Corresponsales de urgencia. Dispositivo en Pandemia, algunas reflexiones. Por Mariana Trocca.

Fotografía, Gina Piva.


El oficio de la palabra, más allá de la pequeña miseria y la pequeña ternura de designar esto o aquello, es un acto de amor: crear presencia. Roberto Juarroz.

Mi agradecimiento a Helga Fernandez por la invitación a escribir estas líneas para la sección Corresponsales de urgencia de la Revista En el margen, a propósito de una tarea que junto a un equipo de analistas y amigos iniciamos hace un par de meses. Su invitación me permite compartir en este espacio algunas reflexiones que me llevan a intentar dar cuenta de una  experiencia nueva en el campo de nuestra praxis. Tal vez sea también ocasión propicia para generar un intercambio con otros analistas acerca de un tema del que no tenemos saber referencial que nos oriente. 

En el ámbito de un sanatorio, tuvimos oportunidad de poner en marcha un dispositivo de seguimiento telefónico diario con personas derivadas a una unidad extra hospitalaria (ex hotel), diagnosticadas con COVID positivo, que están transitando la enfermedad de una manera leve. Allí permanecen 7 a 10 días aislados. El protocolo médico, pensado para evitar el contagio, tiene como eje el cuerpo biológico, en él no hay lugar para el sujeto que, como sabemos, en el discurso de la ciencia está forcluido. Durante esa semana, la persona está sola en una habitación, en un forzoso estar encerrada, sin contacto con nadie -salvo a través del teléfono- le dejan la comida en la puerta, no ve a nadie. Entrar en el «protocolo» es salir abruptamente de lo singular, es una invitación a olvidarse de la subjetividad. 

¿Cómo ubicar nuestro lugar en ese espacio de encierro? Un modo de pensar la espacialidad del psicoanálisis podría ser en relación a lo que Lacan nombra como «el muro del lenguaje»: …el lenguaje sirve tanto para fundarnos en el Otro como para impedirnos radicalmente comprenderlo. Y de esto precisamente se trata en la experiencia analítica… El análisis debe apuntar al paso de una verdadera palabra, que reúna al sujeto con Otro sujeto, del otro lado del muro del lenguaje(1). Allí, en ese campo, la apuesta es a la aparición del sujeto que, como sabemos, siempre es evanescente, entre un significante y otro.

Trabajamos en un marco temporal que resuena en Corresponsales de urgencia: recibimos la derivación cuando la persona conoce el resultado del hisopado y ese mismo día, como un corresponsal, tomamos contacto desde un lugar extranjero a la medicina. En el primer llamado nos encontramos con el impacto que produce el diagnóstico «positivo» y generalmente se abre la preocupación y la culpa por la eventualidad del contagio a sus seres queridos. En los últimos días también el miedo por sus afectos, porque muchos pacientes ya son parte de una familia contagiada. La escucha que ofrecemos intenta dar amparo a cada padecimiento -si lo hubiera- en la singularidad de la historia de cada uno, y se resignifica como tal cuando hay alguien que lo invita a hablar de lo que le pasa. Decía Fernando Ulloa: Cuando escuchamos a una persona con atención psicoanalítica, advertimos cómo se resignifica su relato, no sólo desde lo que le sucede sino, y especialmente, desde el modo como cuenta lo que cree saber o ignorar de sí misma(2).

¿Qué lugar hay para el sujeto dentro del protocolo? Esta pregunta nos orienta desde el inicio, los analistas trabajamos con la singularidad. Todos estamos tocados por la pandemia,  pero cómo nos paramos frente a ella es cuestión de cada uno. Ante la contingencia podemos quedar arrasados, victimizarnos, hablar sólo de lo que «no se puede», pero también hacer de ella una oportunidad para pensar. La contingencia puede ser una puerta que abre nuevas posibilidades. A cada quien la pandemia le interrumpe la vida de un modo diferente: ¿en qué estabas cuando pasó esto? es una pregunta que introduce una temporalidad, relatar parte de la historia y pensar en perspectiva qué va a pasar cuando esto pase.

