Gisela Avolio, responsable sección.
Editorial Helga Fernández y Ricardo Pereyra.
¿Cómo y cuándo descubrió el psicoanálisis?
Debería dividir mi respuesta en dos partes: una parte que hace al contexto del descubrimiento y otra que hace a lo que llamaría -parafraseando a Lacan- la reinvención, el -podríamos llamarlo- singularizamiento. Pero aunque entiendo que uno y otra no se confunden, se interpenetran de tal modo, es tan fina la piel osmótica que los divide, que no es posible sino ir dejando que cada uno vaya abriéndose paso en los intersticios del otro.
De inicio, claro, un mito. Lo digo así: crecí en un barrio de la zona norte del gran Buenos Aires. En el silencio que reinaba en aquel tiempo, aprendí a cruzar la calle oyendo; oír era el punto por donde uno se asía a la vida. Entonces, me hice psicoanalista.
El descubrimiento sucedió temprano, con un análisis con una analista kleiniana. Supe allí que eso era lo que quería hacer pero -igual de importante- que no era así como lo quería hacer: me apasionaba la idea de asomarme a algo que percibía como enigmático pero ya me sublevaba la impresión de que esa analista intentara hacer calzar una generalidad de vaya a-saber-uno-qué-simbolismo; lo sentía como brutal y doloroso. Y, efectivamente, me rebelé y dije mi dolor. Como efecto, me encontré con una analista lacaniana formidable: con ella empecé a burilar el así.
Después fue la Universidad: allí hacía el CBC para Derecho; y me enfermaba, cada vez, con los parciales de Derecho Privado. Eso abrió una pregunta, pregunta que terminó por llevarme a la carrera de psicología. Ya en la materia “Psicología” del CBC empecé a leer a Freud: fue el encuentro con las letras que decían lo que me permitía ordenar algunas cosas que sospechaba desde temprano y que había entrevisto en mis análisis.
Y en la facultad vino el encuentro con Lacan, que tuvo sus bemoles: me apasionaba lo que leía pero me costaba bastante sentirme atravesada por el modo en el que los docentes lo presentaban -después entendí el porqué de mi reticencia a ese modo-. Buscaba, entonces, ser atravesada por Lacan a través de autores que venían de otros campos disciplinares: Barthes, Levi-Strauss, Althusser. Hasta que di con una cátedra -creo que la materia era “Dispositivos clínicos en psicoanálisis” o similar- en la que leían a Lacan abriendo al diálogo con sus fuentes y, especialmente, desde una posición de transmisión que era absolutamente diferente a aquello con lo que me había topado hasta ese momento. En esa cursada encontré a quien sería mi analista durante largos años, un analista por quien siento una enorme gratitud -por qué no decirlo-: Jorge Presta.
Pero sucede que mientras iba a la Universidad cantaba. Había cantado siempre, pero en esa época, cantaba con otros -después estudiaría canto-. Y me conmovía lo que pasaba con la materia sonora, cómo eso hacía cuerpo.
Y sucede también que mientras estudiaba empecé a trabajar de acompañante con una chiquita esquizofrénica, gravísima. Ese encuentro me marcó de una manera que hizo que nunca más haya podido separarme de la pregunta por qué hacer con esos niños padecientes; toda mi clínica está marcada por ese encuentro.
En la facultad, también, encontré a uno de mis maestros: Hugo Vezzetti. Claro que él no trabajaba de analista hacía tiempo; sin embargo, diría que él me enseñó a leer. Había un tempo que latía conjunto entre mis inicios en la clínica, mi nuevo análisis y el modo en que la lectura que proponía Vezzetti hacía tramas; soy deudora de ese entramar.
Entonces, en algún momento, aposté a juntar: clínica con niños gravísimos, práctica de la voz. Esa apuesta me llevó a habitar muchos años el Hospital de Día Infantil del Centro 1 -La Cigarra- y a encontrar a mi otro maestro, Roberto Harari: él me ayudó a oír. Tal vez, a entender que, como se dice en el canto, se trata de encontrar el propio registro; y de colocar la voz.
