El malestar en la cyberlización. Intercambio postal 9. Por Gisela Avolio.

Esta carta forma parte de la sección El malestar en la cyberlización, y está escrita y entramada en relación a cada una de las cartas anteriores publicadas en la misma.
Cuidado editorial: Gerónimo Daffonchio, Gabriela Odena, Ricardo Pereyra y Amanda Nicosia.

17 de febrero de 2021, Barcelona, España

Querida amiga de interlocuciones

Las circunstancias de lo contemporáneo nos presenta otro modo del enigma que nos exige a los psicoanalistas intentar decir algunas cuestiones. Aún en esas ocasiones, suele ser útil retomar algunos conceptos fundamentales y apoyarse en su función, tal como lo  hacen  las fantasias del poeta diurno que es el niño cuando juega y que recordabas con tu cita.

Pero los días de amenazante viralidad, cuando la vía pasa de reggia a telemática y la voz “aislada” e informáticamente decodificada es la que arma la espacialidad del análisis, esto ¿nos enfrenta al encuentro con una originalidad diferente?

Una vez mencioné que lo original, o aquello que se pretenda tal, siempre está un poco infectado de repetición; y es en esa repetición que encuentra la diferencia el psicoanálisis.

Si algo podemos seguir afirmando, aunque no neguemos el advenir de otros modos de lo real -como me explicabas-, es que en nuestra práctica lo que orienta es el objeto y la realidad es la del inconsciente. Por eso, en mi intento de retomar la carretera principal: la voz; la mirada como objetos, y la transferencia como puesta en acto de la realidad inconsciente son lugares de referencia.

En tanto lo digital es la dimensión de la “aletósfera” que hemos instrumentado en estos últimos tiempos para trabajar, me pregunto si con el uso de lo telemático ¿es posible no propiciar la interferencia que toda transferencia de por sí ya es, si su estructura de ficción se resiste a entrar en una lógica digital?

Sin dudas el niño hoy transcurre gran parte del tiempo en el mundo virtual. La escolaridad y los juegos ocurren en la pantalla. Por eso me resulta tan oportuna esta propuesta que haces de distinguir que la virtualidad de la que habla el psicoanálisis (en su relación con lo fantasmático y la imagen) no es necesariamente la misma que refiere a lo digital. Que la palabra virtual ha ganado otros sentidos que no implican la caducidad de los anteriores.

Que para el psicoanálisis la virtualidad de la imagen especular se halla en relación a una imagen sensible, que está atravesada por el anillo de lo simbólico. Esa identificación especular del estadio del espejo es por y gracias a la función simbólica de la mirada del Otro.

Ciertamente esta discriminación es necesaria así como la resaltas, en tanto la imagen digital no se construye con los tiempos lógicos del psiquismo porque es una señal eléctrica que configura la imagen para que sea vista, habiendo sido esta a su vez, producto de la operación matemática de un dispositivo.

Se conforma con la combinatoria especifica de los bits y por efecto del procesamiento. Es decir que esa imagen no es venida de la mirada humana, aunque puede llegar a tener efectos morfogénicos; esto último, muchas veces lo revela la clínica con los niños que solo pueden hablar a modo de personaje animado de tv. 

No homologamos esa virtualidad a lo digital, porque para el psicoanálisis hay una diferencia simbólica respecto del lenguaje que sostiene esa virtualidad. El inconsciente tiene estructura de lenguaje y este supone la existencia del equivoco; en cambio el bit no es un significante. Es sabido que la fundamental diferencia que trae el lenguaje inconsciente es el juego de sentido porque no hay programación. En todo caso, hay la falla de traducción y la inolvidable carta 52 es el esquema freudiano que lo plasma.

Hace unos meses leía a Bifo Berardi (2) que habla de una mutación -respecto de la cuál creo que habrá que ver que impacto producirá en los sujetos a advenir- entre la infoesfera alfabética hacia la infoesfera digital que plantea un modelo de pensamiento en el que la concatenación entre elementos no sería conjuntiva, sino conectiva.

La concatenación conjuntiva implica la producción de sentido que la relación de un elemento a otro puede hacer nacer. En la conectiva, la concatenación solo puede generar un sentido dentro del diseño preestablecido, hay agentes del sentido previamente formateados y fuera de ese código no hay otro sentido posible, es decir: es unívoco; se reconoce la secuencia algorítmica y da una respuesta diseñada a eso, en este marco no hay ambigüedad ni interpretación por la significación.

