Hoy, en este contexto de confinamiento, aislamiento social obligatorio y amenaza de muerte a causa de un virus del que casi nada sabemos, vivimos con la sensación de que mucho de lo que fue dicho “antes de” está perimido o ahora, ya mismo, no es de utilidad. Al desasosiego se le suma, por contraste, el requerimiento de representaciones que den cuenta de lo que pasa y nos pasa. Por estos días lo único que a algunos nos mantiene medianamente en paz es leer a quienes se animan a decir, aunque se equivoquen o sepan que lo que arriesgan es provisorio y hasta erróneo. Ante el espesor de la incertidumbre, se patentiza la necesidad de discurso, de ficción, de metáforas que nos ayuden a habitar un mundo que se parece mucho a un ultimátum.
En el margen inaugura, esta nueva sección. Nueva, no sólo porque es otra distinta a las que ya existen, también porque aquí no se hablará estrictamente de psicoanálisis. Esto último por dos razones:
Afirmamos fuerte que es necesario para la existencia, no sólo de las personas sino también de los discursos, entrar en contacto con lo otro. Más todavía, si lo otro también es lo que estamos atravesando.
De todos modos y pese a todo, continuamos dentro de la ética del decir. Una ética que lanza a la totalidad del Logos (el modo como Lacan mencionó a la comunidad en tanto soporte de la dimensión simbólica) otra cosa que datos, y, a la vez que procura seguir diciendo, continúa tramando lo que urge.
Dadas las circunstancias, llamamos a esta sección Corresponsales de urgencia.
Editorial: Helga Fernández, Patricia Martínez y Gerónimo Daffonchio
El texto que hoy presentamos pertenece a Juan Carlos Mosca, publicado el 29 de junio del corriente en la Revista Tesis Psicológica, Fundación Universitaria Los Libertadores, Bogotá. Mosca, J. C. (2020). Vulnerables en la ciudad amurallada. Tesis Psicológica, 15(1), 1-7. Recuperado a partir de: https://revistas.libertadores.edu.co/index.php/TesisPsicologica/article/view/993
VULNERABLES EN LA CIUDAD AMURALLADA
La amenaza de la pandemia y las respuestas sanitarias por la expansión del virus SARS 2 CoVid 19 a nivel planetario, han producido un acontecimiento discursivo con interrogantes sobre su alcance y perspectivas, siendo que podría llegar a consolidarse la tendencia al aislamiento, segregación y vigilancia social, aplicando las nuevas formas de producción y nuevas tecnologías que se están desarrollando particularmente desde el comienzo del presente siglo y abriendo una nueva dimensión biopolítica. Ante la ausencia de cura o prevención farmacológica, la respuesta en mayor o menor medida, según los países, ha sido el recurso del aislamiento social y el control del cumplimiento de ese aislamiento. Este recurso parece tener resultados aceptables, y un debate se ha abierto sobre las consecuencias sociales y aún éticas de su alcance. El control social se potencia con las actuales tecnologías. El teletrabajo, la geolocalización, etc. son tema en debate. Simultánea y paradójicamente, en el auge de la globalización, resurge el paradigma de proteger la vida en aislamiento bajo un modelo que denominamos, -tomando las palabras de H. Kissinger- la ciudad amurallada. Surge la pregunta si, a la salida de esta pandemia, estaremos menos o más vulnerables en las nuevas murallas planetarias.
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
Traspasado por un rayo de sol
Y de pronto… anochece
Salvatore Quasimodo(1)
Freud señala en el segundo apartado de El Malestar en la Cultura(2), que el sufrimiento nos amenaza por tres lados: nuestro cuerpo, condenado a la decadencia; el mundo exterior y la naturaleza, con sus fuerzas implacables; y finalmente por las relaciones con otros seres humanos.
Esta última fuente del sufrimiento nos resulta la más dolorosa ya que esperaríamos que las instituciones creadas por el hombre para protegerlo del desamparo, no lo mortifiquen del modo que lo hacen.
Con la situación actual de pandemia por el virus SARS 2 CoVid19, nos amenaza la naturaleza, se evidencia la fragilidad de la vida, y se han puesto a prueba nuestros recursos institucionales como especie. Como en la cita de Quasimodo, de pronto anochece, y se ha configurado una situación nueva, impensada, no calculada, y de consecuencias aún imprevistas.