La tarea que nos proponemos como analistas es escuchar uno por uno, intentar ubicar en qué punto a cada quien esta «interrupción» le permite resignificar alguna situación de su vida. Invitarlo a hablar, hacer relato(3) y así, hablando de cómo se siente, de lo que está pensando, en medio del encierro en que se encuentra se abre una «ventana» que introduce una nueva temporalidad: salir de ese presente congelado, hablando del pasado y pensando hacia adelante cómo seguirá su vida cuando esto pase. Cada sujeto va armando una narración que nos da la oportunidad de hacer sonar otros sentidos, otra «música» que nos permite transitar de otra manera algo del horror y la extrañeza que estamos sintiendo.

Nosotros también nos vemos sorprendidos por los efectos del trabajo que estamos haciendo.

Algunos recortes clínicos.

Mara es una paciente que estuvo asustada y muy angustiada los primeros días, con varios síntomas que le preocupaban y el temor de haber contagiado a un abuelo. Hablaba poco, soy un poco corta -decía- también bastante desconfiada. La experiencia del aislamiento le resultó muy difícil, sentía desesperación por el encierro y no poder salir. Sin embargo, esta mujer que se presentó siendo «corta», siempre estuvo dispuesta al llamado mientras sus relatos se iban alargando por caminos diversos. Tenía curiosidad en conocer el tratamiento con plasma, hablamos sobre eso. Cuando hicimos el cierre se despidió diciendo: decidí que cuando se pueda voy a ser donante de plasma. Es lo mejor que me llevo de aquí, si eso sirve para salvarle la vida a una persona, valió la pena el garrón que me comí esta semana. Gracias por ayudarme.

Pedro, un joven de 30 años, con hijos pequeños, agradeció el acompañamiento diario que le dio oportunidad de hablar con alguien de sus miedos y angustias (que no eran solo por su salud). No quería transmitirle a su mujer los fantasmas que lo acosaban,  ella estaba suficientemente angustiada, sola en casa con los niños. 

A Nora la desesperaba separarse de su hijo de 4 años: me mata dejarlo solo, no lo voy a aguantar (el niño estaba en la casa con su papá). Para ella el asilamiento de 8 días resignificó la muerte de su mamá, que había muerto joven de una enfermedad que no se explicaba. Esa pérdida coincidió además con el primer embarazo de la joven y el duelo quedó en suspenso. Lloró mucho recordando ese momento. Un día dijo: me quedé pensando en una palabra que te escuché el primer día que me llamaste. La anoté en un papel porque no sabía qué quería decir: «contingencia». La busqué en Google. Ahora pienso que tal vez lo que pasó con mi mamá fue un imprevisto, del que nadie podría ser culpable. Me alivia un poco pensarlo así. Descubrir que la muerte nos toca y que nadie está exento ni por fuera de ella, fue para esta paciente una novedad.

Siguió hablando de la relación con su hijo, con quien la une un lazo de mucho apego y le preocupa que aún use chupete a la hora de dormir con ella en la cama. Con una mano me acaricia el pelo, con la otra se agarra el chupete. Se sorprende con una pregunta que le hago: ¿Y  ahora cómo se duerme? se ríe y dice: tal vez está aprendiendo a dormir sin mí. Al momento de despedirnos Nora pidió una derivación para que la ayuden a que su hijo deje el chupete y pueda dormir solo en su cama. Fue un alivio empezar a pensar que algo debe perder. Recortar un significante que había escuchado de la analista y tomarlo para pensar de otro modo el acontecimiento de la muerte de su mamá, también le trajo alivio. 

Tomar las palabras que nos llegan del otro para hacer con ellas un texto propio, es una tarea que concierne a los analistas. Hacer lugar al decir del otro en medio de una situación de desamparo, ubicar lo singular de la historia de cada uno, pudiendo diferenciar en la escucha el enunciado de la enunciación. A un analista se le puede hablar como al resto de los mortales, pero sus palabras tienen un alcance diferente. Dice Lacan: Ahora bien, el analista se distingue en que hace de una función que es común a todos los hombres un uso que no está al alcance [portée] de todo el mundo, cuando porta [porte] la palabra [parole]. Pues es efectivamente eso lo que hace para la palabra del sujeto, aun con sólo acogerla, como lo hemos mostrado más arriba, en el silencio del oyente. Pues ese silencio comprende la palabra, como se ve en la expresión guardar silencio que no quiere decir solamente no hacer ruido, sino que se calla en lugar de responder(4).