Así como también la imagen digital es un escenario que garantiza la reproducción metonímica -como las pantallas de los juegos digitales que pasan de una a otra- la replicación digital evoluciona a un ritmo que no es el del cuerpo pulsional. Por eso, es interesante pensar que este lenguaje digital no es neutro, es programado.

Entonces, creo que es innegable que si algún aplanamiento produce la comunicación digital, es de la estructura de terceridad que el lenguaje implica.

Porque sabemos que ese carácter ficcional que sostiene los cuerpos se construye en base a tres y no en el dos de la reflexividad o de la decodificación algebraica como bien hablabas.

¿Será posible que esa palabra «virtual» siga nombrando, como en un principio, la referencia al lugar de la actividad del fantaseo donde -como mencionabas- se configure un ámbito en el que pulsión, deseo e imaginario fabriquen un montaje movidos por el objeto a?

En este fluir digital continuo e infinitamente plástico: letosas de las que los analistas también nos servimos para trabajar en la clínica con niños, ¿es posible un lugar de resonancia (3) sin la presencia física? ¿Con qué objetos pulsionales contamos para que trasladen ese decir del cuerpo?

No hay ninguna originalidad en esto, contamos con la voz, ese objeto pulsional privilegiado por dar cuerpo a la función significante del intervalo. “La función de la voz siempre hace intervenir en el discurso el peso del sujeto” (4) dijo Lacan.

Claro que en el dispositivo se tratará de aislar una función de la voz que sea capaz de crear un pasaje material entre uno que habla, y otro que escucha.  La voz, “cuña que rompe el silencio que hay allá afuera y también dentro del desierto digital” (2) como dice Bifo Berardi. De modo que si hay voz, ésta estará dirigida a otro para que en eso que se dice a otro, aquel que habla pueda escuchar que es él quien dice

Un niño inició su tratamiento varios años atrás profiriendo la creencia de poseer poderes especiales que le permitían ver “hasta el interior del cuerpo de las personas”. Encuentra cierto alivio cuando esos pensamientos que se le imponían con rigidez, se vuelven objeto del juego y la fantasía y son silenciados más tarde hasta el olvido. Actualmente, en el transcurso de una sesión por videollamada dice que evita el bochorno de ser visto en reuniones virtuales con sus compañeros y docentes con una expresión curiosa: “silenciando la cámara”.

El acto de silenciar la cámara ensaya su equivalente: ausentarse de la mirada, de esa especie de “mirada omnivoyer” que sorprende al sujeto haciendo él mismo de mirón del cuerpo de esas personas (sus pares, que también pueden ser vistos en la pantalla). Esa mirada que es la presencia del Otro, y la voz que lo reducen a la vergüenza, en tanto localiza ahí al sujeto que se sostiene en una función de deseo.

Si acordamos en considerar que así es como algo de lo pulsional se hace presente, insiste y resiste a la dimensión digital ¿Podremos afirmar que así es como un “tour del dicho” en un análisis se recorre en estos tiempos?

Si antes y después de todo se trata del decir en un análisis, será tratar de hallar en lo que se oye la particularidad de una lengua donde se descompone su unicidad, porque si «la lengua es lo que de ella practica el inconsciente»(5) la presencia de un tropiezo nos puede hacer entrar en otra dimensión en tanto dit-maison.

Gisela Avolio

  1.     https://psicoanalisisalmargen.wordpress.com/2020/04/05/el-psicoanalisis-un-hacker-del-sistema-por-helga-fernandez/
  2. Berardi, Bifo Franco “Fenomenología del Fin”. Ed Caja Negra. 2016
  3. Ferreyra, Norberto “La dimensión clínica del análisis”. Ed Kliné. 2005
  4. Lacan, J. Seminario 6 “El deseo y su interpretación”. Ed. Paidós
  5. Milner, Jean Claude. «El amor por la lengua». Ed Nueva Imagen. 1980.

Gisela Avolio, actualmente trabaja como analista, es miembro fundadora de la Escuela Freudiana de Mar del Plata, y miembro de Fondation Européenne pour la Psychanalyse. Fue Residente de Psicología en el Htal. Subzonal especializado Neuropsiquiátrico Dr. Taraborelli (Necochea, Bs. As.). Dicta clases en las actividades de la Efmdp, y allí coordina el dispositivo Práctica psicoanalítica con Niños y Adolescentes, desde 2010; actualmente es docente y supervisora de la Residencia de Psicología Clínica de los Hospitales Provinciales de Necochea y Mar del Plata. Y dicta clase anualmente en Centre IPSI de Barcelona. Desempeña la práctica del psicoanálisis en el ámbito privado.

giselaavolio@yahoo.com

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