Communitas e inmunitas
En la colección de textos titulada Sopa de Wuhan(3), se incluye un artículo de Paul Preciado: Aprendiendo del Virus. Este artículo fue publicado originalmente en el diario El País, de España, el 28 de marzo de este año. En este texto Preciado, citando al filósofo italiano Roberto Esposito(4), menciona el vínculo entre los términos comunidad e inmunidad(5). Según el autor, en latín “munus” denominaba el tributo a pagar por vivir en comunidad, la cual era el “cum” (con) “munus”; un grupo humano ligado por esa obligación. “Inmunitas” en cambio era el privilegio, por el privativo que niega el “munus”, de liberarse de pagar el tributo.
Podríamos entender que la globalización nos expone a pagar el tributo de una peste. Pero pestes hubo en toda la historia humana. En nuestro concepto diríamos que la comunidad, o mejor dicho la cultura, nos exige un tributo, y ese tributo implica una renuncia de goce, lo que genera el malestar.
Pero hay otro término que señala Preciado, siguiendo a Esposito. Recuerda el término“demunido”, es quien está desprovisto no tanto del tributo, del cual el inmune está exonerado por la autoridad, sino que el demunido está excluido de los beneficios de la comunidad.
Señala Preciado que según Roberto Espósito toda biopolítica es inmunológica y supone establecer una jerarquía entre aquellos que están exentos de tributos (los que son considerados inmunes) y aquellos que la comunidad percibe como potencialmente peligrosos (los demuni) y que serán excluidos en un acto de protección inmunológica. El estado de excepción es la normalización de esta insoportable paradoja. Preciado llega a plantear la siguiente hipotética ecuación: “dime cómo tu comunidad construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus epidemias y cómo las afrontarás”
Episodio o cambio de época
El ya anciano Henry Kissinger, el 3 de abril pasado, en el momento calamitoso de la pandemia en los Estados Unidos, publicó un artículo en The Wall Street Journal, cuyo título se tradujo en español “La pandemia de coronavirus alterará el orden mundial para siempre”(6). Vemos por una parte que, si su previsión fuera acertada, ese título está prediciendo un cambio de época. Pero además de ese punto y entre otros argumentos, Kissinger recurrió a la ficción de la ciudad amurallada; afirma que la sociedad moderna se construyó sobre el mito de origen de haber nacido en una ciudad amurallada, una fortaleza cerrada gobernada por un soberano autoritario, quien en forma a veces despótica u otras veces benévola, cuidaba de sus habitantes. Pero afirma que esto es una leyenda, la modernidad nació con la ilustración, en la cual las fortalezas fueron dejando paso a ciudades abiertas y transitadas. En ese sentido, dice Kissinger, la actual pandemia alienta un anacronismo, el regreso a la idea de la ciudad amurallada para protección de sus ciudadanos.
Finalmente, para el escritor francés Michel Houellebecq la situación es distinta, no opina que el mundo vaya a ser sustancialmente diferente luego que pase la pandemia, salvo en que será “un poco peor”(7).
Intervino el 4 de mayo pasado con una carta titulada “Un poco peor”, difundida en Francia y luego traducida a varios idiomas.
Houellebecq afirma no creer en declaraciones como “ya nada volverá a ser igual”, dice que “Por el contrario, todo permanecerá exactamente igual. El curso de esta epidemia es incluso notablemente normal” y subraya “Durante muchos años, todas las evoluciones tecnológicas …. han tenido como principal consecuencia la reducción de los contactos materiales, y sobre todo humanos. La epidemia de coronavirus ofrece una razón magnífica para esta fuerte tendencia: cierta obsolescencia que parece afectar las relaciones humanas”. Y concluye la carta: “No despertaremos, después del confinamiento, en un mundo nuevo; será lo mismo, solo que un poco peor”.
Sea por las razones invocadas por Preciado, por Kissinger, o las de Houellebecq, vemos que hemos creado un acontecimiento discursivo, y por tanto social ya que afecta el lazo social; y nos amenazan nuevas o viejas murallas.
Con ello, todo nos devuelve al argumento freudiano sobre las tres fuentes de nuestro común sufrimiento. Observamos así que frente al desamparo ante las fuerzas naturales y la decrepitud del cuerpo finalmente nos resignamos, ya que resulta vano cualquier esfuerzo y nada podremos hacer; pero frente al malestar generado por el orden social creado supuestamente para nuestro bien, y que cumple tan mal su tarea, no deja de asolarnos el asombro y la decepción.
