haber hecho.
12. Había olvidado abrocharse los botones de la bragueta.
13. El sueño en que le decían que «se abotonara».
14. Volvió a las correas y recordó que le habían dicho que solían sujetarlo a la cama para que no se cayera, y supuso que también lo ataban al cochecito.

En orden de importancia, primero se debe encontrar la clave central para la significación del sueño, lo cual puede lograrse tomando nota del momento en que el paciente recuerda el sueño. Había estado hablando de un perro que se masturbaba contra su pierna, e instantes antes se había referido a su propia imitación de un perro, es decir, se identificó con un perro. Luego tosió. Después recordó el sueño, un sueño largo y excitante del que se despertó acalorado y cubierto de transpiración. Se deduce que la significación de todo el sueño es parte de una fantasía de masturbación. Ello es de fundamental importancia. A continuación debe observarse el tema de la potencia: viaja alrededor del mundo; es el sueño más largo que ha tenido en su vida; necesitaría toda una sesión para relatarlo. En correlación con esto, tenemos su comentario sobre la actitud «fanfarrona» respecto de las imitaciones de su amiga, que se transmiten a todo el mundo, y a su propio aparato de radio que sintoniza todas las estaciones. Obsérvese su propia imitación del hombre cuyo acento lo había atraído, un marcado acento coloquial y, de paso, el hecho de que ese hombre «había sido carnicero». En este caso, la imitación, hecha por su amiga o por él mismo, significa imitar a una persona más fuerte o más conocida. Tenemos otra vez aquí un indicio del significado de la fantasía masturbatoria, es decir, una fantasía en la que personifica a otro individuo de inmenso poder y potencia. De todo ello surge una pregunta: ¿por qué esa fantasía de enorme poder? El sueño proporciona la respuesta. Viaja alrededor del mundo. Esto guarda relación con el recuerdo real que evocó mientras describía la extraña capucha de su sueño, pues no solo se refirió al hecho de que se trataba de una protuberancia, del pliegue de una capucha, sino que esta sobresalía como el labio de una caverna. Así obtenemos en forma directa la comparación entre la capucha y los labios de la vulva y, la gran caverna en la colina que visitaba con su madre. De ahí que la fantasía de masturbación esté asociada con la idea de enorme potencia, ya que sueña con abarcar toda la madre tierra, con ser adecuado a la enorme caverna situada debajo de los labios sobresalientes. Este es el segundo elemento en orden de importancia. 

Quisiera considerar ahora las asociaciones relacionadas con los labios en el doble significado de la palabra. La mujer que constituyó un estímulo para el sueño tenía labio rojos, llenos y apasionados. En el sueño, el paciente tuvo una imagen vívida de los labios de la vulva y la capucha. El borde superior de la caverna sobresalía como un labio. Piensa en cosas longitudinales como labios de la vulva y luego en cosas transversales, lo cual me inclina a suponer que compara la boca con la vulva. Además, piensa en el primer coche en el que anduvo, en la capota y en el forro color escarlata. De inmediato se refiere a la velocidad del auto y habla de que «el pico de la velocidad» era de tantas millas por hora, y luego de «la vida del auto», y observa que habla de un auto como si fuera un ser humano. Partiendo de la imagen onírica de la vulva y la capucha, con las numerosas asociaciones relativas a «rojo por dentro», labios y capucha sobresalientes, me inclino a deducir que el recuerdo de la caverna que visitaba con su madre, cumple también una función encubridora. Sugiero que ese mismo recuerdo olvidado se proyecta en el coche con su capota forrada de color escarlata, y que el pico de velocidad posee idéntico significado como proyección onírica en los genitales: es el pico de la capucha. Deduzco que existe un recuerdo real reprimido de haber visto los genitales de alguna persona mucho mayor que él;  de haberlos visto cuando era muy pequeño, lo cual se deduce del auto, la caverna y el viaje alrededor del mundo, en conjunción con la inmensa potencia requerida. Interpreto el pico, la capucha, como el clítoris. La hermana del paciente tiene ocho años más que él. Considerando las referencias hechas a la voz de su amiga, es decir, el sonido, el acento, el sonido de una voz masculina, y teniendo en cuenta que el paciente se refirió a ella en conexión con una imitación masculina, deduzco que por lo menos cuando era muy pequeño vio sus genitales, observó el clítoris y la oyó orinar. Pero, teniendo presente toda la labor analítica realizada hasta ahora, creo que, además, existe alguna situación anterior en la que tuvo una definida oportunidad de ver los genitales maternos. Me refiero a una  situación como la de, por ejemplo, una criatura que yace en el piso sobre una frazada. Es la única explicación con que cuento hasta el presente para comprender la importancia particular de cierta inclinación del paciente en la iluminación de sus cuadros, esto es, que la luz proviene de abajo.

