TNU: A desarzonar(nos), con Pascal Quignard*. Por Gabriela Odena.


Imagen de portada: La balsa de Medusa, pintura al óleo, por el pintor y litógrafo francés del romanticismo Théodore Géricault, 1818-1819.

Cuidado editorial: Viviana Garaventa y Helga Fernández.


Ante las políticas que dictan sus preceptos a través de la fijación del sentido de algunas palabras y composición de letras, desde nuestro lugarcito en el discurso jaqueamos el orden decretado y nos reapropiamos de la materia de la metáfora.

Con ustedes y para ustedes, para todxs nosotrxs, anunciamos una nueva sección: TNU, texto de necesidad y urgencia.

Textos que no obligan nada a nadie. Textos con los que cada quien subjetiva, lee, venga, defiende y construye la vida que nos hurtan.

Delegación editorial


En una nota al pie, el traductor apunta: “Desarzonarsegún el diccionario de la Real Academia significa “hacer  violentamente que el jinete salga de la silla.” Désarçonner,  en sentido figurado, también se usa familiarmente  en francés con el significado de “confundir, desconcertar.”

El caballo domesticado, indomable en ocasiones, humillado, golpeado, desarzona a su jinete. Este, padece una especie de inversión, luego de despertar adolorido, de esa antesala de la muerte, y se replantea su vida en el escenario de una desdomesticación contingente. Una caída cuasi mortal.  Un despertar a otro mundo, al ser arrojado por un animal domesticado(1).  De este arrojamiento sorpresivo del jinete de su caballo, deviene el repensar las condiciones de sometimiento, costumbre, servidumbre.

Desarzonar(nos) es despertar a   la escrituracreación de nuevos mundos. Desarzonar(nos) es acápite de una experiencia diversa.

La repetición del trauma de una época, vuelve con el carácter de lo siniestro en que alucinados asistimos a motosierras y rayos asesinos en redes sociales posteados por el mismísimo presidente de turno en Argentina. Lo cual,  nos desafía a seguir leyendo y escribiendo(2). A inventar tramas que rozan lo impensado, o a tomarlas prestadas, mixturarlas, cincelarlas. Excavar en las tumbas de la memoria.

Los desarzonados, los que experimentan la inminencia de la muerte, pueden hacer algo distinto de aquello que la historia dictamina cuando no se la lee. Momentos en que la historia se transforma en un continuo de costumbres y servidumbres que se anclan en un apellido, un linaje, una casta. Desandar esta historia junto con Quignard estremece, ya que hace tambalear cualquier fantasma, que se anime a dar una vuelta por el mundo junto a él. 

Pascal cuenta que su padre, dos abuelos y la mayoría de sus bisabuelos combatieron en las tres guerras franco alemanas en 1870, 1914 y 1939. Y de ello desprende la herencia de niños que encuentran la desgracia en el modelo de quienes los han concebido. Y dice, el dolor se transforma imperceptiblemente de época en época en la forma de sus apellidos. Por lo cual, no es sensato perseguir el anhelo de los padres, autorizate a dejar tu patronímico para que se vuelva en tus labios como una palabra en desuso.

El trauma del nacimiento, que fue la puerta de entrada a este mundo, es la única puerta que se debe tocar si se desea renacer. Desviar el camino, el rumbo que hasta entonces habíamos tomado. Del nacimiento al renacimiento, se extrema una natividad, experiencia de un comienzo que disuelve lo anterior sin suprimirlo. El silencio de lo impensado se inmiscuye anhelante en tanto lo reprimido, lo desmentido, lo forcluido, en sus diversas formaciones del inconsciente, opera y no sucumbe a la cartografía de la crueldad.

Lo real nos da ocasión de una letra que bordea su imposible. Una letra que desarzona,  propio de una situación extrema que asoma su finitud,  abre a la posibilidad de repensar las condiciones actuales del decir. 

Simplemente y no tan simple, sin horizontes dados, dar lugar a la palabra. Esa que cada uno porta, más o menos aprisionada, esa palabra que no se da a sí misma por sentada, portadora de equivocidad fecunda.

El progreso en la espiritualidad de la humanidad se refracta ante un real que nos conmueve y conmina a hacer algo,  tal vez para ahondar en las huellas de un exilio del que nadie es ajeno. Al menos,  para aquel que quiera saber de su posición de sujeto.

Pascal habita un pensamiento que va en contra de todo sentido común y de cualquier idealismo. Un sopor pesimista respecto de la humanidad se derrama. Narra una situación cotidiana mirando la tv con su madre. Están viendo a las víctimas musulmanas de Kosovo. Él detecta en la mirada de su madre un sentimiento  más fuerte que el miedo. Ésta se mimetiza en el avance hacia el éxodo. Y piensa Quignard: el estupor actúa para aproximar en el espacio al estupefacto hacia aquello que lo fascina. El horror fascina. 

Pascal relee a Freud, en EL malestar en la cultura y El por qué la guerra, y dice que el psicoanálisis no aporta ninguna solución al desorden del mundo porque no hay ninguna solución. Se trata de una guerra sin fin. Lo ineliminable del malestar es aquello que podría modificarlo, en tanto pasaje de lo inexistente, como imposible, a lo ex-sistente. En una versión innovadora nos dice que Freud se puso a escribir cuentos, y en uno de ellos, los hijos matan al padre, chupan sus huesos, la saciedad entonces se consuma. Despiertan con sus maxilares adoloridos, despiertan al re-mordimiento.

