Por Gisela Avolio.
¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
En Buenos Aires, ciudad en la que nací, tuve conocimiento de la existencia del psicoanálisis en mi temprana adolescencia. No era raro que los estudiantes de bachillerato de finales de la década de los cincuenta y comienzos de los sesenta recibiésemos información sobre Freud y su obra. Esos comentarios escuchados sobre el psicoanálisis, si bien sesgados, me despertaron una enorme curiosidad. Mis primeras lecturas fueron sobre autores que se referían, en lo esencial, a la teoría freudiana. Sigmund Freud era conocido entre los jóvenes, aunque las posiciones frente a su obra conformaban un abanico del que recordaré sólo los extremos: aceptación completa, por un lado, y oposición marcada por quienes la consideraban una práctica burguesa, por el otro.
Mi contacto directo con su obra y su pensamiento fue cuando, tras terminar la carrera de Medicina, ingresé como residente de psiquiatría en el Hospital Gregorio Araóz Alfaro (Lanús, Pcia. de Buenos Aires; también conocido como hospital Evita). La inmensa mayoría de mis compañeros del Servicio de Psicopatología –cerca de doscientos psicólogos y psiquiatras, además de otros profesionales–combinaban la práctica institucional con la privada, en la que ejercían como psicoanalistas. Desde entonces y hasta la fecha sigo formándome en nuestra disciplina, y lo seguiré haciendo mientras pueda.
Tuve tres largas experiencias psicoanalíticas: la primera, en Buenos Aires; la segunda en París, y, la tercera, en Madrid; brevemente diré que me considero muy afortunado por haberlas realizado. Para finalizar apuntaré que llevo cincuenta años practicando el oficio de analista.
¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
Pienso que el psicoanálisis continúa siendo un instrumento potentísimo para interpretar los malestares de la cultura contemporánea y para abordar los sufrimientos psíquicos que se producen en la actualidad. Pero, las nuevas formas de subjetividad generan retos clínicos novedosos. Las grandes mutaciones socio-culturales de las últimas décadas incidieron de manera sobredeterminada en los cambios que hoy en día percibimos en nuestros consultantes. La brecha entre lo que la mayoría de ellos demanda y lo que el psicoanálisis ofrece, se ha profundizado. Y alguna responsabilidad nos cabe en esa situación. No podemos atribuirlo todo a las características preocupantes de nuestra época que, dicho sea de paso, no es de las peores que ha conocido la historia de la humanidad. No cabe frente a ella un rechazo en bloque y rotundo pero tampoco un optimismo ingenuo.
El malestar en la cultura es incurable –lo sabemos– pero también estamos alertados acerca de sus cambios de rostros con el paso del tiempo. Y para que el psicoanálisis mantenga su vigencia y sus aportaciones necesitamos urgentemente reflexionar sobre su teoría y su praxis clínica actual.
Los conceptos psicoanalíticos nacieron con vocación de cambio. Nuestra época no es ya la de Freud –el fundador– ni la de Klein ni de la Lacan. Establecidas las bases del psicoanálisis y recibida una herencia monumental –más que centenaria–, nos toca a nosotros seguir avanzando. Para ellos es necesario combinar lo clásico con nuevas aportaciones. Deberemos saber también a qué renunciar y a qué no podemos renunciar para que la práctica psicoanalítica no se desvirtúe. Tal vez ello implique crear nuevos conceptos acordes con los desafíos contemporáneos; es decir, con una práctica ejercida en un siglo XXI, que ya es mayor de edad. Trabajaremos seguramente con más dudas, pero también con más frescura y con bastante espíritu crítico. La clínica actual nos interroga, nos desvela y revela otros modos posibles de aproximación al padecimiento psíquico. Renovado, el psicoanálisis podrá seguir aportando sus efectos desalienantes, de reconocimiento del deseo, de promoción de la diferencia y de la singularidad en una sociedad que tiende a la uniformidad, a la indiferencia –en todos los sentidos de este término– y a la normativización. En síntesis: podrá seguir ayudando a que cada sujeto –uno por uno y de manera no estandardizada– pueda vivir mejor.
Víctor Korman es psiquiatra, psicoanalista y Doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Ex-médico residente y médico adjunto del Departamento de Internación del Servicio de Psicopatología del Hospital Gregorio Aráoz Alfaro (Provincia de Buenos Aires, Argentina) durante el período 1967-1977, con especial dedicación a pacientes psicóticos. Inició su formación en Buenos Aires y la continuó en París. Reside en Barcelona desde el año 1977. Fue fundador del Espacio Abierto de Trabajo en Psicoanálisis y formó parte del Consejo de Redacción de la revista Tres al cuarto, publicada en Barcelona. Desde 1992 hasta 2004 fue docente de la Escuela de Psicoanálisis con niños y adolescentes de esa misma ciudad. Es miembro del Comité Asesor de iPsi Formación y profesor invitado en el Máster de psicoterapia psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid. Colaboró con artículos y notas en revistas de psicoanálisis y dictó conferencias en las siguientes universidades: Complutense de Madrid, Rovira y Virgili de Tarragona, Central de Barcelona, Universidad de Buenos Aires, Ponce School of Medicine; Psychiatry Department (Puerto Rico); también en hospitales, centros de formación psiquiátrica y psicoanalítica de diversas Comunidades Autónomas de España, en otras ciudades de Europa, como así también en Latinoamérica. Docente en el Grupo de Psicoterapia Analítica de Bilbao (GPAB), en la Asociación Andaluza de Psicoterapia Psicoanalítica y en iPsi (Barcelona). Ha participado como ponente en diversos congresos de Psiquiatría, Psicología y psicoanálisis. Ha publicado los siguientes libros: Teoría de la identificación y psicosis (1977); Nueva Visión, Buenos Aires. Y antes de la droga ¿qué? (1995); primera edición: Grup Igia, Barcelona; segunda edición: nc ediciones, Barcelona, 2009. Tercera edición: ediciones Triburgo, Barcelona, 2014. El oficio de analista (1996); primera edición, editorial Paidós, Buenos Aires; segunda edición, ediciones Triburgo, Barcelona, 2013. El espacio psicoanalítico (2004); Editorial Síntesis, Madrid. Trencadís, (2010); nc ediciones, Barcelona. El analista es un artesano de la palabra y de la transferencia; ediciones Triburgo, Barcelona, 2014. Estudios psicoanalíticos (2017). Trasmisión psíquica intergeneracional inconsciente. Colección en 10 volúmenes sobre las teorías identificatorias de Freud, Klein, Lacan y sobre la perspectiva personal del autor. Ediciones Triburgo, Barcelona.
Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.