¿Qué considera que el psicoanálisis puede aportar a nuestra contemporaneidad?
Me gusta pensar esta cuestión desde lo que llamamos con Lacan la extensión del psicoanálisis.
De un lado, se trata de pensar qué de lo que oímos de nuestros analizantes vierte hacia el modo en el que nos encontramos tomando posición frente a determinadas cuestiones. O, un poco al modo en que Harari trabajaba la noción de lo in-mundo, cómo entramos a tallar en la babélica confusión de lenguas a la que nos convoca nuestra inserción en el mundo político. Sigue guiándonos a este respecto el modo en que Freud trabajó en “Psicología de las masas…” o en “El malestar en la cultura”, o Lacan en sus reflexiones sobre la segregación: eso que lee conjuntamente lo singular y lo colectivo por el hecho de que no pueden ser separados, de que no son sino anverso y reverso oscilantes. No se trata, en cambio, de una aplicación, una extrapolación extemporánea de la intensión. En este sentido, creo que los analistas tenemos para ofertar una posición de lectura, una posición ética, pero no saberes prêt-à-porter para lo que puede aparecer como “lo nuevo”, “la coyuntura” u otras cosas similares; no me parece que haya una suerte de “opinión del psicoanálisis” o, incluso “de los psicoanalistas”. Más aún, entiendo que respecto a determinados cambios le cabe al psicoanálisis, lo mismo que a la filosofía, la hora del búho de Minerva.
De otro lado, hay un lugar que le toca al psicoanálisis en el diálogo con otras disciplinas: allí la noción de importación conceptual es la clave. Así como el psicoanálisis va recortando de otros discursos elementos que, puestos a trabajar dentro del campo que le es propio, pueden hacerlo avanzar, plantearle interrogantes, generar torsiones, también secreta hacia otros campos sus propios conceptos. Me sigue pareciendo que el Das Unheimliche freudiano es la muestra más hermosa de esa conversación que redefine, cada vez, los márgenes y los conceptos de las diferentes disciplinas. Diría que, más que un aporte, eso sería el modo en el que el psicoanálisis impacta y se deja impactar por otros saberes.
Finalmente, diría que el psicoanálisis tiene un lugar en lo que llamaría la invención de nuestros contemporáneos. Freud inventó como contemporáneos a Edipo, a Moisés; Lacan, a Sócrates, a Hamlet. Algo de esto opera un efecto respecto del modo en que leemos la historia y los relatos; un modo que no es el mismo desde la llegada del psicoanálisis; una insistencia que inquiere la forma en que miramos y leemos nuestra realidad. Aunque ha ido variando de interlocutores, esa hendija guarda un espacio siempre fértil para alojar al sujeto en ocasiones en las que se proponen alternativas que, en virtud de ciertos parámetros de eficiencia o de uniformidad, pugnan por silenciarlo en nombre de “la actualidad”, “los cambios de paradigma”. Está claro que las coordenadas socio-históricas traen cambios en los modos de lazo e interrogan la constitución del sujeto. Está claro, también, que el psicoanálisis debe ser interpelado por esos cambios. Freud trazó los lineamientos de una praxis con una única regla fundamental; lo que evidencia que no son las “reglas” las que lo definen sino una posición de escucha: atenta a atrapar al sujeto al vuelo.
María Rizzi / Psicoanalista. Miembro de Mayéutica-Institución Psicoanalítica. Docente UMSA y UBA. Supervisora CENTES 2 y 3. Ex concurrente, tallerista y supervisora del Hospital de día infantil «La Cigarra», C.S.M Nº 1 «H. Rosarios». En el mismo C.S.M., instructora de concurrentes y tallerista del Hospital de día de adultos. Ex supervisora de equipos de niños y adolescentes del C.S.M. Nº 3 «Dr. A. Ameghino», Htal. de emergencias psiquiátricas «T. de Alvear», Fundación Buenos Aires y Fundación Tiempo.
Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.