El 18 de septiembre de 2021, se presentó Potencia de la dulzura, de Anne Dufourmantelle, coeditado por Nocturna y Archivida. El siguiente texto, de Julián López, corresponde a la presentación que tuvo lugar ese día.
El primer desafío que me impuso este libro, y me dejó rumiando un buen rato antes de entrar, está en el título, en la idea de potencia, eso que se aviene a aumentarnos, eso que nos afecta de alegría. No porque la idea de potencia no haya sido abordada específica y profusamente por la filosofía sino porque acá, como marca de largada, me ayudó a pensar de manera muy cercana cosas que me preocupan. La persistencia con la que el optimismo y el entusiasmo circundantes, esas voces portentosas de la locura, me desvitalizan, me entristecen, me hacen desconfiar de lo que siento, por ejemplo.
No es profundizar el entrenamiento de la postura para llegar al asana, ni es cualquiera de los regímenes que se imponen meta y promesa de llegada a la mejor versión del sí mismo, el ser más elástico, más bueno, más completo, más hermoso.
Lo que vive no necesita que sea cada vez más yo, es la dulzura de la potencia lo que permite que me pase el tiempo, que me ocurra, que eso que se aviene y esto que sucede puedan ser instante fugaz, evento.
Por esa ecuación perversa del algoritmo, las tecnologías del amansamiento que aceptamos con la ilusión de no perdernos nada, Instagram me muestra escenas de hombres blancos y millonarios en relación amorosa con lo salvaje despotenciado, leones y tigres y hienas en escenas de sensualidad mortuoria que responden edulcorados al sometimiento de una caricia idiota que los desgarra, les desaparece las garras, les inhabilita su naturaleza vital, les saca uñas y dientes con los que pueden dar muerte y recibirla.
Esas secuencias que me enredan y me ponen en órbita insisten en mostrar un mundo cada vez más dulcificado y cada vez más muerto, un mundo que nos tiene cada vez más aferrados a un cadáver, cada vez con más miedo de vivir.
Tengo que obligarme a ver la escena del ciervo devorado, la escena de la madre impala que no logra escapar del guepardo que le quiebra el cuello ni proteger a su cría quesucumbe ante el hambre que la desorganiza. Tengo que obligarme a pensar la ferocidad (la propia y la ajena) como una donación, un dispositivo troyano pregnado de su opuesto, así como pienso las palabras, son lo que dicen pero también lo que callan, son su más allá, su espacio exterior. Son lo que adoran, lo que ocultan, lo que niegantres veces para sortear la muerte.
Por suerte la potencia de esta dulzura es transhumana y transhumante, transtemporal, puede alojar la estabilidad de esa molécula constante, puede alojar la piedra, somos un entramado en permanente metamorfosis. Estamos yendo.
Porque se llega a Ítaca por rutas subalternas, por diagonales inesperadas y desesperantes, se llega al destino por pura decepción, se llega antes de salir de viaje. Y se llega a la dulzura por el diente de león, por la crueldad de la amargura, por el cardo mariano; lo dice claramente la autora: lo contrario de la dulzura no es su opuesto, lo contrario de la dulzura es su falsificación.
Victoria Larrosa me había hablado de Anne Dufourmantelle pero llegué a ella por una urgencia que no terminé de comprender, la tarde de un sábado, dos veranos atrás, leí una novela corta de Annie Ernaux y no pude descubrir por qué filiación literaria, por qué zona común inadvertida,cuando cerré el libro aparecía insistente el nombre de la psicoanalista francesa. Merodeé un rato en internet buscando información pero enseguida me fui a la librería y un rato después ya estaba desaforado adentro de Elogio del riesgo. Elogio del riesgo se encendió como luminaria muy rápidamente en la constelación cercana; esa semana ya éramos legión, un verdadero batallón de amigues preocupades por el desafío de pensar una vida sin negligencia empezábamos a descubrir el descaro con el que Dufourmantelle se sacudía todos los lugares comunes de la mansedumbre psi. La novedad nos llegaba como una voz desconocida que reconocíamos, una nueva voz anciana que se impuso referencia y se instaló como textura comunitaria.
