Pascal Quignard pasó por una etapa de autismo cuando apenas tenía 18 meses y volvió a padecer esa crisis de forma más intensa a los 16 años: «Este silencio sin duda fue el que me hizo decidirme a escribir; pude hacer el siguiente trato: estar en el lenguaje callándome». Su infancia resultó difícil también por sus problemas de anorexia. Estudió Filosofía y recibió clases de Levinas, Lyotard y Ricœur. Posteriormente se aleja de la filosofía para centrarse en la música, interesándose sobre todo por la música barroca. Fundó el Festival de Ópera y Teatro Barroco de Versalles junto con el desaparecido presidente francés François Miterrand. Fue editor en Gallimard durante veinte años y ha sido profesor de la Universidad de Vicennes y de la Escuela Práctica de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. También escribió el guión de la película de Alain Corneau Tous les matins du monde. En 1994 toma la decisión de dedicarse en exclusiva a la escritura y se aleja progresivamente de toda manifestación social relacionada con la literatura. Pascal Quignard no es un escritor convencional, circula a su antojo entre los géneros, al margen de cualquier tipo de orden académico. Ha recibido, entre otros, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Goncourt.
Prensa de Gallimard.— ¿Cuál fue la génesis de los Pequeños tratados?
Pascal Quignard.— Al final de los años setenta, el pintor Louis Cordesse –que falleció después– y yo tuvimos la idea de presentar, en un mismo espacio tipográfico, él una serie de grabados en la misma línea de los grabados de Rembrandt, y yo pequeños textos, similares a las suites barrocas, como los que habían escrito Pierre Nicole y Saint-Évremond. Dicho proyecto preveía la publicación de ocho tomos de grabados y ocho tomos de textos. Aunque los tomos de grabados se vieron interrumpidos en el tercero, yo continué con la empresa por mi cuenta. Esa forma de escritura me apasionaba: hacía mucho que odiaba la disertación clásica, en la que la tesis y la antítesis alcanzan forzosamente la conciliación de la síntesis. Ese sistemático happy end del ensayo, consagrado a una conclusión insípida y conciliadora, me parece insoportable. Prefiero la tensión barroca en la que, como ocurre en las suites de Bach, se escogen dos temas que se contraponen, que bailan en clave mayor o en clave menor sin reconciliarse jamás en la paz siniestra de la síntesis. Así pues, estos textos proponen interrogantes abiertos, y ninguna respuesta. Nada es unívoco, todo se halla dividido. Todo aquello que resulta desgarrador permanece en un estado desgarrado.
P. de G.- De hecho, ¿qué es un «pequeño tratado»?
Quignard.— Los Pequeños tratados son un género inventado por Pierre Nicole, en oposición a los Pensamientos de Pascal, que él consideraba imprecisos y deshilvanados. Es un género fragmentario donde, respecto de un asunto determinado, se confrontaban diferentes posturas. Saint-Évremond retomó esa forma que sólo existe en la literatura francesa y que hereda directamente de los Ensayos de Montaigne. Es una manera de hacer un Montaigne más brusco, intenso, efervescente. Me sedujo esa vieja forma abandonada, que me parecía, a la vez, humilde y moderna.
P. de G.— Un género fragmentario, cierto, pero que posee sin embargo un sentido de conjunto…
Quignard.— No para mí. Con respecto al mito colectivo, ésta es una forma estrictamente individual. Se trata de desechos inclasificables que el curso de la Historia ha pasado por alto, una forma que recoge aquello que ha sido relegado al olvido. Son cosas pequeñas en los márgenes del mundo, aquello que un romano como Albucius llamaba sordidísimas, que un moderno como Lacan llamaba objeto pequeño. Es aquello que olvida el discurso o la norma para poder ser precisamente discurso o norma. Es la hospitalidad para el más extranjero. Albucius decía: «Es preciso acoger la palabra letrina y la palabra rinoceronte». Más modestamente, digamos que estos Pequeños tratados son las virutas de aquello que me interesa.
P. de G.— Precisamente, alguno de sus temas favoritos o de sus preocupaciones recurrentes atraviesan estos Pequeños tratados; por ejemplo, el silencio…
Quignard.— Para mí el silencio no es únicamente un tema. De niño, de una manera involuntaria, me quedé varado en el silencio hasta sumirme en el mutismo. El silencio definía a aquel a quien el lenguaje había dejado desamparado, su residuo. Cuando la humanidad adquiere el lenguaje, éste trae consigo una sombra, que es el silencio. No hay silencio sin lenguaje. Y más que portavoz, me siento «portasilencio».
#Realizada por el departamento de comunicación de Gallimard en 2004, fecha de la edición original de Petits traités. Traducción de David M. Copé.
algo tienen los franceses—- rescatan esos «objetos pequeños»–Me quedé sin habla con «Las Mañanas del mundo» —eso es poesía pura—«El Año Pasado en Marienbad» hablo de «las cosas pequeñas en los márgenes del mundo» como algo central en nuestras vidas–la mía y la de mi hijo «diferente»– nos habría gustado un maestro entendido en estas cosas–» pequeñas» marginales»–diría «invisibles»… Buenísima entrevista un acierto, sin duda—
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desechos inclasificables… intenso lugar
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Sin duda los desechos muestran otro decir. Otra dimensión de lalengua que nos es «cara», en los sentidos que esta palabra guarda. Oblivion y silencio, palabra y sonido rítmico: lenguaje.
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