Otro indicio relativo a la mujer del sueño es su cabello oscuro. En la vida real, suele elegir mujeres de cabello rubio y dorado. En ocasiones anteriores me dijo que su madre tenía cabello oscuro y que siempre había relacionado el tipo de mujer apasionada con ese tipo de cabello. Otro elemento importante es la prueba relativa a su masturbación infantil. Tenemos la evocación del sueño en el cual alguien le indica que se abotone, y el hecho de que ese sueño aparece junto con el recuerdo de haber estado sujeto a la cama. El paciente afirma que la finalidad era impedir que se cayera. En ese sentido, establezco una correlación con material obtenido en otras sesiones, en las cuales me dijo que lo ataban a la cama porque era «muy inquieto»; en otras oportunidades, comentó que nada enfurece tanto a un niño como sentirse limitado en sus movimientos o limitado en cualquier sentido, pero que no entendía por qué experimentaba tal convicción ya, que no recordaba ninguna experiencia personal de ese tipo. Tales referencias a las «correas» y a «estar sujeto a la cama», justifican la deducción de que en su temprana infancia sufrió alguna limitación de sus movimientos en relación con actividades masturbatorias, y que la fantasía correspondiente a dichas actividades tempranas son de la misma naturaleza que su sueño actual. 

Ahora podemos considerar otros detalles. Tenemos dos referencias a la compulsión. La primera aparece en relación con la «tosecilla» que, a pesar de su esfuerzo, se produce involuntariamente, hecho muy desagradable para él. La otra se relaciona con la compulsión durante su infancia a cortar trozos de cuero y las sandalias de su hermana. De mala gana admite que se trata de una actitud compulsiva. El elemento que resulta importante señalar respecto de esta agresividad compulsiva es la secuencia en que aparece, es decir, correas, correas de un cochecito, la negativa a aceptar que hubo un cochecito, luego la idea de que debió haber existido alguno, después el pensamiento de que existieron otros niños anteriores a él y, por fin, su olvido relativo a las cartas de admisión de miembros nuevos en el club. Tal secuencia nos autoriza a interpretar que su dificultad para recordar que hubo un cochecito y que, como él dice, «hubo otros niños», se debe a su deseo de que la madre no tuviera más hijos después de él y, además, que su temprana agresión manifestada a través del acto de «cortar» constituye una definida agresión hacia los rivales posibles y odiados. Hoy día, ello se manifiesta en su negligencia respecto a las cartas para admitir miembros nuevos. La fantasía infantil consistía en cortarlos en pedazos. Tovadía es posible hacer otras deducciones. En cuanto mencionó que había olvidado enviar esas cartas, me dijo: «Hemos dejado sin hacer aquellas cosas que deberíamos haber hecho», y se acordó de un suceso reciente e insólito: había olvidado abrocharse los botones de la bragueta. El deseo inconsciente de exhibir su pene está implícito en su «olvido», pero, ubicado en la secuencia de sus referencias a la agresividad a través del corte del cuero, y luego a la demora con las cartas, el pene está inconscientemente asociado con fantasías de agresión. Las sesiones anteriores me autorizan a vincular las fantasías agresivas relacionadas con el pene no solo a la masturbación, sino también al hecho de orinarse en la cama, pues la inquietud que llevó a que lo sujetaran a la cama también se mencionó en otras sesiones en relación con el hecho de orinarse en la cama. Como se observara, el recuerdo relativo a los botones de la bragueta lo llevó al sueño en que una figura paterna lo instaba a abotonarse el saco. Ello nos conduce a una nueva inferencia. Al hablar de la tos, su primer pensamiento fue el de poner sobre aviso a una pareja de amantes. Recordó que lo hacíaa para anunciar su llegada cuando su hermano y la novia se encontraban juntos. Las consecuencias de tal aviso son evidentes: los amantes tenían que separarse. Para usar sus propias palabras: «Entonces no se sentirán incómodos por mi intrusión». También aquí se justifica mi conjetura relativa a este extremo cuidado de no resultar molesto. No hace mucho asistió a una función en la que el rey, y la reina se encontraban presentes. Regresó a la ciudad en su coche. Todo ello le produjo ansiedad y, durante cierto tiempo, no se pudo aclarar cuál era la fantasía específica subyacente a esa situación. Resultó ser esta: «Supongamos que justo en el momento en que llegaban el rey y la reina, él le cerraba el paso con su auto y, no podía hacerlo arrancar, y, por ende, impedía el avance de la pareja real, una situación muy molesta». De modo que, en la discreta tos que precede a su entrada a la habitación, tenemos un equivalente pálido y atenuado de una situación infantil en la que impide el avance de una pareja real, no por discreción ni por inmovilidad, sino por un súbito movimiento intestinal o por el llanto, lo cual como puede inferirse, resultaba muy efectivo.