La voz interiorizada de la culpa, esa gran sentimiento inconsciente que tiene ramificaciones en posiciones sacrificiales despierta en cadenas de palabras dichas con otros, creadas con otros, un gran coro griego que gesta un personaje colectivo al que se intentó sustraer de la escena. El coro le devuelve el cuerpo y la voz. Es el despertar de la servidumbre que brilla de metales en cacerolas vacías y suena como una orquesta, en el encuentro espontáneo que se produce al haber sido arrojados por un neoliberalismo sin frenos, esta vez sin montura, a pelo, sin cinchas. 

Un capítulo del libro, que Pascal llama «El ruido de la libertad», consta de una línea y un breve párrafo. Ese ruido se escucha en el habitar un paraje otro, en su caso frente a las islas de Capri y las olas rompientes. La soledad y la escucha del viento que va de irrupción en irrupción.

El hambre es el origen de la metamorfosis más extrema de los cuerpos. Un cuerpo se come a otro cuerpo. Es el intercambio secreto de la vida. Es lo que escenifica el cuadro de Géricault, La balsa de Medusa. La desubjetivación originaria es ser reconocido por el otro animal como un pedazo de carne… Tal es la escena que fascina a los masoquistas y los perturba de alegría originaria. Es el corazón de todos los mitos. El predador convertido en presa.

El poder arbitra la deshumanización del otro, le arranca su rostro, su tiempo. El periodismo honesto, quizás sin saberlo, ininterrumpidamente, nos muestra la voz y los rostros, el testimonio de aquellos arrojados, restaurando así su dignidad y su clamor de ser.

El fin de la represión o la censura jamás es logrado. Aquello que se intenta eliminar, encontrará su camino hacia la libertad. Lo que se reprime o intenta censurar es aquello que podrá desencadenar el deseo.

En el galope de la lectura me pregunto por la  ausencia del lazo social. Se lee más bien la historia de lo que el lazo construye como odio, marginación, desubjetivación. No deja de ser un lazo, el de ese malestar ineliminable, como lo nombra Freud. Lo que podrá agitarlo, su envés;  la soledad, un momento de creación, la escritura, esta misma que atraviesa las páginas de Los desarzonados, en pos de desarzonar(nos), de una historia de la cual nos creemos partícipes.  A ella asistimos alienados en y por los albores de la humanidad. 

¿Se puede salir de un lugar en el que uno no puede situar la responsabilidad de su incursión? Avisorar en que contribuimos en esta expansión desorbitada de odio, del que la historia testimonia visceralmente, en vías de desencajarnos de él, descentrarnos, desconcertarnos, es una encrucijada fundamental a la que arribé en, con y gracias a Pascal.

La existencia abandonada por el deseo da curso a lo peor: la sumisión a las condiciones infrahumanas  de un mesianismo violento que irrumpe en nuestras vidas. 

El ser arrojado despierta y no está solo.


Citas bibliográficas

*P. Quignard, (2013), Los desarzonados, Último reino VII, 1a. edición, Buenos Aires, Ed. El cuenco de Plata. Traducido por: Silvio Mattoni. A veces un autor se transforma en un amigo, probablemente les haya pasado, por eso el “con Pascal”. Lo que está en cursivas es la letra de Pascal Quignard.

(1) De los caballos y el modo en que son humillados por el hombre, así como llora Nietzsche frente a la tristeza en los ojos de un caballo maltratado a tal punto que corre hacia él, lo abraza y pierde el juicio para siempre, no deja de concernir. Me lo enseño una amiga, Mariana Silva, que cuida de caballos maltratados, entre otras cosas. Una vez una tropilla hambrienta me acorraló contra el alambrado junto a las zanahorias que poseía. Pensé que era mi fin. Y nacieron estas letras. 

Foto: La tropilla , Zavalla, Rosario. G. Odena

(2) La propuesta: Leer a la letra, a cargo de Helga Fernández es fundamental en este sentido: La propuesta es leer, leer, leer. Hacerlo con sensibilización algebraica y afectiva. Recuperado de En el margen. Revista de psicoanálisis: https://enelmargen.com/2024/01/08/propuesta-leer-a-la-letra-a-cargo-de-helga-fernandez/


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2 comentarios en “TNU: A desarzonar(nos), con Pascal Quignard*. Por Gabriela Odena.

  1. Muy bueno tu articulo, Gabriela. Estoy comenzando a leer a Pascal Quignard, consciente de lo que significa leer de acuerdo a el. Fagocitar nuestras miserias, carroñas, , y en estoico sacar la lagrima de felicidad la gota de rocío del canto brasileño. La felicidad es una gota de rocío, que dura muy poco. Tenme al corriente de vuestras publicaciones.

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  2. Reacciono a la lectura, con mi experiencia personal. Caí de un caballo, varias veces en mi infancia. vivía en el campo y los buses eran muy escasos, y varias veces fui a la escuela primaria a caballo. El caballo era manso, sin embargo me volteó varias veces varias veces, liego de una carrera desenfrenada. No lo podía frenar. Además el pueblo donde vivía se llamaba La Carrera en la provincia de Catamarca. . Supe luego que los miedos se expresan en nuestro cuerpo en adrenalina, y que ese olor espanta a los caballos. Se confronta su miedo a ser montados, con el miedo del jinete inexperto. Por la adrenalina, que uno exhala en esos momentos de miedo. Solo los animales lo reciben. Por ello también aun grande tres perros me mordieron. En España, en Málaga, y en Buenos Aires (Chacarita y Villa Crespo .

    no narre estas anécdotas en Ollitas porque no les di la importancia que tuvieron. Federico Bazán – Niederle. Escritor.

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