Pienso a Potencia de la dulzura como como una entonación, parte de una melodía que se densifica, continuación de un sonar piadoso que empezó a rebotarcon la aventura extraordinaria de Elogio del riesgo y siguió con la apabullante y misericordiosa lección de escucha de En caso de amor. Pienso a este libro como una profundización de la Inteligencia del sueño, como la agravación y el agravamiento de un síntoma de total incomodidad. Una valoración del dolor. Por fin.
Dice Dufourmantelle: La dulzura llega también después de la separación, la rasgadura de la respiración, después del hambre, después de la angustia, después del grito.
También dice: la fuerza simbólica de la dulzura es una autoridad, y también: la dulzura puede dar vuelta el mal y deshacerlo mejor que ninguna otra respuesta.
Potencia de la dulzura trae una nota de traducción que deja constancia de trabajo valeroso y delicado de Maricarmen Rodríguez, una nota que alienta la entrada y organiza una nueva palabra que se queda disponible y se acomoda como si hubiera existido desde siempre: dulcedumbre.
Mientras leía este libro volvía una escena que siempre vuelve, el monólogo de Roy Batty frente a Deckard, los dos heridos, en la azotea inclemente del futuro, la escena en la que el replicante de Blade Runner se sabe imagen frente a otra imagen y acepta que todo lo que ha visto -cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Naves de combate en llamas en el hombro de Orión. relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser- se perderá como lágrimas en la lluvia.
La escena que vino a decir que, en todo caso, lo humano es una aspiración.
Lejos de la tecnocracia identitaria, esa parafernalia llena de vericuetos imposibles de memorizar, la quimera sigue siendo ser humana, la utopía sigue siendo ser humano y se me ocurre que esa aspiración insolente y descarada bien puede acercarse a la idea primordial que por fortuna – y merced a Nocturna y Archivida- trae Dufourmantelle en este y en todos sus libros.
Tal vez lo más ardiente que pasaba mientras leía estas páginas era que volvía la escena, la vocación de estar en el mundo volvía, volvía la oportunidad.
Herides como en esa terraza inclemente, aspirantes, toda exposición y toda vulnerabilidad, toda potencia y toda dulzura.
Solemos referirnos a los escritores como voces. Julián López nos dona: Una voz polinizante. Voz que va de cuerpo en aparato, de reino en pistilo, de calle a beso, de beso a plaza, de plaza a tristeza, de tristeza a disparate.
Una voz traficante, voz que importa, que se sitúa en un espacio por venir: ni utopía hashtag ni distopía de góndola, Espacio de vida, tiempo veloz y lentificaciones del caos . Personajes y situaciones hechos de lo mismo: calcio. Big bang. Fémur, gemas. Constelaciones. En diferentes dosis y densidades.
Una voz que nos interpela en su lectura, voz a vela, voz luz luciérnaga, de la que Pasolini se abrazaba para denunciar en su ausencia la avanzada de lo peor.
Voz que ilumina lo fuera de catálogo, lo que los géneros expulsan, luz de otros cuerpos y otras sombras.
La voz que nos convida Julián López, tan embebida de vida que sus ecos quedan para siempre soplando vidrios de memoria. Y no es sólo porque María Moreno se refirió como inolvidable a Una muchacha muy bella que hay que ir allí, aunque sería razón más que suficiente. La primera novela de esa voz es urgente y también insurgente como toda su obra: de Bienamado a Meteoro, de El día inútil a La ilusión de los mamíferos.
Julián además dicta talleres y clínicas, es profesor en la UNA, y coordina junto con Selva Almada y Alejandra Zina el ciclo Carne Argentina.
Por tratarse de una voz orfebre, de taller, obrera, voz compost, esperamos con gratitud su presencia en la presentación de Potencia de la dulzura, de Anne Doufourmantelle, para ser entre ellxs, como ofrecía Violeta, tan frágiles como un segundo.
El libro se encuentra en preventa, pueden escribir al +54 9 11 2250 7456.
Un comentario en “Presentación de Potencia de la dulzura, de Anne Dufourmantelle. Por Julián López”