A propósito de la tercera edición de El hilo en el laberinto. Lectura del Seminario de la angustia y sus referencias. Por Helga Fernández.

 

Autores: Verónica Cohen, con Miriam Allerbon, Andrés Barbarosch, Aida Canan, Mirta Carranza, Lilia Cristiani, Rita Chernicoff, Dora Daniel, Manuel D’Onofrio, Helga Fernández, Laura Fumarco, Adriana Hercman, Ivone Meggiolaro, Victoria Moreno, Gabriela Nuñez, Alicia Russ y Clara Salz.

Editorial: Ediciones Kliné y Ediciones Oscar Masotta, 2017.

 

Dar cuenta de lo que podemos llamar la arqueología de este libro, auspiciará como su presentación.

El Hilo en el Laberinto es producto de un seminario coordinado por Verónica Cohen, que se inició en el 2008 y culminó en el 2010, aunque prosigue hasta el día de hoy transitando otros Seminarios y Escritos de Lacan. Este seminario formó parte de la Escuela Freudiana de la Argentina. Como su referencia fundamental, el Seminario La angustia, supuso la modalidad de un seminario en curso.  Un en curso que dio lugar a lo que fue surgiendo en el transcurrir del trabajo, por lo que en las páginas del libro no encontramos una exposición sistemática y ordenada de una serie de aspectos relativos a un tema, más bien nos topamos con oscilaciones, cambios de eje y de rumbo. Pero el hecho de que no haya habido un plan trazado de antemano no indica que la elección misma del tema haya quedado librada al azar, sino que fue desprendiéndose de una lógica no preestablecida que el desarrollo del discurso fue tomando, llevándonos  hacia una coherencia de trabajo. Lo que, entiendo, está en consonancia con  la interrogación sobre cómo proceder en la experiencia, ajena a la posibilidad del cálculo y a toda estrategia destinada a anticiparnos al porvenir.  Por eso, es que una vez que se planteaban cuestiones como producto de las discusiones, el intercambio y lo que quedaba dicho de las clases dadas se decidía por dónde proseguir y cada quién resolvía cómo abordar  o transitar tal o cuál cuestión. Así se dio lugar a un relevo de voces que se expresa o se lee en la diversidad de formas para llegar al objeto a y su lógica. Este contraste  y posta de voces facilitó a su vez que el saber del psicoanálisis no redunde en un saber académico, sapiente, científico y o técnico. Osvaldo Arribas dijo en una oportunidad que a diferencia de la iglesia y del ejercito —yo agregaría de la universidad, aunque se traten de instituciones de distinto orden— una escuela de psicoanálisis trabaja para vaciar el lugar del Papa, del General o del Decano, por lo que no hay elegidos. Trabajo que este modo de trabajar, tan propio de esta Escuela y su formación, propició al haber dado lugar a las voces y no a la fijación de una voz en permanencia.

Lacan, en Situación del Psicoanálisis, respecto de la construcción del objeta a, dice:

«(…) es ciertamente aquel cuyo hilo nos fue dado, pero por un caso extraño ese hilo perdido ha disipado en reflejos sus murallas y, haciéndonos, saltar por la grieta veinte siglos de mitología, cambiado corredores de Dédalo en ese palacio de Ariosto donde la amada y el rival nos desafían, todo no es más que engaño».

 Los autores de El Hilo en el laberinto toman este hilo de Ariadna, para la ocasión tendido por Lacan, partiendo de uno de los últimos atolladeros freudianos: el de la muralla de la castración o de la roca viva de base, para ir más allá de la amenaza de castración y la envidia del pene. Para esto se valen del Seminario RSI donde Lacan, ya con la invención del objeto a, hace de  la inhibición, el  síntoma y la angustia,  campos de existencia y de los registros, dimensiones que no se subsumen una a la otra sino que coexisten en equivalencia de importancia y valor.

Verónica Cohen parte del desamparo como lo que se encuentra, más que al final de un análisis, al comienzo de la vida. Así, realiza el pasaje de la angustia como motor de la represión o de la angustia como causa de represión a la angustia como lo que produce el objeto. Y, en consecuencia, al ras de la estructura del Seminario de La Angustia, produce que el objeto pase de adelante a atrás, a la función de causa, como objeto perdido, para ubicar, finalmente, a la angustia como mediador entre el deseo y el goce.

Este recorrido nos llevó, al resto de los autores, a revisar y reubicar la noción de objeto en psicoanálisis: el objeto de la pulsión, el objeto de la fobia, el objeto fetiche, el objeto de amor, el objeto del duelo y los objetos comunes. También nos llevó a indagar las antecedencias y los modos del objeto a: el objeto perdido, el objeto parcial, el objeto metonímico, el objeto del fantasma, el objeto del deseo, el objeto en el deseo, el objeto causa del deseo, el objeto resto y el objeto abyecto, el plus de gozar, el analista como objeto o el analista en el lugar de objeto, y, entonces, la transferencia y la noción de contratransferencia, para así  retomar este el hilo extraviado.