 Con respecto a un detalle especifico del sueño, a saber, la parte sobresaliente con la que maniobra la mujer para obtener su pene, se justifica llegar a una interpretación como ésta: a la luz de las fantasías agresivas puestas en evidencia, los genitales de la mujer serán agresivos con respecto a él. Y los lugares de peligro real: 1) la parte sobresaliente que equivale al pene, 2) la vagina. No está dispuesto a confiar su pene a la vagina e introduce un dedo. Además, identifica la boca con la vagina a través de la asociación de «labios sobresalientes» y en su referencia a los orificios longitudinales y transversales; por ende, tenemos aquí una fantasía de la vagina semejante a una boca con dientes. Llevar la interpretación a un más allá sería entrar en el terreno de la conjetura. Las interpretaciones proporcionadas surgen directamente del material de la sesión, ya sea por asociación directa o en relación con la secuencia de pensamientos o con la conexión entre esta sesión y las anteriores. 

Consideremos ahora el intento de obtener la plena significación de todo lo dicho. No ofrecí mis interpretaciones al paciente en la misma forma en que lo he hecho aquí. Tuve que seleccionar lo que consideraba más importante para ayudarlo a llevar a la conciencia el material reprimido. Tal selección estuvo determinada por la necesidad del paciente, a saber, su temor de los movimientos corporales agresivos. Elegí la tos en primer término, y ello porque constituía la única manifestación transferencial directa de naturaleza compulsiva hecha durante la sesión y que podía servir de alguna manera como vínculo de unión con los actos infantiles compulsivos de agresión, reprimidos luego. Mencioné el hecho de que había usado dos veces el diminutivo para referirse a su tos y le dije que, al hacerlo, subestimaba una fantasía relacionada con la tos. Abordé luego el sueño de manera especifica y señalé que, en conjunto, indicaba inmenso poder y gran potencia.