A modo de conclusión
Es cierto que resulta demasiado pronto para concluir, de todo modo podemos señalar algunos puntos destacables. En primer lugar, que la actual pandemia no es solamente un tema sanitario, la cuestión sanitaria es un hecho social y del orden de la biopolítica(8). Mantenemos la indecisión acerca de si se trata de un episodio, un momento en un progresivo camino hacia el aislamiento y control social, como afirma Houellebecq, o como dice Kissinger abre a un cambio de época. Pero su impacto social, y en la subjetividad de la época, resulta innegable. La pandemia se superará, dejando consecuencias. Una de ellas es la renovación del brillo de la ciencia y su captación del interés público, como discurso ordenador y también como parte de la sociedad del espectáculo a la cual se han integrado numerosos científicos. La ciencia refuerza su influencia y, al mismo tiempo, crece -casi al modo de una capa social- el desarrollo de un agrupamiento denominado “los expertos”.
Claro que los expertos son necesarios, obvio, incluso imprescindibles. Resulta evidente que si alguno de nosotros se enferma bien quisiera ponerse en manos expertas. Pero cierta consecuencia de la apropiación biopolítica por parte de esta capa social, y de su alianza con los políticos profesionales tradicionales, es el surgimiento de un nuevo polo de poder discursivo a escala planetaria. La tecnología les ofrece herramientas fundamentales e inaccesibles a los otros, a nosotros.
Una crisis sanitaria mundial, y la presente no será la última, requiere intervenciones expertas. Exige tecnología, planificación coordinación de políticas, decisiones tomadas en base a evidencias, gobernanza, y correlativamente disciplina social. Y un grupo de expertos en condiciones de gestionarla a escala global. Es una situación excepcional.
La pregunta, aún sin respuesta, es si esta situación excepcional continuará como norma. Si se normativizará más allá de la pandemia. Si eso sucediera entonces, el control social y la vigilancia se extenderían refinadas por sofisticadas herramientas tecnológicas y comunicacionales. ¿Qué comunidad, que inmunidad y qué exterioridad, produciría esa nueva ciudad amurallada de escala mundial, de la cual no queda resto extramuros?
Por último, en ese horizonte, nos preguntamos cuál sería el porvenir para nuestra práctica psicoanalítica, que de por sí es una práctica extramuros. Cuál sería su porvenir si los muros alcanzan a todo el planeta. Siendo aún más vulnerables, en esa sociedad amurallada.
Buenos Aires, 9 de mayo 2020
1. Salvatore Quasimodo, Ed è súbito sera
2. S. Freud, El Malestar en la Cultura, en O. Completas Tomo XXI página 76. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
3. Varios Autores, Sopa e Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Editorial ASPO, Pablo Amadeo Editor. Buenos Aires, marzo 2020.
4. Roberto Esposito, Communitas, Amorrortu, Buenos Aires 2003. R. Esposito, Inmunitas, Amorrortu, Buenos Aires 2013.
5. Paul Preciado, “Aprendiendo del virus”,en Sopa de Wuhan, página 165
6. Henry A. Kissinger, “The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order”, enThe Wall Street Journal, columna de opinión en la edición del 3 de abril 2020.
7. Silvina Friera: Michel Houellebecq y el coronavirus: “La muerte nunca ha sido tan discreta como en las últimas semanas”. En el suplemento Cultura y Espectáculo, del diario Página 12, Buenos Aires, 6 de mayo 2020.
8. El concepto fue desarrollado en la obra de Michel Foucault, v.g. en “Vigilar y Castigar” y en “La voluntad de saber” (Tomo I de La Historia de la Sexualidad)
Juan Carlos Mosca: Practicante del psicoanálisis en la ciudad de Buenos Aires. Miembro participante en la Biblioteca Sigmund Freud de Porto Alegre, Brasil. Ex docente universitario (UBA, UNLP, UCES) y participante invitado en 17 Instituto de Estudios Críticos, Ciudad de México, y en la reunión de Semilleros de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Los Libertadores sede Bogotá. Autor de diversos textos y artículos en publicaciones colectivas tanto en formato libro, revista en papel como así mismo en formato digital.
Un comentario en “Corresponsales de Urgencia. Por Juan Carlos Mosca.”