Yenny vive en una villa, habla del miedo por la eventualidad de haber contagiado. Tengo una familia numerosa, somos 8 y vivimos en una casa pequeña. Acá me tratan re bien, todos me cuidan, si ellos se contagiaron me daría mucha culpa, no tienen obra social. Abrimos un espacio para desplegar esos miedos por los que asomaba también un sentimiento de culpa social. Habla de su trabajo y los estudios que estaba cursando, de sus ganas de «salir del barrio», quiero salir de ahí. Así fueron asomando algunas dificultades por muchas cosas a las que no se anima; soy muy tímida… todo me da vergüenza. Cuando nos despedimos me pidió una derivación para trabajar su vergüenza porque hablando conmigo se dio cuenta cómo eso le limitaba la vida. «Salir de ahí» tomó otro sentido y apareció como un paso previo que estaba pendiente.

El dispositivo que estamos implementando no es un análisis, es un modo de bordear lo real con un marco simbólico y que produzca un nuevo imaginario. El analista da su presencia, en principio ofreciendo escuchar, y así se va construyendo un marco que alberga y aloja. No tiene que ver con un lugar ni con una espacialidad, es una presencia que implica no estar todo el tiempo presente, una presencia que da lugar a la falta, a los silencios, a las preguntas y que no alude a una localización física. La diferencia la hace la sensibilidad para poder estar ahí para el otro en momentos de tanto anonimato. La presencia del analista está en relación a la oferta de escucha, es «hacer sentir» que uno está ahí, y esto ocurre por el deseo de analizar que en este contexto de pandemia se arriesga a crear las formas que la contingencia requiere. Por eso pienso que la transferencia al discurso analítico es del analista, basta con eso para que la escucha se produzca desde cierta posición y entonces desde ahí señalamos, recortamos, subrayamos… interpretamos.

Por ahí anda la ventana que a veces logramos abrir dentro del aislamiento. En ese mundo que se tambalea, el aislamiento queda perturbado cuando se produce el encuentro con algo de lo íntimamente desconocido, como un descubrimiento de cada uno, algo nuevo aparece en el relato y el sujeto despierta. 

El campo debe estar disponible para que allí aparezca la oportunidad de que eso nuevo acontezca. Cuando sucede,sorprende al paciente y también a cada uno de nosotros. 

Las cosas no son evidentes, hay que construirlas, y éste es un descubrimiento colectivo. 

Dice Hugo Mujica, poeta argentino:

Hay tajos

que son de amor 

​​que nos abren un adentro; 

​​​​hay tajos, 

​​esos mismos tajos, 

​​​​que nos salvan de nosotros: 

que nos regalan su afuera.


[1] Lacan, Jacques: El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Paidós, 1983. Pág.367

[2] Ulloa, Fernando: La novela clínica psicoanalítica. Libros del Zorzal. 2012. Pág. 33

[3] El verbo relatar significa volver a (re-) llevar (lat-) unos hechos al conocimiento de alguien, y en cierto modo equivale a narrar algo describiéndolo vívidamente. Viene del verbo latino refero (volver a llevar).

[4] Lacan, Jacques: Variantes de la cura tipo. Escritos I. Siglo XXI Editores, México, 1971. Pág. 337.


Mariana Trocca. Lic. Psicología, Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Coordinadora de salud mental Medife-red nacional-.

3 comentarios en “Corresponsales de urgencia. Dispositivo en Pandemia, algunas reflexiones. Por Mariana Trocca.

  1. El texto de Mariana Trocca, conmueve , abre una ventana que airea la densidad de la atmósfera pandémica qué nos afecta, y afecta, nuestra praxis . Recuerda algo esencial qué:» A un analista se le puede hablar como al resto de los mortales, pero sus palabras tienen un alcance diferente…Hacer lugar al decir del otro en medio de una situación de desamparo, ubicar lo singular de la historia de cada uno…» Nos propone así una vía regia para encontrar lo particular de cada quien, eso imposible de protocolizar, dónde respira el sujeto.

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