Luego llamé su atención hacia la finalidad de la tos en la referencia directa a separar una pareja de amantes y le dije que debía existir alguna fantasía de ese tipo inconscientemente asociada conmigo misma. El paciente me había dicho que no quería aburrirme con un largo relato. Mencioné luego el incidente con «el rey y la reina» y sugerí que la fantasía omnipotente tenía sus raíces en la primera infancia, época en la cual había podido interrumpir a sus padres. A continuación, comparé las asociaciones relativas a la agresión y deduje que había deseado impedir el nacimiento de nuevos hijos; el hecho de que efectivamente no tuviera hermanos menores había reforzado su fantasía agresiva de omnipotencia y, por ende, aumentado su temor a la madre como figura vengadora. Le manifesté luego mi creencia de que había observado los genitales maternos y proyectado en ellos fantasías de venganza que debían estar relacionadas con las fantasías de agresión vinculadas a su propio pene como un objeto que muerde y perfora, y con el poder de su orina. Le dije que tal era el significado de la masturbación representada por el sueño. 
Ahora describiré en forma breve los principales rasgos de las dos sesiones posteriores. Al día siguiente, me dijo que no había tosido al subir la escalera, pero que experimentaba un leve dolor semejante a un cólico. Eso lo hizo pensar en sus ataques de diarrea cuando era chico y en el flato explosivo que suele acompañar al cólico. Me dijo: «Me pregunto si la tos no significaba en realidad gases y diarrea». Le repliqué: «Ahora ha descubierto el significado por si mismo». Durante esta sesión, se concentró en sus dificultades en la práctica del tenis para ubicar un tiro de tal manera que pudiera acorralar a su adversario. Al día siguiente me informó que había experimentado un dolor de tipo cólico al salir de mi casa el día anterior. Luego me dijo que no había podido utilizar su auto porque aún no habían terminado de repararlo. El mecánico era muy bondadoso y amable y resultaba imposible enojarse con él. Con todo, le habría gustado tener el coche listo. No porque le resultara imperativo en ese momento; no era una necesidad, pero lo quería, le gustaba. A esta altura, hice una comparación entre el mecánico bondadoso y amable con quien no podía enojarse y su padre. El paciente respondió que eso expresaba de manera exacta sus sentimientos con respecto a su padre tal como lo recordaba. Entonces pude, excepcionalmente, referirme a los deseos libidinosos: «el auto no era una necesidad, pero lo quería». Había tenido que esperar largo tiempo para poder hacer una interpretación de este tipo: por fin expresaba un deseo libidinoso. Al día siguiente el paciente tuvo que confesarme algo: por primera vez desde que era chico había mojado la cama mientras dormía. Así, en esas tres sesiones analíticas, el orden de las manifestaciones corporales fue: la tos, los dolores de tipo cólico y el mojar la cama. Esto último nos permitió establecer el primer contacto real con la situación infantil de rivalidad con el padre. En esta sesión pude hablar en forma convincente acerca de la transferencia paterna puesta de manifiesto en el análisis y de las fantasías agresivas de rivalidad con él, que en la infancia se expresaban en forma corporal.
En determinado momento, pasé por alto la oportunidad de obtener mayor información respecto de un punto, lo cual constituye una omisión evidente, si bien no interrumpo a este paciente mas de lo necesario para el progreso del análisis. Me refiero al elemento«Checoslovaquia» de su sueño. Por fin, espero que resultará obvio porqué hablé tan poco e intercalé tan pocas preguntas y, cuando lo hice, en forma casi monosilábica. El motivo ha de encontrarse en su sueño y en su comentario: «La mujer tomo la iniciativa. Si la mujer toma la iniciativa, todo me resulta mucho mas fácil», lo cual significa que su problema de agresión infantil vuelve a encapsularse. Para ayudar a este paciente, en ocasiones de este tipo debo dejar que tome la iniciativa en la medida de lo posible. Dos sueños en los que aparecen definidas figuras paternas siguieron al descrito. Durante la semana posterior a esta sesión, un contrincante que lo venció jugando al tenis comenzó a burlarse de él por la mala calidad de su juego. El paciente tomó a su torturador por el cuello en broma y le previno que no volviera a burlarse de él. Es la primera vez desde su adolescencia que puede tocar a un hombre en tren de broma, y menos aún para hacer una demostración de su fuerza física.

NOTAS: (1) «Hood»: «capucha» y «capota». 

#: Manual práctico para psicoanalistas, capítulo V. Ella Sharpe.

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