Cada uno de los capítulos  es factible de ser abordado en la continuidad de su sucesión a la vez que de un modo unitario tanto como la lógica por la que discurren los diferentes hilos que componen la estructura, constituida por los nudos y enredos por lo que el libro va atravesando y conformando, de este modo, su entramado. A contrapelo de tal anudamiento, este entramado se teje mientras se analiza,  desembrolla,  desarma y da cuenta de los problemas estructurales del Seminario de la Angustia, de Lacan.

A pesar de que este libro es un pasaje a lo escrito de lo que se transmitió oralmente en las clases y,  como en todo pasaje de esta índole hay algo que se pierde, se decidió conservar las marcas propias del estilo de la transmisión oral. Por lo que por momentos se torna casi coloquial, sobre todo al final de cada clase, que coincide con cada capítulo, cuando surgen los comentarios, objeciones, discusiones e intercambios entre los presentes.  Esta decisión estuvo sustentada en una ética, porque si la transmisión del saber del psicoanálisis se transmite sólo en  transferencia, esta transmisión,  solidariamente a la transferencia de trabajo y a la transferencia al discurso, no es sin hablar. Dejar esas formas propias del hablar es un modo de decir que la transmisión no es lo que se produce en una temporalidad lineal de relación de causa-efecto, sino en una temporalidad que se asemeja a la de las formaciones del inconsciente y, entonces, para que acontezca necesita de las intermitencias, modulaciones y contingencias, propias del hablar.

El hilo en el laberinto, además de para quienes anduvimos en los pasillos de sus construcción, es un libro interesante en tanto, como  hicieron notar Noemí Sirota y Anabel Salafia en oportunidad de la presentación de El hilo en el laberinto II, es un libro compagnon, como denominan a los libros que acompañan la lectura de otros, en Francia. Sí, como se escucha: un libro compañero. Tal vez podría predicarse de cualquier libro este adjetivo porque ningún libro por más independencia y soledad que ostente se escribió sin tener en cuenta, consciente o inconscientemente, otro u otros libros. Sin embargo, los que llevan el nombre de compañero  lo llevan al desempeñar la función explícita o directa de estar referidos a un otro libro acerca del cual acompañan su lectura. En este caso, como ya dije, El hilo en el laberinto acompaña la lectura del Seminario de La angustia, de Lacan. El trabajo que llevan a cabo los autores acerca, aproxima y hasta hace más accesible la lectura de Lacan. Considero que  la posibilidad de este acompañamiento se debe a que:

– Se amplían o expanden las referencias de aquel otro seminario, de manera que el libro, además del libro en sí, se compone de un CD donde los lectores podrán encontrar en otro formato al del papel otras de las referencias en cuestión.

– Y a que las voces nos otorgan la tonalidad de la posición o las posiciones enunciativas desde la que Lacan habló, a la vez que vivifican con sus cuerpos lo que siendo letra podría quedar  aplanado y en condición de semimuerto.

Compagnon también se llama en  la lengua francesa a una manera de emprender el aprendizaje de un oficio en el que una persona un tanto más avezada, que terminó su aprendizaje pero aún no es maestro o no se ubica en ese lugar, procura abrir camino o demarcar su transitar poniéndose a la par, codo a codo de quien esta iniciándose. Entonces, si este libro es un posible compañero del seminario de Lacan lo es porque los autores-compañeros del discurso ponen a disposición su trabajo a través de esta publicación para que el que esté dispuesto se acompañe en su lectura de Lacan con  la lectura de otros, que es lo mismo que decir con otros. Porque uno (solo) no hace nada.



img_8215-1Helga Fernández: Psicoanalista. A.M.E de la Escuela freudiana de la Argentina. A cargo del grupo de lectura: Lacan con Agamben, y viceversa. Supervisa, da clases y mantiene conversaciones de formación en hospitales de la Provincia de Bs. As. y de C.A.B.A. Autora de Tramoya. O la maquinaria de la voz novelada. Ed. Milena Cacelora. Buenos Aires, 2016. Co-autora de Melancolía, perversión, psicosis. Comunidades y vecindades estructurales. Ed. Kliné/Ed. Oscar Masotta; El hilo en el laberinto I y II. Lectura del Seminario De un Otro al otro, Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta, Bs. As 2016; La carta del inconsciente. Ediciones Kliné – Ediciones Oscar Masotta. Buenos Aires, Buenos Aires, 2007; Feminismos, de Leticia Martín y otras. Letras del Sur, 2017, y, Acuerdo en el desacuerdo. Qeja, 2019. Escribe para diversas revistas: LALANGUE; La Mosca; En el margen, entre otras. Editora para Bs. As. y columnista de Revista En el Margen. Participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis y en grupos de Convergencia. Ver más: http://escuelafreudiana-arg.org/sitio/events/event/lacan-con-agamben-y-viceversa/

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